Sintiendo a México como a Luis Miguel

Euge Cabral
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Queridos lectores: en esta ocasión dediqué este relato a dos queridos fans que fallecieron a causa del Covid 19. Dos fans que se destacaron por su inmenso cariño, admiración y apoyo a ‘El Sol de México’, los que siempre llevaré en mi corazón porque forjamos una gran amistad:

¡Qué tiempos difíciles estamos viviendo! Cuánta gente querida se nos está yendo a causa de la Covid-19. Un virus que avanza en silencio y con gran crueldad, y que últimamente no discrimina en ningún aspecto. Hace unos días, a raíz de este flagelo, hemos perdido a dos queridos fans del Sol, Miguel e Imelda, de Argentina y Perú respectivamente.

Fueron dos grandes fans de Luis Miguel, quienes no solo se destacaron por el gran apoyo a su carrera y por el inmenso cariño que le profesaron, sino por ser bellos seres humanos y entrañables amigos. Los recordaré siempre con esa sonrisa y buena vibra que los caracterizaba.

A ellos va dedicado mi relato de hoy.

Mi amor por Luis Miguel me llevó a México

Siguiendo con la cronología de mis locuras cometidas en nombre de este amor por Luis Miguel. El año 2015 me llevó a cumplir otro de mis más grades sueños: conocer México y vivir la magia de los conciertos en su casa, el Auditorio Nacional.

Déjenme decirles que los sueños no se concretan por sí solos para los que no nacemos con estrella. Por lo tanto, tenemos que proponérnoslo y trabajar muy fuerte para lograrlos. Al respecto, debo decir que transcurro mis días ahorrando indefinidamente, fondos que luego serán invertidos en mi felicidad, o sea en Luis Miguel. Haya una gira prevista o no. Y, aunque ese capital se redujo notablemente por los gastos en conciertos y traslados suscitados en el año 2014, igualmente pude afrontar el viaje, la estadía y los conciertos, pues siempre está la famosa tarjeta de crédito que nos permite dilatar algunos pagos.

El 4 de febrero del año 2015 subí a ese avión que me llevó a la tierra que Luis Miguel me hizo amar tanto. En esta fotografía se puede ver la expresión de mi cara y la de mis amigas, mis imprescindibles compañeras de aventuras, que lo dicen todo… ¡La felicidad y la emoción nos brotaba por los poros!

No se imaginan lo que sentí cuando empezamos a sobrevolar la Ciudad de México. Un cúmulo de emociones que sigo palpitando como la primera vez en cada una de mis visitas.

Al llegar, nos fuimos directo a la ciudad de Puebla, pues en ese entonces, con la ayuda de la tecnología, era la flamante conductora de “La hora de Luis Miguel” en Sexenio FM. Por primera vez iba a realizar el programa de radio desde la cabina de transmisión. Créanme que fue una experiencia enriquecedora que jamás olvidaré.

Próxima parada: Acapulco

El fin de semana nos tomamos un camión (bus) con destino al paradisíaco Acapulco, lugar que me robó el corazón para siempre. Fue muy emotivo recorrer todos los sitios que tienen que ver con Luis Miguel. Y, por supuesto, que empezamos con las locaciones de la exitosa película Fiebre de amor. En el Centro de Convenciones de Acapulco, sitio donde se grabó la apertura del film, perdí el control de mi cuerpo porque no pude evitar realizar aquella famosa coreografía que me sabía de memoria y, por supuesto, que mis amigas se sumaron.

Cuando por fin llegamos al anfiteatro, el que se conserva tal cual lo vimos en la película, alucinaba viendo allí parado a Luis Miguel. Mientras, yo me sentía Lucerito sentada en una de las butacas. Luego tocó visitar las otras locaciones involucradas: el hotel Princess, la Parroquia del Sagrado Corazón, la preciosa Costera de las Palmas, y el Parque Acuático, en el que cumplí otro de mis más grandes deseos: nadar con delfines.

También fuimos al icónico Baby’O, al lugar donde Luis Miguel hizo bungee jumping. Pero la parada más importante de todo el recorrido nos llevó a sus excasas en Punta Diamante, más precisamente en Playa Bonfil. Para ese tiempo aún existía la más famosa de las casas, la de la palapa, aunque bastante destruida por el huracán que azotó Acapulco en el año 2013.

Estar frente a esos muros que habían arropado a Luis Miguel durante tantos años e imaginar todo lo bonito que había vivido en su interior, fue realmente emocionante.

De regreso a la Ciudad de México

Luego de un fin de semana de ensueño, en compañía de entrañables amigos y anfitriones, regresamos a la Ciudad de México. Ahí nos encontraríamos con la fan número uno de Luis Miguel, mi amiga Martha Codó. A quien ya no tengo físicamente a mi lado, pero que vivirá por siempre en mi corazón. Con ella viajamos hasta la ciudad de Querétaro, casi unas tres horas por carretera y, después de instalarnos en el hotel, nos dispusimos a prepararnos para nuestro primer concierto en México.

Gracias a un ángel de la guarda lo disfrutamos en primera fila, y fue maravilloso porque éramos el único grupito de fans que él reconocía. No solo por nuestras continuas demostraciones de amor, sino porque nos recuerda de los conciertos.

En un momento en que se apagaron las luces y se hizo silencio, estas alborotadas fans argentinas comenzaron con su cantito característico “Te queremos Miky, ¡Te queremos!”, una y otra vez a viva voz porque solo éramos tres. La gran sorpresa fue que el auditorio se sumó, y terminamos siendo miles de voces cantando al
unísono con el acompañamiento de sus músicos, quienes aportaron el ritmo con sus instrumentos musicales.

Y aunque creía que la noche no podía ser mejor, llegó el momento de coronarla concretando un sueño que había aguardado por años, cuando recibí mi primera rosa de manos de Luis Miguel. Ya se imaginarán cómo salí de aquel recinto… ¡caminando entre las nubes!

Cuatro conciertos más

El resto de la semana nos tocaba asistir a cuatro conciertos en el gigante de Reforma, así que por las noches íbamos hacia allá y durante el día recorríamos sitios turísticos de la Ciudad de México. Por supuesto que una jornada la dedicamos a visitar Teotihuacán, la ciudad donde los hombres se convierten en dioses, para conocer uno de los centros arqueológicos más impactantes del mundo.

Mi primer concierto en el Auditorio Nacional lo viví con la emoción a flor de piel desde que llegué, puesto que no podía creer lo bajito del escenario y la cercanía con la primera fila. Cabe destacar que soy argentina y que aquí los conciertos son tremendamente multitudinarios, se hacen en estadios, por lo que nuestra realidad es completamente diferente.

Les juro que no pude contener las lágrimas cuando llegué a mi butaca y tomé conciencia de lo que iba a vivir… me sentí literalmente en el paraíso y le agradecí a Dios por semejante regalo.

Aquella noche no solo fui acompañada de mis amigas sino, de uno de mis libros con las columnas impresas, el que soñaba con entregarle en mano al mismísimo Luis Miguel durante el concierto. Cabe aclarar que ya le había hecho llegar otras ediciones a través de intermediarios, y estaba segura de que en esta ocasión iba a reconocerlo entre la multitud puesto que siempre se lo empaco de la misma manera.

Cuando llegó el momento sentí mariposas en el estómago, pero cuando lo recibió, lo observó, y me agradeció con un fuerte apretón de manos, levité entre el público.

Cada noche de concierto de Luis Miguel en el Auditorio Nacional fue especial

Pude comprobar que se siente como en casa y esto se percibe en su performance, se le ve relajado, conectado con su público, cantando e interpretando con la emoción a flor de piel, y con sentimientos que nacen de lo más profundo del corazón. En cada cita pude estrechar su mano y mirarlo a los ojos para decirle cuanto lo quiero, inclusive en varias oportunidades la misma noche, eso, para un fan, es la gloria misma.

Algo surrealista que viví sucedió luego de una cena en un restaurante en el que solemos reunirnos después de cada concierto. Ese día se celebraba el amor y la amistad, y por esa razón se había desocupado un ambiente del restaurante, para que la gente bailara a los pies de una gran pantalla gigante.

Dio la casualidad de que estaban allí también los músicos de Luis Miguel, los técnicos, el tour manager y hasta el promotor de los conciertos.

De pronto, al escuchar que empezó a sonar el famoso popurrí de canciones de Luis Miguel que solemos oír en los antros, eventos sociales, etcétera, nos dirigimos al centro de la pista para bailar y corear sus canciones mientras veíamos proyectarse en pantalla grande la imagen de sus videos. Cuando llegó el momento de “Será que no me amas” paré de bailar y me tomé un segundo para mirar a mi alrededor, y mi razón no podía creer lo que mis ojos le devolvían.

Estaban los músicos, técnicos, tour manager, en sí todo el equipo de Luis Miguel junto a los fans, cantando y haciendo la coreografía de esta famosa canción como adolescentes. Juro que necesitaba que alguien me pellizcara porque ni en mis más osados sueños habría imaginado un momento así. Una vez más di gracias a Dios por la fortuna de vivir esos instantes únicos e irrepetibles.

Aunque me costó muchísimo dejar México, pues nunca alcanzan los días para disfrutar de su gente, sus tradiciones y hermosos lugares, regresé a mi Argentina con el corazón desbordado de dicha y emoción.

Acá concluyen mis locuras del año 2015, pero no se desanimen porque aún tengo mucho que compartirles. ¡Nos leemos muy pronto!

Euge Cabral

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