El Rey en pantalla grande

Maria Eugenia Cabral
Últimas entradas de Maria Eugenia Cabral (ver todo)

31 de mayo de 2011

Recuerdo que allá por el año 1983 tuve el privilegio de ver a Luis Miguel en la pantalla grande por primera vez. Fue algo maravilloso poder disfrutar de una historia contada por aquel niño que me tenía enamorada, embelesada. A estas alturas ya Luis Miguel era muy conocido, así que no me llamo la atención llegar al cine más popular de mi ciudad y encontrar una larga cola de personas esperando por entrar. Fue tal el éxito que tuvo “Ya nunca más”, que ¿Saben dónde terminé mirando a mi Rey? en una de las escalinatas del lugar porque estaba abarrotado de niñas esperando ver al Rey de sus corazones. Se apagaron las luces y ahí estaba, con su carita angelical, tan dulce, tan lindo y tan buen actor. Habían transcurrido muchos minutos y la historia estaba súper entretenida, divertida, aunque tenía algunos matices tristes que opacaban las risas que nos arrebataba cada escena graciosa. Con el transcurso del tiempo el silencio fue ganando terreno en el gran hall y las lágrimas comenzaron a humedecer los ojos de todos los espectadores hasta llegar al punto de rodar sin freno por nuestras mejillas. Es que sucedió algo en la historia que no esperábamos: se tornó muy fuerte, dolorosa, difícil de sobrellevar. Pienso que éramos muy niñas para vivir semejante realidad y más en la piel de Luis Miguel, era casi imposible separar la realidad de la ficción en ese momento. Yo creo que si el mensaje que deseaba dejar el autor era el de obedecer a nuestros padres y no andar en motocicletas se nos grabó a fuego.

Finalizó dentro de todo bien la historia pero habíamos pasado momentos de tensión extrema para nuestra edad por lo cual yo no podía dejar de llorar. Regrese con los ojos hinchados y sin expresar palabras en el camino de vuelta a mi hogar. Particularmente tuvieron que pasar muchos años para que pudiera volver a verla, fue de adulta cuando logré tener el valor de revivirla.

El tiempo transcurrió, dos años nada más para ser exacta y en 1985 llegó “Fiebre de amor”. Ya Luis Miguel había dejado de ser un niño para pasar a ser un adolescente del cual todas queríamos ser sus novias. Confieso que fui a sacar con mi mamá y mi hermana Carolina (que por cierto ya había convertido en fan de Miky) las entradas con un cierto temor de volver a sufrir con la historia que nos relataran esta vez.

Llegamos al lugar, ahora sí que me apropié de una butaca donde sentarme porque llegamos muy tempranito y ya para el tiempo que corría había muchas más salas cinematográficas en mi ciudad donde asistir. Rutina de siempre: se apagan las luces y empieza a sonar una preciosa canción diciendo: “Tu haz causado en mi existir la más bella sensación sin la cual no se vivir”… ¡wow!justamente eso era lo que estaba sintiendo en mi interior y que gracias a Luis Miguel aún hoy puedo ser dueña de tan bello sentimiento.

Ah que placer fue disfrutar de una historia totalmente distinta a la primera: juvenil, divertida, graciosa, romántica, con suspenso, un filme que se adueñaba de todos nuestros sentidos a lo largo de los 90 minutos y que a la vez nos regalaba paisajes paradisíacos de su tan querido Acapulco.

Creo hablar en nombre de todas sus fans: las sensaciones que experimenté al ver la película fueron extraordinarias, algo fuera de lo habitual, algo que jamás logré repetir. Era como estar viendo mi sueño hecho realidad en la pantalla grande donde Lucerito hacía de mí. Leo lo que escribo y me río sola, pero así lo percibí en ese momento, ella estaba protagonizando mi sueño y el de todas. Era la historia perfecta con una pequeña salvedad, se podría dejar de lado el tráfico de drogas y los asesinatos.

Cuando escuché la letra de la canción “Todo el amor del mundo” me dije: éste tendría que ser el himno de las fans de Luis Miguel. He aquí las palabras que más me llegaron y lo hacen hasta el día de hoy: “Dentro de mi ser como a mi sangre te llevare, pues vivir sin ti seria igual que no vivir. Eres para mí como es el sol para este mundo, que sin tu calor nada tendría luz ni color”.

Fue precioso ver a Luis Miguel en tantas escenas maravillosas haciendo de él mismo, siempre tan galante, seductor, bello y dulce.

Déjenme decirles que salí del cine flotando, caminando entre las nubes, era muy difícil bajar los pies a la tierra después de haber materializado en imágenes mi tan anhelado sueño de encontrarme a Luis Miguel en algún lugar y que luego él se enamorara de mí. Quedé tan flasheada y encantada que a la semana siguiente viaje a la localidad de Villa María (a unos 150 kms. de mi ciudad) a visitar a una tía y aproveché, con la excusa de una salida, ir al cine nuevamente a ver la proyección. Pero algo sucedió en ese dichoso viaje en tren que lo torno inolvidable pero no por bueno sino todo lo contrario. Me acuerdo haberme acomodado plácidamente en mi asiento, tomado los auriculares de mis walkman (dispositivo reproductor de audio portátil, furor de la época) paso previo a insertar el cassette “Fiebre de Amor” que contenía las canciones de la película. Cerré mis ojos, subí el volumen y apreté el botón de play. ¡Qué placer! sonaba la primera canción en mis oídos, ya la voz de Luis Miguel los endulzaba y me transportaba a un lugar único donde sólo estábamos él y yo, nadie más. Cuando de repente un sonido estremecedor me hizo bajar raudamente de las nubes en las que me encontraba y estrellarme de narices en la más cruel realidad. A mitad de canción el endemoniado aparatito había empezado a tragarse la cinta del cassette y la voz de Luis Miguel se tornó un tanto extraña. ¡My God! ayúdame, ese instante en que mi dedo recibió la señal de mi cerebro para que le diera a stop y llegara a concretarlo me dio la sensación de ser eterno. Mi viaje desde ahí se volvió una tortura, sin sentido, aburrido, desolado (justamente eso, sin mi Sol de México).

Mis papás cuando era niña, no gozaban de un pasar económico holgado, por ende todo lo que me compraban lo hacían con mucho sacrificio. Así que el resto de los kilómetros por recorrer pensé en que no volvería a escuchar las canciones de la película, salvo, en la casa de alguna amiguita. Pero gracias a mi querido papá el calvario terminó muy pronto, ya que apenas llegamos a la casa de los parientes busco una cinta de ésas de pegar transparente y efectuando un cortecito casi microscópico prosiguió a unir las partes de la cinta averiada. ¡Qué felicidad! que grande mi papá, aunque ya nunca más la primera canción sonó de la misma manera en la zona afectada, el resto de las canciones se escuchaban perfectamente.

Pasaron los meses y “Fiebre de Amor” salió en VHS, la felicidad ahora sí era completa. Aún vienen a mi memoria los días en que con mi hermana y mi prima la alquilábamos y la veíamos casi las 24 horas seguidas en la jornada de alquiler. Sólo deteníamos la cinta para comer y dormir. No quiero mencionar la infinidad de veces que la vi en reiteradas oportunidades, se asombrarían. Era muy cómico para los demás escucharnos decir los libretos completos, nos lo sabíamos de memoria de principio a fin.

Hoy guardo en un lugar muy especial de mi corazón todos estos recuerdos relacionados a sus películas. Creo que sus fans nos quedamos con ganas de más Luis Miguel en la pantalla grande, a pesar de que lo he oído decir en entrevistas que jamás lo haría de nuevo, es más, hasta se arrepiente de haberlo hecho. Ojalá supiera que sus fans le agradecen con el alma el habernos hecho vivir nuestro sueño plasmándolo en una cinta cinematográfica de manos de esta mágica historia. Gracias Luis Miguel por ser el dueño absoluto de nuestros sueños.

Sueños, fantasías del alma cuando sueño contigo son mis sueños el deseo de lo que quiero vivir y quiero soñar siempre que te llevo en mi”

“Sueños van naciendo de nuestra ilusión…Sueño con tu amor, sueño con tu ser, sueño con tener a tu corazón”

Euge Cabral

Un comentario

  1. Fueron dos películas maravillosas, las cuales he visto un millón de veces.
    Cuando leí la parte donde se te enredó la cinta en el wolkman, inevitablemente se me vino a la memoria las veces que me sucedió lo mismo. Que tortura era para mí!!! En mi caso, era mi mamá la que me lo arreglaba.
    Me encantó tu historia, amiga!!!❤😘😘

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Botón volver arriba