“Me haces falta desde el día en que te vi” (Parte II)

Maria Eugenia Cabral
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Luis Miguel concluyó la serie de conciertos previstos para algunas ciudades de EEUU con un éxito rotundo, noches en las que hizo un recorrido por su vasta trayectoria a través de sus más grandes hits, y en las que hubo momentos especiales junto al Mariachi y a un imponente piano de cola. Si bien la mayoría de los asistentes son hispanohablantes, doy fe que hay un gran porcentaje de estadounidenses que apuestan a disfrutar de la mejor voz latina de todos los tiempos sin dominar el idioma, algo que por cierto me llena de orgullo. Pero aún hay tiempo de seguir disfrutando de esta gira 2019 porque continúa en septiembre en la ciudad de Las Vegas los días 12, 13, 15 y 16 en el Coliseo del Caesars Palace.

En otro orden de cosas se anunció que la popular plataforma de streaming Netflix añadió contenido en materia de series, por lo que a partir del pasado 12 de julio ya se puede disfrutar de ‘Luis Miguel, La serie’ en EEUU.

Luego de este breve pasaje por la actualidad, quiero regalarles el último capítulo de mi relato respecto a todo lo acontecido con Luis Miguel en Argentina.

Para situarlos en tiempo y espacio les recordaré que yacía en las afueras del estadio sumida en la más cruel de las realidades, sin miras de poder cambiarla porque no había posibilidades de conseguir un ticket relativamente cerca del escenario. Intenté que mis amigas no se dieran cuenta del dolor que esta situación me provocaba pero fue imposible evitar las lágrimas durante el transcurso del concierto. Necesitaba llorar y gritar de rabia para descargar tensiones pero tuve que dominar mis impulsos, después de todo debía conservar la cordura ¿no? Dicen que mal de muchos consuelo de tontos, pero allí estaban tantísimos fans en la misma situación y su compañía fue de gran ayuda para paliar ese difícil momento.

Sobre el final del concierto nos dispusimos a esperar a la vera de uno de los portones donde pensamos que Luis Miguel saldría, pues teníamos la ilusión de que siguiera alimentando el hermoso hábito de no marcharse sin detenerse a saludar. Cuando él no se retiró del lugar mientras sonaban los últimos acordes del concierto supe de inmediato que tenía intenciones de encontrarse con los fans que estábamos afuera. Al cabo de 10 minutos éramos una multitud esperándolo, ya que muchos al salir del recinto se dieron cuenta que él permanecía aún en su interior. Aunque debo confesar que de noche y a la distancia solo pude divisar su silueta, por primera vez observé el operativo que se realiza para trasladarlo desde los pies del escenario al medio de transporte. Cuando se produjo el encendido de las luces de aquella comitiva vehicular, mi corazón aumentó el ritmo de los latidos conforme fueron avanzando hacia nosotros. Luego de pasar justo delante de mí giraron hacia la derecha para perderse en el público, y una explosión de alaridos desencadenó mi decisión de correr rápidamente hacia el centro de la acción porque definitivamente estaba por suceder algo emocionante. Me deslicé a toda velocidad dejando atrás a mis amigas, no había opción de vivir lo mismo que en mi ciudad cuando decidió saludar y no pude alcanzarlo. No sé cómo pero pasé por delante del auto y me acerqué a él lo más posible, mientras parecía que flotaba en un mar de personas exaltadas ante esta situación excepcional. Miky abrió la puerta y se paró en el piso del automóvil para saludar a los fans, pero empezó por quienes tenía enfrente así que quedé a sus espaldas. El tiempo corría y él no volteaba hacia atrás, situación que me preocupó por un momento mientras luchaba contra la presión ejercida por la gente para no perder mi lugar. Por fin Luis Miguel giró el cuerpo y luego de saludar a una fan del club oficial ‘Tengo todo excepto a ti’, identificada con su playera celeste, tomó mi mano para apretarla con fuerza (en el video que les comparto podrán divisarla porque llevo una pulsera que sujeta una medalla). Por un segundo nos miramos fijamente, instante en el que sentí que pudo identificarme por la manera en que abrió grandes sus ojos y me sonrió. Como se imaginarán ese momento borró de un plumazo la tristeza que me embargaba, y durante el trayecto camino al lugar donde cenaríamos solo pude perderme en el aroma de su perfume impregnado en mi mano.

Foto-2El nuevo día renovó las esperanzas de conseguir un ticket para su último concierto en Argentina, así que íbamos a volver a intentar a través de Internet durante toda la jornada. Teníamos una extranjera deseosa por visitar lugares tradicionales de Buenos Aires, así que desayunamos temprano para salir de city tour. Luego de las fotos obligadas y de un rico almuerzo regresamos para prepararnos por si lográbamos torcer el destino. Rumbo al estadio proseguí con los intentos de compra de tickets a través de mi móvil pero todo fue en vano, pues nada bueno liberaban, y mientras lo hacía recibí un mensaje de Paula en el que me confirmó la entrega del libro. Fue una gran alegría que me ayudó a pasar el mal trago de ese momento.

En las inmediaciones de la taquilla se respiraba aire de nerviosismo, había algunas personas en nuestra situación deseando revertir un imposible. Ahí me crucé con dos fans de mi ciudad que me contaron que un minuto antes del cierre de la venta por Internet habían conseguido fila 5, dejándome claro que el destino se empeñó en negármelas minutos antes de dicha finalización. Mientras seguía aguardando por un milagro divino me encontré con la bellísima Lucía Miranda, viuda del querido y recordado Hugo López, ex manager de Luis Miguel desde 1988 hasta 1993, con quien tuve el honor de platicar alrededor de 20 minutos. Me honró elogiándome acerca del gran trabajo realizado en apoyo a Luis Miguel a través de mis columnas, y permitiéndome conocerla un poquito más, porque todo lo que tiene de bella, sensual y elegante lo tiene de sencilla, cariñosa y simpática.

Luego de despedirnos intentamos suerte por última vez, pero tal parece que nuevamente estaba escrito que nos quedaríamos afuera del evento, y en lo personal el único consuelo que tenía era pensar que iba a repetirse el suceso de la noche anterior. Nuevamente el cariño de los fans me ayudaron a sobrellevar el momento, puesto que se acercaban a saludar muy emocionados por conocerme (igual yo, por supuesto), dedicándome un tiempo a platicar e inmortalizar aquel momento en una fotografía.

Como se viralizaron las imágenes de la noche anterior y la mayoría había averiguado el lugar preciso de la salida de ‘El Rey’, esa noche se convocaron miles de personas desde mucho antes de finalizado el concierto. Mientras avanzaba el reloj el número de asistentes se incrementaba notablemente así como el personal de seguridad. Cuando el concierto terminó la afluencia del público se acrecentó a un número exorbitante y comenzaron las avalanchas. Les juro que empecé a temer por mi seguridad, por la de Luis Miguel y todos los presentes, puesto que lo más probable es que termináramos estampados contra el vehículo que lo transportaba o un desenlace mucho peor, porque la presión de tanta gente fácilmente podía tumbar su automóvil. Aunque parecía que estaba todo listo para encarar al ferviente público que lo esperaba, al iniciar la marcha la comitiva viró hacia la izquierda por un camino interno del recinto, decisión más que inteligente por parte de su equipo de seguridad. Días después, una persona muy cercana a Luis Miguel, me contó que Miky no estuvo de acuerdo con la determinación tomada, puesto que deseaba volver a detener su marcha para saludar, pero gracias a quienes velan por su seguridad la situación no pasó a mayores.

No les voy a mentir, regresé a descansar un poco melancólica preguntándome si ya no vería más a Luis Miguel hasta Dios sabe cuándo, pero aún conservaba la esperanza de algún encuentro fugaz ya que, conociéndolo, iba a seguir disfrutando de Buenos Aires los próximos días libres antes de viajar a Paraguay.

El domingo tristemente tuvimos que despedir a Lizbeth que ya partía hacia México, felices y agradecidas por contar con su hermosa presencia y compañía. Como siempre fue muy difícil decir adiós pero nos consolamos pensando en que solo era un hasta pronto, puesto que nos une un gran cariño y amistad que estamos dispuestas a seguir cosechando.

Esa noche fuimos a probar suerte al mismo restaurante de Puerto Madero, pero luego de una larga y fallida espera decidimos trasladarnos hacia otro lugar súper distinguido, y allí no solo encontramos a los vehículos que lo transportaban en Buenos Aires sino también a un grupo de fans que aguardaba su salida. Cuando la comitiva se puso en marcha fue inútil escoltarlos hacia el hotel porque realmente son expertos en escabullirse en las calles de esta gran ciudad.

El lunes fue un día tranquilo en el que disfruté de la compañía de mis amigas del alma y de un almuerzo hecho en casa por Anita. Sobre el atardecer nos fuimos rumbo hacia Puerto Madero y de camino nos informaron que Miky había llegado a un restaurante muy cerquita de su hotel. Hacia allá fuimos y de nueva cuenta nos encontramos con el grupo de fans, y aunque un empleado del lugar nos dijo que Luis Miguel había ingresado por la puerta principal caminando como cualquier mortal, decidí que sería inapropiado irrumpir y atentar contra su privacidad. A los pocos minutos salió su equipo de seguridad personal con dirección hacia un local comercial situado enfrente, pues tal parece que Miky necesitaba algo puntual, hecho que constató la veracidad de lo antes relatado. Al cabo de un rato emprendimos la retirada del lugar cuando supimos que saldría a bordo de su automóvil directamente por la parte trasera, pues claramente entendimos que deseaba resguardar aquel momento, y nuestro lema es respetarlo al máximo.

Al regresar al hogar tocó armar el equipaje para viajar en la madrugada con destino a Córdoba, y les juro que regresar dejando a Luis Miguel en Buenos Aires fue muy difícil para mí, pero indefectiblemente había que volver a la realidad y cumplir con las obligaciones laborales. Retomé mi vida cotidiana agradecida por la oportunidad de convivir con mis infaltables compañeras de aventuras, condición necesaria para que fluya la magia, y la posibilidad de sentirme cerca de quien tanto quiero y admiro.

Euge Cabral

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