En Cuba suenan las canciones de Luis Miguel, al son de las guitarras y tambores

Euge Cabral
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Cada nuevo amanecer mi corazón abriga la esperanza de tener noticias sobre el nuevo disco de Luis Miguel, y es por ello que no deja de estar atento a la posibilidad de que el fulgor del nuevo día traiga consigo la concreción de este gran anhelo. No saben cómo se aceleran mis latidos cada vez que se habla en los medios de la posible fecha de lanzamiento de su próximo trabajo discográfico, o cuando los leo tratando de adivinar con qué género nos deleitará nuestro Rey. Es que mi mente siempre va un paso adelante y viaja al futuro a la velocidad de la luz, motivo por el cual en reiteradas oportunidades me encuentro abstraída de la realidad soñando con el tan ansiado momento de reencontrarme con mi Sol. Pero ese período de éxtasis finaliza cuando aterrizo en la más cruel de las verdades, al constatar que algunos medios juegan con nuestras ilusiones al levantar información antigua y publicarla como reciente, sin siquiera tomarse el trabajo de confirmarla. Y aunque soy consciente que debo ser paciente y esperar esas noticias a través de los sitios oficiales de Luis Miguel, no puedo evitar ilusionarme ante el más mínimo indicio de alguna novedad. Este estado de ansiedad me recuerda a mis épocas de adolescente, y qué bonito es poder sentirme de esta manera cuando estoy tan cerca de subirme al cuarto piso –mis 40 años-, definitivamente Miky es el gran secreto de la eterna juventud de mi alma… él es quien alimenta esa niña que llevo dentro.

Dando vuelta la página, quiero contarles que la historia que tengo para presentarles me hizo recapacitar respecto a lo difícil de vivir en una dictadura. Para nosotros es algo normal escuchar la música que nos gusta, expresarnos abiertamente, viajar, contar con un buen abastecimiento en los centros comerciales, vivir en democracia… en fin, disfrutar de la libertad en todos los aspectos; pero para mucha gente, cosas tan sencillas como asistir a un concierto o ingresar a una tienda de discos para adquirir uno en especial -por citar lo menos relevante en la vida de un ser humano- es algo que está fuera de su alcance. ¿Se imaginan vivir privados de ésta y tantas libertades? Por eso agradezcamos vivir en paz y en democracia. No quiero dejar de cerrar esta introducción con un pedido de oración para Venezuela, país que está atravesando difíciles momentos. Roguemos por su paz, libertad, justicia y equidad.

Los dejo en compañía de una fan que no sabe de barreras a la hora de disfrutar de esta pasión:

Me llamo Eneida González y nací en la Habana, Cuba. Como todos en mi época, hicimos el pre-universitario en una Beca -internado ubicado en el campo al que se asiste entre los 15 y 17 años-, donde estudiamos de lunes a sábados. En este lugar, la noche del jueves se destina a la recreación

y es ahí donde escuchábamos a Luis Miguel como una revelación. Cabe aclarar que adoraba su voz pero a pesar de que muchos lo conocían físicamente yo no, pero eso fue hasta que un alumno impetuoso llevó unas fotos en blanco y negro de la portada del disco “Soy como quiero ser”  y es ahí cuando morí de ternura.

En el año 1988 comencé a cursar la Universidad en la Habana, sitio donde sobran las actividades nocturnas. Fueron años muy lindos en los que la juventud se reunía con guitarras, tambores y claves para ejecutar una salsa junto a canciones de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez  y Luis Miguel; jamás faltaba “Palabra de honor, Soy como quiero ser y La incondicional”, con las que como boba me deleitaba y hasta las coreaba.

En el ’90 comencé un noviazgo con el que es mi actual esposo, el que siempre me decía: “Te gusta demasiado ese Luis Miguel”, pero hoy por hoy está acostumbrado a que forme parte de nuestro hogar, tanto es así, que hasta mis tres niños pequeños cantan sus canciones y me sacan una sonrisa cuando le dicen a alguna visita: “Luis Miguel es novio de mami hace mucho tiempo y papi lo sabe”.

Retornando en el tiempo, un buen amigo mío emigró a EEUU en el año 1993 -extraño en Cuba, ¿no?- y me envió “Romances” y luego “Mis romances”, ya que en Cuba era casi imposible encontrarlos. Tanto a mí como a algunos privilegiados nos llegaba su música, recortes de revistas y DVDs y luego nos encargábamos de pasar ese material a otros fans, a pesar del temor que teníamos a que fuese estropeado nuestro valioso tesoro. Al día de hoy las cosas en mi país no han cambiado, y los que hemos logrado salir les seguimos enviando a los que allí residen como es el caso de Martica, Ketty, Maritza, Keyla, Ivia, Tatiana y Yosvany -esposo de mi comadre-, ya que no hay acceso a Internet todavía en la isla. Estos son apenas algunos nombres de un público inmenso en Cuba que sueña con asistir a un concierto de Luis Miguel, porque es un pueblo que ama los boleros, le gusta los mariachis y sabe reconocer a los grandes intérpretes, además se enorgullece con cada uno de sus discos porque casi siempre hay una letra de un cubano, como “Tres palabras”, de Oswaldo Farres, entre tantas otras.

Felizmente salí de Cuba en el año 2000, y dos años después -por mi cumpleaños- mi esposo me regaló un ticket para asistir a mi primer concierto de Luis Miguel que fue en Miami. Mi amigo,   aquel que me enviaba los discos, me lo pegó a un ladrillo y luego de muchas envolturas lo puso en una caja grande. Lloré muchísimo cuando vi de que se trataba -pueden observarlo en la foto que aquí se publica-, y aunque confieso que me hubiera gustado ir acompañada no pude hacerlo, pues había un solo ticket debido a la falta de recursos para adquirirlos.

Así fue como partí sola al concierto y me la pasé llorando ante el privilegio de estar tan cerca. En un momento estiré mi mano nerviosa y aunque me empujaban, fui incapaz de dejar de mirar a mi Luismi  por más que la timidez quería ganarme… es que es un sueño que no crees poder alcanzar nunca cuando naces en Cuba. Fue como estar en el cielo, y mucho más si escuchas de su voz: “¡Arriba Miami, arriba Cuba!”.

Cuando pasaron un par de días me dije: ¿Cómo no me subí a ese escenario y lo abrace y besé? Pero luego recapacité y comprendí que es algo imposible y no se puede. Les juro que aún cierro mis ojos y guardo la imagen de los pétalos de rosas rojas cayendo al final del concierto.

Superado eso, he ido a muchos conciertos pero no tan cerca porque no he tenido suerte. Mi último concierto fue en Mérida, Yucatán, el 30 de abril de 2011 y aunque no era en primeras filas sí fue lo suficientemente cerca como para saltar, gritar y tenerlo frente a mí en un momento que vino a nuestro encuentro, cuando eso ocurrió pensé en decirle “Soy yo Miky, estoy aquí” como si él supiera quién soy, creo que así nos pasa a muchas, ¿No?

Gracias a la tecnología hoy lo sigo, leo esta columna cada martes, los foros, y me satisface saber que hay un mundo que lo ama como se merece, pero soy consciente de la cantidad de coterráneos que se pierden de esta posibilidad y eso me entristece… pero no pierdo las esperanzas y pienso que algún día será y que estaré allí para celebrarlo.

Aunque jamás he estado en un Club de Fans, mis amigos y conocidos siempre tienen un detalle precioso conmigo haciéndome un regalo de ocasión, por lo que tengo muchas cosas -hasta discos repetidos- y es un orgullo para mí.

Amo a Luis Miguel de una manera especial, y ahora que lo escribo pienso en que quizás debí haber dicho “lo quiero”, pero estas palaras no expresan todo lo que él significa en mi vida. Siempre pido cosas lindas para él como si fuera un familiar, pero por sobre todas las cosas mucha salud y felicidad; para mí pido vida eterna para escucharlo siempre.

Un abrazo a todas las fans de Luis Miguel y para él, un beso enorme y mis deseos de una perpetua vida musical. ¡Gracias!

Eneida

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