No es algo que solo soñé

Maria Eugenia Cabral
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Desde niña los sueños han sido un gran motor en mi vida, y lo han podido comprobar en mis escritos a lo largo de estos 6 años. No sé de quién heredé la fuerza que me impulsa a volar tras mis anhelos, pues no crecí con el ejemplo de mis padres ni de mis abuelos en este aspecto. Lo cierto es que siempre estuve convencida de que con esfuerzo, pasión y convicción, mis alas iban a llevarme bien lejos hacia la concreción de los deseos más profundos de mi corazón. ¡Y no me equivoqué! porque gracias a Dios he culminado muchísimos viajes, en cuyos destinos encontré esa felicidad que estaba buscando. Por supuesto que algunos trayectos han sido fáciles de recorrer, pues solo me bastó con seguir las instrucciones de un mapa para llegar a la meta, y otros se han presentado con complicaciones en el camino a causa del destino, pero ni siquiera éste fue impedimento alguno para que abandone el recorrido. Quizás algunos viajes me estén llevando muchos años, quizás hasta deba cambiar de carretera, pero jamás desviaré la mirada de mis sueños, aquellos que sin dudas voy a encontrar al final de la aventura. Ojalá mi experiencia pueda alentarlos a convertir sus deseos en una hermosa realidad, ¿Cuál es el secreto? Salir y hacer que pase.

Esta introducción es a colación de algo muy lindo que quiero compartirles: la concreción de un anhelo que albergó mi corazón durante años y que, sin siquiera imaginármelo, un día se materializó ante mis ojos.

No sé si recordarán que hace unos meses fui convocada por el equipo de Sexenio para escribir nuevamente la nota de portada de su revista, ya que cuando se trata de Luis Miguel, quien les escribe es la afortunada de redactar la nota. Es un privilegio y un honor que me encomiende la tarea de hablar sobre el máximo exponente mexicano a nivel mundial, artista que precisamente le dio un giro de 180 grados a mi vida. Debo manifestar que en las dos portadas que participé (la primera en marzo de 2013 y la última en junio de este año) fue un tanto difícil no dejar al descubierto lo que siento por Luis Miguel, porque por más que intenté afrontar el reto con la objetividad que requiere este tipo de escritos, en cada línea se pudo percibir el inmenso cariño, respeto y orgullo que le profeso.

Realmente fue un regalo de cumpleaños esta invitación ya que se contactaron conmigo 3 días antes, aunque hoy comprendo que el destino me tenía reservado un obsequio aún mayor.

Un correo privado fue el encargado de hacerme llegar un envío más que especial, cuyo remitente decía: Grupo Sexenio Comunicaciones.

Al abrir el sobre mi rostro se iluminó cuando pude divisar que era la revista del mes de junio, pues anhelaba tenerla en mis manos desde que se publicó. Me apuré a sacarla del paquete, y cuando por fin la tuve delante de mis ojos la emoción se apoderó de mí. Me quedé en shock, como en pausa, sin poder apartar la mirada de aquella frase escrita por el mismísimo Luis Miguel. Mis ojos se humedecieron cuando descubrieron mi nombre escrito de su puño y letra… ¡Tanto lo había soñado y ahí lo tenía, plasmado en la portada para siempre!

¡Qué gran gesto Miky! Recibo dichosa tus besos, y este regalo al alma que vale más que todo el oro del mundo. Gracias por ser como eres, por tener estos hermosos detalles con tus fans… por cada autógrafo, fotografía, beso y abrazo. Gracias porque sé que cada persona que ha tenido la oportunidad de coincidir contigo, no solo se ha llevado ese momento inmortalizado en una imagen, sino tu interés por conocer más sobre ella. Gracias por tu gran corazón, por tu generosidad, pero fundamentalmente por hacernos tan felices. ¡Te quiero más allá del tiempo y del espacio! Ya no tengo palabras que puedan expresar lo que siento por ti.

Por último, y no por eso menos importante, quiero agradecer infinitamente a las personas que fueron el nexo entre Miky y esta servidora, gracias de todo corazón por esta bendición.

Ya no deseo extenderme más, porque sospecho que estarán ansiosos por leer otro capítulo de la apasionante historia de Fanny:

“Quiero soñar siempre que te llevo en mí” (Parte III)

Prosiguiendo con mi relato, tal como les anticipé en el capítulo anterior, el año 1992 aún me tendría prevista una sorpresa más, pues tuve la fortuna de verlo nuevamente en el mes de noviembre en el Auditorio Nacional de México. El año terminaba de forma fantástica, y me costaba creer en mi buena suerte.

El inicio de 1993 me llevó a pensar que difícilmente podría superar lo vivido el año anterior, pero no tuve en consideración que mi papá no se iba a quedar de brazos cruzados tratándose de la felicidad de su hija, por lo que siempre traía un As bajo la manga. Recuerdo que fue en el mes de abril cuando en una comida me dijo: “Ponte lista porque tenemos boletos para ir al Festival de Acapulco”… y por poco me atraganto con la comida. El solo pensar que Luis Miguel era el artista estelar del festival, y que yo estaría ahí presenciando cada instante aceleró mi corazón. Nos fuimos hacia Acapulco con dos días de anticipación a la participación de Micky en dicho festival, y en esa ocasión nos acompañó mi mamá. Nos hospedamos en el hotel Acapulco Princess, pues ahí estaba todo el equipo de trabajo de mi Sol, razón por la cual me paseaba por las instalaciones con los ojos más abiertos que una lechuza. Tenía un buen presentimiento porque su gente estaba ahí, algo me decía que respondía a un gran motivo y no me equivoqué, ya que minutos más tardes puede confirmarlo cuando me tropecé con un anuncio que decía: “Cena de gala, Grupo VideoVisa 9:00 p.m.” Ese día, esta famosa empresa encargada de distribuir las películas y telenovelas de Televisa, como así también films y series estadounidenses, tenía su celebración y mi Sol amado engalanaría la velada. Sí, como ya se estarán imaginando, esa noche asistí a ese evento tan importante. Como si fuera hoy, me veo sentada junto a mi madre en una mesa muy cercana al escenario rodeada de artistas y, como comprenderán, me fue imposible distraer la mirada del escenario. Recuerdo que me tomé solo un momentito para ver muy cerca a Thalía, a las niñas de Timbiriche, y muchas personalidades famosas del espectáculo.

El evento lo presentó Angélica Rivera, imagen del Grupo VideoVisa por aquel entonces (hoy primera Dama de México), quien por cierto me pareció muy linda. Cuando las luces del salón se apagaron volví a experimentar esa sensación que me hacía estremecer… el corazón saliéndoseme del pecho, las manos heladas, y la piel chinita. Luis Miguel lucía impecable como siempre, radiante y feliz, con esa sonrisa que ilumina el lugar más obscuro de la tierra. Mi mente y mi corazón guardaban la esperanza de volver a estar cerca de él, de rozar su piel y, quizá, en esta ocasión animarme a decirle lo mucho que lo quería. Pero en el fondo sabía que sería muy complicado de concretar en aquel contexto, ya que Acapulco estaba repleto de artistas y acercarse a mi Rey no sería nada fácil. Pero esa noche me fui a dormir con una sonrisa enorme pensando en que al otro día volvería a verlo, esta vez en la Sala Teotihuacán del Centro de Convenciones.

Nos levantamos temprano para estar listos ante alguna posibilidad que surgiera de acercarnos a Micky, y adivinen qué… ¡Me colé en el ensayo! Fue increíble presenciar ese momento, aunque obviamente desde muy lejos para no incomodar, porque escuchar su voz en un ámbito diferente fue lo máximo. A pesar de la distancia alcancé a ver que usaba unos anteojos para ver, una camisa color coral y unos shorts. Para mi mayor sorpresa lo escuché interpretar canciones inéditas (pues para la época yo aún no las había escuchado), y la frase que se me quedó grabada para siempre fue: “Cómo me duele saber, que esto es algo que solo soñé…”. No sabía el nombre de la canción pero ya me andaba rompiendo el alma.

Luego de unas cuantas horas de espera por fin pudimos ubicarnos en el lugar que nos correspondía, justo detrás de la consola de audio. Créanme cuando les digo que lejos de parecerme mal estar tan lejos, estaba contenta porque escuchaba pláticas de los ingenieros de sonido. “Ya casi llega”, decían, y yo me volvía loca. Mi Mamá, con quien comparto nombre, se emocionaba tanto como yo pero siempre guardaba compostura.

Por fin iniciaron la transmisión, el legendario Raúl Velasco lo presentó y apareció ‘El Sol’.  Pensar que el evento se vio en muchos países y yo tuve la fortuna de estar ahí. No puedo describirles la felicidad que me causó volver a verlo, escuchar su voz, y confirmar por mi misma que todo eso que él hacía le dejaba grandes satisfacciones, eso se notaba a lo lejos. De pronto, el señor Velasco volvió a irrumpir en el escenario para entregarle la medalla del Festival, y para ello llamó a Thalía, quien estaba preciosa, muy delgadita, con un micro vestido color rojo lleno de lentejuelas. Micky estaba guapísimo, luciendo una camisa amarilla con negro, azul y diseños, brillando más que las mismísimas lentejuelas que lo escoltaban. Cuando Thalía le entregó la medalla fuimos testigos de ese abrazo y beso que despertó nuestros celos.

 Al terminar el show, él salió rumbo a su casa y nosotros a cenar. No encontraba las palabras para agradecer a mis papás el gran regalo que acababan de hacerme. Fue un viaje extraordinario, regresé llena de recuerdos y, aunque con muy poquitas fotos y tomadas desde muy lejos, satisfecha porque todo quedó grabado en mis retinas.

Al año 1993 aún le faltaba mucho, así que me preocupé por seguir obteniendo buenas notas en el colegio. En septiembre mi papá me dijo que por mi gran desempeño escolar tendría una recompensa, iríamos a Las Vegas. ¡Las Vegas en septiembre es sinónimo de Luis Miguel! No sé qué me ponía más nerviosa, saber que iba o estar allí.

Los preparativos para ir a la ciudad que nunca duerme fueron muy divertidos, tenía 17 años y debía aparentar más edad para todo. Me dispuse a buscar ropa que me hiciera ver más grande, adquirí productos de maquillaje al por mayor, y provista de estos aliados emprendí el viaje. Nuevamente mi papá, mi mamá y yo, iniciamos una nueva aventura LuisMiguelera pero esta vez fuera del país. De verdad no sé si en alguna oportunidad me tomé el tiempo para agradecerles todo lo que hicieron por mí, creo que sí, porque siempre he sido muy agradecida.

Cuando llegó el momento de abordar el avión fue un suplicio porque me aterra volar, pero me armé de valor poniéndome el cinturón de seguridad y mis audífonos, ya que escuchar a mi Sol ayudaría a relajarme. Al llegar a Las Vegas nos hospedamos en un hotel muy lindo, justo frente al Caesars Palace donde vería a mi adorado Luis Miguel. Aunque tenía desplegadas mis antenas, pues moría de ganas por encontrarlo y abrazarlo, debo confesarles que eso no pasó, pero atesoro en mi corazón cada momento de aquella noche de concierto porque fue irrepetible. Festejamos las fiestas patrias de México, y les juro que escucharlo gritar ¡Viva México! mientras hondeaba la Bandera Nacional es algo imposible de narrar.

Poder presenciar su concierto en diferentes ciudades me demostró la entrega y pasión que le pone a su trabajo, y que el amor por sus fans no conoce de fronteras ni distingue idiomas.

Aunque este año me privó de la oportunidad de abrazarlo de nuevo, no pude reprochárselo después de todo lo vivido, sería pedir de más. Verlo cantar y entregarse a su gente llenó mi corazón de felicidad.

Continuará…

Fanny.  

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