Luis Miguel, tu voz siempre será la libertad de mi alma

Maria Eugenia Cabral
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Hoy es un día muy especial para mí, ya que un 28 de junio de 2012 me animaba a enfrentar otro reto, cuando acepté estar el frente de la conducción de “La hora de Luis Miguel” por Sexenio FM. Tal como lo viví con la columna, recibí la invitación con mucha sorpresa pues lejos estoy de ser escritora, periodista y mucho menos locutora, pero les juro que me entrego por completo y, pese a mis limitaciones, trato de hacerlo con el mayor profesionalismo posible. Soy simplemente una fan apasionada que, por casualidad o por esta irrefrenable admiración que siento por Miky, goza del privilegio de contar con estos espacios dedicados al mejor cantante hispano de todos los tiempos, canal que me ha dado la posibilidad de retribuirle la entrega total a su público. Pero en esta aventura no estoy sola, cuento con la gran labor realizada por mi co-equiper, Enrique Hernández (Quique Bush), quien tiene a su cargo la bella tarea de producir el programa. Cada jueves, juntos nos aventamos en un viaje que nos lleva a recorrer la vasta discografía de ‘El Rey’, trayecto que hacemos acompañados de nuestros fieles oyentes, los que no solo residen en México sino en los cuatro puntos cardinales del planeta. Por eso aprovecho la oportunidad para agradecer a Sexenio México por este espacio, a Quique por la pasión con la que selecciona minuciosamente las canciones que formarán parte de cada emisión, y por supuesto a la audiencia por su elección, compañía y apoyo.

Luego de estos agradecimientos, deseo centrarme en la historia que le da vida a la columna de hoy. Muchos tenemos la dicha de haber descubierto y acompañado a Luis Miguel desde sus comienzos, pero contadas personas cuentan con la fortuna de haberlo conocido cuando daba sus primeros pasos en los canales de televisión, instancia en la que podía ingresar al recinto caminando –como cualquier mortal- acompañado por su padre. Y hablando de Luisito… ¡me hubiera encantado conocerlo!, no solo por ser su papá sino por lo que representa en la carrera de Luis Miguel. Su aporte ha sido fundamental en el éxito de su hijo, porque supo inculcarle preciados valores que forjaron su personalidad profesional, convirtiéndolo en un artista único e inigualable. Pero quien sí tuvo la oportunidad de conocerlo fue la protagonista de este relato y ya quiero que la conozcan, los dejo en su compañía: 

Mi nombre es Karina, soy de Argentina, y deseo contarles cómo es que inició mi historia con Luis Miguel, pasión que contagié a toda mi familia.

Allá por el año 1982 mi abuelo trabajaba en el viejo canal de televisión A.T.C. (Argentina Televisora Color) como seguridad en la puerta de acceso, en esa época iban diferentes grupos y cantantes de moda como Luis Miguel, Parchis y Menudo. Todos los fines de semana visitaba a mi abuelo y él, para compartir más tiempo conmigo, me llevaba al canal para que lo acompañara en su jornada de trabajo.

En aquel año, un sábado en particular, el gobierno de facto obligaba a revisar los bolsos de las personas que se dispusieran a entrar o salir del canal, y mi abuelo era el encargado de hacerlo. Así fue como requisó las pertenencias de un niño de melena rubia y de campera verde inflable que ingresó acompañado de dos hombres, uno de ellos su padre y el otro estimo sería su tío. Ese niño estaba a punto de cantar por primera vez en nuestro país, en el programa “Sábado de Todos”, y era  el mismísimo Luis Miguel, “El Sol de México” como lo bautizó su papá. Con su acento mexicano me preguntó mi nombre, la razón por la que estaba allí, y si me gustaría ir al estudio mayor a escucharlo cantar. Le agradecí la invitación y por supuesto que la acepté gustosa, fui a escucharlo cantar y luego regresé al lado de mi abuelo.

Cuando llegó el momento en que debió partir, pasó por la oficina de seguridad y nuevamente se interesó por mí cuando me preguntó si me había gustado su interpretación. Obvio que le respondí que sí, que me había encantado, y para mi sorpresa su padre abrió su bolso para sacar un disco y obsequiármelo, “1+1=2 Enamorados”, el cual no había sido editado aún en Argentina. Como se imaginarán, todavía está en mi poder como un recuerdo muy preciado, junto a la tarjeta de su productora que también me entregó. Luego se despidieron muy educadamente con un beso y un “hasta la próxima”… y desde ese día soy fan incondicional de ‘El Rey’.

Después de un año decidí escribir a la dirección que figuraba en la tarjeta, cuya respuesta esperé durante 365 días pero afortunadamente llegó, y es el día de hoy que la guardo como una reliquia, la cual sólo comparto con mis amigas del Fan Club del que formo parte, “Las Incondicionales Argentina”, cada vez que nos reunimos.

La primera ocasión que lo vi en concierto fue en el estadio Obras Sanitarias, en enero de 1984, y lo disfruté al máximo; no podía creer estar viendo al niño que había conocido tiempo atrás, arrasar con tanto éxito.

Recién en el año 1985 hablé nuevamente con él, en “Canal 9 Libertad”, por medio de Roberto Fontana, persona que lo trajo al país desde el comienzo y que era amigo íntimo de mi abuelo.

Desde mi primer concierto nunca nada impidió que disfrutara de su voz y su presencia en vivo y en directo, ni siquiera mis embarazos, ya que asistí al Luna Park, en el año 1992, con mi hijo en el seno de mi vientre y en 1999 en la dulce espera de mi hija menor. Hoy en día es un orgullo que ellos sean fanáticos como yo y me acompañen en este camino cómplice. ¿Será porque lo escucharon desde la panza? No me caben dudas de que ésta es la razón.

En 2014 pude cumplir el sueño de asistir a un concierto acompañada de mi hijo, puesto que deseaba que viviera en carne propia esta pasión, y me sentí orgullosa y satisfecha cuando al salir del estadio me dijo: “Ahora comprendo lo que sentís cada vez que lo tenés enfrente, volves a vivir la emoción de tu juventud”. Lo vi salir feliz y encantado de haber acompañado a su madre.

A mis nietos también los convertí en fans de ‘El Sol’, ya que me doy a la hermosa tarea de hablarles sobre él e invitarlos continuamente a escuchar su música en casa o cuando viajamos en el automóvil. Es tal el cariño con el que me escuchan hablar de Miky, que se les ha dado por asegurar que es mi novio.

En la fotografía familiar que les comparto en esta columna podrán ser testigos de lo que Luis Miguel significa en nuestras vidas, allí están mis hijos -José Luis y Aldana- y mis dos pequeños nietos luciendo dichosos sus playeras.

Miky es muy importante para mí, por eso el 28 de abril de 2014 decidí llevar su nombre tatuado en mi piel siguiendo el consejo de mi tío, el que falleció justo el día anterior y minutos previos a partir me dijo: “Concreta tus sueños porque la vida pasa y lo hace muy de prisa”. Así fue como él me dio el empujoncito que necesita para llevar a cabo mi gran anhelo, un tatuaje con el que había soñado durante años, ése que resume todo mi cariño y admiración hacia ‘El Sol de México’.

Hoy, haciendo un balance de todo lo que viví junto a Luis Miguel, me siento muy afortunada, sobre todo por la bendición de haberlo conocido en sus comienzos… les confieso, pudiendo dar Fe de lo que afirmo, que el paso del tiempo y la vida misma no lograron cambiar el brillo y la autenticidad de su mirada.

Gracias Luis Miguel por no haber perdido tu esencia, por tu entrega y amor para tus fans. Gracias, porque tal como te lo escribí en la pancarta que llevé al estadio GEBA en noviembre de 2015, “Tu voz siempre será la libertad de mi alma”.

Karina

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