Inyectando amor en venas se levanta el corazón
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Muchas veces hay situaciones o personas que no sólo me devuelven a la realidad sino que de ellas saco una gran enseñanza de vida. Esto pude experimentarlo con la historia que les quiero compartir hoy.
Cuántas veces nos encerramos en nuestro mundo, sin mirar más allá de nuestras narices, y nos quejamos de cuanto obstáculo se nos presenta en el sendero de esta vida por el que nos toca transitar. Daría la sensación de que siempre nos falta algo para ser feliz ¿no? Aunque cueste, con la mentalidad que tenemos en esta civilización moderna, tenemos que entender que nuestra felicidad no está en las personas que nos rodean – aunque claramente contribuyen- ni en las cosas materiales que atesoramos o anhelamos sino que está al alcance de nuestra mano, en nosotros mismos, en nuestro interior. Debemos aprender a ser felices con las pequeñas cosas cotidianas que surgen diariamente, aunque hoy por hoy el mundo se empeñe en enceguecernos al sumergirnos en una vorágine de situaciones –problemas, obligaciones como responsabilidades- tenemos que ser capaces de encontrar ese momento de felicidad que nos devuelva la sonrisa en nuestro rostro y esa sensación de bienestar. ¿No les pasa que si iniciamos el día pensando en Luis Miguel, escuchándolo, ya lo comenzamos de manera diferente? o que si no hemos encontrado durante la jornada ese pequeño motivo que nos permita sentirnos dichosos ó, muy por el contrario, si las vicisitudes que se nos presentaron fueron adversas, pues con más razón acudir al Rey es garantía de felicidad.
Florencia es digna de mi admiración doblemente. En primera instancia porque es fan del mejor cantante del mundo y segundo, porque a pesar de sus dificultades, no se ha privado de ir tras sus pasos. Ella es un claro ejemplo de vida, es uno de esos seres especiales que Dios envía a la tierra para no sólo amarlos sino para aprender de ellos, de su fortaleza, de la pureza que prevalece en su corazón y de sus ganas de ganar la batalla a ese obstáculo que la vida les interpuso en su camino, de la que sin ningún lugar a dudas saldrán victoriosos.
Los dejo en su compañía:
Mi nombre es Florencia Forte, tengo 29 años y vivo en la ciudad de Quilmes, Argentina. En la foto
que aquí se incluye estoy con mis hermanas Faby y July. Luis Miguel llega a mi vida por medio de ellas, quienes tienen 42 y 39 años.
Entre el año 1994 y 1995 comencé a seguir los pasos de El Sol de México más de cerca, lo que me incentivó a ir a la puerta del hotel donde se estaba hospedando, y para mi sorpresa se acercó al balcón –déjenme decirles que estaba hecho un bombón. Al asomarse, desde allí, pudo divisarme y me señaló -eso que yo estaba dentro de una camioneta blanca, ya que es un vehículo apto para trasladarme, muy similar a las que él usaba en ese entonces para moverse de un lado a otro. Imagínense lo que sentí, en ese momento me acompañaban mi mamá, mi hermana y una amiga, ya que sufro de una discapacidad y no sólo necesito una movilidad como la que les describí anteriormente sino que también alguien a mi lado. Pero eso no fue todo, al ratito se acercó un muchacho y nos dijo que volviéramos al otro día, que iba a hacer todo lo posible para que conociera a Luis Miguel. Me hizo ilusionar mucho, así que regresé al día siguiente pero no pasó nada, esa persona jamás vino a mi encuentro -quizás jugó conmigo desde un principio. Pero fue algo que no me afectó, ya que atesoraba muy a mis adentros ese saludo especial desde el balcón que jamás olvidaré.
En 1996, si mi memoria no me falla, asistí a mi primer recital en el estadio Vélez Sarsfield, al que fui con dos amigas y mi hermana. Fue una experiencia muy especial, ya que por mi enfermedad no puedo golpearme y tuve que estar en la zona VIP, aunque si por ellos hubiera sido me hubieran trasladado a la carpa sanitaria -recuerdo que mientras decidían dónde situarme me pasaban de un lado al otro de las vallas. Les cuento que terminé arriba de las sillas plásticas sujetada por mis amigas y mi hermana, y disfruté muchísimo del show, de esa voz incomparable que te eriza la piel. Indiscutiblemente él es un señor en el escenario y su manera de interpretar te deja sin palabras.
Después del show pudimos ingresar a los camarines -subimos las cuatro por el ascensor-, fue gracioso, estaban todos los músicos, quienes nos ofrecieron algo para tomar como si nos conocieran desde siempre. Víctor Loyo me regaló sus palillos y esto se ha convertido en una tradición, cada vez que me ve, me los regala. Desde entonces y hasta el día de la fecha no he faltado a ningún recital.
Un año fui al sector campo -el resto de los shows siempre asistí al campo VIP-, de esto hace unos años, y jamás me lo olvidaré de esa noche ya que el cielo se vino literalmente abajo con tanta lluvia que cayó. Gracias a mi hermana no me mojé porque me puso una bolsa plástica grande encima, aunque ella pobrecita sí se empapó. Por suerte ella pudo cambiarse porque los músicos muy amablemente se apiadaron de nosotras y nos regalaron remeras. Si hubieran visto como sufría mi mamá pobrecita, tenía tanto miedo de que me pasara algo, recuerdo que yo le decía que si algo malo fuera a sucederme, se quedara tranquila porque estaba en el mejor lugar, ¡Ahí era feliz!
Después de esto tocó en Quilmes, año que coincidió también con mi ingreso a un Fan Club y con la
entrega de un premio a Luis Miguel en un hotel muy importante. No me olvido de que fui muy bella, hasta me animé a ponerme tacos (tacones), pero parece que esto no fue suficiente para los señores de seguridad del lugar, pues los dulces me cerraron la puerta, ni una hendija me dejaron para ver. Era curioso porque el de afuera me la abría un poquito y el de adentro me la cerraba. No supieron comprender que sólo quería verlo, que no era alguien que significaba una amenaza para Luis Miguel, pues era imposible que le hiciera algo con mi contextura física, ya que tampoco puedo correr.
Desde esa vuelta guardo una carta que le hice y que espero algún día poder renovarla y entregársela.
Un año fui dos veces, ya que me regalaron la entrada, y falté al turno de un médico importante. Imagínense la situación, mi papá casi me mata, pero tiene que entender que Luismi es la mejor medicina para cualquier enfermedad.
Dicen que… “Inyectando amor en vena se levanta el corazón”, creo que no hay otra frase que describa lo que él logra con su voz y su presencia -para constatarlo sólo hay que dejar sentir al corazón.
Florencia Forte
No puedo dejar de expresar, luego de leer el final de la historia de Florencia, que lamentablemente la situación que vivió suele ser bastante cotidiana. Muchas personas cierran puertas, no abren su corazón, no se ponen en el lugar del otro y evidentemente los discapacitados son ellos, sí, a pesar de que puedan no tener impedimentos físicos, motrices o neurológicos, la discapacidad la tienen en el corazón y por ende en sus sentimientos. Conociendo a Luis Miguel sé, que si hubiera sabido que ella estaba afuera esperando por ingresar, la hubiera mandado a buscar con todos los honores –prueba de ello es la manera en que se desvive en cada concierto por saludar y colmar de detalles, en especial, a personas con capacidades diferentes.
No dejo de observar todo el tiempo, y este relato lo demuestra, que estas personitas especiales dedican toda su voluntad y empeño a adaptarse a este mundo, que tantas veces no repara en el prójimo, y muchos de nosotros en algunas oportunidades no les allanamos el camino. Debemos aprender de ellos, de la manera tan admirable que tienen de enfrentar la vida, y lograr que esas diferencias que podamos sentir (tanto ellos hacia nosotros y viceversa) desaparezcan. Propongámonos cumplir esa meta, por ellos y por nosotros mismos. No permitamos jamás que pase de moda el ser buenas personas, de buenos sentimientos, y con capacidades para amar y ayudar al prójimo.
Euge Cabral