Luis Miguel, un amor a destiempo
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Desde sus inicios Luis Miguel jamás fue un artista de moda, pues su música fue capaz de trascender en el tiempo porque siempre le cantó al amor, al más bello de los sentimientos, y lo hizo defendiendo sus ideales… creyendo y sintiendo lo que quería transmitir. Sus canciones han recorrido el mundo entero y nunca dejaron de ser contemporáneas, no solo por las letras que le dan vida a las historias, sino también porque eligió trabajar con los mejores compositores, arreglistas y músicos del momento. Desde siempre Luis Miguel supo lo que deseaba para su carrera, y no titubeó a la hora de animarse a incursionar en diferentes géneros que definitivamente son clásicos: Pop, Jazz-Funk, Boleros, Rancheras y la Big Band.
En la era del reggaetón, del Trap, del pop latino comercial, y de un largo etcétera de nuevos subgéneros que van surgiendo, los clásicos de Luis Miguel arrasan en las taquillas. Este año las ventas de su tour “México por siempre” lo coronó con un nuevo récord, pues está en la posición número 7 de las giras más lucrativas, superando a los famosos taquilleros como Katy Perry, The Killers y Maluma, entre otros. En la actualidad es toda una proeza encontrar un ticket para ver a un artista que no conoce límites respecto a su talento, puesto que se agotan en cuestión de algunas horas. Cabe destacar que con esta gira alcanzó un récord histórico de ventas en sus últimas 3 fechas de presentaciones en Guadalajara, para los días 29 y 30 de septiembre, y 22 de noviembre, y que superará su propia marca de presentaciones en el Auditorio Nacional, ya que finalizará este 2018 con 31 conciertos en dicho recinto.
¿Cómo no sentirnos híper orgullosos de nuestro artista cuando confirmamos una y mil veces que estamos ante una leyenda viva, ante una voz que no tendrá igual por los siglos de los siglos?
Me sigue colmando de emoción la fiebre generalizada en la sociedad, que se disparó a partir de la proyección de la primera temporada de su bioserie. Luis Miguel está en boca de todos, y solo hay palabras de cariño, solidaridad, apoyo y admiración por la historia de vida compartida. No paro de oír “Ahora todos son fans”, y qué maravilloso que así sea, ¿No? Me hace feliz saber que los millennials han descubierto la música del artista que enamoró a tantas generaciones, y al único capaz de acariciar miles de almas con su voz. Que se den la oportunidad de vivir esta experiencia que revoluciona los sentidos no tiene precio.
Los fans estamos disfrutando a pleno esta nueva era de Luis Miguel, pues volver a vivirla es una verdadera bendición. Felicidades Miky por escribir un nuevo capítulo en la historia de la música.
En otro orden de cosas quiero presentarles un nuevo relato, prueba del amor incondicional de los fans de ‘El Sol de México’:
He tenido la oportunidad de escribir múltiples historias y relatar diferentes versiones de las mismas pero, sin embargo, ésta es la primera vez que comparto parte de mi vida un tanto personal, pues solo aquellos que me conocen bien saben de este “amor” especial.
Han escuchado aquel dicho, “Si no puedes contra el enemigo, únete”, pues así fue que comenzó la historia con mi amor a destiempo.
Tendría apenas 7 u 8 años cuando mis cuatro hermanas junto a mi mamá corrían a reunirse a la sala para no perderse la presentación del jovencito rubio y pompón, como ellas le decían con cariño. Aquel era un adolescente que cada fin de semana, en un popular programa televisivo, les arrancaba suspiros a las cinco mujeres de mi casa sin contarme entre ellas. A decir verdad, me desesperaba un poco ver cómo las hipnotizaba con aquellas señas tan particulares que tenía, pero sobre todo con esa voz e interpretaciones que nadie podía igualarle al ‘Sol de México’, como ya se le empezaba a conocer.
Entre algunas experiencias de vida, vaivenes entre EE.UU. y México, mi gusto por el muy “particular enemigo” comenzó cuando yo tenía 13 años. Había algo en él que me identificaba, y era esa soledad de la que siempre se ha caracterizado. Recuerdo que me llamó la atención un comentario que hizo durante una entrevista, respecto al hecho de que podía sentirse solo pese a estar acompañado de muchas personas. Durante mi adolescencia fui muy particular con quienes me relacionaba, pues me volví un tanto ermitaña por cuestiones de índole familiar y por haber crecido entre dos culturas.
Esa obsesión que se le conoce por el orden y la perfección me cautivó, e incluso me ayudó, pues en mi casa me inculcaron particularmente el estudio. Asistir a la universidad no era una opción, era un hecho, ya que contaba con cuatro modelos a seguir, quienes exitosamente concluyeron dicha meta. Así que la disciplina tuvo que formar parte de mi vida sí o sí.
Mentiría si no confesara que su atractivo físico me llevó a estándares irreales porque, aunque suene difícil de creer, terminé saliendo con un joven muy parecido a él físicamente, pero obvio, nadie como Miky. Ya regresaré a este tema más adelante.
Retomando mi juventud estudiantil, ese amor especial me tenía plasmándolo en las portadas de todos mis cuadernos del colegio medio superior, amor que era un poco mayor para mí cuando lo vi cantar en vivo por primera vez en el Auditorio Nacional, en 1993. En aquel concierto a beneficio de Unicef se quedaron mis pulmones, cuando canté junto a 10 mil almas presentes “La Incondicional”.
En la fotografía que les comparto más abajo podrán observar el ticket de ese primer concierto al que asistí, imágenes de la página de un libro que conservo desde el año 1994, el cual compré con mis ahorros, y por supuesto mi pin predilecto. Quise destacar dicha página porque muestra la relación especial que Miky siempre ha tenido con el mejor amigo del hombre. En la imagen subsiguiente quiero mostrarles mi playera favorita, la que venía con aquel libro, pues era como un especial de colección.
Este amor incluso me llevó a conversar por teléfono con Carlos Cambiazzo, a quien siempre le agradeceré el gesto de ayuda para ganarme unos boletos que me llevarían a verlo cantar en Las Vegas y conocerlo tras bambalinas, oportunidad que desafortunadamente no llegó. Ese amor que me motivó a quedarme a dormir afuera del Auditorio Nacional junto a mi papá para conseguir boletos en primera fila que tampoco llegaron. Aquel que me llevó a la Avenida Palmas donde estaba su empresa “Aries”, a la que acudía con frecuencia para encontrármelo cuando sabía que estaba presentándose en el Coloso de Reforma. Incluso los taxistas del sitio ya me reconocían y me decían, “Luis Miguel pasó más temprano, con cinco minutos de anticipación lo hubiese encontrado”. De nuevo se esfumaba otra oportunidad de verlo y decirle algo que siempre he querido que sepa.
En una ocasión corrí con un poco más de suerte y me abrieron la puerta de Aries, pudiendo llegar a ver plasmadas sus fotos en la pared. Sólo quería echarme a correr para ingresar y permanecer allí hasta lograr verlo. Su oficina contaba con un timbre conocido como “interphone” así que, desde el interior, el guardia de seguridad pudo vernos a mi amiga y a mí saludar desde afuera. Cuando abrió la puerta preguntó a quién buscaba y un poco temerosa respondí, “A mi papá”, a lo que respondió con una nueva pegunta: ¿Quién es su papá? Sin titubear respondí: “Francisco” (cabe aclarar que es el nombre real de mi padre). Me dijo con una gran sonrisa, “Ah, ¡Don Paquito! Salió a comer, pero no ha de tardar”. Para estas alturas podrán pensar ¡Qué suerte la mía!, pero yo digo que Dios cuenta con un gran sentido del humor y que por ende no me iba hacer quedar mal, por lo que me fui antes que llegara mi “papá” y no volví a regresar. Siempre estuve cerca de un intento, pero lejos de lograrlo.
Aunque este amor me lleva casi una década de edad, de adolescente no dudaba al decir que me quería casar con él. Tenía una foto de él en mi buró, y mi papá se encargaba de conseguirme los promocionales de cada material discográfico. Durante un cumpleaños mi mamá me regaló, como tarjeta de cumpleaños, un promocional del “Jorobado de Notre Dame” donde estaba Luis Miguel, y mis hermanas para una Navidad los de “Amarte es un Placer” y “El Concierto”. Recuerdo que este último me lo llevé cuando me fui de México para realizar mis estudios universitarios en Baylor. Cómo olvidar que se fue en la cabina con los pilotos, y que me lo entregaron al aterrizar previa broma diciendo: “Usted se va, pero Luis Miguel se queda para continuar viajando”.
Me matriculé en la universidad con la ilusión de ser médica, pero siempre me gustó escribir y leer, motivo por el cual le hice un sin fin de cartas que nunca llegué a entregar. Cada mañana mi alarma me despertaba con su voz cantando diferentes éxitos. Desembarqué en la universidad que elegí por más de un motivo, y uno de ellos tenía que ver con aquel joven de gran parecido físico a ese amor especial que tenía. Él y muchos éramos conscientes de su aire a Luis Miguel, pero resultó ser una persona no tan auténtica así que renuncié, de todas formas sentí estar en el colegio correcto, que aquello fue una señal que Dios me dio, a pesar que mi corazón estaba en México.
Durante mis años universitarios seguí sus pasos entre Houston, CDMX, Austin, Dallas y de nuevo Houston infinidad de veces, estando en ocasiones más cerca de él que otras.
Al final me gradué de periodista, los caminos de Dios en la vida de uno son perfectos y no caben dudas que Él abre y cierra puertas, y mis amigos me agasajaron con una fiesta sorpresa, con Luis Miguel de invitado VIP.
Les cuento que con mi profesión tuve una hermosa experiencia en el año 2006. Era la primera vez que Luis Miguel se presentaba en Austin, así que le pedí a mi entonces novio (ahora es afortunadamente mi esposo) que me comprara una docena de rosas. El concierto se ofreció con cena previa al show, y atando cabos mi novio terminó dándose cuenta de que las rosas eran para ese amor especial. Sin más preámbulo, cuando llegó el momento de interpretar “Suave” me paré y, con la ayuda de un par de amigas, me acerqué al escenario. Gritamos su nombre a todo pulmón, y cuando detuvo sus ojos en mí procedió a sujetar mi mano, luego me cantó, y por último tomó la docena de rosas. ¡Fue un sueño total! Incluso recuerdo que el Cónsul de México en Austin me dijo, “Es usted la mujer más afortunada de todo el concierto”.
Mi mano quedó impregnada de su perfume, riquísimo por cierto, con decirles que las chicas de la fila detrás no quisieron perderse la oportunidad de comprobarlo por ellas mismas. Sin dudas fue una gran experiencia. Además debo confesar que, aunque soy periodista, siempre pago mis boletos preferenciales, pues he optado por separar ese gusto personal del profesional.
Les comparto dos fotografías, una acompañada de mi esposo y el famoso ramo de rosas que le llevé a Luis Miguel, y en la otra imagen está mi ‘Sol’ antes de recibir el regalo.
Antes de esta última gira lo había visto en el año 2011 en Houston, y créanme que siete años de espera valieron la pena -mi número favorito además de todo. Lo vi el pasado 27 de mayo, aunque lejos porque tristemente no pude obtener boleto preferencial, y me alegré al corroborar que está en una etapa distinta. Aunque nuevamente lo busqué para intentar coincidir con él de una vez por todas, ya que por mi profesión conocemos gente en común, no estuve entre los afortunados que pudieron verlo o fotografiarse con él. No sucedió, una vez más el destino no estuvo de mi lado, y aunque siempre estoy cerca de sus pasos, nunca lo hago a tiempo. Ese amor siempre ha caminado a destiempo del mío.
Luis Miguel no sabe quién soy, no sabe que existo, no conoce mi nombre o mi admiración por él. Desconoce que lo he querido y respetado a la distancia, y que me ayudó en momentos claves de mi juventud. Que cada 19 de abril también estoy de fiesta, y que me quitaron varias rosas destinadas para él en el Auditorio Nacional cuando tenían la ridícula restricción de no admitirlas.
Amor a destiempo, si llegaras a leer esto, lo que siempre he querido decirte es lo siguiente: En cada rosa que llevaba estaba escrito un mensaje en papel…”Si esta rosa pudiera hablar, gritaría Dios te ama”, y hoy lo sigo sosteniendo. Si Él me diera la oportunidad de cruzarme contigo algún día fuera de un concierto te diría: “Te ama tanto que te hizo muy especial”.
Gracias por tantas memorias y por no rendirte.
Con gran amor y admiración
Mariana Pineda