“Sin hablar, nuestras miradas lo dirán”

Euge Cabral
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“Sin hablar, nuestras caricias se oirán”

Después de una jornada tan intensa como agotadora, en el que nos batimos a duelo con el tiempo y estuvimos a punto de perder la partida, decidimos que nuestro antepenúltimo día en México sería más tranquilo, y que nos manejaríamos en un radio cercano al hotel.

Como estábamos en pleno centro, a un par de cuadras del Zócalo, optamos por desayunar para luego ir de compras a pie, pues nos habíamos enemistado con el tráfico y necesitábamos tomar distancia por un rato.

Particularmente me sentí abstraída por la cantidad de joyerías existentes en la zona y, desde el preciso momento en que me adentré en este universo paralelo, me dejé tentar por algunas piezas de orfebrería. Entré en una especie de trance, donde perdí noción del tiempo y del espacio (literal)… ¡Qué dilema tener que elegir entre tantas obas de arte en miniatura! Fue una verdadera tortura tener que llevarme por la razón, cuando mis instintos me incitaban a comprar todo lo que tenía ante mis ojos. Luego de batallar con la cordura, a pesar de tener la tarjeta de crédito en mano, opté por la retirada (gran mérito el mío), convenciéndome de que pronto regresaría para acrecentar mi tesoro.

Almorzamos e inmediatamente comenzamos con los preparativos para nuestra cuarta noche de concierto (tercera en el Auditorio Nacional).

Para mí, esta nueva cita no era una más sino todo lo contrario. Cuando se concretó la posibilidad de cumplir mi sueño de disfrutar a Luis Miguel en México fui feliz, pero lo fui mucho más cuando me di cuenta que estaría junto a él, por primera vez, un 14 de febrero. Desde que tuve la certeza de que asistiría a ese concierto supe que no podía dejar pasar esa fecha sin celebrarla de una manera especial, así que me avoqué a pensar en diferentes alternativas. Concluí que las opciones más viables eran: llevarle un regalo o hacerle saber lo importante que era para mí estar ese día junto a él. Luego de mucho pensar elegí la segunda opción, pues llegué a la conclusión que las palabras directas al corazón son el mejor regalo; no en vano dicen que llegamos a este mundo sin nada material y nos vamos de la misma manera, llevándonos solo nuestra alma desnuda y los recuerdos.

Así fue que escogí una frase que pudiera resumir mis sentimientos hacia Luis Miguel, para mostrársela ese día en que se celebra al amor y la amistad. Es de público conocimiento que me une a Miky un sentimiento muy especial desde que tengo 8 años, y sentí que era la ocasión perfecta para demostrárselo.

Muy emocionada partí hacia el Coloso de Reforma con la ilusión de compartir esa velada con entrañables fans, y festejar la bendición de nuestra amistad.

Esta vez llegamos con mucho tiempo de anticipación, así que aproveché para conocer la Estela de Plata, premio que se le concedió a Luis Miguel el 28 de febrero de 2006 por romper el record de 30 presentaciones en una temporada con su tour “México en la Piel”, conciertos a los que asistieron 300.000 personas. Además visité la famosa placa conmemorativa situada en la explanada del recinto, otorgada a ‘El Sol de México’ en el año 2002, como así también tuve la dicha de contemplar la placa hecha en base a técnica de mosaico con esmalte, que se le entregó en el año 1993 por el record de 98.085 asistentes.

Al ingresar al Auditorio me topé con la periodista Jessica Sáenz, a quien conocí personalmente en Las Vegas en septiembre del año 2011, y con quien forjé una bonita amistad que se ha mantenido a través del tiempo. ¿Recuerdan la edición especial que publicó la revista ‘Quien’ dedicada a Luis Miguel por su cumpleaños número 40? Pues les presumo que aquel especial estuvo a cargo de mi amiga Jessica, fan de Miky desde siempre, y que por ende trabajó en aquella publicación con mucho cariño, dedicación y respeto, la que fue una bonita manera de celebrar sus cuarenta.

Apenas comenzó el concierto tomé en mis manos el cartel con el mensaje para Luis Miguel, y esperé el momento oportuno para mostrárselo. No recuerdo con precisión si fue en la tercera o cuarta canción, pero lo que sí me acuerdo es que temblaba como una hoja por timidez. ¡Siempre me pasa igual! voy decidida a hacer algo y al momento de actuar la situación me inhibe, pero cuando pienso que esa es mi única oportunidad de comunicarme con él, me armo de coraje y voy tras la concreción de mi anhelo. Respiré hondo, y elevé lo más alto que pude mi cartel que decía: “Happy Valentine’s Day, a quien me robó el corazón hace 33 años”. No hizo falta que lo sostuviera demasiado tiempo porque instantáneamente lo vio y leyó la frase… ¡Hubieran visto su carita! Jamás olvidaré su expresión, fue una mezcla de ternura, emoción y timidez ante mi declaración de amor.

Con el correr de los minutos fui testigo de la estrecha relación que mantiene con sus músicos, cuando se tomó el tiempo de mirarlos uno a uno para decirles y desearles a viva voz “Happy Valentine´s Day”, con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Ramón -su trompetista- fue el más afortunado, puesto que en un momento recibió este saludo acompañado de un fuerte abrazo de su jefecito.

Esa noche también me sentí privilegiada, ya que en tres oportunidades pude acariciar su mano. Debo admitir que el primer contacto lo busqué, pues lo tenía muy cerquita saludando a otras fans y me tenté, así que cautelosamente busqué rozar su mano. En la segunda oportunidad él se acercó y saludó a quienes estábamos en ese sector del escenario. Me sentí feliz, ¿Qué más podía pedir? Pero Luis Miguel me tenía reservado otro momento especial, pues creo que sabe muy bien lo importante que es para nosotros el contacto físico, el que nos permite interactuar y sentirlo más cercano. Sobre el final del concierto regresó a saludar a los fans y, a pesar de que estaba a unos cuantos pasos de mí, al verme estiró su mano buscando la mía -esquivando a muchas que lo querían tomar (fue muy evidente)- hasta que logró alcanzarme. Este último contacto fue muy especial porque pude sentir que apretó mi mano con mucha más fuerza de lo habitual, como queriéndome transmitir algo más, y a diferencia de las otras veces no me soltaba. Me conmovió hasta las lágrimas su gesto, porque aunque no podamos hablar con él como lo soñamos, sentimos que podemos comunicar valiéndonos de otro lenguaje, el de las miradas, las sonrisas y las caricias.

Aproveché para tomarme una fotografía con mi bandera de “Diario de una Fan”, la que seguramente se sintió orgullosa de que la porte en aquel emblemático lugar.

Salí del Auditorio caminando entre las nubes y a punto de embriagarme con su perfume impregnado en mi piel. ¿Alguna vez se pusieron a pensar que ese exquisito aroma del que nos adueñamos viaja de piel a piel? Pues yo sí, y cuando soy consciente de ello se me estremece el alma.

En esta reunión pude conocer a Gabriel -él tiene la distribución del vino ‘Único, Luis Miguel’ en México-, y fue una sorpresa para mí que se integrara a la cena, ya que además es tremendo fan.

Los momentos compartidos en esta velada fueron inolvidables, tanto así que no creo tener la dicha de vivir algo similar en el futuro, pero como soy muy optimista y soñadora, no perderé las esperanzas de repetir esta experiencia en el corto plazo.

Aunque la melancolía comenzaba a hacer estragos en mi persona, porque todo lo que empieza tiene un final y me negaba a aceptarlo, estaba dispuesta a disfrutar al máximo mi último concierto y así fue. Les cuento todo en mi próxima columna.

Euge Cabral

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