Luis Miguel, la banda sonora de mi vida
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Es increíble que el amor, la admiración y la pasión sean el gran motor para que veamos concretados nuestros sueños. Estos sentimientos nos dan la fortaleza y convicción de que todo lo anhelado se podrá ver materializado si realmente hacemos un esfuerzo para llegar al objetivo. Nada en esta vida llega por el solo hecho de tener suerte, no tocan a tu puerta para concederte lo que tu corazón desea, tienes que salir a buscarlo y a veces la suerte es cómplice para allanarte el camino, pero solo es eso, una aliada. En reiteradas oportunidades me dicen “Euge, qué suerte tienes”, “Euge, eres una privilegiada”, pero lo que no se dan cuenta que detrás de cada sueño concretado hay un gran esfuerzo realizado, hay días de fila para obtener un buen lugar, hay trabajo extra (no de un año, de un par) para ahorrar peso a peso para mi boleto de avión y mis tickets, como también algunas privaciones en compras y salidas, porque todo es destinado a invertir en la felicidad que siento cuando tengo a Luis Miguel enfrente mío.
Y así como veo cumplidos mis sueños gracias a la perseverancia, intento motivar a otros para que lo hagan, ya lo dice el refrán “Querer es poder”. Confieso que muchas veces me he convertido en hada madrina, y que la felicidad que siento al ver concretado el sueño de otro es indescriptible, literalmente lo vivo como un triunfo propio. Pero para ello tuve que salir en la búsqueda de esos sueños, y aunque algunos me llevaron varios intentos, terminé por conseguirlos porque nunca dejé de creer que podía lograrlos. No pierdan las esperanzas cuando se encuentren piedras en el camino, no se frustren ante el primer obstáculo, continúen intentándolo porque lo que se desea con el corazón vale la pena. Además, cuando algo nos ha costado tanto se disfruta mucho más ¿No creen? Para mí esta vida no tendría sentido sin metas por cumplir, por eso me las propongo continuamente, y si estas tienen que ver con sentimientos tan genuinos como el amor y la felicidad, me entusiasma mucho más trabajar en ellas.
El relato que voy a compartirles a continuación, de María Elena Cantú, una fan de Monterrey, México, es un claro ejemplo de lo que significa trabajar en la concreción de un sueño. Los dejo con esta vivencia de octubre de 1994:
Sonó el despertador a las 5:00 de la mañana, aún somnolienta me levanté emocionada para arreglarme, tenía que ir hasta el otro lado de la ciudad, para registrarme en las oficinas y así trabajar en los conciertos de Luis Miguel. Me había enterado de que lo mejor era asistir personalmente para asegurar un buen lugar, ya que vía telefónica era imposible conseguirlo por la gran demanda de estudiantes universitarios inscriptos para trabajar como edecanes de seguridad, o acomodadores, en el recién inaugurado Auditorio Fundidora. En esta ocasión me había inscripto por Luis Miguel, aunque ya había trabajado en varios eventos de otros artistas, pero este era mi concierto esperado.
Salí de casa y después de tomar dos camiones (buses) para llegar a las oficinas que se encontraban en un fraccionamiento de la zona sur de la ciudad, me bajé donde me habían indicado y empecé a caminar por algunas calles. No hizo falta preguntar ya que vi una fila enorme de jóvenes esperando la apertura del lugar.
Cabe mencionar que, por ser un evento de Luis Miguel, a diferencia de los grupos de rock o de otros artistas había mucha demanda de mujeres para el puesto. Así fue como tuve la dicha de conseguir mi pase para trabajar en los próximos tres conciertos que daría Luis Miguel en nuestra ciudad, y además me iban a pagar.
Llegado el día en que comenzaba la serie de conciertos de Luis Miguel en Monterrey, me citaron a las cinco de la tarde, para darnos una plática donde se comentó que este era un concierto muy especial -como si no lo supiera yo-, y que no había ningún tipo de concesión, debíamos seguir al pie de la letra las indicaciones.
Mi compañera de aventuras, la que había conocido meses atrás, estudiante de derecho que trabajaba como burócrata en el juzgado federal, me preguntó: “¿Conoces los camerinos?”, y cuando le dije que no, de inmediato respondió “¡Vamos!”. Ella, por su trabajo, no tenía que cumplir una jornada laboral común, lo cual la ayudaba a participar de estos eventos, por lo tanto, conocía a muchas personas del lugar.
Les cuento que no era glamoroso estar detrás del escenario, donde podías ver cajas, tuberías, estructuras, camerinos vacíos, y encima el de Luis Miguel estaba custodiado, cuestión que ni a ese lugar ni a sus músicos podíamos acercarnos, lo teníamos terminantemente prohibido. Pero sí pudimos subir al escenario con la precaución de no tocar ningún instrumento, ya que habían hecho la prueba de sonido y habían cercado el perímetro con esa cinta policiaca que dice “No pasar”.
Estar parada en el escenario del auditorio fundidora vacío me produjo sensaciones de miedo y escalofrío, y no quiero imaginarme lo que se sentirá al verlo completamente lleno, con miles de personas cantando y aplaudiendo. Me emocionaba pensar que, en apenas unas horas nada más, estaría mi ídolo musical parado en ese mismo lugar.
Tiempo después nos reunieron nuevamente, porque ya se abrían las puertas del recinto, y me enviaron con un grupo de chicas para controlar a las personas que ingresaban, que por lo general eran mujeres. Ahí estuve revisando bolsos para constatar que no escondieran ningún artículo prohibido, y cuando me quise dar cuenta había hecho como mil sentadillas controlando las pertenencias de los visitantes.
Sentí angustia al escuchar la Intro del concierto estando aún en aquella puerta, pero creo que el supervisor nos entendió, puesto que a la tercera canción nos dejó abandonar el lugar para acercarnos a ver el espectáculo. Ni lentas ni perezosas nos situamos muy cerca del escenario para disfrutar al máximo.
Luis Miguel estaba ahí, seduciendo a su público como tantas veces lo había visto en televisión. Recuerdo que no podía creer tenerlo en vivo y en directo por primera vez frente a mis ojos y tan cerca, sentir la emoción que realmente era de carne y hueso y que estaba en el mismo recinto que yo, es una sensación imposible de describir con palabras. La magia de Luis Miguel hizo que me olvidara de que estaba trabajando, y que mientras escuchaba su música viajara por mis recuerdos.
Al siguiente concierto estaba adolorida por el ejercicio involuntario que había hecho en la primera noche, así que estuve de guardia en un pasillo. Gracias a mi amiga, que conocía mi gran fanatismo por Luis Miguel, siempre me ubicaron cerca del escenario. Esta vez el público respondió mejor que la noche anterior, corearon todas las canciones y Luis Miguel estuvo más encantador. Esto es algo que descubrí noche tras noche, los shows pueden ser los mismos pero la conexión del público con el artista es lo que los hace inolvidables.
En el tercer concierto estuve cerca de una señora con una niña de dos o tres años que lloraba, y cuando vi algunos asistentes con cara de frustración y de querer decirme “haz algo” decidí tomar la iniciativa. Me acerqué a la señora para preguntarle si podía ayudarla, y de inmediato ella me comentó que la mamá de la niña estaba en las primeras filas y que la pequeña quería estar con ella. Al regresar a mi lugar un supervisor me preguntó acerca del problema, puesto que había visto la situación desde lejos, y cuando le comenté me dijo: “Puedes llevar a la niña con su mamá para que la calme”. Para mi sorpresa la señora me dio la niña indicándome la fila y butaca donde estaba su hija, así que me llevé a la niña sollozando y tomada de mi mano hasta las primeras filas, mientras Luis Miguel cantaba boleros en el escenario. Quizá porque los pasillos estaban vacíos, y la gente muy atenta a la música romántica, llamé la atención de Luis Miguel que me observaba extrañado. Sentí su mirada y lo vi levantar su barbilla como preguntando qué estaba pasando, sin pensarlo levanté mi pulgar como diciendo que todo estaba bien, y ahí fue cuando me regaló una sonrisa que aún recuerdo con emoción, porque fue exclusiva para mí. Donde estés niña llorosa, ¡muchas gracias!
Para terminarles esta historia les cuento que la madre de la niña la recibió y la tuvo en su regazo, inexplicablemente durante el resto del concierto, y yo a su lado vigilando… pero a Luis Miguel.
Tres noches seguidas estuve ahí, nunca supe cuándo Luis Miguel llegaba, ni cuando se iba, pues era un secreto muy bien guardado. Después del concierto debía quedarme a una plática en la que nos felicitaban o nos hacían alguna aclaración, luego algunos se iban a cenar en algún puesto ambulante, y otros, que teníamos a nuestros padres afuera del auditorio esperándonos, nos regresábamos al hogar.
Fue una experiencia muy gratificante porque me ayudó a escoger el lugar ideal para verlo en los próximos conciertos como espectadora. Luego asistí religiosamente a por lo menos un concierto en cada gira. Algunas veces gané boletos en la radio, y aunque estos eran en el césped (Talud) y a cielo abierto, muy retirados del escenario, estar acostada sobre el césped y ver la luna, mientras Luis Miguel cantaba las canciones románticas de los “Romances”, fueron momentos inolvidables y que ahora recuerdo con mucha nostalgia.
Años después, en este mismo recinto del que comencé contándoles, se grabó el DVD “Vivo”, noche en la cual estuve presente aplaudiendo, llorando y gritando como loca.
Gracias Luis Miguel, por ser la banda sonora de mi vida.
María Elena