La música de Luis Miguel nos anima a vencer todo tipo de barreras

Euge Cabral
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Si hay algo que prevalece en cada uno de los relatos que voy publicando en este diario -a pesar de las diferencias geográficas, culturales, de idiomas, creencias religiosas y tantas otras cosas que nos hacen desiguales- es ese aspecto en el que sentimos a la música de Luis Miguel como un pilar fundamental en nuestras vidas.

En el tiempo transcurrido he leído muchas historias y en todas me encuentro con un común denominador: “Escuchar a Luis Miguel nos enamora, apasiona, nos desborda de felicidad, nos brinda una inyección de energía, y esa sensación de sentirnos más vivos que nunca”. Por todo esto es que se ha vuelto primordial a la hora de acompañarnos en tiempos difíciles, en especial cuando la vida nos pone a prueba. Con tan solo escucharlo las heridas duelen menos y las angustian desaparecen, lo hacen al menos el tiempo en que nos abstraemos de la realidad transitando los senderos de ese Edén al que el Rey nos lleva de su mano.

En mi opinión, esto que provoca Luis Miguel no pasa con muchos otros artistas porque no tienen ese don extra de llegar a calar en la esencia de las personas.

La voz del Rey y la manera que tiene de interpretar cada una de las canciones nos ha llevado a encontrar la cura a nuestras dolencias, como así también a superar verdaderos obstáculos que la vida nos ha puesto en el camino. Si Miky fuera consciente de todo el bien que nos hace sentiría una responsabilidad doble, aunque me animo a pensar que lo sabe desde ese preciso momento en que optó por entregar la vida a su carrera.

No imagino nuestra existencia sin este motor que nos impulsa a seguir diariamente, que nos invita a soñar, a creer en el amor y en el romanticismo -aunque muchos intenten que pase de moda. Como dije en una de mis primeras columnas, Luis Miguel es nuestra mejor terapia, no sólo escucharlo reconforta el alma sino también verlo y saber de él.

El testimonio que tengo para presentarles es un claro ejemplo de que los milagros existen cuando aquello que anhelamos lo dejamos en manos de Dios -quien goza de tiempos diferentes a los nuestros- y no nos quedamos sentados esperando a que simplemente suceda, sino todo lo contrario, focalizamos toda nuestras ansias en algo que realmente nos apasiona y que a su vez nos ayuda a salir adelante con fe.

No es casualidad que les comparta esta columna hoy, a tan sólo unos días de celebrar el Día de la Madre en Argentina. Quiero que conozcan la emotiva historia de Sylvia y Martina:

Con mucha emoción y gracias a mi amiga Euge Cabral, puedo contarles brevemente la historia que me une a Luis Miguel.

Soy una acérrima fan argentina desde hace 31 años, y por supuesto que me acuerdo la primera vez que lo vi, allá por el año 1982, en el estudio de televisión del viejo canal ATC (Argentina Televisora a Color) en Buenos aires. Portaba su pelo largo dorado y su clásico vestir, por lo que era imposible no enamorarse de él inmediatamente.

No me olvido de ese día que al llegar a mi casa me estaba esperando un regalo que me hizo mi padre -hasta el día de hoy uno de los más preciados-: un walkman y un cassette de Luis Miguel que adoré. Nunca más me separé de él, de su música, talento y magia. A partir de ese momento un romance interminable y eterno comenzó a surgir entre nosotros.

Luis Miguel y su música son para mí algo más, mucho más que estrofas y canciones, son encuentros y vivencias a través de los años en los que transcurre mi crecimiento como persona, artista y fan.

Soy una humilde fan, hija de padres cantantes de la época del Club del Clan -programa televisivo argentino de los años ’70- y bailarina desde pequeña, pero la música despertó en mí tiempo más tarde y con un gran sentido de agradecimiento.

En mi niñez, cada vez que podía, cantaba las canciones de mi Sol a capella sobre un escenario armado a modo de juego, y también lo hacía por las noches para dormir a mi hermana menor, a la que tomaba de la mano. La verdad que nunca imaginé lo que vendría tiempo más tarde.

A medida que uno va creciendo vive etapas que por casualidad nuestro Rey va acompañando con su dulce voz, y la magia de este ser maravilloso llamado Luis Miguel va más allá, animándonos a vencer todas las barreras.

Para mí, ‘El Sol de México’, es una de las voces más privilegiadas y desde entonces es mi referente musical.

Cuando transcurre el tiempo uno crece con aquellas cosas que quedan en el corazón, y la voz de Luis Miguel fue llenando cada rincón de mi vida, sanando, alegrando o simplemente acompañan-

 do. Se transformó sin querer y sin saberlo en el compañero perfecto de cada vivencia: en aquel momento en que pasamos de niña a adolescente, de adolescente a mujer, del colegio a la universidad, desde los pequeños amores hasta encontrar al gran amor de nuestras vidas y porque no, acompañando el amor más importante que un ser puede tener… el de los hijos.

Por eso Luis Miguel se torna esencial en mi vida en cada etapa superada, pero sobre todo en la más importante, en la de ser mamá.

Como muchas mujeres, la idea de ser mamá la tuve latente siempre, así como la de tener un gran hogar y muchos perros, en fin… deseaba una mesa grande con todo lo que eso significa, hasta que un día decidí que era momento de concebir. Luego de un largo tiempo ese bebe no llegaba a nuestras vidas y eso me angustiaba mucho. Mes a mes, año tras año… solo yo y mi alma sabían cuánto dolor se producía en cada negación a ese anhelo, y siempre Luis Miguel estaba ahí para acompañarme en mi soledad, esa que causa la desazón de no concebir. Es una fuerte sensación de abismo que se transforma en una problemática solitaria de la cual siempre me ha rescatado su música, su voz  y la alegría de recibirlo en cada gira. Él es una voz y una melodía que te acaricia el alma.

Es así que después de 7 años de esperar por ser mamá, mi médico me sugiere hacer algo para que me distrajera -algo que jamás hubiera hecho de no ser por su pedido- y es por ello que de la mano de quien día a día me acompaña desde pequeña con su música decido estudiar canto.

Un sin fin de canciones se apoderaron de mi mente en cada clase, en cada ensayo, y mi interior comenzó a ocuparse solamente de las canciones de nuestro Sol. Cada ensayo era mágico y así transcurrió el tiempo donde mi alma de mamá se dejó abrazar por las canciones que hasta ese entonces habían sido mis compañeras en cada paso de mi vida, y desde ese momento comenzaron a formar parte con voz propia y con un sentido más amplio.

Experimenté una fusión entre lo que él como artista me brinda y mi voz en sentimiento. Conseguí de esta manera que el dolor se calmara, por lo que su compañía se tornó más latente día a día.

Así transcurrió el tiempo hasta que un maravilloso día desperté –curiosamente- con una canción de Luis Miguel que sonaba en la casa vecina, era “Un te amo”. Esto fue como una señal del cielo, el que se valió de una voz sin precedentes y de una música glamorosa, para indicarme que por fin tendría aquello que tanto había ansiado. Al día siguiente tenía consulta con el doctor, quien me dio la noticia junto a mi pareja de que en verdad estaba esperando a ese ser tan soñado, que más tarde colmaría mi universo… ¡Martina!                                                                                                         

Así fue que comprendí  y confirmé que los milagros existen, que todo llega, que la música cura, y esta vez lo hice en carne propia.

Por todo esto quiero agradecer a Luis Miguel, a ese ser maravilloso que -creo yo- no comprende la magnitud con la que es capaz de llegar a cada ser con su música y su voz

Sylvia Weber

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