“Sueña que no existen fronteras”

Euge Cabral
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Por fin le puse fecha y hora, el pasado noviembre, a uno de mis sueños más preciados. Esta vida es una sola y estoy de acuerdo en que hay que trabajar arduo en conseguir todo aquello que anhelamos, ¿No creen? Conclusión que me llevó a embarcarme junto a mis dos mejores amigas, el 4 de febrero de 2015 a las 19:25 hs., en un vuelo hacia el país de las maravillas, para conocer desde adentro una cultura tan fascinante como atrapante, y por supuesto ser testigo del amor de Luis Miguel por su patria y de la comunión con su público. Este viaje, que recién pudo tomar forma hace unos días, nació en lo más profundo de mi corazón años atrás, cuando tomé conciencia de mis sentimientos hacia México y su gente, y fue entonces cuando me prometí lanzarme a la aventura de conocer la idiosincrasia de un pueblo con el que poco a poco, sin que la distancia fuera un impedimento, fui forjando lazos que me unieron aún más.

Dicen que no se puede querer lo que no se conoce, pero créanme que los fans sabemos muchísimo de México a través de Luis Miguel porque es su mejor embajador a nivel mundial, prueba más que suficiente es el amor que sentimos por la nación que lo vio nacer como artista.

El año 2015 llegó para mí con una cuota extra de emoción, y desde ese primero de enero comencé a tachar los días del calendario con mucho entusiasmo. Por suerte el tiempo voló entre unos días de descanso en el mar, compras y preparativos, y el mes más esperado irrumpió en el almanaque para llevarme de su mano al paraíso.

La víspera del 4 de febrero me costó conciliar el sueño, ya que era imposible dominar mis ansías por emprender un viaje por el que había esperado tanto tiempo. Mi corazón aceleraba sus latidos cuando las imágenes se agolpaban en mi mente al imaginar el momento del arribo y el encuentro con mis afectos, pues iba a conocer físicamente a muchas personas con la tengo un contacto cercano hace años, e iba a reencontrarme con otras que llevaba tiempo sin verlas.

Nunca en mi vida disfruté tanto escuchar el sonido de la alarma de mi despertador, aquella villana que cambió de papel por un día para convertirse en mi hada madrina al encargarse de inaugurar el comienzo de un tiempo en que la magia se hizo presente.

Imposible describir con palabras las sensaciones que recorrieron mi cuerpo camino al aeropuerto. Ni siquiera el miedo a volar se robó mi sonrisa y la luz que irradiaba mi mirada. Llegando a la terminal me reuní con una de mis compañeras de tour, Viviana, para emprender la primera etapa del trayecto, la que nos llevó directo a la ciudad de Buenos Aires para encontrarnos con la tercera mosquetera, nuestra amiga Ana.

Arribando a Capital Federal las tres nos fundimos en un interminable abrazo, y juntas contamos las horas y minutos que nos faltaban para ir tras los pasos del ser que unió nuestros caminos.

Previa conexión en Chile, y una hora después de la medianoche, despegó nuestro vuelo con destino a la ciudad de México, pero antes quisimos eternizar el momento en una fotografía, imagen que acompaña la columna.

Mientras volaba, cargada de ilusiones, no dejaba de pensar en que solo me separaban unas pocas horas de poder concretarlas.

Después de un pequeño descanso para recobrar energías nos sorprendió la madrugada, e inmediatamente luego del desayuno el piloto anunció la noticia más esperada. Su voz fue un canto a mis oídos cuando dio el aviso a la tripulación de que estaba todo listo para aterrizar, en ese momento mi alma estalló de alegría y mis ojos se humedecieron al constatar que ya se podían ver las luces de esta gran ciudad. Tocamos tierra y suspiré profundamente, con esa paz que nace desde las entrañas cuando sentimos que hemos cumplido con lo prometido.

Bajar de aquella imponente aeronave fue un trámite más para el común de las personas, pero para mí fue todo un acontecimiento pisar por primera vez suelo mexicano. Camino a migraciones, en el mismo salón para ser más precisa, ¿Adivinen quién nos dio la bienvenida? ¿Les doy algunas pistas? El hombre que nos llevó hasta ahí, el que nos arrebata mil y un suspiros, y el dueño de nuestro corazón. Sí, ese mismo que están pensando, descubrimos a Luis Miguel en una gigantografía que promocionaba los conciertos en el Auditorio Nacional.

Luego de las gestiones de rigor para ingresar al país, nos dirigimos a la zona de autobuses para emprender la última etapa de nuestro viaje, pues en el itinerario que habíamos diagramado teníamos a la ciudad de Puebla en la primera parada.

Saliendo del aeropuerto no me quise perder detalle de aquella monumental ciudad, aunque sólo se tratara de un pequeño acercamiento porque pronto regresaría para dejarme apabullar con sus encantos.

En Puebla me esperaban emociones intensas (ya les contaré el por qué), y la posibilidad de materializar otro de mis sueños.

Hasta aquí la primera crónica de un viaje hacia la tierra donde las fantasías cobran vida, porque las hadas madrinas y los genios de la lámpara te conceden los deseos. Así transcurrí los días en México, sintiéndome tocada por una varita mágica y viviendo un cuento de hadas.

Euge Cabral

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