Luis Miguel, mi forma de vivir

Euge Cabral
Sigueme

Quiero compartirles mi más reciente colaboración para “El mundo de Regina”.

En esta ocasión continúo relatándoles mis locuras realizadas en nombre de esta pasión que siento por Luis Miguel, y toca contarles acerca de una de mis vivencias más bonitas a su lado. La imagen que aquí les comparto es un pequeño adelanto de ese momento tan especial para los dos.

Hola mis queridos lectores, luego de haber decidido hacer una pausa en los relatos de mis aventuras tras Luis Miguel, ante la necesidad de responder las inquisidoras preguntas de una prensa amarilla que intenta perjudicar siempre a ‘El Sol, retomo gustosa estas historias. Me ayudan a escapar un ratito de la difícil realidad que estamos viviendo, pues ya lo dice la frase: Recordar es volver a vivir”.

Había llegado a contarles hasta mi primer viaje a México en el año 2015. Así que me dispondré a seguir con la cronología de los hechos.

Ese año tuvimos la dicha de que Luis Miguel volviese a visitarnos en Argentina

Dos años consecutivos es un acontecimiento que solo hemos podido vivir durante sus primeros 15 años de carrera. Cuando supe la noticia no podía creerlo. Mi corazón saltaba de alegría mientras mi mente empezaba a trazar estrategias para volver a enfrentar la odisea de conseguir buenos tickets. Les confieso que sufrí bastante porque por más que volví a pasar la noche en las puertas de la taquilla, no logré conseguir lo que había ido a buscar. Sí, queremos siempre fila 1 y en Argentina se torna más que imposible.

Pero todo valió la pena porque estuve bastante cerca. Sobre todo en mi ciudad cuando a último momento recibí un ticket de cortesía, situación que me ayudó a hacer feliz a otra persona con mi antiguo boleto. Ese año Luis Miguel vino a dar una minigira, razón por la cual solo hizo un concierto en mi ciudad y dos en Buenos Aires.

El día previo a su llegada ya caminaba entre las nubes. Es mágico cómo pasan los años y mi emoción sigue latente como el primer día. Con mis compañeras de aventuras nos organizamos para ir a recibirlo. Aunque no sabíamos la hora exacta en que pisaría suelo argentino, teníamos un pálpito y siempre nos dejamos guiar. Con unas cuantas bienvenidas en nuestro haber, sabíamos que aterrizaría entrada la madrugada, así que alrededor de las 2 a.m. estuvimos listas en nuestros puestos. Las horas pasaron sin novedad, hasta que a las 3:30 a.m. llegó su comitiva. Esa fue la señal para saber que nuestra corazonada había sido acertada, que la espera estaba por llegar a su fin y que pronto estaríamos respirando su mismo aire.

Si Morfeo había querido tentarnos horas atrás, ya había perdido definitivamente la batalla. Estábamos con la emoción a flor de piel y de ninguna manera Luis Miguel iba a sorprendernos durmiendo en nuestro carro.

Mientras el reloj no dejaba de avanzar, mi mirada se perdía continuamente en el horizonte intentando divisar su avión.

Todo estaba tranquilo en el aire y en la pista, sin aterrizajes próximos a la vista y eso disparó mi preocupación. Pronto tendría que afrontar mis obligaciones laborales. Debía entrar a trabajar a las 7 a.m. y, para ello, necesitaba llegar a casa a las 6:15 como máximo. Alrededor de las 5 de la madrugada, y como buena especialista en números, me di a la tarea de calcular el tiempo que necesitaría para llegar puntual. El aeropuerto queda en el extremo opuesto a mi trabajo. Desde ese instante comenzó una verdadera cuenta regresiva, ya que disponía de tan solo 40 minutos más de espera. Cuando el conteo llegó a cero, y con un dolor inmenso en el alma, decidimos abandonar la guardia. Determinación que también optaron por imitar los otros fans que allí estaban por la misma razón que nosotras.

En ese corto trayecto en que emprendimos la retirada, no dejamos de lamentar el no estar presentes para recibirlo como lo habíamos soñado. Habíamos aguardado tanto por ese momento y se nos hacía injusto abandonar en la recta final. Tanto es así que no fuimos capaces de continuar con el regreso pactado y, previo a una llamada telefónica que me permitiera estar 30 minutos más en el lugar, viramos raudamente en sentido contrario hacia el aeropuerto.

Y todo por un café

Como Luis Miguel no había aterrizado, sumado a que seguramente iba a verse demorado con los trámites pertinentes de aduana, decidimos detenernos 10 minutos para buscar un café que renovara nuestras energías.

Pese a que le advertí a mi amiga de mi inseguridad en cuanto a esta opción, pues tenía miedo de que Miky llegara en ese corto lapso, ella me animó a comprar ese cafecito para llevar, aduciendo que teníamos tiempo de sobra. Con el desayuno en mano nos incorporamos nuevamente a la carretera para dirigirnos al sitio que habíamos dejado minutos atrás. ¿Cuál fue nuestra sorpresa? que de camino cruzamos la comitiva que trasladaba a Luis Miguel hacia su hotel. Hubieran visto nuestra expresión, nos quedamos estupefactas y solo atinamos a gritar “¡Ahí va!”.

Qué desesperante fue darnos cuenta de que estábamos en el carril contrario y en una autopista, y que la única opción de retorno estaba a unos interminables 1000 metros. Por más que nos apuramos y logramos girar prácticamente en dos ruedas, lo perdimos de vista. A esas alturas ya no importaba tomar el café. Por su culpa habíamos perdido la oportunidad de darle la bienvenida y, aunque intentamos revertir esta cruel realidad alcanzando su marcha, no pudimos. Fue imposible aceptar que luego de una larga noche sin dormir, aguardando su llegada, un tentador café había terminado por arrebatarnos el momento de las manos.

La explicación de la tardanza en el aterrizaje

Luego supimos que tanta espera se debió a un inconveniente en el aeropuerto de Buenos Aires (nosotras pensábamos que venía directo de México), que impidió que el vuelo llegara a horario a destino.

A pesar de nuestra angustia por el desencuentro y porque la suerte nos jugó una mala pasada, no lamentamos la espera. Siempre vale la pena demostrarle que estamos felices de tenerlo en nuestra tierra. Cuando marqué mi entrada al trabajo ni yo podía creer que llevaba más de 24 hrs. de pie. Debía dar clases de matemáticas y confieso que sólo por él hago estas cosas. Mi rostro aquella jornada laboral, lejos de reflejar cansancio por la falta de sueño, portaba una sonrisa imposible de borrar y una luz muy especial. No era para menos, puesto que en escasas horas me reencontraría con mis amigas del alma y con el promotor de mis más lindos sueños.

Al caer la tarde, con profunda emoción, manejé nuevamente con destino hacia al aeropuerto, pero esta vez para recibir a mis amigas Ana y Lizbeth. Ellas viajaron desde sus respectivas ciudades para disfrutar de la magia de ‘El Rey’ en Córdoba.

Cabe destacar que Liz viajó junto a su hijo desde la ciudad de México, para experimentar en carne propia el fenómeno Luis Miguel en Argentina, y que había salido de su país la tarde anterior, haciendo escala en Chile y en Buenos Aires, siendo Córdoba el destino final de tan largo trayecto. Miren cuánto amor genera ‘El sol’ en sus fans, que Liz pasó directo al concierto sin previo descanso, tal como lo hizo mi querida Anita, quien salió de su trabajo para montarse en un avión en busca del mejor destino: ¡Tu mirada Luis Miguel!

Los ojos del mundo estaban puestos en aquel concierto porque ‘El Rey’ venía sufriendo una rinofaringitis que lo había obligado a cancelar algunas presentaciones,

los que lo amamos deseábamos constatar que ya estaba mejor de salud, y los detractores anhelaban encontrar una ínfima razón para continuar con su sucia campaña de difamación. Y aunque esas nefastas personas nunca han tenido argumento alguno que justifique el despiadado desprestigio a Luis Miguel, esa noche no fue la excepción porque lo dio todo y más, a pesar de no estar repuesto al 100%.

Con una contundente ovación, el público lo recibió de pie cuando irrumpió en el escenario provisto de la elegancia que lo caracteriza, más una sonrisa y un brillo en su mirada que valen más que mil palabras. El concierto comenzó bien arriba, con canciones súper bailables que le dieron el marco perfecto a la algarabía. Luis Miguel se veía radiante, enérgico, feliz y disfrutando al máximo de su público.

Aquí hago una pausa para contarles que no había ido sola al concierto, sino que días previos había preparado una serie de pancartas con algunas frases que deseaba dedicarle a Luis Miguel en cada uno de nuestros encuentros. Debo confesarles que soy una persona más bien tímida, y que decidirme a hacer algo que acapare la atención de todos lo considero una osadía difícil de enfrentar, pero les juro que él es la mejor excusa que tengo para gritar a los cuatro vientos lo que siento.

Así fue como tomé mi pancarta en mano y esperé pacientemente el instante preciso para enseñársela. En los primeros acordes de “Amor, amor, amor” mi corazón me dio la señal, sentí que esa canción era la indicada para demostrarle aquel bello sentimiento, así que cuando lo tuve frente a mí respiré hondo, y elevé mi pancarta lo más alto posible.

De inmediato logré mi cometido y aquel mensaje se adueñó de su mirada.

Esos segundos que empleó para leer lo que con tanto cariño le escribí se tornaron eternos, y mientras siguió atentamente cada palabra mi corazón intentó salirse del pecho porque sabía lo que le esperaba… sus ojos iban a buscar los míos como lo hace siempre que lo sorprendo con estos gestos. En ese lenguaje de miradas el tiempo se detuvo y todo a mi alrededor se desvaneció como por arte de magia, instante en que aproveché para gritarle repetidamente “Te quiero” mirándolo directo a los ojos. Llevaré ese momento grabado en mi memoria por siempre.

Cuando le tocó el turno a la canción “Te necesito”, los primeros acordes actuaron cual luz verde para correr hacia los pies del escenario, en busca del regalo más preciado: una rosa blanca de sus propias manos. Cuando detuvo su marcha y reparó en mí, supe de inmediato que me la obsequiaría.

Me sentí dichosa de recibir, por segunda vez en mi vida, tan valioso tesoro… es un gesto que se lo agradezco en el alma, porque si bien para mucha gente es una simple rosa blanca, sus fans sabemos que simboliza el más puro de los amores, ese tan fuerte e incondicional que existe entre él y nosotros, y que en este gesto sentimos renovar nuestra promesa de amor eterno –de nosotros hacia él y viceversa.

El último tramo del concierto lo vimos toser en repetidas oportunidades, pero puso lo mejor de sí y logró llegar al final.

Confieso que después de todo lo vivido me costó conciliar el sueño, pero terminé rindiéndome luego de casi dos días sin dormir –recuerden que la noche previa había amanecido esperando a Miky en el aeropuerto de mi ciudad.

Al otro día desperté con una gran sonrisa y una felicidad inconmensurable, sin saber que minutos después me embargaría la emoción, cuando supe que la página oficial de Luis Miguel compartió con todo el mundo una imagen del momento que les relaté más arriba.

Alguien de su staff captó, desde el escenario, el instante en que levanté mi pancarta y Luis Miguel la señaló con tanto cariño. En el video que les compartí, si prestan atención, podrán descubrir la cámara detrás de Luis Miguel, y la dificultad respiratoria que les comenté. Realmente valorable el esfuerzo por darlo todo a su público.

Aún me faltaban por vivir momentos muy emotivos junto a Luis Miguel en aquel inolvidable año 2015, así que prometo concluir con este relato en mi próxima entrega. ¡No se los pierdan!

Euge Cabral

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Botón volver arriba