Las locuras más divinas (Parte III)

Maria Eugenia Cabral
Últimas entradas de Maria Eugenia Cabral (ver todo)

27 de junio de 2011

Qué dolor de cabeza nos ocasionaron esas entradas que por error llegaron a nuestras manos. Éramos dueñas absolutas de boletos dobles. Me pregunto: ¿el sistema nos quiso transmitir un mensaje subliminal respecto a nuestra figura? ¿Debíamos ocupar dos lugares? Venderlas fue una tarea más que complicada y difícil, no porque faltaran candidatos (Luis Miguel llena estadios y las primeras filas son las más codiciadas) sino que el problema se suscitaba por la distancia en la que nos encontrábamos, con un agravante: la desconfianza que generaba la situación como consecuencia del accionar de gente mal intencionada que falsifica boletos.

Una vez más puedo proclamar que Dios estuvo de nuestro lado. A tan sólo dos días del concierto en Rosario, pasamos por dicha ciudad ya que era el tránsito obligatorio en nuestro viaje desde Buenos Aires hacia el show de Córdoba, lo que nos permitió contactar a personas que estaban interesadas y de ese modo recuperar el dinero de los tickets. No todo finalizó ahí, Rosario aún sería protagonista de una situación angustiante, que de materializarse, me hubiera partido en pedazos el corazón.

La mañana del día del concierto nuestro balance reflejaba en nuestro haber: pocas horas de sueño, muchos kilómetros recorridos, mil emociones vividas por doquier, adrenalina las 24 hs. del día, momentos de felicidad plena… En fin, todo esto iba a conspirar para un susto más.

En los meses pasados, habíamos comprado muchas entradas, imagínense que asistimos a 5 conciertos en total. El tesoro estaba dividido: algunos tickets los conservaba Anita en Buenos Aires y los demás nosotras acá en Córdoba. Cada una custodiaba varios boletos y si hacía falta se lo hacía con la vida misma.

Ese día 3 de diciembre, luego de  asistir la noche previa a un sublime show en Córdoba, nos dispusimos a preparar nuestro equipaje con destino al concierto despedida en Rosario. Atiné a preguntar en repetidas oportunidades si cada una tenía en su poder su entrada y contemplando que las respuestas habían sido afirmativas decidimos tomar la autopista hacia la gran ciudad; nos esperaban 400 kilómetros y contábamos con escaso tiempo. En este viaje nos acompañaban dos personas más, mi hermana y otra amiga, así que íbamos más que divertidas cantando, bailando, pasándola de lo mejor. Cuando habíamos recorrido unos 25 kilómetros, la frase de Anita cortó mi respiración: “Euge, permitime mi entrada, porque deberé buscar en los alrededores del estadio a mi amiga del sur y no quiero demorarlas”. Me quedé pálida con semejante comentario y casi balbuceando, producto de los nervios. Respondí: “¿Que te de qué? ¿No era que tenías tu entrada?”  Anita no podía entrar en su asombro y al responder que no era así, raudamente decidimos regresar a buscarla en la maleta que habíamos llevado a Buenos Aires. ¡Qué pesadilla! Qué mal me sentí, debíamos volver cuando el reloj era nuestro peor enemigo. Me invadió un sentimiento de culpa, fruto del mal momento que sin querer las estaba haciendo vivir a todas mis amigas. Claro que nada fue intencional, todo era producto de vivir días intensos, mi mente lo entendía pero mi corazón no. Luego de tener en nuestro poder la famosa entrada escurridiza, respiramos hondo y nos encomendamos a Dios nuevamente para llegar a tiempo. En todo el viaje no pude dejar de imaginar el momento terrible de llegar al estadio y que Anita me pidiera su boleto. ¿Se imaginan lo que hubiera acontecido de no repetir ella la bendita frase de encontrarse con su amiga? Vuelvo a representar en mi mente esa situación y me dan escalofríos. Escuchar el concierto despedida de Luis Miguel de mi país desde afuera, hubiera sido cual puñal en el alma sin anestesia.

El 2010 fue uno de los tours más grandiosos en mi existir, por todo lo acontecido con Luis Miguel y mis mejores amigas.

Una mañana de agosto me llega la noticia de que nuevamente visitaría el Superdomo Orfeo. Me invadieron sentimientos encontrados: pensar en verlo en el mejor lugar era fascinante, pero a la vez me preocupaba el cómo lograríamos las mejores ubicaciones. ¿Otra vez paradas? Si, efectivamente así fue. Estar nuevamente a los pies de Luis Miguel dependería solo de nuestro esfuerzo físico, de nada ni de nadie más. En el 2005 con mi grupo de amigas habíamos sido las pioneras con un acampe de cinco días (si contamos el segundo concierto). Así que el resto de las fans sabían que ahí estaríamos.

 No fue errónea mi conclusión. Ellas, audaces e ilógicas (a mi entender) decidieron instalarse en las afueras del estadio 21 días antes. Cuando esto llegó a mis oídos me dejó boquiabierta, tuve que ir a constatar con mis propios ojos que ahí estaban para asimilar esta situación. A pesar de no compartir tal decisión, porque nos parecía una locura con todas las letras, estas fans fueron merecedoras de nuestro respeto y admiración. Les juro que con Vivi consideramos en repetidas oportunidades acompañarlas, ya que al acercarnos a hablar con ellas nos contagiaron las ilusiones, el entusiasmo y si pensábamos con el corazón, ahí nos quedábamos. Lamentablemente nuestras obligaciones laborales y familiares no lo permitían por más cuerpo que le hubiésemos puesto a la situación.  Este valiente grupo pasó 3 largas semanas a la intemperie, como les comenté anteriormente, en un lugar donde no se admiten carpas.

Pero con el correr de los días, no pudimos quedarnos tranquilas sabiendo que había gente anhe-

lando con ser las primeras y que nosotras también podríamos formar parte de ese sueño. Organizamos todo y ahí estuvimos, 8 días antes del show acompañando a las aguerridas fans de los 21 días.

Recuerdo que la aventura comenzó con la cancelación del vuelo de Anita, pero a mi amiga nada la detiene a la hora de ver a Luis Miguel, así que lo solucionó montándose en el primer bus que la traería a mi ciudad. Vivimos días de intensísimo calor, 40º C a la sombra el fin de semana previo. Luego, el mismo día de las peores temperaturas de nuestras vidas, se apoderó de la ciudad un viento huracanado colmado de tierra, arena, desperdicios y de un frío que cortaba la circulación. La tierra en el ambiente era cual tormenta en el desierto, que impedía que pudiéramos abrir los ojos, con la consecuente posibilidad de salir despedidas a la estratósfera por las ráfagas de viento imponentes.   Provistas de un gran aliado, el sagrado protector solar, estuvimos bajo el rayo de sol el día del concierto. Ésta vez gracias a un mail que envié, la gente de la organización acudió a nuestro pedido y eficazmente nos cuidó, haciendo respetar los lugares que nos habíamos sabido ganar con sacrificio en el acampe realizado. A las 19 hs. aproximadamente del día 9 de noviembre entramos pisando fuerte al estadio, pero aún faltaba el último esfuerzo de la jornada, la estampida final por los pasillos y la bajada veloz de una cantidad interminable de escalones hasta la pista. Les juro que en esa corrida la boca se te seca, el corazón se te sale del pecho y las piernas pesan tanto, que llega un momento en que piensas que ya no te responderán como consecuencia del cansancio acumulado. Pero eres consciente de que no debes detenerte porque el premio de estar agarradas a la valla no tiene precio. Ya luego llegas y puedes respirar hondo, suspirar y empezar a disfrutar ahora sí de todo lo que te has ganado en buena ley.

Cuando salimos esa noche, nos esperaba el show del día siguiente. Con Anita fuimos a cenar y la gente nos miraba como preguntándose  qué nos había pasado. Es que luego de vivir tan bonitas sensaciones, la adrenalina y la euforia del momento desaparecen junto con Luis Miguel, todo ese agotamiento almacenado se hace presente inevitablemente haciendo estragos en nuestro semblante. Regresamos con el estómago lleno a nuestra sillita en la vereda del lugar, nos tapamos con unas mantas por el frío y pese al miedo que irrumpía en mi ser una vez más por pasar la noche desamparadas cual vagabundas, soñar con sus ojos verdes, con su sonrisa, recordar lo que habíamos vivido horas atrás me dio el coraje que necesitaba. Saben a qué me refiero cuando quiero expresar que nada se compara a esa sonrisa traviesa, a esa mirada seductora, a esa manito señalándote cuando se percata que estás otra vez en el mismo lugar que la noche anterior. Es la manera que tiene de agradecértelo y una se repite unas cientos de veces en ese momento: “todo, absolutamente todo, valió la pena y más”.

Las entradas para los conciertos en Buenos Aires y Rosario fueron netamente trabajo en equipo.

Contábamos con una cantidad de personas, unas al teléfono, otras al teclado en sus respectivas computadoras, todas entrenadas por nosotras, para conseguir apenas se habilitara la venta las mejores ubicaciones. El siguiente paso consistía en comunicarse entre todos, hacer velozmente un recuento de las entradas obtenidas y concretar la operación con las mejores locaciones. Ya la gente de nuestro entorno conoce lo que significa Luis Miguel en nuestras vidas y esto sólo es un acto más de amor hacia nosotras.

Algunas fans más osadas e intrépidas se animan a realizar otro tipo de travesías, traspasando fronteras tanto continentales como de idioma. Se valen de su amor, su garra y de un avión para ir donde el Luis Miguel actúe en busca de su magia.

No sé qué nos depare el próximo tour. Lo que sí sé, es que sus fans seremos una vez más las protagonistas de las más lindas locuras que puedan realizarse por alguien a quien queremos con el alma, con un amor tan fuerte e incondicional, alguien a quien admiramos y que sabemos que sabrá recompensarnos con creces en cada una de sus presentaciones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Mira también
Cerrar
Botón volver arriba