Esa niña que arrasa con todo

Maria Eugenia Cabral
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26 de junio de 2012

Una de las cosas que más disfruto en los viajes que realizo tras los pasos de Luis Miguel, es la oportunidad de conocer fans con quienes no solo comparto esta pasión sino que me nutro de sus diferentes maneras de vivirla.

En mi viaje a Viña de Mar conocí a Yerka, una fan todo terreno (estarán de acuerdo conmigo cuando lean su relato), dueña de una personalidad encantadora como intrépida e impulsiva.

En este transitar como fan imaginé que había cometido las mayores locuras con tal de estar cerca de Luis Miguel en los conciertos, pero déjenme decirles que lo mío no ha sido relevante en comparación a las realizadas por mi querida Yerka. Para llevar a cabo estas verdaderas hazañas uno tiene que ser valiente y decidido por naturaleza, y ella cuenta con estas dos grandes cualidades.

Cuando conocí su historia no puede más que admirar su capacidad de lucha en busca de lo que quiere, y no me extrañó en lo más mínimo que sea tan osada en su accionar, después de que me contara que maneja un gigante camión en una de las minas en Chile.

De la mano de esta historia los invito una vez más a viajar por las emociones de esta fan y a sentirnos un poquito ella en cada una de las situaciones que vivió junto al Rey de nuestros corazones:

CON TINTA Y AMOR

Hace muchos años atrás, 29 para ser exacta, comenzó para mí una hermosa historia. Era una pre-adolescente, recién despertando a esas nuevas sensaciones, mezcla de niña y mujer.

Un bendito día vi en la TV a un jovencito muy apuesto de melena larga y rubia cantando la canción “Directo al corazón”, su nombre: Luis Miguel. Cautivó inmediatamente mi atención, lo que no sabía en ese entonces que también lo haría con mi corazón y para siempre.

Poco a poco fui averiguando su historia, coleccionando sus fotografías y posters de revistas de aquel entonces, llegando a juntar mucho material por lo que opté por hacerme un Micky diario, de vida en realidad, era un verdadero cuaderno de fotografías de colección.

Pero faltaba algo, necesitaba escuchar a mi ídolo una y mil veces. Para esa navidad llegó mi gran regalo del viejito pascuero (en realidad era mi viejita pascuera, mi adorada mamita), recibí el cassette de mi amor, “Directo al corazón”. 

Pobre de mis vecinos, creo que por la razón o por la fuerza, terminaron aprendiéndose cada una de las canciones de Micky y más de alguno llegó desesperado al oír mis desgarradores gritos, pues no imaginaban que eran de emoción por ese jovencito que cada día se adueñaba de mi existir.

Llegó Viña 85, no recuerdo la fecha exacta, creo que enero de ese año, cuando me enteré que LuisMi vendría a Viña. Sí, a nuestro Festival de Viña del Mar.

Había que hacer algo y rápido, no quedaba mucho tiempo ni tampoco tenía el dinero. La solución que encontré fue vender gran parte de mis juguetes de infancia, total ya era una mujercita enamorada. Pero les confieso que mi adorada muñeca “pepona” no quería marcharse, pero entre ella y Micky… ni dudarlo.

Al fin logré juntar el dinero para el pasaje, aunque aún faltaba lo más importante, el permiso. No esperaba encontrar semejante obstáculo pero así fue, mi madre me dijo “No hay permiso”, no lo podía creer, tanto esfuerzo y para nada?

Se acercaban los días y mi desesperación me invadía, en ese entonces no entendía las razones obvias de mi madre: era muy pequeña, tenía menos de 15, el viaje era muy largo (24 hrs. en bus, ya que en ese entonces vivía en la ciudad de Calama) y lo peor, no tenía donde llegar en Viña. Hoy que soy madre creo que hubiese hecho lo mismo que ella.

Pero mi alocada inmadurez me hizo tomar una decisión: compré el pasaje y me arranque de la casa. El fin justificaba los medios, por lo que con mi mochila, mis cuadernos de fotos y unas galletas partí al encuentro con mi amor.

A esa edad uno jura que podemos engañar a nuestros padres ¡mentira! mi madre había descubierto mis intenciones. Apenas llevaba una hora aproximadamente de viaje cuando de repente se suben al bus dos carabineros (policías) y adiós sueños e ilusiones de ver a Luis Miguel. Ni les cuento la paliza que me llevé. Al final me quede sin Viña, sin juguetes, sin pepona y con el trasero adolorido un buen tiempo. Tuve que conformarme con verlo por televisión, una mezcla indescriptible de emociones: alegría, pena, desesperación, amor.

Después de esa gran paliza, creo que mi madre entendió que esto que estaba sintiendo no era un capricho sino que sería un amor para toda mi vida y así se convirtió en mi Micky aliada.

Poco a poco fui adquiriendo sus otras producciones: “Un sol”, “Decídete”, “Palabra de honor” y entretanto se conoció la noticia de que Luis Miguel vendría a Viña 86.

Fue el primer concierto en vivo que pude disfrutar, aunque estaba en galería y lo veía como un puntito lejano no importaba, porque la distancia era nada al lado de la gran emoción de tenerlo ahí en vivo y en directo cantándome solo a mí. Mágicamente desapareció toda la gente de la Quinta Vergara, sólo estábamos él y yo, sentía que sus canciones eran solo para mí.

Desde aquella vez me prometí que nunca dejaría de asistir a sus conciertos cada vez que viniera a Chile, y ojo! que con hijos, marido y trabajo se me ha complicado, pero lo he logrado.

Cada visita de Micky ahí está la Pecky (yo), y en todos estos años he tenido miles de anécdotas. Una vez se me ocurrió la idea de tirarme al mar con una amiga en el hotel Miramar de Viña, subirnos en una roca gigante para gritarle desde allí que lo amábamos, total su habitación daba al mar y seguro Micky vendría a salvarnos….resultado: subió la marea y nos tuvo que rescatar la guardia marina por el riesgo que corríamos. Lo mejor fue que el manager nos acogió muy bien, estando todas mojadas nos regaló café, sándwiches, y poleras del staff, pero yo no quería poleras, lo quería a él.

En otra ocasión en el hotel Sheraton de Santiago, la multitud era enorme y todas gritábamos afuera del hotel, en aquellos tiempos Micky salía por el balcón a saludarnos. Vibraba en cada ocasión que lo veía, eran segundos mágicos para mí, el tiempo se detenía y todo pasaba en cámara lenta hasta que a alguien se le ocurrió la estupidez de rayar un auto muy lujoso y escribir en él “Luis Miguel”,  para mí el auto se veía bonito, pero al dueño no le gustó. A consecuencia de ello nos llevaron detenidas como a 10 niñas, culpables e inocentes, pero aquí empieza lo bueno.

En el año 91 viaje a Santiago con mi eterna amiga Loli al programa “Siempre Lunes”, la muy suertuda se ganó una entrada al programa gracias a un concurso de la revista TV Grama. Yo envié un millón de cupones pero la suerte no me acompañó, aunque pensándolo bien sí me acompaño y de qué manera. Tal vez no gané entrada pero gané algo mejor: estar junto a Micky a 50 o 30 centímetros de él. A solas con mi amor, ahora sí ya no era mi imaginación, él y yo a solas.

Fuimos con Loli a “Siempre Lunes”, ella con su entrada y yo con la que obtuve después de la mejor actuación digna de un premio Oscar. Fui sola a la revista TV Grama y pedí hablar con el director, le conté que venía desde muy lejos y que quería asistir al programa. Tuve que esperar mucho pero al final me regaló una invitación.

La grabación del programa ya había empezado así que corrí, corrí y corrí por Avenida Holanda, tomé el metro hasta que por fin llegué muerta de cansada a TVN. Entré al canal, busque un baño, me cambie allí mi supuesta ropa elegante y de ahí directo al show. Me perdí la primera parte pero daba lo mismo, ya estaba nuevamente con mi Sol. Busqué a mi amiga Loli, no fue muy difícil encontrarla. Quedamos muy atrás, y esto de ser pequeñas complicó nuestra visión, por lo que tuvimos que hacer maravillas para poder ver a Micky, pero insistiendo logramos estar conectadas con él, con su maravillosa voz, entrega y pasión.

Al terminar el show nos fuimos corriendo al hotel Sheraton, ahí estuvimos hasta muy tarde esperando su llegada. Mientras la noche  avanzaba y el frio se apoderaba de nosotras, yo instaba a mi amiga Loli a entrar a escondidas al hotel, a lo que ella me respondía con un “no!”, pues siempre fue muy sensata, muy cuerda, y la loca siempre fui yo. Entre tanta espera, de repente, llega por la parte trasera del hotel un camión a retirar la basura. “¡Loli vamos entremos!” le dije, y su respuesta tácita fue “no!”, momento en que di paso a mi decidida y loca personalidad: no lo pensé dos veces y salté al camión. Sí, entre al hotel metida en un camión de basura. Apenas pude salí de allí y corrí a ocultarme entre los arbustos que rodeaban la piscina del hotel, ahora daba gracias por ser pequeña.

Esperé un largo rato cerca de la piscina, se suponía que Micky llegaría por ahí y entonces me acercaría, pero las horas pasaban, el fresco también y él que no llegaba ¿acaso no sabía que yo tenía mucho frío, hambre y cansancio?

Me decidí, obligada por el frio, a entrar al hotel (siempre a escondidas), aunque corría el riesgo de que me pillaran. Me pasee entre gimnasio y ascensores, hasta que llegué al piso de LuisMi. No lo podía creer, estaba frente a su puerta mientras me imaginaba golpear, que él abriera y me dejara pasar. El caso es que me decidí a hacerlo y…..no abrió nadie. Mi corazón de veras parecía que se paseaba por todo mi cuerpo alborotado, pero volví a mi realidad, ya que si seguía allí seguro me correrían. Busqué donde ocultarme, no había nada, hasta que a pocos metros encontré una puerta abatible. Entré con temor, había unos tubos gruesos muy calientes ¡que exquisito encontrar calorcito! A esas alturas estaba como pingüino de helada, y ese era el cuarto de calderas del hotel, faltaba la comida y la cama para hacerlo de oro. Allí había un gran cajón, lo abrí, había sabanas revueltas y supongo que sucias, pero no se les notaba.

Y empezó la espera eterna, total, me encontraba a pasos de su habitación ¿se imaginan lo que una fan puede imaginar estando a pasos de la habitación de su amado? Bueno, yo no fui la excepción, me imaginé de todo, sí, de todo! Entre sueño y sueño, miraba a cada instante por la puerta abatible y preparaba mi discurso: “Hola Luis Miguel, me llamo Yerka”, mejor  “Micky te amo” o tal vez “soy tu fan de siempre” uy que difícil!

El agradable calorcito reinante en aquel cuarto y mi cansancio enorme, por un ajetreado día corriendo por todo Santiago tratando de conseguir las benditas entradas al show de TVN, fue la mezcla perfecta para colapsar y Morfeo se apoderó de mi ser. Estaba semi dormida, semi despierta, cuando un estruendoso ruido en aquella habitación me despertó a sobresaltos, lo que provocó que me parara abruptamente. En segundos descubro algo nuevo, había un ascensor en aquella habitación del cual descendió un hombre alto vestido de elegante traje negro. A lo único que atiné fue a sacar las sabanas del cajón y ponerme a doblarlas y decirle “buenas noches señor”, rogando que creyera que trabajaba ahí. Me miró con mucha desconfianza y salió por la puerta ¡Dios santo! estoy atrapada pensé, miré por la puerta abatible y efectivamente aquel hombre estaba afuera de la habitación de Micky. Ya no era uno, eran cuatro o cinco, con los nervios ni los conté, y lo peor es que estaban todos mirando y apuntando mi bendita puerta. Inmediatamente pensé “corre Yerka porque te van a echar seguro. ¡Piensa rápido! Ah ya sé ¡el ascensor!” y me regreso dispuesta a salir por él. Entre la desesperación y la pena buscaba los malditos botones, que según yo terminarían con aquellos sueños fabricados rato atrás, sin embargo, vuelvo a sentir el mismo ruido estruendoso que había oído anteriormente y…..¡Por Dios, por mi madre muerta, y por mis hijos!, al abrirse aquel ascensor ocurre el momento más sublime de toda mi existencia, no se imaginan quien llegó ahí frente a mí. Sí, era él, Luis Miguel sólo frente a mí en aquel ascensor. Como transmitirles lo que me pasó en ese instante, no puedo, creo que me abdujeron sus ojos verdes, su cabellera rubia. El tiempo fue eterno para mí aunque la realidad  fue otra, no sé, me paralice, no pude hablar y de mis ojos comenzaron a brotar lágrimas. Ellas lograron hablar por mí porque yo no pude. ¿Y el discurso ensayado por años? Quedo ahí, solo en miradas.

Al final el que hablo fue él  “hola ¿cómo te llamas?” y mi gran respuesta fue “tatatata”, pues balbuceaba, creo que muy bajito le dije Yerka y no conformándome con tanta estupidez se me ocurre otra peor al preguntarle: “¿y tú?” ¿A quien se le puede ocurrir preguntarle a Luis Miguel como se llama? Sólo a mí. Recuerdo muy bien que se puso a reír, ¿habrá en el mundo alguien más idiota que yo? En este pequeño (pero eterno para mí) diálogo me llevaba abrazada directo al mágico umbral de aquella puerta abatible, que para mí era la entrada al paraíso. Llegué con él a la puerta de su habitación y ¡Sorpresa! había más niñas ahí, creo que tres, luego llego un matrimonio y todo el mundo se sacó fotos. Micky se excusó que estaba cansado, nos dio un besito y desapareció en su habitación.

“Ya niñitas despierten, ya lo vieron, hablaron con él, ahora a bajar” nos dijeron los guardias, y yo aún en shock.

Bajamos por el ascensor oficial y así poco a poco íbamos dejando atrás el mágico momento vivido. Afuera del hotel nos abrazamos y rompimos en llanto, sentadas en el suelo impávidas aún por lo vivido. Supongo que recién ahí desperté de la Micky abducción y cada vez que recuerdo este momento vuelvo a experimentar esa sensación, es como estar nuevamente ahí y una vez más mis lagrimas caen como testigo de aquel bendito día.

Al año siguiente regresó, pero la historia era muy distinta. Vino el 21 de diciembre del 92, y hacia sólo días que su padre había fallecido. Tuve la suerte de entrar a una de sus conferencias de prensa y luego a un encuentro con sus fans, junto a Marcela Gutierrez, mi Micky amiga de siempre, a Silvana, Elizabeth y las hermanas Paty y Claudia entre otras.

A raíz de su pena nos dijo en aquel entonces “disfruten hoy a sus seres queridos, díganles hoy que los aman”, a mí me dio mucha pena, no me imaginé que pocos meses después viviría la misma situación. El 15 de abril del 93, producto de un trágico accidente muere mi más incondicional amiga, mi Micky aliada… mi madre!

Al enterarme de su muerte lo único que hice fue buscar refugio en Luis Miguel, y al son de la canción “América” lloré la pérdida de mi madre, mi amiga, mi aliada y confidente.

Por eso siempre digo que Luis Miguel no es un simple cantante, es mi vida, mi pasión, mi razón de respirar día a día, el que siempre está conmigo en las buenas y en las malas, el que me alegra cuando la tristeza me invade.

Y hoy agradezco a mi marido, a mis hijos Jorge, Fabián y Nicolás permitirme que Micky sea también parte de ellos, de mi gran y hermosa familia.

Ojala les haya gustado…. Yerka Astorga “Pecky”

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