Sueños… fantasías del alma

Maria Eugenia Cabral
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24 de mayo de 2011

¿Quién como fan de Luis Miguel no ha soñado despierta año tras año, mes tras mes, día tras día con ese momento sublime en el que por fin una pudiera mirarlo a los ojos -esos de color verde esmeralda que nos hacen perder en su mirada y que desnudan lo más profundo de nuestro ser- en un momento exclusivo donde sólo ellos pudieran detenerse en los nuestros? ¿No se han preguntado una y mil veces qué le dirían? ¿Cómo actuarían al tenerlo enfrente?

Pues yo lo he imaginado un centenar de veces. En reiteradas oportunidades antes de dormir cierro mis ojos y fantaseo con mi tan anhelado encuentro. Siempre al intentar imaginar mi cita tengo dos opciones. Una es un encuentro casual en algún lugar de los EEUU donde sé que él se maneja un poco más libremente, y el otro es más surrealista (no olvidemos que estoy soñando despierta, por ende todo resulta válido): se trata de una invitación al hotel donde suele quedarse en la ciudad que está de gira. Soñar con este tipo de episodios tiene fundamentos lógicos, por vivencias de fans súper afortunadas que han logrado cruzarlo en distintas partes de EEUU, en su playa de Acapulco o en algún casino de Las Vegas. Otras han logrado tocar el cielo con las manos al haber conseguido una invitación exclusiva para ingresar al hall de la habitación de Luis Miguel en el hotel donde se estaba hospedando. Invitación más que merecida por cierto por el enorme trabajo que han realizado durante su vida como fan en pos del artista en sus respectivos Fan Clubs.

Me he emocionado hasta las lágrimas al escucharlas o leerlas contar cada uno de sus relatos. Es muy reconfortante por otro lado saber, que en todas las historias Luis Miguel se muestra muy cariñoso, amable, galante, encantador, es más… hasta contenedor. Más de una fan me ha contado que no pudo dejar de llorar sin parar por tenerlo enfrente en carne y hueso, y él las ha calmado con un “tranquila mi reina” acariciándoles la mejilla acompañado de un abrazo muy fuerte. Uf… por Dios, no puedo imaginar lo que sentiría en ese momento. En realidad sí, sería como haber muerto y estar en el paraíso mismo.

En mi querida Córdoba tuve hace muchos años dos oportunidades en las que creí poder cumplir mi sueño. Una de ellas fue allá por el año 1989 cuando Miky visitó una vez más mi querida ciudad y en dicha ocasión por primera vez se presentaría en el programa más conocido y de mayor audiencia del momento, “Telemanías”. Mi papá conocía a una cantante que estaba sonando muy bien en las radios locales y ella fue quien logró conseguir las invitaciones para el evento del año.

Recuerdo haber esperado más ansiosa que nunca que llegara el día. Y así fue como esa tarde me vestí de punta en blanco para asistir a la grabación. Llegamos y fue una grata sorpresa ver que había muy poca cantidad de gente en comparación a los shows, ya que era una grabación prácticamente a puertas cerradas. A nosotros nos hicieron esperar en una puerta de ingreso restringido, mientras que el resto del público formaba otra gran fila en un ingreso distinto. El clima era sensacional, todas teníamos algo que nos identificaba como fan del artista más famoso de México, y ya para ese tiempo uno de los más populares del mundo. Como cada año el ritual era el de siempre. Cada una llevaba orgullosa su remera, su vincha, su gorra con la foto del más bello y por supuesto, no podían faltar las canciones coreadas por la gran multitud femenina al unísono. Cada auto con vidrios oscuros que se acercaba al ingreso de la cochera era motivo de gritos ensordecedores. Y sí, la adrenalina, la emoción y la felicidad por verlo estaban a flor de piel. Pasaban los minutos y Luis Miguel se hacía esperar como toda una estrella. Pero luego, la espera se tornó angustiosa porque no llegaba al lugar. Yo no dejaba de mirar mi reloj, ya había gastado las baldosas de tanto caminar en el mismo lugar. Los minutos continuaron su marcha hasta que la puerta por fin se nos abrió, detrás estaba el productor del programa con cara de afligido, quien miró a mi amiga y le dijo: “surgió un problema, Luis Miguel no podrá presentarse ésta noche por que se encuentra descompuesto, así nos informó su manager. Por tal motivo ya no podremos grabar, porque tiene otros compromisos posteriores mañana”.

El mundo se me cayó encima todito en pedazos. Pasé de un momento de felicidad plena a uno de dolor inmenso en cuestión de segundos. No sólo porque se me estaba escapando la posibilidad única de poder saludarlo en un lugar tan chiquito y exclusivo como es el set de un programa de televisión sino que me preocupaba ante todo su estado de salud. Volví a casa devastada, con los ojos hinchados de tanto llorar porque Luis Miguel se encontraba en algún hotel cerquita sufriendo quién sabe cuánto. Me costó mucho conciliar el sueño, sentía una opresión muy fuerte en el pecho. Recuerdo haberme dormido pidiéndole a Diosito que velara por él para que se recuperara pronto. Y él como siempre lo ha hecho me escuchó: al otro día supimos que lo que había tenido era una descompostura de ésas por comer comidas típicas de otros países a las cuales el cuerpo no está acostumbrado, nada grave. Ah que felicidad! nada me importaba más en el mundo que él ya estuviera bien.

Pasaron los años, y con ellos una nueva chance de conocer a mi querido Luis Miguel. Allá por el año 1992 Miky se presentaría con un gran show en el estadio de mi ciudad, lo recuerdo especialmente porque fue el año en que vino con el disco “Romance”. Ese show fue algo asombroso, el estadio se colmó de gente en un 100%. Fue la primera vez que vi asistir a gente mayor a nosotras, mamás, abuelas, tías, en fin, a familias completas. Ya no estábamos solas y eso me enorgulleció al máximo por que Luis Miguel a sus 22 años había logrado lo que nadie: unir a varias generaciones.

Coincidió con este año mi ida a grabar mi primer demo a un estudio muy importante (ya les conté que tenía intenciones de ser una gran cantante) y el papá del dueño de aquel lugar era el encargado de traer a Luis Miguel ese año. Ay caray cuando me enteré. No pude contener mi alegría, mis ganas de que supieran que deseaba conocerlo.

Este señor me contó que su papá no era la primera vez que lo contrataba, que ya lo había hecho en oportunidades anteriores (y yo sin poder conocerlo antes, que vida tan injusta) y también que ya se habían reunido e incluso hasta habían almorzado juntos. Ay ¡Dios mío! Me quedé estupefacta, no podía dejar de pensar mientras él me relataba todo con lujo de detalles que quizás esta vez sí el destino iba a estar de mi lado. Pero tristemente tampoco fue así, en esa época Miky volaba desde Buenos Aires al aeropuerto cordobés para dirigirse directamente al escenario sin siquiera pasar por el camarín, luego vuelta a su auto y al aeropuerto. No hubo ninguna posibilidad de nada para nadie. Me quedó nuevamente una gran melancolía por tener muy cerca la posibilidad de saludarlo y que no se concretara.

Hasta el día de hoy no he tenido otra gran posibilidad de cristalizar mi sueño. Pero si hay algo que me caracteriza es ser perseverante con lo que deseo en la vida y jamás perder las esperanzas. Dice un famoso refrán: La tercera es la vencida, así que aquí estoy esperando mi oportunidad.

Me pregunto cómo reaccionaré ese día en que lo tenga frente a frente. Ojalá tenga la dicha de que sea un momento en que él pueda dedicarme un par de minutos para que pueda expresarle con palabras y gestos mi sentir (necesito darle un abrazo interminable). Cierro los ojos y me imagino temblando como una hoja, tratando de dominar mi cuerpo para que él no lo perciba, mi corazón latiendo tan fuerte que golpea mi pecho con todas sus fuerzas. Desearía que no brotaran lágrimas de mis ojos cual cataratas, para poder disfrutar mucho más el momento y para no hacerlo sentir apenado, estoy más que convencida que esto sería lo más difícil de manejar para mí.

No sé si coinciden conmigo, pero siento que ese día respiraré hondo, aliviada y agradecida a Dios ya que uno de mis más importantes sueños se habrá cumplido. ¿Por qué digo aliviada? Porque siento a estas alturas que no podría morirme, dejar este mundo sin siquiera mirarlo a los ojos, decirle cuánto lo admiro, cuánto lo quiero, cuán agradecida estoy por hacerme una mujer tan feliz y completa al tener la dicha de disfrutar de sus canciones, su manera de interpretarlas y por su entrega total.

Sé que gran parte de mi familia LuisMiguelera no ha cumplido su sueño y realmente deseo de corazón que puedan lograrlo en algún momento de sus vidas. No pierdan nunca las esperanzas, anímense, conviertan sus sueños en una realidad.

“Los límites de los sueños están en la mente… el poder para alcanzarlos está en el corazón”

Euge Cabral

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