Luis Miguel y su adoración por los niños

Maria Eugenia Cabral
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4 de diciembre de 2012

El martes 23 de octubre, luego de recorrer 700 ilógicos kilómetros y con el reloj haciendo su mejor papel de tirano, llegamos a mi ciudad. ¿Se quedaron preguntándose por qué eran ilógicos esos kilómetros que realizamos? paso a contarles la razón. El siguiente show al que íbamos a asistir era en la ciudad de Rosario, paso obligado cuando uno viaja desde Buenos Aires a Córdoba -está como a unas 3 horas de la capital federal y a unas 4 de mi ciudad. Díganme ¿no era absurdo y loco pasar por el lugar para retornar al día siguiente? sí, lo era, pero el deber me llamaba y ese día debía concurrir sin excusas a mi trabajo.

Regresar a mis obligaciones no fue nada fácil, fui incapaz de concentrarme, era imposible bajar a la tierra, mi mente estaba en otro sitio y no era precisamente entre las cuatro paredes del aula. Me sentía abstraída de la realidad, aún inmersa en mi cuento de hadas, sin poder ni por un instante dejar de recrear una y otra vez cada momento vivido junto a mi príncipe azul la noche anterior. De pronto, el sonido de unas campanas me sobresaltó, pero no eran precisamente las del cuento, sino las del timbre que indicaba la finalización de la jornada, ¡Aleluya!

Luego de un descanso reparador, el que necesitaba urgentemente para recuperar fuerzas, emprendimos viaje para Rosario (otras 4 horas en la carretera). En el camino aprovechamos para comunicamos vía celular con uno de los programas de radio más exitosos dedicados a Luis Miguel, con mis queridas amigas Martha y Adriana del fan club Contigo a la Distancia. Tuvimos una charla muy bonita al aire para contarles todo lo que estábamos viviendo en Argentina con este The Hits Tour, el que a esas alturas ya había dejado en cada corazón recuerdos imborrables e incomparables.

En la tarde llegamos al hotel, se encontraba muy cerquita del monumento a la bandera, escultura que representa el lugar donde el General Manuel Belgrano izó por primera vez nuestra enseña patria, un 27 de febrero de 1812.

Nos alistamos para dirigirnos hacia el Hipódromo, sitio elegido en esta ocasión para deleitarnos con el concierto del año. Siempre es un placer visitar Rosario, lo hago desde el tour del año 2008,

porque se comparten momentos grandiosos con los fans de esta localidad. Además ese día era muy especial ya que conocería personalmente a Majo, una fan con la que tenía contacto desde hacía mucho tiempo a través de las redes sociales, y con la que había disfrutado también de largas conversaciones al teléfono compartiendo esta pasión que nos une.

Lo primero que vi, al llegar a las inmediaciones del lugar, fue una multitud de fans cuyos rostros expresaban fielmente lo que sentían en su interior, una felicidad desbordante porque habían aguardado meses por ese momento y la espera había llegado a su fin. Entre esas caritas de euforia y de dicha descubrí la de Majo, quien aguardaba ansiosa por nuestro encuentro, así que no la hice esperar y corrí a darle un fuerte e interminable abrazo. Habíamos soñado con compartir juntitas un concierto y esa era nuestra gran noche junto al Rey.

Esa noche faltó mi compañera de tour Viviana, razón que me hizo tomar conciencia de que ya nunca más podré disfrutar de un concierto de la misma manera si no tengo a mi lado a mis amigas del alma, las compañeras de mis MickyAventuras. El momento del show es único para nosotras y se torna prioritario tener a esa persona que sea capaz de captar, con tan sólo una mirada o un gesto, tus sensaciones, lo que Luis Miguel está haciéndote experimentar en lo más profundo de tu interior. Es totalmente necesario tener a tus cómplices contigo, esas personitas con las que lloras y te abrazas de emoción porque una (o todas) logró lo más preciado: una sonrisa, mirada o caricia de nuestro Rey. Con ellas compartes esa instancia ocurrente de la noche, aquella en la que la risa se apodera de nosotras porque una no soportó ni un minuto más,  tanto despilfarro de belleza y seducción en nuestras narices, y se animó a gritarle a Luis Miguel algo atrevido pero totalmente respetuoso. Me derrite ver a Miky sonrojarse con algún comentario subido de tono de alguna de sus fans.

De todos los conciertos a los que asistí, en las diferentes ciudades, el Hipódromo fue el sitio donde más cerquita tuvimos a Luis Miguel, la distancia entre la valla y la primera fila era la gloria misma (no más de un metro).

Un poquito más tarde de la hora estipulada El Sol se hizo presente para entregarse a este público maravilloso que le demostró su cariño y admiración en todo momento.

Voy a confesar que soy de las que canta bajito, casi haciendo mímica con mi boca, porque de lo contrario me resulta un tanto difícil escucharlo al mínimo detalle. En este concierto una vez más me descubrí en un estado de adoración sublime, concentrada y en silencio, observándolo minuciosamente cantar, sin poder dejar de admirarlo ni por un instante (el mundo se puede derrumbar encima mío en ese momento y ni cuenta me doy) por lo que categóricamente debo admitir que es el dueño de todos mis suspiros.

¡Qué puedo decir de su voz! ya no encuentro adjetivos que describan la perfección, sencillamente

quiero dejar en claro que cada nuevo show fue una clara demostración de que se puede ser el mejor de entre los mejores.

Hay una instancia del concierto que anhelamos y esperamos con locura, ese instante donde el Rey decide tener contacto directo con sus fans. Esa noche todo sucedió como de costumbre, él bajó tan predispuesto como siempre a regalar su más tierna y hermosa sonrisa, junto con ese apretón de manos por el que daríamos todo. Mientras ocurría esto me llamó poderosamente la atención que Luis Miguel se deshiciera en gestos, quería lograr algo y desde mi lugar no supe entender de qué se trataba. Señalaba a alguien en el público y lo llamaba, se volteaba a ver a su guardaespaldas y desesperadamente le solicitaba algo. De pronto, veo a un niño flotando entre la gente con sentido hacia el escenario y a Luis Miguel con una inmensa felicidad en su rostro esperándolo, por fin habían sabido entender y complacer su pedido. Estrechó su mano con la del pequeño, como todo un caballero, y por si esto fuera poco le obsequió en su mejilla el más tierno de los besos. Después de ser testigo de este acontecimiento, algo habitual en este artista que tanto quiero y admiro, no pude más que volver a enamorarme de este ser lleno de luz y de magia.

Mi sorpresa fue aún mayor cuando al finalizar el concierto vino a saludarme mi amiga rosarina Mayra con el famoso y afortunado niño en brazos, resultó ser su sobrino. Los dos estaban radiantes de felicidad y muy emocionados, no era para menos!

Hace unos días tuve el privilegio de poder entrevistar a este pequeño fan que se llevó el regalo más lindo y preciado de la noche. Les cuento que se llama Hernán y que tiene tan sólo 7 añitos, pero que su corta edad no es un impedimento para que sea un gran admirador de la música de Luis Miguel desde muy niñito. Recuerda el momento y se emociona al contarme:

 – Luis Miguel me miró y me señaló varias veces, en un momento le hizo señas al señor grandote que tenía a su lado para que le dijera a mi mamá que me acercara al escenario. La gente me tomó en brazos y me fue llevando hacia él, al llegar me agarró la mano y me dio un beso.

-¿Te emocionaste mucho cuando te besó? ¿Pudiste sentir si olía rico?

-Sí, me dio mucha emoción y olía rico, su perfume se me quedó mucho tiempo en la mejilla.

Me morí de amor cuando hablé con mi precoz entrevistado, pude percibir en su voz cuanto admira y quiere a Luis Miguel. Les juro que no pude contener las lágrimas al revivir ese acontecimiento en sus palabras y al constatar que Miky pudo captar ese sentimiento en Hernán, definitivamente lo hizo, otra razón por la que cada día me siento más orgullosa de él.

Al salir del lugar fui brutalmente atacada, sí, leyeron bien, los zancudos se dieron el gran banquete de su vida con mi cuerpecito, literalmente me comieron viva a mí y a mis amigas, pero no nos

importó, nada iba a empañar la felicidad que sentíamos por lo vivido. Luego de una rica cena en esta ciudad tan bonita, nos retiramos a descansar para retomar viaje al otro día.

Desayunamos y emprendimos el trayecto que nos devolvería a mi Córdoba querida, nuevamente había que llegar a horario por mis obligaciones laborales.

Después de dar clases a mis chicos regresé volando a casa por mis compañeras para dirigimos al aeropuerto en busca de Beatriz, una fan de Brasil que quiero con toda mi alma, quien visitaba por primera vez Argentina con el único motivo de experimentar lo que se vive aquí con Luis Miguel.

¡Cuántas emociones juntas e intensas se viven en días de tour! Desde el momento en que aterrizó su avión la magia se hizo presente y lo que vivimos en mi ciudad, esos últimos días de gira en Argentina, fue algo que no se puede describir con palabras, pero que intentaré que sean mis aliadas a la hora de contarles todo con lujo de detalles en mi próxima columna.

Continuará…

Euge Cabral

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