Una historia de película con Luis Miguel

Maria Eugenia Cabral
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Luego de unos merecidísimos días de descanso, ‘El Rey’ está súper listo para retomar la segunda parte de una gira que lo ha llevado a escribir otro capítulo estelar en su trayectoria. El público de EEUU se mostró deseoso por dejarse encandilar por el talento del mejor artista de habla hispana cuando agotó las locaciones de los recintos donde se presentará. Con 11 conciertos, 10 sold out, visitará las ciudades de San Antonio, Hidalgo, El Paso, Albuquerque, Rancho Mirage, Anaheim, Fresno, Santa Bárbara, Las Vegas y Los Ángeles.

Por estos días el mundo entero tiene su mirada puesta en Luis Miguel, no solo ante la posibilidad de una visita con su serie de conciertos sino también por la expectativa que genera la continuación de su historia de vida en la pantalla chica. Si bien hasta el momento no hubo ningún tipo de confirmación oficial por parte de la producción de ‘Luis Miguel, La serie’, recientemente el actor mexicano Xavier Nova compartió con todos sus seguidores la gran noticia de que formará parte del elenco de la tan esperada segunda temporada. Dicha información está al pie de una imagen que publicó en su cuenta de Instagram, en la que se lo puede ver acompañado de los actores Diego Boneta y Camila Sodi. Está de más decir que esta noticia nos deja muy esperanzados e ilusionados, pero que pacientes debemos aguardar la confirmación oficial.

Dando un vuelco de página quiero presentarles un relato que los abstraerá de la realidad por un momento, para viajar en el tiempo y ser testigos de otro sueño hecho realidad.

Por diferentes motivos no tuve la oportunidad de ser una fan activa en aquellos dorados años en los que Luis Miguel se reunía con sus fans para agradecerles personalmente el apoyo y cariño incondicional. Y aunque hace más de una década que intento recuperar ese tiempo perdido, me duele saber que jamás podré compensar todos esos años. ¡Lo que daría por platicar un instante, por abrazarlo y expresarle mi cariño mirándolo a los ojos! Pero gracias a Dios puedo experimentar esas sensaciones a través de los encuentros de las fans que sí tuvieron esa oportunidad soñada. A pesar de que aquellas reuniones dejaron de realizarse allá por el año 2004, razones más que valederas existirán, no dejo de anhelar la posibilidad de que algún día vuelvan a concretarse, pues les aseguro que serían muy enriquecedoras tanto para Miky como para nosotros.

Jorgelina es una de las grandes afortunadas, quien anteriormente nos contó aquel primer encuentro con Luis Miguel, y hoy desea compartirnos la historia de su segunda cita. Prepárense a vivir la emoción a flor de piel de manos de su relato:

Seguir a Luis Miguel por el país puede convertirse en toda una aventura, a veces sientes que te enfrentas a una carrera con obstáculos y otras, sin querer, que eres parte del elenco principal de una película de Hollywood, pues así lo viví durante mi estadía en Mendoza (una bella ciudad de mi Argentina) en noviembre del año 1994.

La gira “Segundo Romance” llevó a Luis Miguel a recorrer gran parte de nuestro país por el éxito arrasador que estaba teniendo. Fue justo después de las multitudinarias presentaciones en el club Vélez Sarsfield, cuando el staff de ‘El Rey’ se comunicó conmigo para invitarme al concierto que se llevaría a cabo en Mendoza. Y como si esto fuera poco agregaron que me tenían una sorpresa. Como me iba a ausentar muy poco tiempo, rápidamente organicé mi vida y partí rumbo a dicha ciudad. Llegué precisamente el mismo día del concierto, luego de varias horas de viaje, y me hospedé junto al equipo de trabajo de Luis Miguel correspondiente a Argentina.

No conocía Mendoza por lo que, como todavía faltaban varias horas para el show, decidí recorrer la ciudad en busca de una peluquería. Con ese objetivo en mente partí hacia el shopping más cercano junto a la secretaria de Alex McCluskey, mano derecho de su manager argentino Hugo López. Mientras caminamos nos percatamos de dos hombres ataviados en elegantes trajes que venían tras nuestros pasos y, una vez cerca, efectivamente se aproximaron para preguntar: ¿Quién es Jorgelina Guerreño? Temerosa respondí con un “Soy yo”, entonces uno de ellos prosiguió: “Necesito que por favor se acerque al hotel porque necesitan hablar con usted”. No es frecuente que un par de desconocidos te sigan y te aborden, y aunque aún no lograba reponerme del susto que me provocó esta situación, no dudé ni un segundo en desechar mis planes de turista para regresar junto a ellos a bordo de una camioneta con dirección al hotel.

Al llegar a la recepción me esperaban varios mensajes provenientes de llamados desde Buenos Aires, los que expresamente solicitaban mi comunicación con urgencia. Ante tanta insistencia el miedo se apoderó nuevamente de mí, pues llegué a pensar que algo malo había ocurrido con mi familia. Cuando llamé mi madre me dijo que el staff de Luis Miguel estaba intentando comunicarse conmigo, cosa que me desorientó y extrañó, puesto que ya tenía la entrada en mi poder.

Previo a subir a mi habitación, los guardaespaldas se encargaron de informarme que solo contaba con 10 minutos para alistarme, ya que luego debíamos salir hacia el estadio Malvinas Argentinas. Seguía sin comprender la situación, eran apenas las 5 de la tarde y faltaban muchas horas para el show, ¿qué haría durante tanto tiempo? En ese instante pensé que la antelación tendría que ver con las ubicaciones que me habían dado, así que busqué la entrada y la observé detenidamente. Me sorprendí muchísimo al darme cuenta de que no era una entrada sino una credencial de acceso preferencial al backstage del concierto, y ahora sí que a partir de ese momento comencé a ponerme nerviosa.

Una camioneta me llevó hasta el estadio, y allí procedimos a ingresar con dicho vehículo por un acceso paralelo. Hacía varios días que un centenar de chicas acampaban en busca de una buena ubicación, así que el conductor dijo: “Por favor señorita, agáchese para que no la vean”. Aunque no tuve tiempo ni de pensarlo, de inmediato me encontré cuerpo a tierra mientras que, a fuerza de golpes y gritos, la camioneta se movía de una manera alarmante. Todo ese alboroto era ocasionado por esas mismas chicas que intentaban descubrir quien ingresaba al recinto. Por suerte cuando descendí estaba dentro del estadio justo detrás del escenario, así que procedí a caminar hacia el frente para ver la prueba de luces y sonido que se estaba realizando ante un recinto completamente vacío. Eso fue absolutamente imponente.

Minutos después el manager de Luis Miguel apareció en escena y me dijo: “Hola Jorgelina, te estaba buscando. Necesito que vengas por acá”. Así que lo seguí y cuando atravesamos una cancha de básquet continuó “Ahora necesito que esperes unos minutos porque Micky quiere verte”

¡Dios mío! Desde el preciso instante en que pisé suelo mendocino me sentí parte de una película, otra versión de “Fiebre de amor”, pero les juro que un final así realmente no me lo esperaba.

Me costó coordinar los pasos para dirigirme a esperar en aquella puerta cuyo cartel anunciaba: Camarín “Luis Miguel”. Me quedé petrificada, apenas me movía y casi no respiraba. Mientras aguardaba la puerta se abrió repentinamente, luego su amigo Polo Martínez salió corriendo y entre risas exclamó: “¡Cuidado! no tires hacia acá”. Acto seguido un kiwi salió expulsado del camarín cual proyectil, y segundos después le siguió Luis Miguel que corrió en busca de Polo. Micky, que vestía absolutamente informal con un short y una remera, me miró, sonrió, e ingresó nuevamente al camarín para no salir hasta la hora del concierto.

Me quede atónita, no daba crédito a lo que mis ojos habían visto, pues acaba de confirmar que ese artista que lideraba los rankings, que aquel hombre que engalanaba las portadas de revistas, y el showman que siempre lucía un traje impoluto no era inaccesible, era tan solo un joven de 24 años que también podía divertirse con amigos. Ese fue el Luis Miguel que esa noche conocí.

Me quedé apostada allí como me habían pedido, y una hora y media después la puerta se abrió nuevamente. Minutos previos, la vibración que provenía del sonido de los instrumentos y del fervor de aquella multitud que había colmado el campo del estadio horas atrás, me indicaron que el concierto estaba a minutos de empezar. Luis Miguel salió del camarín enfundado en un elegante traje, listo para brillar en el escenario, no sin antes tomarse todo el tiempo necesario para hablar conmigo:

-Hola mi reina, ¿cómo estás?

-Bien, hasta hace unos minutos en medio de una guerra de frutas (se rió ante mi osadía).

Hablaba bajito, con una voz cálida y dulce, y se mostró atento, caballero, cordial, dueño de un aroma absolutamente embriagador, que recuerdo perfectamente hasta el día de hoy.

Me preguntó cómo estaba, si lo había pasado bien, y se tomó un tiempo para agradecer mi labor en el club de fans “Tengo todo excepto a ti”. Este último gesto es algo que me costó y aún me cuesta entender, ¿Cómo él me agradecía a mí? y ¿por qué? Si sus fans somos quienes siempre nos sentimos en deuda ante semejante entrega.

Previo a despedirse nos tomamos una fotografía y por último me dijo: “Ojalá te guste el concierto, nos vemos pronto”.

Mientras disfrutaba del show no pude evitar abstraerme y pensar en lo ocurrido. Miles de almas coreaban sus canciones, me emocionaba escuchar su nombre en el grito ensordecedor de un estadio abarrotado, y pensar que todos eran ajenos al sueño que acaba de concretar. Confieso que no podía bajar a la realidad, cuando minutos antes había tenido la fortuna de vivir algo único y soñado por todas: Él había permitido que descubriera parte de su intimidad, a ese hombre por sobre el artista. Y créanme cuando les digo que esa noche sentí que compartíamos ese secreto.

 Jorgelina Guerreño

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