Cuando se trata de Luis Miguel, la realidad supera al sueño

Maria Eugenia Cabral
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Luis Miguel continúa escribiendo un capítulo más de su exitosa carrera, abarrotando de fans cada uno de los recintos en los que se presenta. Más de 30.000 almas se dieron cita el pasado fin de semana en el Auditorio Telmex de Guadalajara para disfrutar de esa única voz capaz de acariciarte el alma, de esa mirada capaz de transportarte directo al paraíso y dueño de una sonrisa seductora capaz de acelerar las pulsaciones de tu corazón. Tal como hiciera en los conciertos del Auditorio Nacional, Miky sigue entregándose a sus fans de una manera absoluta, haciendo todo lo que está a su alcance y más, por llegar a lugares impensados -en cuanto a los obstáculos a superar- con la finalidad de hacer un contacto más directo y que todos puedan llevarse un apretón de manos.

Jamás he visto que otros artistas se preocupen por caminar el escenario de punta a punta o se suban a las bocinas (parlantes) con tal de estar cerca de su público, pues esto pone en riesgo su integridad física -son lugares no aptos porque están repletos de cables y por ende el peligro es mayor-, pero nuestro Rey no se acobarda de nada a la hora de demostrarnos su cariño. ¡Algo a destacar es que esto no es nuevo, lo ha hecho siempre! Por esto y tantos gestos lo queremos cada día más.

Hoy les traigo una historia muy emotiva, la que demuestra una vez más que la voz de Luis Miguel no sólo nos reconforta el alma sino que es nuestro gran sostén a la hora de transitar tiempos difíciles.

Los dejo en compañía de María, una fan de Ecuador que ha atravesado una dura prueba pero que con la ayuda de Dios, de su fuerza de voluntad y del cariño que siente por Miky ha salido adelante:

Esta vez no me iba a pasar lo que hace más de ocho años, cuando fui a comprar las entradas para el concierto de mi adorado Luis Miguel. Allá por el año 2004, en mi Quito, me encontré con la penosa novedad de que me tocaba, ni más ni menos, que el centro de la novena fila. Aunque en esa ocasión de todos modos me las arreglé para estar en frente de mi maravilloso Miky, pegada a la baranda y hasta le pude gritar que mueva la colita en el preludio del bolero “Nosotros” -creo

que sí me escuchó y hasta le causó gracia-, me hice el firme propósito de que para el próximo concierto iba a estar lista para ser la primera en comprar su entrada y estar lo más cerca posible.

Es que para mí ese bello caballero de ojos verdes ha sido, sin tener la más mínima oportunidad de saberlo, desde un puntal del cual me he sujetado en los momentos más difíciles, hasta una fuente de inspiración tanto en lo profesional como en lo humano.

Mi mamá siempre repite que me crió para ser una triunfadora, y más de uno se ha extrañado cuando me pregunta en quién me reflejo y les digo que mi inspiración son unas declaraciones que Luis Miguel hizo en un video de promoción de su álbum “Segundo Romance”: “Uno debe esforzarse para trascender, eso es lo importante, y eso es lo que me enseñó mi padre”.

En el año 2012 las redes sociales fueron mis principales aliadas para saber el día y hora exactos de la preventa del concierto programado para el martes 13 de marzo. No era muy fácil salir corriendo hacia una tienda musical cuando tenía en las manos la planificación del diario más influyente de mi país y la agenda estaba llena de reuniones, pero como pude crucé la ciudad y el 14 de febrero me hice ese hermoso regalo de San Valentín. Fue una de las veces en que aproveché con gusto y placer la ventaja que tienes de no hacer fila cuando usas una muleta, así que fui la primera con la tarjeta de crédito lista para comprar cuando se activó el sistema… ¡Pero solo vendían desde la quinta fila, todo lo de adelante ya estaba reservado! En fin, era eso o nada y la opción era obvia. Mi mami (a quien siempre llevo a ver a Luis Miguel ante la posibilidad de que me dé un infarto y muera de pura dicha) y yo teníamos nuestros asientos ahí, junto al pasillo. Inmediatamente pensé en que ya me las arreglaría como la otra vez, aunque nunca imaginé que la realidad iba a superar al sueño.

Desenvolverme en medio de un grupo de jefes formado sólo por hombres significó que abundaron las burlas y las críticas. Le dijeron de todo a mi pobre “papita frita” -así me refiero a veces a Miky de cariño- y en cuanto a mí, no se cansaban de sugerirme otras formas de invertir el dinero. Pero me limité a hacer oídos sordos y, por si acaso, pedí libre ese día con cargo a mis vacaciones anuales; no podía correr el riesgo de que el día que más necesitaba salir temprano se les ocurriera dejarme a cargo del principal tema del día en el periódico, como si no los conociera!

En medio de la espera mi vida se puso patas arriba intempestivamente: mi nuevo traumatólogo -el que me había atendido siempre ya tenía 93 años y había que cambiar- me dijo que mi cadera izquierda, la más enferma de las dos a causa de una enfermedad de nacimiento, estaba a punto de colapsar y no me quedaba otra salida que el quirófano, pues el hueso ya se estaba deshaciendo. La implantación de una prótesis era un fantasma al que siempre me había resistido a enfrentarme, pero no tenía otra alternativa, era eso o la posibilidad de una fractura, dejando de hacer mi vida normal y no sé qué más.

Así fue como el concierto se me volvió la cucharadita de miel antes del trago amargo. Me tomé

tiempo para ir a la peluquería y me puse mi collar artesanal favorito, rojo pasión, junto con un sexy escote negro y mi jean más cómodo se volvió mi atuendo para esas horas de magia. Tal como esperé, mis haditas se pusieron de acuerdo y cuando empezaron a tocar los músicos, justo en el centro junto al pasillo, estaban las sillas vacías en la primera y segunda fila; uno de esos dos lugares eran para mí, o a lo mejor los dos, lo podía sentir. El fotógrafo que estaba contratado por los organizadores resultó ser un antiguo conocido, y con un poquitín de su ayuda en la tercera canción ya estaba en la fila B, sin nadie adelante, ¡Miky estaba cantando al frente de mí, sin que nada me lo tape!

Como si me fuera la vida en eso, canté a todo pulmón la primera ronda de boleros y cuando mi hermoso activó su medidor de gritos creo que dejé sordo para siempre a uno de los chicos de seguridad. En medio de la euforia intenté acercarme al tropel de chicas que se lanzó hacia el escenario cuando él se agachó la primera vez a estrechar manos, pero no hubo modo, eran 25 mujeres más altas y sin problemas para mantener el equilibrio… pero eso no disminuyó mi gran energía ni mis ganas de disfrutar al máximo esa hora y media junto a mi queridísimo. La magia siguió funcionando y más de una vez nuestras miradas se cruzaron; el muy pícaro sabe que cuando sonríe con ojos y labios derrite, y lo hace continuamente.

Cerca mío estaba sentada una chica muy linda que se portó muy gentil y me dijo que me sentara junto a ella; ya me encontraba en la primera fila. Cuando no podía creer en mi suerte, empezó la canción “Tú, solo tú”, y tal como había visto en un video de un recital en Buenos Aires en el 2010, Miky y yo nos señalamos mutuamente durante el estribillo, creo que no fueron más de 5 ó 7 segundos de contacto visual pero fue muy intenso. Luego de eso, la chica que tenia a mi lado me dijo que ella había asistido a muchísimos conciertos de Luis Miguel y que era la primera vez que notaba que él miraba a una niña más de una vez, imagínense lo que sentí.

Miky ya se había agachado una vez más a estrechar manos y no me atreví a ir, tenía miedo de terminar en el suelo. Ya casi en el último set de canciones hubo un momento en que no sé qué pasó pero hicimos contacto visual otra vez cuando estaba justo frente a mí, entonces di un paso adelante de mi silla, él dio un paso al frente en el escenario y comprendí que era mi oportunidad de tocarlo -todo pasó en cuestión de segundos. Me apegué a la baranda y no lo alcanzaba, ¡no llegaba!
¡Ah! pero mi “papita frita” es un caballero en cualquier pose que se pare, y no iba a dejar a una dama con la mano extendida ¡se agachó, estiró su brazo y agarró mi mano! Me apretó fuerte uno, dos, tres segundos, por lo que el guardaespaldas también tuvo que estirarse más para agarrarlo bien del cinturón y que no se fuera a caer sobre un tropel de fans con ganas de comérselo. Sólo pude articular la palabra “gracias” y él me sonrió con sus ojos, siempre tan lindo.

Mi compañera de show circunstancial, que se había quedado un par de metros atrás, me dijo “¿ya viste como sí es verdad que te ha estado mirando?”, y yo estaba que no podía ni hablar de la emoción.

Él no tiene modo de saber que ese pequeño detalle me dio una fuerza increíble a la hora de vencer a mi fantasma. La cirugía de reemplazo de cadera se complicó y una intervención que solo debía durar dos horas y media se tardó casi siete, estuve consciente todo el tiempo y creo que en unas dos ocasiones recordé esos mágicos tres segundos y sonreí.

Ni qué decir en la dolorosa recuperación, que incluso ahora 10 meses después continúa con medicinas para el dolor, fisioterapia todos los días y encima venir a trabajar con toda la dificultad de no poder caminar bien todavía. Es como si Dios hubiese permitido que todas las personas importantes para mí estuvieran conmigo para pasar este trago amargo, y Miky tiene primera fila asegurada en ese grupo.

Tendría mil razones y argumentos para rebatir a los críticos sin fundamentos, pero no creo que valga la pena… Quienes lo amamos lo hacemos con una absoluta sinceridad, lo admiramos entrañablemente y siempre estaremos ahí para enviarle la energía más vital, la del cariño. Mi querido “papita frita”, hasta la próxima en que nuestros ojos se vuelvan a encontrar, seguiré pidiendo a Dios que sus angelitos te acompañen siempre, y te hagan feliz.

María Carvajal Alcívar

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