“El Sol” está más cerca que nunca

Maria Eugenia Cabral
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Tal parece que Luis Miguel está transitando una nueva etapa en la que se permite gozar a pleno de la vida y ¡Enhorabuena que así sea! La fama tiene su lado difícil, y uno de los más importantes tiene que ver con la imposibilidad de disfrutar de las cosas simples como manejar un carro, ir al cine, a un restaurante o a un NigthClub con amigos, entre otras tantas. Surgen barreras que son directamente proporcionales al éxito y que poco a poco, quieran o no, conducen al artista al aislamiento con la consecuente preservación de su privacidad, único aspecto de la vida que puede controlar. Qué paradoja ¿no?, por momentos los artistas se nutren de la energía de miles de almas, y en otros deben afrontar largos períodos de soledad en una habitación de hotel.  

A pesar de ello Miky se preocupó por contar con lugares que le otorgaron la oportunidad de reencontrarse con su vida lejos de las luces, medio que lo ayudó a no perder su esencia y a seguir teniendo los pies bien plantados sobre la tierra. Pero en la última década, a causa de múltiples factores -entre ellos la inseguridad en algunos países-, poco hemos sido testigos de momentos en los que Luis Miguel volviese a actuar como un simple mortal, pues siempre lo hemos visto acompañado de su séquito de guardaespaldas en amplios operativos de traslado.

Pero aquellos días han quedado atrás, puesto que Luis Miguel decidió tomar cartas en el asunto y se animó a recuperar la libertad que había perdido. Este reencuentro ha sido más que satisfactorio, pues solo basta con observar la plenitud que irradia su imagen para dar Fe de ello. En lo personal me siento dichosa y celebro que haya optado por demostrarle al mundo la calidad de ser humano que lo caracteriza, dándose un tiempo para interactuar con sus fans. Todas las personas que tuvieron el honor de encontrarse con Miky coinciden en que ha sido muy cariñoso, amable, simpático, y que ha mostrado interés en conocer más sobre quienes se acercan a saludarlo. Es muy emocionante confirmar una y mil veces que detrás de una leyenda viva hay una persona maravillosa con un gran corazón y tantísimas cualidades dignas de admirar e imitar. Gracias Miky por cada momento dedicado a tus fans, que Dios te lo retribuya con creces.

Las pasiones que despierta Luis Miguel trascienden fronteras, razón por la cual muchas personas en el mundo tienen una historia que contar, esa misma que hizo la diferencia en nuestras vidas. Hoy les quiero compartir una más, por eso los dejo en muy buena compañía:

Antes que nada deseo presentarme, me llamo Jessica y soy chilena. Todo comenzó un día que jamás olvidaré, aquel en que vi a Luis Miguel por primera vez. Fue un momento mágico porque lo descubrí en la pantalla del televisor mientras se proyectaba su primer película “Ya nunca más”, y el flechazo fue de inmediato.

Con el correr de los años llegó la noticia más ansiada, anunciaron su visita a mi país y ésta revolucionó mis sentimientos… enloquecí, grité de euforia y lloré de emoción. Cuando llegó el momento mi madre me acompañó al aeropuerto para recibirlo, y allí nos encontramos con muchas jovencitas que habían ido con la misma intención. La espera fue muy amena y entretenida, gritábamos todas al unísono ante cualquier movimiento en el aeropuerto que delatara su llegada al país. Cuando por fin vi pasar la limusina que lo trasladaba hacia su hotel, mi sorpresa fue mayor porque se dispuso a bajar el vidrio para regalarme una hermosa sonrisa. Ese fue el día más maravilloso de mi vida, aunque debo confesar que estuve al borde del desmayo ante esa situación, porque el cúmulo de sensaciones que se apoderaron de mí se reflejaron en escalofríos, nervios, ganas de llorar y de gritar. Y aunque mis piernas no dejaron de temblar, pude controlarlas para echarme a correr detrás del auto para intentar otro contacto visual… ¡Me sentí la niña más feliz del mundo!

Tiempo después, allá por el año 1989, regresó a mi tierra y visitó el programa “Siempre Lunes”, conducido por Antonio Vodanovic, al que tuve el honor de asistir invitada por una vecina. Al verlo irrumpir en el escenario mi primera reacción fue gritar su nombre, seguido de un “Te amo”. ¡Se veía tan guapo que obnubiló mis sentidos! Pero en cuanto pude reaccionar volví a pronunciar su nombre a viva voz y logré mi cometido, me miró, e indefectiblemente su sonrisa iluminó todo mi ser.

Hice mil y un locuras por Luis Miguel, como cuando me prohibieron escucharlo (quizás por alguna travesura de mi parte), y ante semejante injusticia se me ocurrió hacer un acto de protesta en lo más alto de un árbol. Subí provista de un radio/reproductor que me regaló mi abuela, en el que puse uno de los cassettes de ‘El Rey’ para cantar a todo pulmón sus canciones. Cuando mi mamá me vio arriba del árbol se puso como loca, y me sentenció a bajar de inmediato. Pero como no dijo nada respecto a levantar mi castigo decidí pasar la noche en las alturas, total… no estaba sola, me sentía acompañada por Luis Miguel.  

Después se me ocurrió cambiar mi nombre por Sunny, y en la escuela comenzaron a llamarme así. Pero la gracia no me duró mucho porque no pude acostumbrarme a él, jamás respondí a ese nombre, así que opté por regresar con el que eligieron mis papás.  

Al tiempo mi abuela me regaló un perrito al que por supuesto bauticé Micky. Recuero que en ocasiones le decía “Cántame Micky”, y él me miraba como diciéndome “¡Estás loca!”. Otra anécdota surgió justo al año, cuando mi mamá me mandó a pintar la casa y el resultado no fue lo que ella esperaba. Resulta que en vez de pintarla uniformemente me dediqué a escribir “Luis Miguel” en todas las paredes de mi hogar… ¡Imagínense su reacción cuando descubrió mi travesura!

Fui una niña muy inquieta, pues siempre estaba inventando cosas. Un día nos fuimos de campamento con toda la familia a un lugar llamado Curacaví, y apenas vi el rio se me ocurrió lanzar botellas con un mensaje: “Luis Miguel, te amo”. Entonces cuando mis familiares se fueron a bañar, tomé todas las botellas de agua previstas para esos días y cumplí con mi objetivo. Sus caras de sorpresa, al no encontrar las botellas cuando las buscaron, no me las olvidaré jamás.

En otra ocasión, paseando con mis primas, les propuse lanzarnos del cerro con un cartón cual tabla de Snowboard. Pero la consigna no terminó ahí, sino que debíamos gritar lo más fuerte posible, mientras descendíamos en caída libre, “Te amo Luis Miguel”. A cambio de realizar esta travesía les ofrecí mi postre, y las golosas aceptaron sin ningún tipo de objeción. Lo malo de esta experiencia fue el gran golpe que me pegué cuando iba bajando a toda velocidad, al chocar de frente con una Zarzamora que se me cruzó en el camino. Quedé muy dolorida por unos cuántos días.

En el año 2005 ‘El Rey’ regresó a mi amado Chile, y por supuesto lo fui a ver al Estadio Nacional. En aquel entonces estaba en pareja y mi novio era extremadamente celoso, al grado de no dejarme escuchar la música de Luismi, y mucho menos podía aceptar que él fuera tan importante en mi vida. No tuve más remedio que idear un plan para poder escapar al concierto de ‘El Sol’: decidí romper momentáneamente mi compromiso. La truculenta idea consistió en inventar que tenía otra mujer, para lo cual necesité de una cómplice, una amiga que estuvo dispuesta a ayudarme. Ella le envió un mensaje a mi novio que decía: “Mi amor, te espero en el lugar de siempre. Tuya, Ana”. Todo estaba fríamente calculado, ella lo envió cuando le dije que él se estaba duchando, y haciéndome la desentendida le dije: “Amor, te llegó un mensaje”. Cuando terminó su ducha y salió monté mi obra de teatro y le hice un escándalo. Él trataba de explicarme que nada tenía que ver con esa persona, y yo me hice la ofendida y con un portazo  terminé la discusión. Así fue como pude llegar al concierto acompañada de mi cómplice amiga y la pasamos hermoso. Le gritamos cuanto lo queríamos y hasta entonamos con el público la famosa canción que nos identifica “Mijito rico”. Fue un sueño hecho realidad verlo allí con sus Mariachis, y toda locura valió la pena cuando pude apreciarlo portar un traje de charro. A veces  me pregunto… ¿Cómo es que Dios dejó caer este ángel del cielo?

En el año 2012 volvió al Festival de Viña del Mar, y hacia allá partí con unas amigas. Al llegar corrimos como locas perdidas gritando “¡Luis Miguel, Luis Miguel!”, nos sentimos nuevamente niñas, tan felices de verlo una vez más. Cuando salió al escenario nos derretimos por completo, estaba guapísimo y nos estremeció con su voz. A los minutos nos encontramos todas pidiendo a los gritos “¡Gaviota, gaviota!”. Una profunda emoción nos embargó cuando se le entregó la Gaviota de plata y de Oro, ante el pedido de un público que lo ovacionó de pie. Luego la sorpresa fue mayor, cuando se lo galardonó con una Gaviota de Platino especialmente creada para agasajarlo por 30 años de imponente carrera. Pero los premios no quedaron allí, pues la señora Alcaldesa le dio las Llaves de la ciudad de Viña del Mar. Me sentí muy afortunada de poder vivir ese momento junto a él.

La última vez que pude disfrutarlo fue en el año 2015, en el Movistar Arena de mi ciudad, Santiago de Chile. Vibré con cada una de sus canciones y así también lo vivieron mis amigas Loli, Yas, Paty y Mary, con quienes compartí aquel inolvidable concierto. Luis Miguel cantó como los dioses, como solo él sabe hacerlo.

Estas son algunas de mis vivencias y locuras hechas en nombre de esta pasión que siento por Luis Miguel, quien ha sido testigo de mis penas y alegrías. Pido a Dios por él cada día de mi vida, por su bienestar, ya que desde niña me ha hecho inmensamente feliz.

Sin dudas… “Si no existieras Luis Miguel, yo te inventaría” 

Jessica

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