“Canto hacia arriba, mirando a Dios”

Euge Cabral
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El relato que tengo para presentarles viene con reseña incluida respecto a todo lo acontecido en Venezuela con el paso de El Rey.

Al leer las palabras de Gabriel, en las que hace referencia a su percepción de cómo se inspira Luis Miguel en el escenario, viajé por un instante a su debut televisivo, momento inédito para muchos fans de alrededor del mundo, el que pudimos revivir hace apenas algunos años gracias a la llegada de los medios tecnológicos. Ese debut marcó un antes y un después en su vida, pues a pesar de su corta edad consiguió dejar atónito al público que fue testigo no sólo de una portentosa voz sino de una calidad interpretativa fuera de este mundo, cualidad de la que es dueño cual mandato divino. No sé si estén de acuerdo conmigo, pero siento que la magistral interpretación que hizo de “La malagueña”, con tan sólo 11 años de edad, resulta muy difícil de igualar hasta para un adulto, porque sencillamente Luis Miguel la hizo suya y fue capaz de transmitir lo que estaba sintiendo, logrando estremecer y robarle el corazón a cada uno de los espectadores del programa.

Ese ímpetu y manera tan peculiar de pisar el escenario desde sus comienzos lo traía en su ADN, y supo afianzarlo admirando a su padre, quien dejó su país natal siendo un niño con el único objetivo de triunfar en su carrera de cantautor. De su papá aprendió a perseguir los sueños, a no dejarse intimidar por los obstáculos -un claro ejemplo fue cuando en la adolescencia le llegó el cambio de voz y Luisito Rey le dijo: “No dejes de cantar, sigue adelante”-, a amar y entregarse en cuerpo y alma a su carrera, a respetar al público por sobre todas las cosas, a trabajar con profesionalismo, disciplina y dedicación entre otras.  

Es una constante decir que ese magnetismo que sentimos por su voz y esa manera única de interpretar provienen de un don con el que Dios decidió bendecirlo, pero hoy, al recordar su debut, necesito repetirlo más que nunca porque resuenan en mi mente las palabras del conductor del programa de televisión al preguntarle si pensaba en Dios al cantar, a lo que Luis Miguel le respondió con un sí y agregó: “Canto hacia arriba, mirando a Dios”. Estoy segura que al igual que yo, van a coincidir en la afirmación que hace Gabriel sobre el final de la columna en cuanto a esta frase. Les dejo una pista… cierren sus ojos y busquen en su memoria imágenes recientes de Luis Miguel cantando y presten especial atención a sus gestos y a la posición de su cuerpo cuando interpreta sentidamente. No me extiendo más, los dejo en compañía de Gabriel:

Antes que nada quiero saludar a todos los lectores en general y muy especialmente a todos los fans incondicionalmente Luismigueleros.

Soy Gabriel Villalba de Caracas, Venezuela, y tengo de 32 años de edad. Mirando un poco hacia atrás, mi simpatía y especial agrado por la música de Luis Miguel proviene prácticamente desde mi niñez, a finales de los ‘80, quizá no teniendo aún plena conciencia como una persona adulta de lo que ya empezaba a significar el fenómeno Luis Miguel, pero sí con esa intuición y cierta visión de que se trataba de un gran artista con un futuro prometedor. Es que además de ser un cantante juvenil que se veía por televisión -a través de sus videos musicales- y que se escuchaba repetidamente en la radio, supe darme cuenta de sus virtudes escuchando sus discos, los que pertenecían a mi hermana mayor quien era gran admiradora suya.

Recuerdo ver aquellos primeros videos musicales como “Ahora te puedes marchar” y “La Incondicional” por la buena trama e imágenes, especialmente de este impactante último video, y sorprenderme por esa voz que llegaba a unos tonos tan agudos imposibles de imaginar para un cantante masculino. “Palabra de Honor” y “Yo que no vivo sin Ti” fueron las canciones que terminaron por atraparme, despertando en mí mucho más interés por la música y todo lo relacionado con Luis Miguel.

Comenzó a ser mi ídolo porque lo veía como un ejemplo a seguir, como un hermano mayor y como un gran conquistador de las más bellas chicas; trataba de imitar como cantaba, su particular forma de bailar y esa manera chistosa de jalarse el cabello hacia arriba… indudablemente admiraba el carisma, talento y especial energía que poseía de forma mágica y que hacía que el público, y toda la gente a su alrededor, quedara prendado con lo que hacía o decía.

Ya en la década de los ’90, el  fenómeno Luis Miguel siguió subiendo como espuma, y siendo un adolescente no podía dejar de seguirlo, coleccionar sus discos, videos musicales y cualquier revista o nota de prensa relacionada con él. Para esa época ya me interesaba conocerlo más como persona, como ser humano, para saber qué pensaba y cómo pensaba. Con el correr del tiempo pude darme cuenta del gran ser que se esconde detrás de las luces, los escenarios, y de esa figura pública que todos conocen.

Al llegar el año 1999, Luis Miguel arrancó la gira más ambiciosa de su carrera y vino a suelo venezolano donde tuve la oportunidad de poder verlo en vivo por primera vez, un 9 de diciembre en el Poliedro de Caracas. Recuerdo que no dudé en comprar mi entrada general y me fui sólo a disfrutar de un show y una noche que sentí muy especial, y que quizás no sabría compartir con la misma euforia y significado con otra persona. Alucinante es la mejor palabra para describir esos minutos y horas previas, porque fue increíble la energía y la buena vibra que emanó Luis Miguel. Saber que estaba allí cerca de ese artista que tanto admiraba, al que sólo había visto por fotos y videos, fue emocionante. Verlo bajar del techo del escenario en una especie de farol acompañado por unos músicos excepcionales que sonaron sabroso en vivo, escuchar esa voz fuerte y suave al mismo tiempo tan prodigiosa y virtuosa, fue como vivir el comienzo de un gran sueño. Todo lo que viví fue algo que me llenó tanto y que sólo yo podía entenderlo en ese momento, pero a la vez me hizo sentir un tanto extraño al pensar si todo eso que estaba experimentando le pasaba también a la gente que me rodeaba, ya que la mayoría de las fans eran chicas y en mi caso era distinto por admirarlo de otra forma.

Posteriormente he tenido la oportunidad de asistir a sus shows cada vez que ha venido a Venezuela en los años 2007 y 2012, año en que tuve la oportunidad de cumplir parte de mi sueño al darle un fuerte apretón de manos cuando me acerqué al escenario, gesto al que respondió en agradecimiento señalándome, para luego elevar su dedo pulgar hacia arriba. Finalmente verlo este 2013, disfrutarlo al máximo, y apreciar su evolución como artista y como persona ha sido un privilegio.

Escuchar la música de Luis Miguel constituye parte de mi vida diaria hace unos cuantos años, ya que cada uno de sus discos y canciones formaron parte de las sucesivas etapas de mi vida: de amores, desamores, melancolías, tristezas y alegrías. Siempre encuentro una canción para cada ocasión, es algo increíble lo que reflejan sus letras y forma de interpretar, pues describen tal cual lo que siento en cada momento. Pienso que quizás me identifico tanto con él porque tengo una gran afinidad con su forma de pensar, sentir y expresar… Ah! y además el compartir esa misma pasión por la música, por el canto que tanto me gusta, hace que sea más detallista  al momento de apreciar sus producciones respecto a su esencia netamente musical, buscando aprender y algún día recibir sus consejos en esta materia.

Volviendo a su gira The Hits Tour, Venezuela 2013, fue otra experiencia maravillosa y quizás mejor que las anteriores. No puedo dejar de mencionar el gran trabajo y apoyo de mis amigas Peggy y Lily, las cabezas y mentes maestras del Luis Miguel Fans Club Venezuela Internacional, organización a la cual pertenezco y apoyo desde hace unos años, por la gran labor que siempre realizan en pro de Luis Miguel y sus fans. Esa gran organización y creatividad incansable que tienen estuvo de nuevo de manifiesto al concretar la posibilidad de asistir a los shows de Caracas y Valencia en una gran familia de fans.

Pude vivir ambos shows desde ángulos distintos, en Caracas -estadio de la Universidad Simón Bolívar- lo pude apreciar desde la zona general, algo distante del escenario pero ello me permitió admirar un juego de luces espectaculares al igual que las 3 pantallas LED sobre el escenario -mucho mejor que en 2012. Además pude observar a un Luis Miguel muy contento y enérgico, y sobre todo muy parlanchín, es decir, muy hablador y chistoso con el público, algo fuera de lo común en sus presentaciones. Me sorprendió gratamente la cantidad de veces que habló, ya que interactuó muchísimo como no lo había visto antes ni aquí ni en otros países, e hizo improvisaciones nuevas y muy buenas en sus interpretaciones. La canción que más me gustó fue “Te necesito”, donde al final hizo otra nueva improvisación como si estuviera rapeando y la banda lo acompañó, fue majestuoso!

En el Forum de Valencia, la mayoría de los integrantes del club de fans nos situamos en la Arena, lo que se denominó “El Arenazo”, lugar donde estuvimos pegados al escenario y en el que pude observar todos los preparativos de su staff y de sus músicos. Se sentía esa sabrosa energía tan especial, fueron minutos previos de mucha ansiedad hasta el momento en que se apagaron las luces y apareció Luis Miguel en escena. Cuando todo comenzó, sentí que no existía más nada y que debía disfrutar y vivir un momento único de esos que se repiten pocas veces en la vida. Fue alucinante ver actuar a Luis Miguel desde tan cerca, y estando frente a mí poder confirmar en detalle que no es tan inalcanzable… ver sus expresiones, la pasión que le pone al cantar y su presencia en sí misma… en fin, como siempre, estuvo muy entregado en cada interpretación, muy dispuesto y dado en ofrecer lo mejor, aunque habló con el público en menos oportunidades que en Caracas.

Algo que pude apreciar en este último show fue su forma de inspirarse, es así que me quedé viendo fijamente como él la encuentra abriendo sus brazos e inclinándose hacia arriba como recibiendo toda la fuerza y energía de Dios, como si entrara en un trance, en un estado profundo de inspiración y me impresionó el poder que tiene. En ese momento recordé el instante en que con tan sólo 11 años debutó en un programa  de televisión y al preguntarle sobre su forma de cantar, con la inocencia de un niño -pero muy firme-, respondió: “Canto hacia arriba, mirando a Dios”… y definitivamente esa noche comprobé que nunca lo ha dejado de hacer.

Finalmente me despido de ustedes con la satisfacción y agradecimiento a mi estimada Euge por haberme permitido expresar mis vivencias, las que surgen del gran respeto que tengo por Luis Miguel como artista y persona, reiterando una vez más mi incondicional apoyo a su carrera y deseándole lo mejor en su vida personal. Dios permita algún día poder conocerlo y compartir con él para manifestarle mi gran admiración.

Gabriel Villalba

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