Luis Miguel, ¡Por lo bien que te ves! (Parte I)

Maria Eugenia Cabral
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Mis queridos lectores, me da mucho gusto estar de vuelta en el ruedo después de unos días de vacaciones forzadas, ante problemas técnicos con la página de Sexenio.

Recientemente las redes sociales se han visto revolucionadas por la aparición pública de Luis Miguel en la ciudad de Las Vegas, sitio que acostumbra visitar porque lo disfruta muchísimo. ¿Qué disparó tanto alboroto? la nueva imagen de ‘El Sol México’, en la que podemos verlo espléndido, radiante, provisto de una silueta envidiable y un look que, en mi opinión, lo remonta a los noventa. Pero lo verdaderamente importante es verlo distendido y feliz, gozando de un buen momento.

Las afortunadas fans que tuvieron la bendición de toparse con él coinciden en sus relatos al contar que Miky estuvo muy simpático, amable y caballero. Cuentan que se mostró muy a gusto platicando, y sumamente interesado en conocer más acerca de ellas. Con estos gestos es imposible no quererlo y admirarlo cada día más, ¿No creen?

Por otra parte, ante la imposibilidad de publicar la columna los días pasados, les debo el relato de lo que se vivió en el tan esperado aniversario de carrera de Luis Miguel. Todo transcurrió como una verdadera fiesta puesto que, desde el inicio de la jornada, los espacios personales de los fans en las redes sociales se vieron engalanados con imágenes y mensajes para el agasajado, dejando al descubierto una profunda emoción ante un acontecimiento tan importante: 35 años de entrega total.

Un incontenible entusiasmo nos embargó a la hora de gritar a los cuatro vientos lo dichosos que nos sentimos al disfrutar de un artista que, con su talento y logros conquistados, no escribió un capítulo de la historia de la música, sino que fue un tomo completo y de colección.

Como ya es costumbre, ayudados por la tecnología, la cita para festejar a nivel mundial tuvo fecha

y lugar: 21 de enero en la red social Twitter. La reunión se extendió 8 horas aproximadamente, en las que los Hashtag #35AñosDeAmorIncondicional y #LuisMiguel fueron tendencia en muchísimos países de América y Europa. No cabe dudas de que cuando nos unimos nada nos detiene, y con más razón si la intención es destacarnos en el ciberespacio, revolucionándolo con muestras de amor y gratitud a Luis Miguel por dedicarnos su vida, su tesoro más preciado. Jamás me cansaré de escribirlo y de agradecerle, porque una decisión de tal magnitud implicó muchos sacrificios, esfuerzos, pérdidas, y un montón de sinsabores que el éxito trae consigo. Gracias Miky por seguir adelante a pesar de todo, gracias por elegir hacernos felices y vibrar de emoción. Cambiaste para siempre la vida de tus fans, pues tu voz y tu mirada son la fórmula perfecta del elixir que reconforta nuestra alma.

Les voy anticipando que durante todo el año estaremos celebrando este importante aniversario con diferentes dinámicas, así que muy pronto les haré una propuesta formal para que nos unamos a nivel mundial.

Ya no me extiendo más, los invito a descubrir el relato que protagoniza la columna en esta ocasión:

Mi nombre es Lucy Gueits Meléndez, actualmente resido en Miami, Florida, pero nací en Managua, Nicaragua.

Quisiera narrarles mi historia, con el profundo deseo de que algún día llegue a manos de Luis Miguel, a través de “Diario de una Fan”, libro que año tras año le hace llegar mi querida Euge Cabral. Anhelo que pueda percibir el gran afecto, cariño, respeto y sentimientos que ha provocado en mí, y en cada fan, desde que lo escuchamos cantar canciones escritas por él, por su padre, y por los mejores compositores de todos los tiempos, originarios de México, Argentina, España y Estados Unidos, entre otros.

Es un privilegio para Luis Miguel, un regalo de Dios, contar con ese don al momento de interpretar cada canción, lo hace magistralmente, como nadie en esta tierra, llegando al grado de sorprendernos con su estilo, romanticismo, elegancia y entrega a su público. Cada año logra superarse a sí mismo, y tal parece que su voz no tiene límites.

No olvido el día que lo critiqué por su disco de boleros “Segundo Romance”, recuerdo que le dije a mi esposo Carlos “¿Cómo es que este hombre interpreta canciones románticas si no se encuentra estable sentimentalmente?”, pero a medida que me fui interiorizando sobre la realidad me arrepentí, y ahora lo entiendo perfectamente.

Conocí a Luis Miguel en 1982, no podría decirles el mes exacto, pero sí que fue a través del programa mexicano de televisión ‘Siempre en Domingo’, con el recordado conductor y productor Raúl Velazco. Aquel domingo, mi madre y yo, estábamos pendientes del invitado especial de esa noche, el que habían bautizado con el nombre de ‘El sol de México’. Aunque para esa época aún no había incursionado en los boleros, las letras de sus baladas me gustaban muchísimo, y fui cautivada de inmediato por su personalidad y la seguridad de sí mismo.

Algunas personas escuchan la música sin prestar especial atención a las letras que le dan vida a una canción, en mi caso personal no es así, ya que mi madre me enseñó a apreciar todo en su conjunto. Ella gustaba de la música romántica, y uno de sus sueños era ser artista, pero lo vio truncado cuando decidió elegir formar una familia con apenas 20 años. Después de dos décadas de matrimonio decidió divorciarse, y allí regresó a Managua donde participó de varios concursos en la radio, interpretando música romántica, y uno de ellos la hizo acreedora de un diploma como reconocimiento especial en el programa ‘La voz de la victoria’. Por cierto, su diploma, su diario con fotos, y muchos recuerdos más los perdimos en el terremoto de 1972. Me gusta escribir un poquito sobre mi madre porque de ella heredé el amor a la música, disfruto tanto el género clásico, la ópera, el estilo romántico como el cultural. Tal parece que esta pasión inmersa en mí viene de familia, ya que muchos aman la música; algunos sólo se deleitan con ella, otros se involucran interpretando, y unos cuántos se inspiran para componer canciones, como mi esposo Carlos que escribió en el año 2012 más de 90 obras. Dicho sea de paso, él piensa que algunas serían perfectas en la voz y estilo de Luis Miguel, así que intentamos contactarnos con sus oficinas a través de los sitios oficiales en Internet, allá por el año 2013, pero no obtuvimos respuesta. Comprendemos que deberán recibir millones de peticiones diarias, y que se torna imposible llegar a leer y responder tantos mensajes.

Cuando salieron sus primeros discos tenía muchas limitaciones y barreras para comprarlos por la salud de mi madre, pero siempre había manera de escucharlos a través de otras amigas del colegio que estaban al día. Si su imagen salía en una revista o periódico me encantaba recortar y guardar dicho artículo de recuerdo, como toda adolescente.

Allá por 1983, un grupito de amigas de mi trabajo me informó que Luis Miguel se presentaría en el Hotel Intercontinental, en un concierto privado para Navidad, al que tristemente no pude asistir ya que ese fin de semana trabajé toda la noche. A fuerza de serles sincera, mi realidad igual no me lo hubiese permitido, ya que el poco tiempo libre que tenía se lo dedicaba a mi madre enferma, la que luego perdí indefectiblemente.

Desde joven uno de mis sueños fue viajar por el mundo, meta que no pude alcanzar fácilmente porque no contaba con recursos para destinarlos a tal fin, ya que el fruto de mi trabajo tenía como único objetivo colaborar con los gastos de la casa porque mi madre estaba sola. Cuando ella falleció me enfoqué en concretar mi deseo, vendí todas las cosas materiales y con lo que pude ahorrar me dispuse a dejar mi tierra. Mi plan era llegar a EEUU, y el primer paso lo di obteniendo mi visa hasta México.

Pasaron los años y conocí a Carlos, me casé y formamos una familia. Desde que llegó a mi vida siempre le expresé el gusto por la música, especialmente  la romántica de la mano de Luis Miguel, y no solo me apoyó sino que además me consintió regalándome sus cassettes, CD’s, y revistas donde lo citaran. 

En la próxima entrega continuaré narrándoles cómo es que este artista vino a protagonizar uno de los capítulos más importantes en mi vida. ¡Aún tengo mucho que compartirles!

 Continuará…

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