Mi primera cita en Las Vegas

Maria Eugenia Cabral
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25 de octubre de 2011                                                              

La víspera del primer día, de la serie de cuatro conciertos de Luis Miguel en el Caesars Palace, fue de lo más emocionante para mí. Me costó conciliar el sueño pese a que estaba muy cansada, producto de mi papel de turista en la ciudad. 

Mucho tiempo leí y escuche muchas anécdotas de fans que han tenido la oportunidad de vivir los conciertos en este magnífico lugar y el pensar, que estaba a sólo unas pocas horas de concretar uno de mis sueños, me colmaba de ansiedad. Siempre han sido tan cargados de emoción esos relatos que, inevitablemente, he deseado con todas mis fuerzas algún día ser la protagonista de uno de ellos. Esa noche, más que nunca, fue imposible dejar de recrear en mis pensamientos el momento de ingresar al Colosseum, mientras esperaba que Morfeo por fin decidiera venir a recogerme en sus brazos. 

Luego de unas pocas horas de descanso, este nuevo y especial día se hacía presente con un radiante y esplendoroso sol. Durante la jornada brilló con todas sus fuerzas en el firmamento, como si supiera que esa noche alguien iba a opacar su grandeza.

Comenzamos la mañana con un rico desayuno, para luego dirigimos al hotel. Al llegar, en uno de sus halls, una sorpresa aguardaba por nosotras: nuestra amiga Isadora Espinoza (mexicana que vive en California). Tengo el gusto de conocerla hace ya algunos años, pero al vivir a tantos kilómetros de distancia, la única posibilidad de contacto que habíamos tenido hasta el momento era a través de Internet. 

Creo que todo mundo la conoce ya que conduce estupendamente un programa de radio que se emite por la web, dedicado exclusivamente a Luis Miguel y a su público. Tras intentar que mi razón asimilara lo que mis ojos le transmitían (el tenerla en vivo y en directo), Isa nos llevó a reunirnos con las otras fans (las que habíamos tratado de localizar días atrás sin resultados positivos).

Esos días de tour se viven intensamente, no sólo por las cosas que el propio Luis Miguel te hace

experimentar, sino por lo que se comparte con los fans. Son días donde las sensaciones están a flor de piel, donde todo se basa en disfrutar al máximo cada minuto compartiendo charlas, anécdotas, vivencias y por sobre todas las cosas, nuestra pasión, admiración y amor por este ser que nos une en fraterna amistad.

Nos fuimos al área de la piscina y allí nos encontramos a mis queridos amigos: Lizbeth Chávez y a su encantador esposo de México, Paz Peinado de España y Carolina Ávila Riquelme de Chile residente en Las Vegas. ¡Uf! mi corazón no lograba alcanzar un nivel de pulsaciones normal con tantas situaciones fuertes vividas. Conversamos sólo un ratito, prometiéndonos continuar la charla luego de nuestra gran cita por la noche.

Regresamos a nuestro hotel y nos preparamos para la tan ansiada velada de gala. Con mis amigas tenemos por costumbre asistir unas horas antes, puesto que una de las cosas más lindas en la vida de un fan, es la previa al concierto.

Esa tarde otro momento inolvidable me estaba esperando, el cual se quedó grabado en mi alma y en mi memoria para siempre. Tuve la inmensa alegría de conocer a los presidentes de este medio que tanto quiero y admiro, del que estoy orgullosa de formar parte de su inmejorable equipo de trabajo. Fue un enorme placer conversar con ellos personalmente. Como podrán advertir, soy de las personas que disfruta del contacto con el otro, del poder mirarlo a los ojos, escuchar el tono de su voz, algo que quizás hoy por hoy se está perdiendo bastante con la tecnología. 

Me traje una imagen muy linda respecto a la manera en que disfrutan de los shows.

Alrededor de las 20:30 hs. decidimos ingresar al Colosseum. A cada paso que realizaba intentaba no perderme detalle. Había fantaseado tanto con este momento, que deseaba que todo ocurriera como en cámara lenta.

Al dejar atrás el pasillo y atravesar la puerta de ingreso, mis latidos se aceleraron repercutiendo en un fuerte temblor de pies a cabeza. ¡Qué cálido y elegante es ese lugar! 

A medida que bajaba las escaleras y me acercaba a mi butaca, mi mente repetía la misma frase: “No es un sueño, es real, estoy en el Colosseum del Caesars Palace a punto de ver a Luis Miguel”. 

Cuando nos sentamos y observamos los escasos metros que nos separaban del escenario (el cual tenía un metro de alto y ninguna valla) nos abrazamos con Ana y Vivi y le agradecimos a Dios el permitirnos estar allí.

Antes de que comenzara el concierto le pedimos a nuestra amiga Carolina (una gran anfitriona por cierto) que nos ayudara con el idioma, y que le transmitiera un mensaje de nuestra parte a uno de los guardias que estaba en nuestro sector. Queríamos acercarnos a saludar a Luis Miguel en algún momento oportuno del concierto, y lo queríamos hacer con los permisos correspondientes. Ella amablemente le comunicó al señor de seguridad que habíamos venido desde Argentina (ahí fue cuando orgullosamente le mostramos nuestra bandera) y que requeríamos de su autorización para movernos de nuestros lugares cuando consideráramos la ocasión apropiada. Fuimos felices y se lo demostramos con reverencias (ante nuestra imposibilidad de comunicación verbal) cuando recibimos la noticia de que contábamos con su consentimiento.

Cuando comenzó la intro de “Te propongo”, y vi aparecer a Luis Miguel en el escenario, fue como estar en el paraíso mismo. 

Miky es una persona completamente diferente en ese sitio. No sé si es fruto del tamaño del lugar o de la especial celebración que se lleva a cabo por la Independencia de México, pero lo que sí me queda claro es que siente ese espacio como suyo. Sólo los que han tenido la dicha de estar ahí saben de lo que hablo. Por eso es que recomiendo a los fans que hagan todo lo que esté a su alcance para poder asistir a estos conciertos.

En su saludo de bienvenida lo percibí especialmente feliz. Agradeció el poder disfrutar, compartir y celebrar lo hermoso que es México, y a su público, el hacer posible las bellas temporadas en Las Vegas. Nos invitó a enaltecer la belleza de su país, la música, la cultura y todas las cosas bonitas que lo caracterizan, finalizando estas palabras con un fuerte y sentido grito de “Viva México”. 

Luego continuó con la siguiente frase: “¿Tienen ganas de cantar? ¿Tienen ganar de bailar? ¿Y de que más tienen ganas?”, seguido de una pausa para que el público responda. Quiero detenerme particularmente en esta última pregunta y dirigirme a mis lectoras (sepan disculparme mis lectores masculinos, es sólo un momentito) para formularles la siguiente consulta: ¿No creen que Miky nos está provocando?  

Me fascina observarlo cómo se queda esperando nuestra respuesta, escuchando atentamente lo que le gritamos. Mueve los ojitos, los cierra un poquito, frunce el ceño (yo me derrito), para luego con una mirada y sonrisa pícara a veces aclarar: “no, en serio”.

¿Se imaginan si nos animáramos a gritarle lo que todas tenemos en mente en ese preciso instante? de seguro conseguiríamos sonrojarlo. En mi caso, respetuosamente, sólo atiné a gritarle: ¿te hago la lista? Ja ja. 

Esa noche interpretó cada una de las canciones con un alto nivel de emotividad y se dejó llevar por

sus sensaciones, logrando de esta manera transportarnos a un ambiente intimista.

Luis Miguel tiene esa manera única de transmitirte cada una de las historias que le dan vida a cada canción. Sólo se vale de su voz y de su interpretación para hacerte viajar por un sinfín de emociones. 

No hay frase mejor que describa a la perfección lo que sentimos: “Su voz nos acaricia el alma” (palabras que debería patentar mi amiga Anita).

Jamás pensé que se pudiera sentir una caricia sin el roce de la piel, pero Miky me demostró estar equivocada y es justamente esta caricia, una de las que más disfruto en mi vida. 

¿Qué fuerte no? Me pregunto si él se imaginará que con su voz puede sanar tantos corazones heridos y brindarle dicha, cariño y felicidad a otros tantos. 

Algo que me llamó poderosamente la atención en Vegas es el contacto que tiene con su público. No deja a ninguna persona sin saludar, ya sea de mano, con un beso o con algún gesto de cortesía. Es más, es tan caballero, que hubo una joven que esa noche se acercó cuatro veces para intentar que tomara su mano, y él corrió a complacerla en las cuatro oportunidades.

Cuando llegó la hora en que se acercó a saludar, nosotras miramos al guardia como diciéndole “allá vamos” y sin dudarlo corrimos a su encuentro. 

Continuará…

Euge Cabral

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