El ángel de la guarda de Luis Miguel tiene nombre y apellido: Silvia Cristobal

Maria Eugenia Cabral
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28 de Agosto de 2012

Me llena de gozo, martes tras martes, ver que cada uno de los fans va plasmando en este diario su historia, sus vivencias, su sentir, respecto a esta pasión que nos une: Luis Miguel Gallego Basteri. Pensando en los fans de hueso colorado, esos que por diferentes cualidades se destacan del resto (cabe aclarar que no quiero decir con esto que sean más fans), se torna imposible no citar a Silvia Cristóbal, quien merece ser la protagonista de esta columna.

A esta asturiana la conocí a mediados del año 2005, en un hermoso foro, donde nos reuníamos a diario fans de diferentes partes del mundo. Era un lugar muy acogedor donde estábamos todos en la misma sintonía, hermanados por el inmenso cariño hacia Luis Miguel y nuestra única prioridad era hablar positivamente de su carrera, cosa que tristemente no sucede hoy en el foro de una famosa cadena de televisión en el que participamos. Sentíamos ese sitio como nuestro segundo hogar, no por nada se llamaba “La casa de Luis Miguel”. Allí conocí a muchos fans con los cuales he forjado una linda amistad a través de los años.

Silvia era muy especial, siempre alegre, amistosa, simpática, nos hacía reír mucho con sus ocurrencias y amaba con locura a Luis Miguel. Tuve la oportunidad de hablar muchas veces con ella por teléfono, es que era sumamente particular y no me conformaba con leerla, sino que sentía esa necesidad de oír su voz, de recurrir a algo que me permitiera poder tener un contacto más cercano. 

La conocí luchando con su enfermedad, y sinceramente tenía el presentimiento de que saldría una vez más airosa de esa situación.

No saben cómo se hacía querer! era encantadora. Muchas veces me comunicaba con ella para darle ánimo y la que terminaba brindándome una lección de vida era ella.  Su fortaleza era de otro mundo!

No me olvidaré jamás de nuestras largas charlas al teléfono dónde me contaba sus anécdotas, sus Mikyaventuras.

Era muy osada, pero todo lo hacía valiéndose de su inocencia, característica que la impulsó a tocarle las pompis a Luis Miguel, ¿pueden creerlo? Ella misma me lo contó y hay testigos del hecho. Me quedé sin aliento al escucharla e inevitablemente le pregunté: “¿Qué hizo Luis Miguel al respecto?”, a lo que ella respondió: “Él se volteó, me miró sonriendo y me dijo: gracias mi reina”. Sólo pude suspirar y exclamar muy a mis adentros “Es mi ídola”.

Recuerdo también que me contó que junto a un par de amigas habían visto a Luis Miguel sólo con una toalla en su cintura. Imagínense mi cara de estupor cuando me lo relató, mientras ella repetía esas palabras mi mente recreaba las mil y una situaciones con las que pudiera coincidir esa escena, en la que Miky sólo portara este pequeño atuendo. Creo que la apabullé con tantas preguntas “¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo?”, hasta que por fin me develó mis incógnitas. Ella y sus amigas se habían inmiscuido en el hotel donde se estaba hospedando Luis Miguel, y tuvieron la osadía de andar por los pasillos, hasta llegar a un espacio que era un gimnasio/spa, y cuando alguien dejó la puerta entreabierta pudieron divisar a Miky en su interior, vistiendo sensualmente sólo una toalla.

Les cuento algo curioso, Silvia era la niña mimada de Big Daddy ¿se acuerdan de él?, un famoso guardaespaldas que trabajó para Luis Miguel por muchos años. Ella le llegó a regalar un diccionario inglés/español, con el objeto de que aprendiera un poquito su idioma, cosa que Big Daddy hizo al pie de la letra por el gran cariño que sentía por ella.

Tengo infinitos recuerdos referidos a su hermosa persona, como aquel día en que la llamé y no cabía de felicidad porque su adorado Alonso había ganado el gran premio de fórmula uno en Mónaco.

Creí que el año 2006 cumpliría mi sueño de conocerla en un viaje que hice a Holanda, ya que me detuve de camino en Madrid por dos días, pero lamentablemente, por más empeño que le puse a poder viajar hasta Asturias, no me fue posible llegar por la distancia y el tiempo que disponía para ello. Con todo el dolor en el alma, no me quedó otra alternativa más que llamarla y saludarla desde el aeropuerto, ya no la sentí bien, estaba bastante delicada de salud.

Silvia, así como a mí, le robó el corazón a muchas personas y jamás podremos olvidarla. María José y Martha fueron personas muy cercanas a ella, por ello es que hoy las he invitado para que juntas le realicemos un merecido homenaje.

 Los invito a leer a Marthita, quien compartió momentos inolvidables con esta gran fan y por ende tiene muchas cosas que contarnos:

Cuando hablamos de fans de Luis Miguel, nunca podremos olvidar a Silvia.

Recuerdo muy bien que la conocí, como a muchas, a través de “La Casa de Luis Miguel” y después, ya de manera más formal, en “Viva el Rey”, en donde escribíamos novelas y vivíamos a diario una estrecha comunicación.

En esta página estuvimos muy unidas por trabajar juntas como representantes de nuestros respectivos países, junto con Lucy Gómez Sanchez.

La conocí cuando vino por primera vez a México, ya había habido un viaje frustrado, una gira atrás,  cuando a su esposo lo agarró un  toro, casi en vísperas de que ella viniera, por lo que sólo llegaron María. José y Eva María. Fue en “México en la Piel”, año 2006,  cuando por fin llegó a mi país. ¡Cómo la pasamos de bien! con Silvia era imposible dejar de reír, su humor y ánimo por la vida, siempre serán mi ejemplo. Ella estaba librando una batalla contra el cáncer, se le había caído el cabello a causa de las radiaciones, pero lucía muy bien con sus pañoletas y a pesar de que tenía que tomar medicamentos y se le había recomendado reposo, era incansable; me acuerdo que sólo dejó la subida a las pirámides de todo lo que hacíamos.

La sentíamos gozar tanto, que hasta olvidábamos que estuviera enferma. Luis Miguel la motivaba de  manera que era como la luz para ella. Salía de los conciertos enajenada y siempre llena de anécdotas.

Cómo olvidar lo del abanico, ella lo usaba porque sentía calor, pero se le ocurrió ofrecérselo a Luis Miguel, quien muy divertido jugó con él, hasta se abanicó el trasero y cuando ya se lo iba a entregar a Big Daddy, Silvia lo reclamó con gracia, haciendo reír a Miky.

También fue muy cómico, que como niña buena, llevaba escritas las canciones que marcaban relatos de México y sacaba su hoja para seguir a Miky textualmente, cosa en la que él reparó y la vio con ternura y encantado por el detalle.

Ella sabía que su mal era muy fuerte pero tenía fe absoluta en que podría vencerlo, al grado que me hizo el juramento que si salía de ello haríamos juntas una gira completita.

Dios decidió otra cosa, quizás necesitaba a un ángel bondadoso y lleno de sentido del humor a su lado, nunca podremos entender la ida de un ser joven que deja hijos pequeños y que trunca mil ilusiones, pero así son sus designios.

Silvia estaba muy mal, la habían vuelto a operar y por desgracia no eran buenas noticias, por el contrario, aunque a ella no se le dijo nada y seguía con su optimismo y dando ánimos a los demás.

María José, Eva, mi gran amiga de aquí de México, y yo fuimos a Las Vegas y ella estaba muy pendiente de todo lo que pasaba, ya no se levantaba pero quería saberlo todo y por eso Eva, desde su celular, le dejó escuchar el concierto completo, con todo y comentarios. Ese detallazo de Eva costó una fortuna, pero ella feliz de haberlo hecho por alguien tan valioso como Silvia. Con Eva, María José y Silvia teníamos unas conversaciones deliciosas, como Eva dice, esas cosas no tienen precio, Dios la guarde.

Silvia vivía muy cerca de dónde es mi marido y por eso tuve la suerte, al ir por aquellos rumbos asturianos, de reunirme con ella en un par de ocasiones, donde conocí a sus lindos hijos y pasamos tardes preciosas en aquellos parajes.

Cuando Luis Miguel estuvo en España para sus conciertos, ya Silvia no estuvo en presencia física, no saben lo que ella lo esperaba con ansias, pero en la carrera contra la muerte perdió la partida, aunque estoy segura de que un espíritu tan grande  ha de seguir gozando en el más allá.

Siempre lo digo y lo repito, de pocas personas he aprendido tanto como de ella, nunca te olvidaremos, Silvia, eres de las personas que dejó hondas huellas y siempre estarás con nosotras.

Martha Codó.

Los dejo en compañía de María José, una de las mejores amigas de Silvia:

Cuando Euge me dijo que pensaba dedicar una de sus columnas a Silvia y me ofreció la posibilidad de colaborar en ella, no me lo pensé y me puse a la tarea. Le debo mucho a este “Diario” por los buenos ratos que cada semana me regala con sus historias en primera persona, y no veo mejor forma de corresponder que aportando un poquito en nombre de una fan, una mujer muy especial que ya no puede hablar por sí misma.

Sin embargo, no se hacen idea de lo difícil que me está resultando ahora enfrentarme al blanco inmaculado de esta pantalla que tengo que rellenar. Lo cierto es que no sé cómo iniciar este relato. Los recuerdos, las imágenes…, los sentimientos se agolpan en mi cabeza y es difícil expresarlos en palabras y más aún conseguir que ellas reflejen aunque sea mínimamente la esencia de quién era Silvia Cristóbal. Por eso les pido que sepan perdonar mis licencias y mis rodeos, ó desvaríos, porque también pueden entenderse como tales las ramificaciones que la palabra expresada puede merendarse.

Como lo normal es empezar por el principio, creo que iniciaré el relato contando cómo conocí a Silvia. Fue en un conocido foro de Internet, punto de reunión de fans de Luis Miguel. En ese lugar pasé mucho tiempo como mera observadora porque, en aquel entonces, esto de interactuar con gente desconocida era algo impensable para mí. Pero en ese foro Silvia destacaba por su simpatía, su coherencia y su saber estar, y un día comentó que estaba preparándose para viajar a México a ver a Luis Miguel cantar en el Auditorio. Casualmente tenía esa misma intención desde tiempo atrás, aunque no me decidía a viajar sola a esa enorme ciudad, así que sin pensarlo le escribí un mensaje privado preguntando si podía ir con ella. No sé qué me sorprendió más, si rendirme al impulso de enviarle esa petición o su inmediata respuesta diciendo que sí.

Recuerdo que me llamó al teléfono de contacto que le dejé y en menos de un minuto de conversación supe que ella era tal cual aparentaba, que ese angelito travieso que la representaba como avatar en el foro no podía reflejar más claramente su personalidad real.

Planeamos ese viaje ilusionadas y, entre correos electrónicos y conversaciones telefónicas de duración maratoniana, fuimos conociéndonos. Hablábamos de lo divino y de lo humano, de nuestras familias, nuestros trabajos, nuestros sueños… y todo con el trasfondo mágico de planear nuestro primer viaje a México, nuestra primera visita al Auditorio y la primera vez que veríamos a Luis Miguel en su propio país. Sólo un fan de Luis Miguel sabe lo que eso significa, ¿verdad?

Todo iba bien, demasiado bien para ser cierto. La mala suerte, ese negro azar que parecía perseguirla, hizo acto de presencia: un día antes del viaje, su marido sufrió un grave accidente y Silvia tuvo que quedarse para cuidarlo. Corrían los primeros días del año 2004 y el sueño mexicano quedó en suspenso para Silvia.

Afortunadamente, la vida le brindó otra oportunidad para cumplirlo dos años después y en 2006, aunque tenía otro cáncer instalado en su cuerpo (ya he perdido la cuenta del número que había superado hasta entonces), esta vez ella no iba a renunciar a cumplir su sueño por nada del mundo, ni siquiera por la quimioterapia. Así que valiente como pocas, Silvia suspendió el tratamiento y viajamos a México. Y su sueño se cumplió, superando todas sus expectativas.

No voy a contarles ese viaje porque seguro que otras voces, también protagonistas de esa aventura y más avezadas en esto de escribir, pueden narrar mejor que yo las múltiples ‘Mikyaventuras’ que vivimos por allá.

También quiero contarles que en otra ocasión, en Madrid hacia finales de Septiembre de 2004 y con fiebre incluida, Silvia soportó esperas y el frío de la madrugada por ver a Luis Miguel a la entrada de un hotel. Era increíble cómo, a pesar de la enfermedad, era capaz de correr más rápida que ninguna para llegar a su encuentro.

Cómo olvidar, que en una de sus sanas locuras abrió una lista de correo como sitio de recreo LuisMiguelero. En ella consiguió reunir a una buena tropa de amigas, para hablar de nuestro ídolo y su entorno, pero también de nosotras, de nuestras inquietudes, nuestros sueños. Allí hablábamos de todo; era en verdad un club de amigos; pequeño, pero increíblemente unido y transparente. Ese rinconcito de comunicación la hizo realmente feliz y les aseguro que era una felicidad compartida.

En ese grupo nos caíamos de risa cuando Silvia transcribía los innumerables sueños, completamente surrealistas, que tenía por causa de la medicación. Sueños en los que los protagonistas no podían ser otros que Luis Miguel y por supuesto su asistente (aunque esa es otra historia que por ahora no voy a contarles). También escribía novelas y nos incitaba a materializar nuestra vena literaria dejando salir nuestro lado infantil para seguirla en sus pasos y fantasear creando historias con nuestro ídolo y compañía. Madre mía, la de aventuras de romance y hasta de espías que llegamos a inventar entre todas, era muy divertido. Con ella todo era divertido!

Por supuesto, también hablábamos del día a día de su enfermedad: cuando mejoraba todas lo celebrábamos y cuando empeoraba, aunque parezca increíble, ella nos daba una lección de vida, tiraba de nosotras sin dejar de hilvanar sueños y planes de futuro, exhortándonos a mirar el mañana siempre bajo la luz de la esperanza.

¡Dije que no les iba a contar todo eso! Caray, yo quiero que la conozcan a ella, que todos los que no tuvieron la fortuna de cruzarse en su camino sepan quién era Silvia, y que entiendan porqué fue una bendición para todos a su alrededor. Pero ¿cómo describirla, cómo darla a conocer? No se me ocurre una presentación digna de ella y que no fracase en el intento de hacerle justicia. Y es que las simples palabras parecen frívolas y es difícil materializar hechos cuando todo de lo que dispones es una página en blanco; por más que intentes cubrirla con letras, todo suena a hueco.

¿Quién era Silvia? Silvia era amor, era generosidad, era fuerza. Sí, era toda una lección de humanidad y de vida, aunque la suya fue muy corta. Fue una madre amorosa, una hija atenta, una amiga incondicional y una profesional de éxito que vio truncada su vida por culpa del cáncer. Pero a pesar de su enfermedad, Silvia era una luchadora que regalaba a todos su alegría y contagiaba esperanza. 

Recuerdo que en sus peores momentos, ella siempre decía que la ayudaba hablar conmigo, que yo la tranquilizaba y le daba mucha paz… Nunca le dije que en realidad era ella quien me ayudaba a mí.

Porque Silvia era más que mi amiga, era mi madre, mi hermana, mi hija…

La última vez que la vi la dejé acostadita, la arropé en su cama como si fuera una niña pequeña, se veía tan frágil. Antes de dormirse me dijo: “despiértame para darte un abrazo antes de irte” y yo le dije que de ninguna manera, que mi tren salía muy temprano y ella debía descansar, entonces respondió: “te quiero mucho, Mari” y yo apagué la luz de su cuarto diciéndole “yo a ti más”.

Pocos días después se fue, con treinta y ocho años. Era el cinco de Marzo de 2007. Dejó dos niños pequeños que la necesitaban más que nunca, una madre y un padre desconsolados que, aún pasado el tiempo, no superan su pérdida, unos hermanos que la extrañan a diario y decenas de amigos que siempre la recordarán con añoranza.

Pero no crean que se fue sin luchar porque no dejó de hacerlo, hasta el final. Sin embargo este último cáncer ganó la partida y se la llevó sin darle la oportunidad de materializar sus últimos planes: acompañar a nuestro ídolo en su anunciada gira para Abril de ese mismo año. 

Recuerdo ese concierto en Granada, ese que Silvia aguardaba impaciente contando los días… Ella ya no estaba pero creo que todas las que nos reunimos allí, sentimos su presencia y casi podíamos verla entre nosotras, aplaudiendo desde su silla de ruedas todas y cada una de las interpretaciones de Luis Miguel.

Hay un dicho que reza que “la gente grande no es la que más espacio ocupa, sino la que más vacío deja cuando se va”. Por el hueco que dejó ‘aquí dentro’ puedo asegurarles que Silvia no era grande, era inmensa.

María José

 Mi querida María José no pudo describir mejor a Silvia, realmente sus palabras transmiten lo que ella fue y lo que significó para todos aquellos que la conocimos.

Silvia…vivirás eternamente en nuestros corazones. Gracias por haber sido parte importante de nuestras vidas. Desde dónde quieras que estés cuida y protege siempre a nuestro Miky.

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