Una historia que contar
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20 de diciembre de 2011
Este espacio que me colma de satisfacciones, que tanto amo, no lo siento exclusivamente mío sino que es un lugar de encuentro para todos los fans del mundo. Por este motivo, es que he decidido dar a conocer las vivencias de otros fans, para que también sean protagonistas de esta columna.
Cada uno tiene una historia emocionante que contar respecto a Luis Miguel. Referido a la época en que llegó a sus vidas, cómo lo conocieron, cuando lo tuvieron frente a frente, que significa ser su fan y qué sensaciones les provoca escucharlo cantar.
Muchos fans, admirables por cierto, debieron superar una complicada barrera: la del idioma. Pero ningún obstáculo nos detiene a la hora de querer disfrutar del carisma, de la entrega y de la mejor voz del planeta.
En esta primera entrega, les voy a presentar la historia de Ana Freijo, de Buenos Aires, Argentina. Ella es una de mis mejores amigas, compañera de las más lindas aventuras realizadas en nombre del cariño que sentimos por este hombre.
A Luis Miguel le estaré eternamente agradecida, ya que nos conocimos fruto de compartir la misma pasión. Llegó a mi vida allá por el año 2007, cuando nos reunimos en Puerto Madero (uno de los sitios más pintorescos y representativos de la ciudad de Buenos Aires) para compartir un rato agradable junto a otras fans, con muchas de las cuales sólo habíamos tenido un previo contacto vía internet. Desde ese momento conocí a un ser excepcional, alguien con la que siempre puedo contar y con la cual he vivido momentos inolvidables. Ana es única, de buen corazón, frontal y una amiga que se juega en todo momento por la amistad.
Los dejo con las palabras de Anita, he aquí su relato:
Debo confesar que esta iniciativa me tomó por sorpresa. A pesar de tener una gran y hermosa amistad con Ma. Eugenia Cabral y de haber conversado infinidad de veces sobre historias de fans,
nunca hubiera imaginado que hoy estaría aquí escribiendo la historia entre Luis Miguel y yo. Fundamentalmente porque creo que no hay mucho para contar.
Conocí a Luis Miguel, allá por el año ‘82-‘83, cuando comenzó a visitar Argentina y a presentarse en programas musicales de aquella época. Creo que mi pasión, por él y su música, estalló junto con el inicio de su carrera. Aquellas presentaciones eran impresionantes, esperadísimas, llenas de emoción y expectativas. Los programas donde se presentaba duraban muchas horas, y las ansias por verlo iban creciendo, minuto a minuto, hasta que finalmente lo que habían prometido durante toda la tarde sucedía. Luis Miguel hacía entrada triunfal en el estudio, enloquecía a todas las niñas presentes y yo a pura emoción, frente al televisor, no podía dejar de mirarlo hipnotizada.
Recuerdo perfectamente el estreno de los videos, que por aquellos días filmara en las terrazas de ATC (Argentina Televisora Color), canal que lo tuvo infinidad de veces como su artista favorito.
Fue en una de esas visitas a la Argentina que, después de mucho averiguar sin que nadie de mi familia se enterara, supe donde se hospedaba Luis Miguel. Me acuerdo que en mi casa no había teléfono, entonces yo insistía todo el tiempo con ir a casa de una de mis tías, solo para poder agarrar el índice telefónico y llamar al hotel. De pronto me encontré marcando el número y con mi vocecita de 12 años pidiendo al telefonista: “Por favor ¿me comunica con la habitación de Luis Miguel Gallego Basteri?” Lo recuerdo y lloro de la risa, porque fue tal cual se los cuento, pedí por él con nombre y apellido. No puedo dejar de ruborizarme aún hoy después de tantos años.
La primera vez que pude verlo en vivo fue por el año 1985 en una presentación en el Luna Park. Todavía no puedo creer haber estado ahí.
En mi familia, por motivos de trabajo, nadie era muy aficionado a ir a teatros, cines o espectáculos y digo muy, por no decir nada! No quiero ni imaginar lo que debo haber insistido, hasta el cansancio supongo, para poder asistir a ese concierto. Fue entonces que mi madre compró los boletos y me acompañó. La emoción era tremenda, recuerdo haber estrenado un vestido, zapatos y todo, porque tal vez Luis Miguel me veía. Estaba como en una fila 25 pero para mí era como tenerlo a mi lado, después de haberlo visto sólo por TV, eso era como un encuentro face to face!
Después de aquella primera vez habrían de pasar 23 años hasta nuestro próximo encuentro. A los 17 años comencé a trabajar de noche, con mi familia, en un emprendimiento gastronómico que me ocupó todas las noches de mi vida. Dos años después estaba estudiando durante el día y trabajando por la noche. Terminé mi carrera y comencé a trabajar de lo que tanto había querido, disfrutando de mi profesión. A los 22 años el trabajo ocupaba 17 horas diarias y ya no me quedaba tiempo para nada más.
Trabajar con la familia exige una disciplina muy férrea porque es muy fácil tomarse ciertas licencias, porque total… al cabo es nuestra familia y ¿qué nos van a decir si decidimos hoy, mañana o quien sabe cuándo faltar a nuestras obligaciones? Justamente esta disciplina, de la que les hablo, me alejó de los ojos de Luis Miguel por tantos años, pero sin restar en mí ni una pizca del sentimiento que tengo por él y su música. Ni un sólo día de mi vida deje de escucharlo, de recordarlo, así como él tampoco dejó de acompañarme en cada momento.
Me vienen a la memoria algunas mesas navideñas cuando una de mis tías me preguntaba: “¿Ya no te gusta más Luis Miguel?” y la que respondía era mi madre diciendo: “Ni lo digas, en esta casa se escucha a ese hombre los siete días de la semana” y no hacía falta otra respuesta.
Finalmente en el año 2007, cuando en la familia dimos por terminado nuestro trabajo empresarial, me dediqué solamente a mi profesión y de a poco fui regresando tras los pasos de Miky.
El derrotero por el camino de la admiración me fue llevando a encontrarme con mucha gente, hoy muy querida e importante para mí. Siendo ya adulta me descubría casi adolescente siguiendo a mi mejor sueño, que se había quedado colgado de una ilusión, y decidía nuevamente ponerse frente a mí de manera caprichosa.
Se acercaba el “Cómplices Tour” y habíamos decidido con Euge, con quien ya teníamos una gran amistad, acompañar a Luis Miguel por Argentina todo lo que pudiéramos. Mi casa sería su lugar de residencia en Buenos Aires, junto con una amiga que viajaba con ella desde la ciudad de Córdoba. Fue en ese momento que conocí a Viviana Ramírez y nuestro encuentro fue increíble, porque formamos un trío de amigas que no muchas veces resulta tan pero tan bueno.
Personalmente me había prometido a mi misma que ya no habría distancias entre Luis Miguel y yo, así que fuimos por las primeras filas de cuanto concierto se anunciara, y desde ese momento les aseguro que hay muchas historias entre Luis Miguel y nosotras.
Juntas recorrimos muchas provincias y este último Septiembre la pasión por Miky nos llevó hasta Las Vegas. Las emociones que se viven y comparten son muchas: angustia, nervios, ansias, alegría, coraje, pasión y la mayor felicidad de todas, la de tener frente a nosotras a Luis Miguel en pleno despliegue de su arte.
Él con su música comparte todas los momentos de mi vida, las tristezas duelen menos, y las alegrías se convierten en felicidad plena cuando él está presente.
Verlo en vivo es algo inexplicable, me siento tan feliz, tan bendecida. Una vez que lo tengo enfren-
te no puedo dejar de desear, con todo mi corazón, que algo así vuelva a repetirse una y otra vez porque es la gloria misma. De los conciertos disfruto todo, absolutamente todo, pero hay dos cosas que me llevan el alma a niveles insospechados de ensoñación y son: su modo de cantar en vivo, la manera en que le gusta improvisar tan magistralmente y por último, su mirada. Nadie en este mundo mira como Luis Miguel. Cuando por fin puedo hacer contacto visual con Miky es, en ese momento, donde siento que lo que fui a buscar está saldado, como dice la canción. La vida entera está en sus ojos y él sabe hablar a través de ellos.
Hoy a mis 41 años siento que ser contemporánea con Luis Miguel me ha permitido, a pesar de mi propia historia, disfrutar de toda su carrera, desde el inicio, desde el mismo momento en que dijo “Que bonitos ojos tienes, debajo de esas dos cejas….”.
Me sorprendo cuando pienso lo que he vivido en estos pocos años de seguirlo a cada paso, y me emociona imaginar lo que me falta. Siento que entre Luis Miguel y yo sólo nos hizo falta tiempo, porque los sentimientos son los mismos de siempre.
Ahora saben un poco más de mí, de ésta, mi historia, que es simple, como la palma de mi mano.
Solo me queda decirle a Luis Miguel: No dejes nunca de cantar, sé que te hace muy feliz y no hay nada más hermoso que verte pleno. Sueño con las canciones que aún faltan escuchar en tu voz e imagino cuantos momentos felices quedan por delante. Me gustaría que algún hechizo pudiera ponerte un instante dentro del cuerpo y del corazón de una fan, tal vez del mío, para que pudieras comprender acabadamente que se siente ser tu fan; cómo es esto de que te estalle el pecho de felicidad tan sólo con oír una voz, y que eso suceda cada día, por casi 30 años. ¡Gracias por hacerme tan feliz!