La última noche que pasé contigo

Maria Eugenia Cabral
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Luego de los festejos por el aniversario de carrera de Luis Miguel, retomo mis relatos para dejarles la última reseña de su paso por este país, Argentina, que tanto lo quiere y admira.

La mañana del sábado 27 de noviembre nos consintió con un sol radiante y un rico calorcito, condiciones que nos invitaron a salir bien temprano a desayunar, y qué mejor lugar que el más tradicional de Buenos Aires, el célebre ‘Café Tortoni’, ubicado en el corazón de la capital porteña. Este lugar inaugurado en el año 1858 (aunque desde 1880 fue trasladado a la dirección actual), es una parada obligatoria dentro del circuito cultural y turístico de la ciudad, por la historia que encierran sus paredes, las que formaron parte de la peña literaria más prestigiosa de Buenos Aires, liderada por el famoso pintor Benito Quinquela Martín. Cabe destacar que nuestro querido Carlos Gardel cantó dos veces allí, y que durante un buen tiempo lo frecuentó. ¡Qué emoción sentí al imaginarlo en una de las mesas! Cuentan que se sentaba en una que estaba estratégicamente ubicada para pasar desapercibido. Disfrutar del más rico café en ese sitio tan especial fue como viajar en el tiempo por su arquitectura, ambientación y por las antigüedades exhibidas en las vitrinas.

Saciados con un suculento desayuno, salimos a recorrer el centro histórico de Buenos Aires, para que nuestros amigos extranjeros pudiesen conocer la Plaza de Mayo, la Casa de Gobierno, la Catedral y el Cabildo. Después nos dirigimos hacia la famosa peatonal de la calle Florida, donde se pueden encontrar todo tipo de artículos regionales. Pasado el mediodía nos detuvimos para almorzar en las inmediaciones, ya que debíamos recuperar energías luego de tanta caminata.

Como habíamos quedado en encontrarnos con un entrañable amigo, temprano en la tarde, retornamos a nuestro hogar transitorio en busca de una reconfortante ducha, y un equipaje de mano provisto de ropa, maquillaje, zapatos, y un largo etcétera. ¡Se estarán preguntando para qué necesitábamos salir con todo eso! Y he aquí la respuesta a esta incógnita. Resulta que la casa de Anita no se encuentra en Capital Federal sino que en provincia, por ende, no íbamos a contar con el tiempo necesario para ir a nuestra cita y luego regresar a prepararnos para asistir puntuales al concierto. Así que pusimos en marcha el Plan B, que consistía en alistarnos en el lugar previsto para la reunión. Por supuesto que no resultó nada fácil producirnos sin las comodidades habituales, pero todo esfuerzo vale la pena cuando se trata de no perder ni un instante junto a los seres queridos.

Esos días en que todo gira en torno a la visita de Luis Miguel nada está librado al azar (aunque la vida muchas veces nos sorprende con situaciones no planeadas que terminan siendo inolvidables), porque previamente nos dedicamos a organizar las actividades para que el tiempo nos rinda eficazmente. Por ello no fue casualidad reunirnos en el elegante restaurante & confitería del Hipódromo Argentino de Palermo, puesto que está situado justo enfrente del estadio GEBA.

Cuando en un viaje se tienen las horas contadas hay que aprovecharlas al máximo, razón por la cual de camino hacia el lugar pasamos por el “Luna Park”, sitio donde Luis Miguel se presentó por primera vez en Buenos Aires, y nos desviamos un poquito para emprender una breve recorrida por el distinguido Puerto Madero.

Puntuales llegamos a la cita y la disfrutamos tanto, que la plática nos hizo perder la noción del tiempo y cuando nos quisimos acordar estábamos a menos de 60 minutos del comienzo del concierto. Esta situación me preocupó bastante porque acostumbramos llegar al recinto con mucho tiempo de anticipación, para no correr riesgo de llegar tarde ante alguna eventualidad. De inmediato me levanté y, a la velocidad de la luz, corrí hacia el toilette, el que por cierto era bien pequeñito. Con una vergüenza inmensa comencé con mi transformación (literal, hay un antes y un después, ja ja), frente a cada persona que ingresaba con cara de sorprendida preguntándose qué hacía allí provista de mis mejores galas y maquillándome. Se vale aclarar que estas locuras solo las hago por Luis Miguel pues, pensando en él, mi lema de vida es ‘Antes muerta que sencilla’, y mis amigas pueden dar fe.

Cuando no tienes las comodidades para prepararte el tiempo que tardas en hacerlo se duplica, y casi me dio un infarto cuando al mirar el reloj sólo faltaban 15 minutos para el comienzo del concierto. Entré en pánico cuando me percaté que aún debía subir un piso hacia el estacionamiento para dejar mi pequeño equipaje, bajar nuevamente, y luego caminar casi 150 metros hacia el ingreso del estadio. Me lancé a correr subida en mis tacones de 15 cms., con muchas posibilidades de aterrizar en la calzada en cualquier momento, mientras elevaba mis plegarias para que el ingreso a GEBA fuera lo más rápido posible. Cuando por fin llegué a mi asiento estaba sin aliento, fruto de los nervios y el calor que hizo aquella noche (recuerden que estábamos entrando al verano), pero tranquila al constatar que aún no había comenzado. Les confieso que mi peor pesadilla es llegar tarde, situación lamentable que viví en Las Vegas cuando hubo que regresar a buscar uno de los tickets traspapelado en el departamento, y créanme que la angustia que se siente es incontrolable.

Cuando Luis Miguel irrumpió en el escenario radiante, feliz, guapo, dulce y con esa estampa que lo caracteriza (insisto, no existe mortal con esa cualidad), me prometí no dejar de admirarlo ni un segundo, para empaparme de su presencia lo máximo posible y así batallar su ausencia los próximos días.

Él, a pesar de que aún se lo veía afectado en su salud, lo entregó todo y ofreció otro gran concierto. Y aunque mi llegada fue cual torbellino, no olvidé llevar mi pancarta, la que esta vez decía “Te quiero con el alma”. Cuando estaba esperando el momento preciso para levantarla en alto, tuve la dicha de que hiciéramos contacto visual por unos segundos, y de este lenguaje que solo él y nosotros comprendemos, en el que con una mirada nos brindamos tanto amor, surgió una tierna sonrisa de su parte y un beso lanzado al aire de la mía.

Nuevamente la canción “Más” me impulsó a demostrarle mis sentimientos, así que tomé mi pancarta y logré que la leyera.

Más adelante le llegó el turno a “Te necesito”, así que me adelanté para buscar la nueva posibilidad de recibir una rosa, pero no lo conseguí. De todas maneras estaba feliz, porque había tenido mi oportunidad en Córdoba, y lo justo era que otras fans tuvieran ese privilegio. Mi gran anhelo es que todas algún día tengan la bendición de contar con este tesoro. ¡Que así sea!

Con el final de la canción entré en un dilema… ¿Me quedaba ahí adelante junto al escenario (lugar donde no había una visión macroscópica por la atura del mismo) o me regresaba a mi lugar? Con la primera opción había posibilidades de contacto físico si Luis Miguel saludaba al final del concierto, algo más que probable porque conociéndolo, seguro había hablado con sus guardaespaldas para que lo ayudaran a llegar al público sano y salvo. Espero recuerden que supe contarles, en el relato pasado, que el escenario estaba muy alto y que en el concierto anterior no había sido posible que Miky se acercara a sus fans, por más intenciones que tuvo, ya que su equipo no comprendió sus pedidos gestuales. Con la segunda opción me esperaba una vista óptima, pero no había posibilidades de saludarlo. Luego de pensarlo un tiempo considerable decidí optar por la primera alternativa porque tenía una corazonada, y además necesitaba sentir su piel junto a la mía, mirarlo de cerca a los ojos y embriagarme con su perfume, y por este combo no dudé en arriesgarme.

Conforme fue avanzando el concierto se hizo presente el infaltable nudo en la garganta, para recordarme que se acercaba la hora de decir adiós. Ya les he platicado infinidad de veces lo difícil que es despedirlo cuando él nos hace sentir que estamos en el paraíso mismo. Jamás nos acostumbraremos a esa sensación, mezcla de felicidad y agradecimiento por todo lo vivido, y de angustia ante la imposibilidad de retenerlo en nuestras vidas. Cuando mis lágrimas fluyeron de inmediato pensé, “si tan solo pudiera detener el tiempo para disfrutarlo un poquito más”… pero aún no existe la manera de hacerlo, así que sequé mis mejillas y respiré hondo decidida a gozar el tiempo que quedaba.

Algo me decía que iba a lograr mi anhelo y no me equivoqué. Cuando comenzó a sonar “Labios de miel”, Luis Miguel bajó el escalón que lo acerca aún más a su público, y los latidos de mi corazón se dispararon. Comenzó a saludar de su lado izquierdo del escenario, lugar en el que recibió un oso de peluche con la leyenda ‘Te amo’ y nuestra bandera argentina, la que tomó gustoso entre las manos para acercársela a su pecho. En ese instante siguió su camino (yo estaba un poquito más alejada, en el centro pero más hacia su derecha) y fue justo en ese trayecto cuando viví uno de los momentos más lindos de mi vida. ¿Por qué? Porque si bien ustedes saben que he tenido muchísimas veces la dicha y el honor de estrechar su mano, confieso que en esta ocasión fue diferente. Esta fue la primera vez que Miky logró divisarme de tan lejos y, cuando se percató que ahí estaba esta fan esperando su saludo, caminó hacia mí con prisa y sin pausa, con una gran sonrisa y sin dejar de mirarme, para luego tomar mi mano por un instante. No les puedo describir con palabras lo que sentí cuando nuestras miradas se encontraron, y lo vi continuar su trayecto directo hacia mí sin dejar de contemplarnos… fue como ir al cielo y regresar en tan solo un momento. Cuando su mano se unió con la mía nos apretamos muy, pero muy fuerte, como queriendo transmitir algo importante en la fuerza de ese apretón. Agradezco a Dios por esta bendición, por haberme dado una nueva oportunidad de mirar a los ojos al ser que tanto sentido le ha dado a mi vida y decirle que lo quiero. 

No hay nada material que pueda despertar las sensaciones que experimento al vivir estas situaciones, ni el oro ni el dinero del mundo jamás me harían sentir lo que tú, Luis Miguel. Gracias por cumplir mis sueños y el de tus fans, por tu amor, dedicación, compromiso y atenciones. ¡Te adoro con locura!

Llegando al cierre del concierto levantó su mano para saludarnos por última vez, y lo despedí feliz, ya sin lágrimas y sintiéndome dichosa, con la promesa de viajar a verlo muy pronto.

Como si todo esto que les conté fuera poco, ese día Dios también me regaló la posibilidad de hacerle llegar a Luis Miguel mi “Diario de una Fan” -Edición 5, con mis columnas de todo un año.

Les cuento que aunque pensamos que íbamos a finalizar la noche con una exquisita cena en uno de los lugares tradicionales de Buenos Aires, no fue así, porque ahí no la terminamos. Luego de degustar unos platillos típicos argentinos, y de una extensa plática rememorando cada momento del concierto, ilustrada con fotos y videos, a eso de las 3 de la madrugada decidimos retirarnos del lugar para ir a descansar, pues al otro día algunas viajábamos a Córdoba y Lyz regresaba a México.

Fui la primera en salir y les juro que viví un ‘Déjà Vu’, y no fue precisamente por volver a escuchar la canción. Quizás algunos recuerden un relato que les hice allá por el año 2012, en días de tour, cuando salimos de cenar y el automóvil de Anita no estaba donde lo habíamos dejado estacionado. En aquella oportunidad se lo llevó la grúa porque no se podía aparcar en ese lugar, muy por el contrario a lo que pensábamos, ya que a esas altas horas de la noche suponíamos que estaba permitido. El caso es que desde ahí nos cuidamos muchísimo para no ser unas infractoras, y estamos más que atentas a las señalizaciones. Esta vez decidimos trasladarnos en mi carro, y por supuesto que checamos el sitio donde lo dejamos y tranquilas nos dirigimos a cenar. Cuando salí del restaurante y no vi mi auto, se me aflojaron las piernas porque pensé de inmediato que me lo habían robado. Corrí a buscar a mis compañeras de aventuras, las que se habían quedado atrás conversando con otras fans que se encontraron, y al ponerlas al corriente de la situación se rieron y pensaron que les estaba jugando una broma. Pero cuando observaron mi rostro preocupado cambiaron de opinión, y de inmediato nos apropincuamos al lugar de los hechos. La persona que supuestamente lo estaba cuidando, nos dijo que efectivamente se lo había llevado la grúa. No nos quedó más remedio que caminar, a esa hora de la madrugada, unos 300 metros para buscarlo y, como el lugar estaba en una playa subterránea prácticamente debajo del Obelisco, Lyzbeth aprovechó para fotografiarlo de cerca –hay que sacar algo positivo de toda situación. Al llegar al lugar nos dijeron que habíamos estacionado a menos de 10 metros de una parada de buses (algo que tuvimos en cuenta pero parece que le erramos en la distancia), y que por eso lo habían removido. En fin, terminó siendo una anécdota de la que todavía nos estamos riendo.

Para pasar el mal trago y endulzar el momento, mi amiga Viviana nos deleitó con unos creppes caseros con dulce de leche, el más rico de Argentina, para que nuestra invitada no se fuera sin probarlos.

Con tan solo unas pocas horas de sueño emprendí mi partida hacia mi ciudad, no sin antes despedirme de mis queridas amigas con lágrimas en los ojos… y es que lo que se vive en esos días es tan fuerte, lindo e inolvidable, que cuesta muchísimo volver a la realidad.

Aunque mi regreso fue por tierra, sentí que el viaje lo hice flotando entre las nubes, reviviendo cada instante durante mi largo trayecto.

Al otro día retomé mis actividades cotidianas, rebosante de alegría y con el corazón hinchado de tanto amor recibido. Aprovecho para agradecer a cada persona que fue parte de estos días de ensueño.

Luis Miguel, como cada gira, Argentina te espera para compartir éstas y tantas emociones más. Vuelve pronto por favor, no tardes, porque ya te extrañamos.

Euge Cabral

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