Siempre te seguiré

Maria Eugenia Cabral
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6 de diciembre de 2011

Si hay algo que me fascina es ir a esperar a Luis Miguel al aeropuerto cada vez que visita mi ciudad. ¿Será que inconscientemente hago esto luego de ver la película “Fiebre de Amor”? Les confieso que por más intentos realizados, año tras año, aún no logro ser la protagonista de alguna historia que se asemeje a la del film ja ja ja.

Desde que tuve la edad suficiente para movilizarme con más libertad, y de contar con los medios para ello (lamentablemente tenía que ser algo más que una bicicleta como la que portaba Lucerito), anhelé darle la bienvenida a Miky a mi ciudad.

Cada nuevo tour traía consigo una nueva posibilidad de realizar mi afán, pero por muchos años me quedé sólo con la ilusión de poder concretarlo.

Toda la década del 90 Luis Miguel nos visitó con un apretado itinerario, el cual consistía en aterrizar a la hora del concierto, trasladarse hasta el estadio, cantar, para luego emprender su regreso a la aeronave que lo llevaría a su próximo destino.

Recién allá por el año 2003 viví mi primera experiencia recibiéndolo en mi Córdoba querida.

Cuando conocí la noticia, mi corazón estalló de felicidad. El pensar en que Miky pasara dos noches en mi ciudad y respirara el mismo aire, aceleraba mi corazón y me hacía soñar despierta cual adolescente con algún encuentro casual.

La noche de su arribo tomé mi auto, pasé a buscar a mi hermana y a una amiga,  y nos dirigimos exaltadas al aeropuerto. Al llegar me encontré con toda la comitiva esperándolo, y con un centenar de periodistas, ya que su llegada coincidía con su ingreso al país.

No podía dejar de observar el cielo estrellado, en busca de esa lucecita intermitente del avión, que me indicara que estaba a minutos de presenciar su llegada, esa que había deseado tantos años.

Me situé en uno de los portones de salida del aeropuerto, que no es para el público en general, por donde imaginé saldría. La prensa decidió ubicarse en otro sector, muy lejos de allí, por ende mi dicha y tranquilidad fueron absolutas.

Alrededor de las 23 hs. aterrizó el jet privado de Luis Miguel, momento en que la adrenalina se apoderó de todo mi ser. Mi corazón latía a un ritmo acelerado junto a una respiración agitada y entrecortada. Esa noche se rumoreaba que Miky iría directo y sin escalas a degustar, a uno de nuestros restaurantes especialistas en el tema, los mejores cortes de carne asada a la parrilla.

Cuando me percaté de que la comitiva había emprendido su marcha, pensé en qué decirle cuando pasara a mi lado. Las palabras que resurgían, desde cada rincón de mi alma y que se hacían eco en mi pensamiento, eran muchísimas pero debía pensar en una frase corta que encerrara todo mi sentir. La van salió velozmente y sólo pude pronunciar “Miky” con el llanto a flor de piel. No podía quedarme paralizada, fui para darle la bienvenida ¿no? así que eso significaba también escoltarlo hacia su hotel. Me subí a mi automóvil y conduje a su lado una gran parte del camino, ya que sus custodios estaban muy nerviosos y sólo querían que me alejara (entiendo su miedo, no todas somos iguales, hay muchas personas que podrían poner en riesgo su vida). El acompañamiento fue dificultoso, sobre todo por los periodistas que también lo seguían, sólo que con distintos objetivos (¡ay! Sé que es su trabajo, pero no comparto que sean tan indiscretos y entrometidos).

En el trayecto (aún no sé cómo logré conducir con mis nervios) me di cuenta que no se dirigían al hotel sino al restaurant. Mi cabecita enseguida fantaseó con la posibilidad de saludarlo al ingresar en dicho lugar. Al llegar, baje corriendo y muy tranquila me situé a un costado de una de las puertas del lugar, mientras subían la camioneta de Luis Miguel a la acera para facilitarle el ingreso. Miré al guardia que estaba muy inquieto y le transmití la tranquilidad de que iba a quedarme quietita, que no iba a hacer ninguna locura, que sólo quería estirar mi mano y saludarlo. Ahí, donde sólo la carrocería de su vehículo nos separaban, sentí extremadamente palpable el poder cumplir mi sueño. Pero una vez más el destino me jugó una mala pasada y a causa del acoso de la prensa, la van hizo marcha atrás y Miky se retiró al hotel.

En el año 2005 otra vez Córdoba cobijó a Luis Miguel un par de días. No me pregunten cómo lo hago, pero desde ese año tengo un sexto sentido que me acusa el día en que Miky llegará.

Me fui la noche del 15 de noviembre y esta vez, sólo éramos 6 personas esperándolo en la madrugada de ese martes. Yo había llevado mi cámara para filmar su arribo, y se me ocurrió decirles a mis amigas que coreáramos algo entre todas, para que Luis Miguel pudiera entendernos. Rápidamente planeamos decirle que por favor detuviera su marcha y bajara el vidrio para poder saludarlo (me llevó unos años darme cuenta que esas camionetas no tienen vidrios móviles atrás, ¿pueden creerlo? ¡Cómo se habrá reído!).

Alrededor de la 1:30 hs. de la madrugada la comitiva emprende su partida del aeropuerto y con mi cámara documento todo como recuerdo. Cuando pasa a nuestro lado le gritamos lo pactado y para nuestra sorpresa las camionetas se detienen. Automáticamente y sin pensarlo pauso la filmación. El respeto hacia su persona es algo que siempre prevalece en mí, y si tenía pensado regalarnos un saludo especial, lo mejor sería sólo grabarlo en mi mente y en mi corazón. No tuve que considerar si filmaba o no, fue un acto reflejo.

Me quedé petrificada a un metro de la camioneta, sin siquiera atreverme a dar un paso hacia adelante. Fueron un par de minutos, los más largos de mi vida, lapso en el que imaginé las mil y un historias. Me mataba la incertidumbre de no saber qué iba a ocurrir en ese momento, todo podía pasar. Sólo sé que en ese instante mis lágrimas brotaron sutilmente, sin dejarse llevar por la histeria. Recuerdo que podía sentir hasta el ruido que hacían mis rodillas al tocarse fruto del temblor en mis piernas.

Esta vez pensé en que el destino había decidido presentármelo para poder expresarle cuanto lo quiero. Pero nada de eso ocurrió; o sí, porque mientras él nos observaba, detrás de los oscuros vidrios, yo le dejaba saber de mi cariño. Fue emocionante esta vivencia, algo que guardo como uno de mis preciados recuerdos.

En el año 2008 nuevamente mis sentidos no me fallaron. Luego de unas horas de haber llegado, desde Buenos Aires (de los shows de Vélez), y con 700 kms. en nuestras espaldas, con Anita nos decidimos a ir a darle la bienvenida al Sol de México. Después de viajar tantos kilómetros estábamos muertas, pero apenas aterrizó el avión del Rey, la energía nos volvió al cuerpo como por arte de magia. Llegó tarde en la noche y con mucho gusto lo escoltamos a su hotel.

Les confieso que dan ganas de gritarles a los automovilistas que abran paso, que aquí viene su majestad, el Rey de nuestros corazones y el dueño de la mejor voz del planeta.

El 2010 fue un año muy especial. La hora estimada, en que arribaría desde Corrientes, se superponía con mi trabajo. El día lunes es el único día que doy clases en la escuela en el turno noche. Recuerdo estar explicando un problema matemático complicado a una de mis alumnas cuando recibo un mensaje de texto de mis amigas. Casi muero de angustia, en el momento en que pude leerlo, pues con él mis ilusiones se esfumaban. Aún me faltaban 30 minutos para finalizar mi clase, hora que coincidía con su llegada.

Al salir llamé a Vivi y a Ana para alentarlas a que fueran rápidamente, al encuentro de Luis Miguel, ya que insistían vía mensajes del móvil en esperarme. No había posibilidades reales de que pudiera  llegar a la cita. Mi casa está a unos 40 minutos del aeropuerto o más, puesto que helicóptero aún no me compro, debía asumir que ese año no iba a poder estar presente.

Afortunadamente mis amigas son de oro, pues no dejaban de insistir en que me esperarían para partir, arriesgándose a llegar demasiado tarde. Con lágrimas en los ojos las obligué a no pensar en mí, pero déjenme decirles que son muy testarudas y su cariño es de otro mundo.

Al ver que seguíamos perdiendo el tiempo, con esta angustiante charla por teléfono que no nos llevaba a ningún lado más que a perdernos el momento, es que decidí tomar mi auto y volar hacia la casa de Vivi que está a menos de 10 minutos del aeropuerto. Realmente volé, a pesar de no tener un avión sino un automóvil. Parecía que Dios me había quitado a todo el mundo de las calles, ni siquiera la onda roja del semáforo me detuvo (todas cambiaban a verde a medida que avanzaba). Llegué en sólo 10 minutos. Deje mi auto y me subí al de Vivi, la conductora designada. De camino tuvimos la gran incógnita de saber si estábamos llegando a tiempo para recibirlo o si éste nos había vencido.

Al llegar nos encontramos con muchos fans esperando al Rey, signo de que todo había valido la pena, y no pude más que agradecerles a mis amigas el que se hubieran jugado una vez más por mí y me hayan esperado. Baje con mi bandera, esa que suele acompañarme a los conciertos y nos dispusimos a esperarlo. Fue emocionante reunirnos con otras fans y cantar sus canciones, suceso que me transportó instantáneamente al pasado, me sentí niña otra vez. No faltaron los gritos de algunas al divisar las luces del avión y al escuchar el roce de las ruedas con la pista. Yo sólo suspiré tras confirmar que Luis Miguel, una vez más, estaba en mi tierra.

Aguardamos de manera ordenada que saliera, siempre dentro de los términos del respeto. Gritamos su nombre apenas vimos enfilar la camioneta hacia nosotras. Como ya es tradición, lo acompañamos hasta las instalaciones del lujoso hotel donde goza de su estadía.

En el camino fuimos las únicas que logramos posicionarnos a su lado. En ese momento, hice flamear mi bandera para que pudiera divisarnos.

Me invadió, como siempre, una profunda emoción al pensar que ahí estaba, detrás de esos cristales negros, pero nada me detuvo a la hora de gritarle: “Miky te quiero”. Luego, sin poder creerlo, veo correrse la cortina y una mano moviéndose en señal de saludo. Antes de que reaccionara Vivi grita: “Chicas ¿están viendo lo que yo? ¡Hay una mano que nos saluda!”.

No quedaron dudas, nada era producto de mi imaginación, ahí estaba Luis Miguel interactuando una vez más con nosotras. Luego de esto, los custodios nos solicitaron que nos hiciéramos a un lado del camino y que nos desplazáramos hacia atrás de ellos. Como somos fans muy respetuosas, que priorizamos la seguridad e integridad de Luis Miguel, pausamos la marcha y obedecimos las instrucciones.

No les puedo explicar cuánta felicidad albergamos en nuestro corazón.

Al llegar al hotel todos los fans nos bajamos de nuestros autos para intentar saludar a Miky, al menos desde lejos, en símbolo de una cálida bienvenida. Su camioneta ingresa, sus custodios bajan y mientras las puertas continuaban abiertas comenzamos a pedirle que descendiera y nos saludara a la distancia. Fue algo sin premeditación y espontáneo, el que coreáramos al unísono: “Decídete, simplemente amor decídete. Que no puedo resistir sin tenerte, maldita mi suerte, decídete….”.

Fue un momento inolvidable e indescriptible, cargado de cariño. Estoy segura de que Miky tardó en bajarse por quedarse escuchando a sus fans. Ya luego cerraron las puertas y no pudimos verlo.

En cada tour renace mi esperanza de que algún día podamos saludarlo y expresarle nuestro cariño mirándolo a los ojos.

Como fan es un placer darle la bienvenida a Luis Miguel cada vez que nos visita. Ahí estaré siempre como una manera de retribuirle toda la felicidad con la que colma mi vida y mi alma.

“Siempre te seguiré, donde tu estés amor…”

Euge Cabral

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