“Amor que vuela desde a mi alma hasta mi voz”

Maria Eugenia Cabral
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Por fin llegó una de las semanas más esperadas del año, en la que el espíritu de la Navidad invade nuestros corazones de puros sentimientos de bondad, amor y paz. Es una época verdaderamente hermosa en la que nos disponemos a conmemorar el nacimiento de Jesús, nuestro salvador para quienes somos creyentes, tiempo en el que particularmente me siento más sensible y vulnerable que nunca. Si por mí fuera, el mejor regalo de Navidad sería tener a todos mis afectos conmigo, entiéndase por ellos a mi familia de sangre y a quienes elegí como tal porque le hacen bien a mi vida y la completan. Y aunque materialmente sea imposible reunirlos en su totalidad, por la distancia geográfica que existe entre nosotros, les juro que en mis pensamientos se hacen presentes cada uno de ellos al elevar la copa para el brindis tradicional de Noche Buena.

Con la llegada de la última jornada del año, mi alma se torna más frágil ante la sucesión de imágenes que desfilan por mi mente, aquellas que resumen los hechos más trascendentales de los últimos 364 días. Minutos antes de brindar siento un nudo en la garganta, mezcla de emoción por las alegrías y gracias recibidas, y de angustia por los sinsabores vividos. Pero este año mi balance es más que positivo, tengo mucho que agradecerle a Dios, y por supuesto otro tanto que pedirle para este 2017 que se avecina. Obviamente que uno de mis deseos para el próximo año involucra a esos ojos que me hacen falta desde el momento en que los descubrí, con los que anhelo reencontrarme cuando su dueño lo disponga. Supe expresar anteriormente lo difícil que ha sido para mí transitar este 2016 sin Luis Miguel acaparando todos mis sentidos, cuesta mucho tratar de sobrellevar esta sensación de vacío cuando su presencia es una pieza fundamental en mi existencia. ¡Cómo no extrañar esos momentos felices que quitan la respiración, la emoción a flor de piel, y los sueños que cobran vida de su mano!

Mi querido Miky, la Navidad tiene esa magia de hacernos sentir niños otra vez, por eso deseo que revivas la ilusión que sentíamos al admirar el árbol, la inocencia reflejada en la dulce espera de Santa Claus, y que encuentres el amor y la paz de Dios en cada uno de los rostros de tus seres más queridos. Anhelo que el nuevo año te sorprenda rodeado de verdadero amor, y que sea un 2017 en el que concretes aquellos anhelos que alberga tu corazón. Que la salud, la felicidad y el amor acompañen tu caminar este año que estamos a punto de estrenar, e ilusionada espero poder compartir contigo parte de ese tiempo precioso. Jamás me cansaré de repetir cuánto te quiero y lo mucho que significas en mi vida. Gracias por haberme inspirado a escribir otro año más, por ser quien moviliza mis emociones, y a la vez esa bocanada de aire puro y fresco que me brinda la calma cuando la tempestad llega a mi vida.

A ustedes, mis queridos lectores, aprovecho para agradecerles su cariño y apoyo, quiero que sepan que valoro muchísimo el tiempo que invierten en este hermoso espacio dedicado a Luis Miguel. Para la Navidad deseo que su regalo más preciado sea el amor y la alegría de la familia, y que Dios los colme de bendiciones. Brindo por un próspero 2017, en el que no dejemos de sonreír ni de apostar por nuestros sueños, démosle cuerpo y vamos por ellos. Por mi parte será un privilegio seguir compartiendo con ustedes el amor y la admiración por el mejor artista de todos los tiempos. ¡Los llevo en mi corazón!

Para cerrar el año con broche de oro, quiero revelarles otro emocionante relato que deja al descubierto lo importante que es Luis Miguel en la vida de sus fans:

Mi nombre es Olimpia Selene Palma Camargo, nací en el Distrito Federal -hoy Ciudad de México- el 2 de abril de 1972.

Siendo una pequeña muy inquieta de apenas 12 años, escuché una canción, “1+1= 2 enamorados“, en la voz de un niño que me conquistó. Su forma de cantar tranquilizó mi espíritu, lo embelesó, y logró apaciguarme de tal manera que marcó el inicio de una etapa muy importante de mi vida. Me disponía a iniciar mi adolescencia, así que emprendimos aquella etapa juntos.

En la actualidad tengo 44 años y jamás, de verdad lo digo, he dejado de escucharlo, de seguir su carrera y preocuparme por su bienestar. Lo expresado anteriormente no significa que esté loca o ajena a la realidad, sino simplemente sentimientos que nacieron desde una profunda admiración.

Sé que tal vez nunca pueda conocerlo en persona, pero quiero confesar que parte de mi fascinación por él está basada en su voz e inigualable interpretación. Toda su producción me conmueve, y en su peculiar manera de cantar encuentro la felicidad y una emoción a flor de piel que se apodera de mis lágrimas.

Cabe mencionar que me encanta compartir con él el signo de Aries, porque a veces siento que hasta lo entiendo, y me identifico plenamente con su forma de sentir.

No exagero cuando les digo que hubo ocasiones en que el concepto de sus discos -el tema central de éstos- coincidía con lo que estaba atravesando en aquel momento de mi vida. Así me pasó con “33” cuyas letras, en su mayoría, versan sobre rompimientos y separaciones, con las que me identifiqué en una etapa difícil que me tocó vivir, más específicamente la de mi divorcio. Escuchar ese disco significa una catarsis sentimental, porque tal parece que Luis Miguel lloró conmigo, y eso nunca lo olvidaré.

La serie “Romances“, enfocados en la esperanza del amor, me hace vibrar por la manera en que los interpreta. Nunca habrá nadie que cante como él, con esos sentimientos de dolor y amor auténticos. Admiro mucho a Eydie Gorme y a Álvaro Carrillo, pero en la voz de ‘El sol’ es otra cosa, las canciones se convierten en poemas, en súplicas de amor, y en lamentos entrañables de dolor.

Este hombre sin saberlo ha marcado mi vida para siempre y de la mejor manera. Me siento tan conectada a él que me atormenta su dolor, y sé que es así porque los arianos somos muy pasionales, cualidad que lo ayuda a interpretar como lo hace. Los nacidos bajo este signo zodiacal tenemos una amiga inseparable, la soledad, que si bien nos fortalece también nos aísla y, como mar embravecido, necesitamos romper olas hasta alcanzar el remanso de la orilla para conseguir algo de paz.

En mi vida he asistido únicamente en dos ocasiones a un concierto de Luis Miguel, no por falta de ganas, sino porque económicamente a veces no se podía.

La primera vez que lo tuve ante mis ojos sucedió en Apizaco, Tlaxcala, regalo de parte de un tío que vive por allá. Lo recuerdo con bastante claridad, fue el 30 de junio de 1989, en la época de “La incondicional”. Por cierto, una anécdota de ese concierto involucra a todo el staff  de ‘El Rey’, quienes fueron caracterizados como los personajes del video de esa exitosa canción, la que adoptamos como nuestro himno desde que la escuchamos. Mientras aguardaba por el comienzo del show, totalmente emocionada y desesperada por verlo, fui sorprendida por su equipo cuando marcharon con dirección hacia el escenario vestidos de soldados como parte de la coreografía. Junto a mí pasó uno de aquellos chicos, e incluso chocamos por un instante, pero no logró robar mi atención en lo absoluto porque estaba centrada en el escenario. Cuando estuvieron todos arriba, uno de ellos se quitó el overol y la gorra de militar rápidamente –era quien había pasado junto a mí-, y la sorpresa fue tan grande que se ganó mis lágrimas de emoción, ya que ese joven era el mismísimo Luis Miguel. Pasó a mi lado y no me percaté de la realidad porque iba camuflado entre los demás. Durante el resto de la noche la experiencia fue maravillosa, canté y lo disfruté mucho en verdad. A mi tío, que por cierto se llama Carlos, le expresé mi agradecimiento diciéndole que había sido el mejor regalo que pudieron darme hasta el momento, y me prometí que si algún día llegaba a tener hijos, mi primogénito se llamaría Karla o Carlos. Quise tener este gesto con él por haber hecho posible uno de mis más grandes sueños, ya que siendo adolescente Luis Miguel representaba todo para mí en ese momento. Hoy tengo dos hijos y, como se imaginarán, cumplí esa promesa, se llaman Karla y Esteban.

Mi segundo concierto fue uno de los tantos que ofreció en el Auditorio Nacional, el gigante de Reforma, y de hecho fue en el año 2012. El encanto en está ocasión, aunque lo disfruté de principio a fin, fue el mariachi y el dueto en vídeo con el legendario Frank Sinatra.  

Debo confesar, con mucho orgullo, que me parece maravilloso e increíble que después de tantos años me emocione como la primera vez, cuando con solo 17 años ponía a vibrar a todo el recinto.

Luis Miguel es un artista que ha logrado cautivar el corazón de su público para siempre con su voz, sus interpretaciones que te transportan al paraíso, su entrega, profesionalismo, trabajo y dedicación. Me siento bendecida con la posibilidad de transitar esta vida siendo su fan.

Olimpia

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