Las locuras más divinas (Parte II)

Maria Eugenia Cabral
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El año 2005 fue testigo de mi primer gran locura, una que superaría a las anteriores de manera abismal y daría que hablar a los medios de comunicación. Con mi grupo de amigas compramos las entradas de manera anticipada con la bendita tarjeta del banco que auspiciaba el concierto (tema aparte las peripecias realizadas para lograr conseguir que una persona nos hiciera el enorme favor de prestarla, previo a darle el dinero, para no correr riesgos de que se agotaran); todo esto a pesar de no ser numeradas y de parados. Teníamos que pensar un buen plan para lograr ser las primeras en ingresar al lugar, abrazar la valla (barrera) y de ahí dedicarnos a disfrutar del ser más bello del mundo.

Decidimos iniciar el acampe en la puerta del Superdomo Orfeo (sitio donde sería la presentación) luego de finalizado el último show previo al de Luis Miguel. Ese día fue un sábado 12 de noviembre a las 23 hs.  Llegue primera al lugar; luego al sumarse algunas de mis amigas tal como lo habíamos planificado, fuimos al encuentro de los guardias del centro comercial. Nos miramos unas a otras tratando de animarnos a enfrentarlos con la gran noticia y al ver que ninguna lo hacía me dirigí hacia ellos con éstas palabras: “Buenas noches señores, hemos venido a instalarnos para esperar los shows de Luis Miguel”. Sin dejarme terminar la frase me interrumpieron exclamando: “Perdón señoritas, están confundidas, el señor Luis Miguel se presentará los días miércoles 16 y jueves 17 de la semana que viene”. Imagínense sus caras cuando les respondimos que éramos conscientes de ello, que sólo necesitábamos saber donde acomodarnos para no molestar ya que estaríamos allí apostadas hasta el día del concierto. Fue tal la sorpresa frente a una situación atípica, que tuvieron que llamar a sus superiores, informarles y requerir los permisos correspondientes. Les confieso que no les gustó para nada nuestra genial idea, era trabajo extra para ellos pero no ofrecieron resistencia. 

Ahí nos quedamos, faltaban casi 96 horas para verlo, no había carpas donde guarecernos de lluvias, ni resguardarnos de viento y frío, sencillamente porque no lo permiten en el Orfeo, al ser un estadio  que se encuentra dentro de un centro comercial, en una zona muy exclusiva de Córdoba.

Al otro día ya dimos de que hablar a los medios, nos visitaron todos: diarios, programas de televisión y radios. Éramos las locas que esperábamos días por ver a Luis Miguel, algo que no había pasado jamás con otro artista y que ellos no podían concebir lógico. El domingo llovió, los otros días se mantuvieron más o menos estables, hasta que llegó el tan ansiado miércoles. Llovió a mares desde las 8 hasta las 18 hs. en que ingresamos al lugar. No nos permitieron mover de nuestro sitio para protegernos del diluvio, era realmente una cortina de agua ininterrumpida, motivo por el cual los paraguas no fueron lo suficientemente eficaces para evitar que nos mojáramos porque además el viento se había convertido en su aliado. Por supuesto que esto no fue excusa para que nosotras no continuáramos ahí firmes tras nuestro objetivo, dando notas a los medios por ser las que primero ingresaríamos. Fueron 10 largas e interminables horas de pie empapadas y luego adentro unas 5 más. 

Los nervios que se viven afuera hasta que la gente encargada de abrir las puertas dispone dejarte ingresar son algo indescriptible. Te duele el estómago porque lo tienes literalmente anudado. Nunca faltan las personas que quieren arrebatarte el lugar aprovechándose de alguna distracción producto del cansancio, la adrenalina te desborda y te invade una inmensa desesperación de saber que sólo de ti depende estar en la gloria producto de la corrida que llevaras a cabo en minutos con el último aliento que conservas. Pero a pesar de las contrariedades, absolutamente nada nos detuvo y conseguimos nuestro mayor deseo, ése que veníamos añorando meses atrás: estar a menos de un metro de Luis Miguel -distancia únicamente lograda en el Orfeo por el tamaño del lugar-. Al ver el lugar privilegiado en el que nos encontrábamos no pude contener las lágrimas al imaginar que lo tendríamos al alcance de nuestras manos. Y así fue, ése 16 de noviembre de 2005 estreche por primera vez su mano y fui dueña absoluta de su mirada por unos largos segundos al encontrarse sentado frente a mí cantando “La Barca”. Sentí que el tiempo se detuvo en ese momento, que no había nadie más en el lugar, solo él y yo, todo parecía transcurrir en cámara lenta. Un detalle único y especial que recuerdo fue sentirme embriagada con su exquisito perfume. El roce de su piel con la mía, su sonrisa, su perfume, su dulce voz, su mirada, fueron la mejor manera de compensar los obstáculos que habíamos pasado esos largos 4 días.

Al regresar a ducharme a casa esa noche tarde, irradiaba felicidad mientras pensaba en como recuperaría fuerzas para el nuevo día. Dormí 4 horas y les juro que me levantó el amor y la admiración que siento por Luis Miguel, porque si no pensaba en ello mis músculos habrían hecho caso omiso a las órdenes impartidas por mi mente.  Me esperaba otra vez el ritual del día anterior, pero si el premio era repetir lo vivido, allá me dirigía gustosa y feliz.

El 2008 fue el año en que reaparecieron los asientos numerados. Acá prácticamente no hay cansancio físico a la hora de comprarlos pero si mucho del psicológico. Hay que estar meses atentas a las noticias vía internet, radio y televisión para conocer el día en que se realizará la venta de los boletos, aquel que puede ser el peor o el mejor de nuestra vida como fan, depende del lugar obtenido. Este grandioso año fue el protagonista de mi mini tour “Cómplices” recorriendo parte de mi país con mis mejores amigas (Anita y Vivi) tras los pasos de Luis Miguel. Fue maravilloso compartir casi 2500 kilómetros con ellas en una camioneta tuneada con fotos de Miky, cantando sus canciones a un máximo volumen, recordando detalles de cada show asistido, en fin: el aire que nos rodeaba estaba impregnado de nuestro Sol. 

Para conseguir las entradas de Córdoba ese año viajamos 150 kms. hacia la ciudad de Villa María, donde sabíamos que no habría gente esperando por que abrieran el local de ventas y nos dispusimos a pasar la noche fría a la intemperie con el agravante de tener en nuestro poder el dinero de nuestras amigas (en total atesorábamos el monto correspondiente a 14 entradas V.I.P). A la hora de apertura, sin dormir y congeladas entramos al lugar. Nos ofrecieron (como de costumbre) algunas entradas en fila 6 al costado, otras en fila 7, otras en fila 12 etc. No quedo otra opción que adquirirlas a pesar de nuestra inconformidad, para una fan hasta los huesos (como nos gusta llamarnos) eran demasiadas distantes. Regresamos tristes por no poder llevarles la tan preciada fila 1, 2 o 3 a nuestras queridas amigas, pero con la tranquilidad de haber hecho todo lo que estaba a nuestro alcance. 

Transcurrido un mes de esta historia, nos informan que por Internet se habían liberado los asientos de primera fila. ¡Oh My God! ¿Cómo era posible? No lo sabíamos, pero de algo estábamos seguras: no podíamos desaprovecharlos, era lo que buscábamos un mes atrás. Las más inconscientes sin titubear dijeron: “hay que comprarlas ya! pidamos tarjetas de crédito y luego vendamos los otros boletos”. Se imaginan vender 14? Háganlo porque así fue, los compramos y Dios nos ayudó para que pudiéramos venderlos y recuperar el dinero con el cual hacer frente a los gastos de las tarjetas. ¿Díganme si esto no es de locos? ¡Pero qué locura más linda!

Las entradas para Rosario (ciudad a 400 kms. de la mía) fue otro capítulo aparte. Al estar tan lejos, no teníamos otra opción que sacar las entradas por internet. Ese día mi computadora tenía problemas, la desgraciada se reiniciaba a cada instante, así que decidimos correr con Vivi a su casa para buscar la suya y conectarla en la mía, dado que ella no tenía el servicio de internet. Contábamos con exactamente 15 minutos para ir, regresar y disponer todo. Hicimos el rally con mi automóvil y al realizar las conexiones, su computadora no reconocía mi módem. ¡Help! estábamos a menos de 5 minutos de la habilitación de los boletos. Tomé mi computadora nuevamente, conecté todo, no teníamos otra mejor opción, estábamos en sus manos. Preparadas para lo que depara el destino, cuando se disponen a abrir la venta, le damos click al sector D enfrente del escenario, en medio, ¡El mejor! El sistema nos ofrece dos entradas en fila 1, ¡wow no podíamos creerlo! Compramos las dos restantes que necesitábamos en el mismo sector, pero éstas fueron en fila 3 (muy buenas también) pasamos los numeritos de la tarjeta y aún la computadora vivía: sí señor, ¡Dios existe!  Cuando en el paso siguiente apareció el letrerito de confirmar la compra y le dimos al ok, drásticamente emergió un cartel que contenía unas crueles palabras: ¡Error del sistema!

El mundo se nos derrumbó. Ingresamos desesperadas nuevamente, click sobre el mismo sector y ya no nos ofrece fila 1 al centro sino muy en el costado. Decidimos comprar por que al menos seguía siendo la primera y continuamos con la adquisición de las otras dos entradas situadas otra vez en fila 3. Aún me cuesta creer que la computadora resistió y murió justo después de que confirmamos (esta vez con éxito) la compra. ¿Fue el destino? Yo creo que sí.

A los 10 días nos llegaron las entradas por correo y no se imaginan la sorpresa! En vez de enviarnos 4 entradas nos mandaron 8. Estupefactas al tenerlas en mano nos preguntamos qué había ocurrido y la conclusión no se hizo esperar: el error que arrojó el sistema no había sido tal, por más que nos lo informó así, la compra había sido realizada exitosamente. Saltamos de la alegría al saber que teníamos como resultado 4 asientos en fila 1, dos de una compra y dos de otra, pero al tomar conciencia de que nos sobraban 4 entradas para un show a 400 kms. de nuestra ciudad y que debíamos afrontar el gasto de todos los boletos adquiridos, la sonrisa se nos desdibujó de nuestras caras. ¿Cómo íbamos a lograr venderlas estando tan lejos de Rosario?

Continuará…

Euge Cabral

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