Luis Miguel, 35 años de trayectoria

Maria Eugenia Cabral
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Comienzo a escribir esta columna tan especial con la mirada puesta en el horizonte del imponente océano Pacífico, en un día de pleno sol radiante, mientras una pequeña y sutil brisa me invita a respirar profundo para captar la energía de este precioso lugar. El mar tiene el poder de acaparar todos mis sentidos, aunque por momentos se roban mi atención las simpáticas gaviotas que vuelan a mi alrededor. Pero sin dudas vuelvo a perder la mirada en la grandeza del océano, y cuando mi mente queda en blanco solo una imagen se hace presente siempre, la de Luis Miguel, porque él y el mar viven en eterna comunión.

Les cuento que tengo la oportunidad de preparar este texto en un lugar muy importante para su carrera, país que lo vio crecer como artista, y lo premió con un galardón creado especialmente para él, la Gaviota de Platino, con el único fin de reconocer una voz y trayectoria insuperables. Su romance con Chile, más especialmente con Viña del Mar comenzó allá por el año 1985 cuando a cuyo público, de los más difíciles de conquistar en el mundo, en especial para un extranjero, supo cautivar de inmediato ante tanto talento y carisma. Esta visita me remontó al año 2012, cuando tuve la oportunidad de presenciar el regreso de ‘El Rey’ al Festival, luego de 18 años de ausencia.

Coincidentemente con el tiempo que nos toca atravesar, hace unos días me topé en Internet, más precisamente en Instagram, con una imagen de Luis Miguel que me revolucionó, porque fue justamente esa fotografía la primera de mi colección. Por un instante me ausenté del presente y viajé al pasado, allí pude observarme contemplando la tierna imagen de un niño que supo abarcar mi corazón como nunca antes nadie lo había hecho. Recuerdo que tenía aquella fotografía enmarcada junto a mi cama, y que su rostro era lo primero que apreciaba al despertar y lo último que admiraba antes de conciliar el sueño. En aquella época lejos estábamos de la era digital, por lo que conseguir una imagen de Luis Miguel en papel fotográfico, por este lado del hemisferio, resultaba un tanto complicado. Razón por la cual tuve que conformarme con un solo ejemplar, al que sin dudas cuidaba y custodiaba más que a un preciado tesoro.

Si bien a mi corta edad supe reconocer que mis sentimientos hacia Luis Miguel eran genuinos y muy fuertes, nunca imaginé que 35 años después se mantendrían latentes y en continuo ascenso de intensidad. ¿Quién diría, en 1982, que el germen de esta pasión iba a echar raíces tan fuertes en mi persona, convirtiéndose en parte fundamental de mi existir? Si yo misma me asombro ante la bendición de celebrar toda una vida de fan, imagínese cuanto más lo hacen mis familiares y amigos, puesto que ninguno de ellos ha tenido la fortuna de vivir una experiencia similar.  Un capítulo aparte merece la expresión en el rostro de aquellos conocidos que veo de tanto en tanto, cuando habiendo compartido tiempo conmigo en el pasado sienten la necesidad de preguntarme sobre Luis Miguel, y descubren que esa historia que marcó mis primeros años sigue vigente como el primer día. Y es que resulta una gran sorpresa para ellos, quienes apostaban que aquella pasión había quedado atrás con mi adolescencia, darse cuenta que conservé el amor y la admiración por un artista que definitivamente no fue uno más en la historia de la música sino que supo trascenderla, para convertirse en una verdadera leyenda viviente. Por supuesto que les dejo saber lo orgullosa que me siento de seguir siendo su fan, y trato de explicarles –aunque les cueste comprender ante la imposibilidad de vivirlo en carne propia- lo que Luis Miguel representa en mi vida: felicidad, emoción, amor del bueno, pasión, profunda admiración, respeto y sueños.

Seguramente todos aquellos fans que me están leyendo se sienten identificados al 100% con mis palabras, porque estos años de conocerlos y de compartir tantas vivencias juntos, me han servido para darme cuenta de que lo vivimos de igual manera.

Miky, hoy celebro tus 35 años de carrera, trayectoria que difícilmente ningún mortal pueda igualar y eso me llena de orgullo. ¿Cómo retribuir el incomparable gesto de amor que tuviste con nosotros al dedicarnos tu vida por completo? Infinitas gracias por hacernos tan felices todos estos años. Brindo por 35 años de excelencia, deseando celebrar muchas décadas más.

¿Sabes? ¡Te quiero más allá de la vida! Te llevo tatuado en mi alma.

¡¡Felicidades!!!

Euge Cabral

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