Por ti mis lágrimas no cesan de brotar

Maria Eugenia Cabral
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A los fans noviembre nos sorprendió unidos en una iniciativa que nació no solo de los sentimientos que despierta nuestro artista, sino del sentido común ante una situación que ya se torna inaceptable. Estamos cansados del accionar de la prensa amarilla, la que no deja pasar oportunidad de titular sus notas fundadas en la especulación o el engaño respecto a la vida profesional o personal de Luis Miguel, siendo la difamación su único objetivo. Aunque intenten subestimarnos, los fans de ‘El Sol’ no somos tontos, jamás daríamos crédito a sus publicaciones, sencillamente porque somos conscientes que utilizan la fama y el prestigio de Luis Miguel para vender. Pero a pesar de esto no vamos a permitir, bajo ninguna circunstancia, que usen ese recurso para embaucar al público porque le faltan el respeto a un artista de una conducta y trayectoria intachable, digna de admirar e imitar por cierto, y a quienes han decidido confiar en sus informaciones.

En la actualidad las redes sociales, en especial Twitter, se han convertido en una herramienta fundamental para publicidad y promoción. El poder que tienen estos medios es muy superior a los usados antiguamente, la radio y la televisión han perdido fuerza ante el desembarco de Internet y las RRSS. Es por ello que a la hora de usar un Hashtag para demostrar nuestro cariño y apoyo a Luis Miguel, con el que además pedimos respeto hacia su persona, tenemos la certeza de que nuestro mensaje recorrerá los cuatro puntos cardinales del planeta. Y así lo demostró el mapa mundial con las tendencias en Twitter, el pasado 1 de noviembre, cuando vimos reflejados los Hashtags #LuisMiguelMereceRespeto y #LuisMiguelApoyoIncondicional.

Sabemos que no vamos a lograr que la prensa amarilla deje en paz a Luis Miguel, porque el solo hecho de citarlo en sus notas les asegura una avalancha de lectores, pero sí vamos a intentar que el público sea más astuto y no se deje estafar por estos pseudoperiodistas. Los fans de Luis Miguel apostamos por volver a la auténtica esencia de los medios de comunicación, los que debieran estar avocados a informar con la verdad, sin inmiscuirse en la vida personal del artista. Y como todo cambio comienza por uno mismo, le decimos “no al consumo y difusión de notas amarillas”.

En otro orden de cosas, deseo contarles un detalle muy bonito que tuvo ‘El Sol de México’. ¿Recuerdan la imagen que les mostré en la columna anterior, en la que se lo puede apreciar con Nicolas Bijan, el hijo del famoso diseñador de modas? Pues descubrimos que esa fotografía se exhibe con honores en “The House of Bijan”, con una dedicatoria especial de Luis Miguel. Cabe aclarar que este gesto es algo usual en Miky, pero es digno de valorar y destacar por su generosidad y calidez.

Dando vuelta la página, ha llegado el momento de compartirles una nueva historia que protagonizará esta columna. Relato cargado de cariño y admiración a este gran artista, como así también de adrenalina ante una situación particular que le tocó vivir a una fan de toda la vida. Los dejo en su compañía:

Mi nombre es Karina, soy de Junín, provincia de Buenos Aries, Argentina. Para ubicarlos más en el espacio les contaré que estoy a unas 3 horas de Capital Federal. Aquí en mi ciudad hay una persona que organiza viajes, se llama Víctor Deich, cuyo emprendimiento comenzó allá por al año 1994. Por supuesto que la city porteña, para ver a Luis Miguel en concierto, era uno de los destinos principales. La demanda de pasajes siempre fue muy alta, por lo que debió destinar tres buses para cubrirla. Desde el año 1999, en cada visita de ‘El Rey’, me convertí en su pasajera frecuente, y de aquellos innumerables viajes nació una bonita amistad entre nosotros. Al vivir tan lejos de la capital, necesariamente tengo que comprar las entradas a través de Internet, y  luego viajar con el grupo el mismo día del concierto.

En el año 2008 tuve el privilegio de asistir a dos de la serie de sus conciertos en Buenos Aires. El primero fue el día jueves, 27 de Noviembre, y lo pude disfrutar en fila 16. El show fue espectacular porque él estuvo maravilloso, y salí tan extasiada, que el largo camino de regreso a mi hogar lo transité entre las nubes. Quiero detenerme en ese año en particular en el que tuve que transitar una experiencia verdaderamente traumática, ya que viví en carne propia una de nuestras peores pesadillas, esa misma que suele atormentarnos las noches previas a los conciertos.

Para el segundo concierto, el del día domingo 30, les cuento que tenía fila dos… ¡La gloria misma! Esa mañana pronta a salir de casa, miré la cartera para constatar que en su interior estuviese mi entrada, y efectivamente allí estaba. No está de más aclararles que se trataba de la misma cartera que había llevado al concierto anterior.  Siempre salimos desde Junín alrededor de las 14 horas, para asegurarnos de llegar temprano o disponer de tiempo para sortear cualquier inconveniente que pudiese surgir en el trayecto. Como arribamos anticipadamente decidí cruzarme a un shopping para tomar algo, disfrutando así plenamente de aquel tiempo dedicado a mí. En esa oportunidad fui con una compañera de trabajo y como ella tenía platea, sector que no tiene locaciones numeradas, ingresó ni bien llegamos. Ya en su lugar me llamó por teléfono para preguntarme dónde me ubicaría, porque deseaba intentar buscarme con la mirada entre el público asistente –ritual común entre los fans. En ese instante, fruto de la emoción y la adrenalina, no me acordaba mi ubicación exacta, entonces le pedí que esperara un momento mientras buscaba la información en la entrada. Cuando abrí la cartera y la tomé en mis manos, mi pesadilla se convirtió en realidad. Mis piernas se aflojaron por completo, me puse pálida, temblaba como una hoja, mientras el transportista observaba la situación sin comprender el porqué de mi reacción. Al verme tan mal y angustiada no dudó en preocuparse interrogándome, “¿Qué pasó? ¿Te olvidaste la entrada?”, mientras yo le respondía a mi amiga Vane que la única entrada que tenía en la cartera era la del concierto anterior. Víctor (el transportista) se agarraba la cabeza y me decía “¡No!, no puede ser verdad Karina”. Sin dudas todo tenía una explicación, lamentablemente me había confundido porque si bien al ingresar retiran una parte de la entrada en el control, el tamaño del ticket se torna similar. Cuando chequeé que estaba en el interior de mi cartera, di por sentado que era la del nuevo concierto al que asistiría. No tuve la oportunidad de toparme con la correcta en ningún momento, ya que una vez que la tengo en mi poder la escondo, no vaya a ser que tomen por asalto mi casa y el ladrón huya con este valioso tesoro.

En aquel momento no supe qué hacer, me bloqueé por completo. Víctor me aconsejó llamar a mi esposo para pedirle que me pasara por fax la copia de la entrada y el ticket de compra, pero sabía que él iba a viajar a ver a su familia a 50 kilómetros de Junín y que por ende no estaría en casa. Igual lo llamé para contarle lo que me había pasado y me encontré con la buena noticia de que no viajó… ¡Dios me ayudó!

Luego de que mi esposo me enviara todo el material que demostrara que aquella entrada me pertenecía, nos fuimos a hablar con un miembro de la producción -a todo esto ya eran como las 18.30 hs. Hablamos con dos personas pero no tuvimos éxito, así que seguimos esperando por quien me solucionara ese inconveniente. Por fin se acercó alguien y nos dijo con quién debíamos hablar. No recuerdo su nombre pero sí que tuvimos que esperar bastante tiempo. Cuando se reunió con nosotros tomó la palabra Víctor porque yo estaba demasiado nerviosa, le contó en detalle lo sucedido, y esta persona nos envió directo a la taquilla, prometiéndonos que se iba a comunicar con ellos por teléfono. Me dirigí hacía allá con la esperanza de por fin ingresar al estadio con destino a mi ubicación, pero al mostrarles la copia de mi ticket me dijeron: “Pero esta entrada no está a tu nombre”. Efectivamente estaban en lo correcto, porque siempre las compro con la tarjeta de crédito de una amiga de mi mamá, ya que no dispongo de una cuenta en el banco que auspicia sus conciertos. No tuve más remedio que llamar a esa señora por teléfono y pasárselas, para que ella misma les confirmara dicha compra. Aquello bastó para que pudieran darme una copia de mi ticket así que imagínense, saltaba y gritaba de alegría delante de todos.

Dios me ayudó porque estuvimos casi tres horas para poder solucionar una situación atípica, la que pudo terminar de la peor manera. Les juro que si no entraba me iba a morir de tristeza, por no poder disfrutarlo y porque esta iba a ser la primera vez que lo vería a escasos metros del escenario sin tener que acudir a una lucha cuerpo a cuerpo. En un momento de desesperación, ante la posibilidad de no llegar a una solución favorable, barajé la opción de comprarme otro ticket en el mismo sector, y una vez dentro dirigirme a la primera ubicación comprada puesto que, por obvias razones, no estaría ocupada por ninguna otra persona.

Pero todo tuvo final feliz, y aquella situación la dejé atrás cuando corrí hacia las puertas de ingreso del estadio, puesto que estábamos a minutos del comienzo del concierto. Cuando llegué a mi lugar se apagaron las luces, y recién ahí pude respirar tranquila. Me quedé obnubilada cuando Luis Miguel irrumpió en el escenario, no podía dejar de mirarlo a los ojos y todo a mi alrededor se desvaneció, pero cuando lo tuve frente a frente no pude evitar las lágrimas. Siempre me emociona profundamente, pero esta vez la emoción fue mucho más intensa por la incertidumbre de no saber si esa noche lo vería.

Me hice una bandera para esa noche, así que cada vez que venía hacia mi lado la agitaba con fuerza para que pudiera percatarse de que ahí estaba, aunque creo que con mis gritos siempre logro el objetivo. En los conciertos soy de esas fans que atropella a todo aquel que se interpone en mi camino con tal de llegar adelante, y esa noche no fue la excepción, terminé con mi bandera a los pies del escenario, cantando y saltando. En todas las ocasiones en que lo disfruté, solo en una no pude terminar adelante, pero a pesar de todas esas oportunidades en que lo vi de cerca, nunca llegué al contacto físico.

Jamás salgo satisfecha de un concierto, y no tiene que ver con la performance y la entrega de Luis Miguel, sino con saciar mis ganas de admirarlo y escucharlo, siento que nunca el tiempo es suficiente.

Gracias Luis Miguel por hacerme feliz tantos años, me siento orgullosa de ser tu fan. Argentina te ama y te espera pronto.

Karina

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