Luis Miguel… ¡mis sueños y mi fe!

Euge Cabral
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Hola mis queridos lectores, les cuento que hace unos días decidí emprender un viaje con destino a la bella ciudad de Buenos Aires, así, de repente, después de saber que no debía asistir a dar clases en mi último día laboral de la semana. Pero la idea de viajar para reencontrarme con amistades muy queridas la venía gestando desde hacía rato, solo que no había encontrado la oportunidad perfecta para concretarla. Así que me encargué de algunas cosas para dejar todo organizado en casa, y con mucha ilusión inicié un viaje para volver a disfrutar de mis afectos, los que siempre vienen acompañados de una pasión compartida: nuestro amor a Luis Miguel. 

Tener ante mis ojos al famoso Obelisco, ícono de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, transitar sus típicas calles, admirar su arquitectura, volver a deleitarme con su gastronomía, mientras el viento me despeinaba, me hizo sentir libre nuevamente, y valorar el triple la oportunidad de estar disfrutándolo después de haberle ganado la batalla a una pandemia. Necesitaba volver a abrazar muy fuerte a mis amigas, escuchar atenta cada una de sus anécdotas con Luis Miguel, palpitar la ansiedad que nos atraviesa a todas por igual, porque si hay algo que me quedó súper claro es que estamos desesperadas por saber cuándo volveremos a encontrarnos con el artista que nos transporta al paraíso.

Está de más decirles que desbordamos de alegría ante el encuentro y la posibilidad de volver a abrazarnos, y que gozamos de una hermosa tarde repleta de risas, anécdotas e ilusiones compartidas. Mientras conversábamos hacíamos muchas conjeturas, respecto a cuándo visitará nuestro país, y cuánto nos costará un ticket, tanto en lo económico como en la posibilidad de conseguir una buena ubicación con los nuevos sistemas de ventas on line tan injustos. En un momento una de las chicas, Carolina, quiso compartir que sigue a otros cantantes, no con el mismo fervor, aclaró, y que esto le ha permitido confirmar que no existe entre los fans una hermandad, como pasa con los de Luis Miguel. Doy fe de que nos sentimos una gran familia, que deseamos y buscamos momentos para compartir esta pasión que unió nuestros caminos, que nos contenemos unos a otros en la adversidad, y que festejamos las alegrías de cada uno como si fueran propias.

Siempre me conmueven estas reuniones porque hablamos el mismo idioma, por ende, nos entendemos a la perfección, pero fundamentalmente porque en cada palabra se ve reflejado nuestro infinito amor a Luis Miguel, y la promesa de que le seremos incondicionales durante toda la vida. Los preparativos para reencontrarnos, el tiempo compartido y las anécdotas relatadas exaltaron aún más nuestras ansias por volver a ver en acción a Luis Miguel. Esto generó una larga conversación con mi querida amiga Anita, quien abrió su corazón para transmitirme su sentir, el que comparto al 100%:

Ana Freijo y Euge Cabral

Casi finalizando el 2022, y a más de 3 años del último concierto de Luis Miguel, la espera ya se hace insostenible, al menos para los fans que tenemos gran parte de nuestras alegrías vinculadas a la carrera de este artista.

Más allá de canciones y conciertos, ir al encuentro con Miky enciende muchos motores y de inusitados mecanismos, siin dudas todos relacionados a la felicidad plena.

Saber que hay rumores de nueva gira nos pone a soñar, planear viajes y locuras. Esta pasión nos regaló, a lo largo del camino durante estos años, amistades de todas partes del mundo, y saber que volveremos a vernos es un motivo más para la emoción. Es encontrarnos con amigos que comparten este sentimiento y comprenden acabadamente cada una de nuestras sensaciones. Poder compartir eso es maravilloso, porque se vive más intensamente aún.

Vivir una noche de concierto es magia pura, es el broche de oro a tanto esfuerzo y espera. Es soltar emociones, es vivir, por eso deseo con todo mi corazón volver a pasar por esa experiencia en la que cada segundo vale la pena.

A veces me preguntan, ¿por qué necesito verlo tan intensamente y cuantas veces son suficientes? Pienso en cómo es una noche de concierto y ahí está la respuesta.

Se asoma el atardecer y todo se pone en marcha, cada detalle es importante. Llego a las cercanías del recinto con mis amigas, las de siempre, las de toda la vida y más. Esta es una historia que no se puede relatar en singular, porque compartirlo con amigas es disfrutar el triple. Reímos, apuramos el paso para llegar más rápido. Miles de saludos, aquí y allá, dedicados a toda esa gente hermosa tan emocionada como nosotras.

Si tenemos suerte la noche nos regalará una deliciosa brisa que acompañará nuestro paso, junto con una luna hermosa y radiante.

Cada recinto tiene su magia, es como una gran casa que nos cobija a todos, y ver las gradas repletas de gente nos anticipa que el espectáculo será maravilloso. Grupos de chicas, enamoradas parejas, y hasta familias completas asisten cargadas de ilusión.

El escenario es como un imán pues, ni bien nos asomamos al lugar, atrapa prácticamente toda nuestra atención. Aunque aún no comience el concierto, para nosotros es vital todo lo que sucede ahí arriba. Cada movimiento es observado y comienzan las conjeturas, por dónde ingresará Luis Miguel, desde dónde podremos verlo más cerca, cómo acercarnos más, si es posible. Todo lo que suceda sobre el escenario es lo que nos trajo casi levitando hasta ese lugar.

La gente empieza a corear sus canciones y a pedir a viva voz que comience el espectáculo, ya todo está listo, el estadio lleno, la gente encendida y la noche perfecta.

Finalmente, las luces del recinto se apagan, dejando paso a un ensordecedor grito que proviene de miles de personas que vibran de emoción. La banda comienza con los primeros acordes del concierto, ya todo es una fiesta, solo falta que Miky salga al escenario. Justo ahí empieza la magia, una comunión difícil de explicar, algo que solo se puede sentir.

Luis Miguel aparece sobre el escenario, enfundado en un impecable traje negro, sonriendo, dejándonos vislumbrar que está encantado de vernos. La energía de la gente se puede sentir, todo es euforia y abismo. Cada gesto, cada sonrisa provoca un volcán de sensaciones que el público deja fluir generosamente. Todo eso es recibido sobre el escenario dándole más fuerza a su voz, y poniendo calor en el ambiente que marca cada velada.  Tan solo unos acordes y todo eso cobra vida. Sobre el escenario la música y su preciosa voz, debajo un maravilloso cuerpo de baile que se deja llevar, mecido en la energía del espectáculo. La combinación es perfecta, Miky y su público lo sienten.

Su voz suena a gloria, de pie al borde del escenario, justo frente a nosotras, todo el encanto de su interpretación echa vuelo con cada canción en un magnífico y romántico paseo de ensueño. Nos busca y lo buscamos febrilmente con la mirada, nos encontramos en algunas estrofas. Debajo, en la platea, nosotras casi inconscientes, lo miramos con la mente y el corazón perdidos en esa voz, envueltas en su encanto.

El nexo con la gente es una especie de comunión, un ritual sagrado que se repetirá una y otra vez, cada noche, como una letanía. Mecido en la voz del público, es el paraíso mismo.

Ver a Luis Miguel sobre el escenario es entender que, para él, lo que allí sucede es la más perfecta oración que se pudiera conjugar, la consagración de sus esfuerzos, y el premio a todos sus logros. El aplauso del público, esa especial forma de vivir la música, de hacerla propia y de sentirla hasta el alma, le dan lo necesario para encontrar allí la razón de su existencia. Ha nacido para eso, y se deja persuadir por la energía de la multitud cantando a su ritmo.

Toda su vida transcurrió sobre esas tablas y son su mejor refugio. Viéndolo al pie del escenario siento que aquí él y yo disfrutamos nuestro mayor momento de intimidad, ante miles de personas. Aquí nos confesamos, pagamos con satisfacción todos nuestros pecados, y purgamos nuestras almas. Este es el único sitio donde somos completamente felices, y no hay lugar para la pena, es un espacio sin tiempo.

Cada noche de concierto se transforma en una velada perfecta, llena de energía. Inevitablemente nosotros, el público, nos rendimos a sus pies transitando el amor por todos los estados posibles, el amor mismo, la desesperanza, el rencor, la euforia, la pasión… todos los matices se exponen de forma magistral de la mano de su inefable interpretación.

Después de la agonía de esperar, quien sabe cuánto tiempo por verlo, volvemos a la vida esa noche en que un estadio se llena de magia y nos eleva en un vuelo repleto de encanto. Con su voz se va nuestro corazón, las penas, y todos los padecimientos. Su música, siempre perfecta, despeja nuestras dudas y nos libera de todo tormento. 

Jamás queremos que termine, y jamás deseamos sentir ese nudo en la garganta por la despedida, por la tristeza de no verlo.

Saber que en la noche habrá un concierto, ver caer el sol, acercarnos al recinto, llegar al lugar y escuchar a cientos de fans reír, contar historias, y apresurar el paso queriendo ingresar de inmediato. Soñar con una apacible noche de verano, de suave brisa y con la luna como testigo, es rememorar lo que tantas veces nos llenó de ilusión.

He aquí la respuesta de por qué necesito verlo tan intensamente, por qué lo extraño tanto. Ya es demasiada la espera, ya se hacen intransitables los días, por favor Miky, ¡vuelve!

Ana Freijo

5 comentarios

  1. Todo lo que describís es tan real! Sólo pude verlo en dos recitales: Velez y Rosario, y es tanta la emoción!
    Ojalá pueda verlo en algún concierto cuando, si Dios quiere, venga a Argentina. Lo ansío con todo mi corazón! 💖

  2. Bellissime foto cara Euge ! Abbiamo bisogno che Lui torni a cantare, torni a farci sognare ! Ti mando un grande abbraccio affettuoso dall ‘Italia 🌸

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