Cuando la voz de Luis Miguel se convierte en un hechizo…

Euge Cabral
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Luis Miguel acaba de presentarse en Lima, Perú, como así también en Venezuela, en las ciudades de Caracas y Valencia, con un éxito indiscutido. No hay dudas de que sigue siendo ‘El Rey’ y que el público, cual súbditos, termina rindiéndose a sus pies desde ese preciso momento en que irrumpe en el escenario.

Cuando se trata de su majestad -sea el país que sea- nadie quiere perderse la posibilidad de sentir el hechizo que su voz y todo su ser provoca, razón por la cual sus conciertos siempre son a lleno total y esta vez no fue la excepción. Luis Miguel en cada show tiene la virtud de conducirnos instantáneamente al embeleso, estado que no hace distinción de género, pues hombres y mujeres nos deleitamos por igual.

Los fans de Perú y Venezuela fueron testigos una vez más de un artista que no sólo es dueño de un talento excelso sino también de un carisma, encanto y energía especial, esa misma que derrocha sin medida.

Sobre el escenario Luis Miguel no se priva de nada y se permite dejarse llevar por lo que su corazón le dicta; para él no existe impedimento alguno a la hora del contacto con sus fans, motivo que lo lleva todo el tiempo a poner a prueba sus aptitudes de malabarista y acróbata. Miky hace malabares porque mientras canta sostiene el micrófono, el retorno, un ramo gigante de flores, algunas rosas, una bandera y como si esto fuera poco recibe además un oso de peluche inmenso que lo eleva muy alto para compartirlo con el auditorio. Hace acrobacia -a veces hasta en la altura- cuando elude equipos de sonido, luces, cables y vallas entre otros, con tal de estar más cerca de su público. Esto es amor del bueno, ¿no creen?

Estas últimas noches de conciertos no ha dejado de expresar en su speech: “Gracias por el privilegio de dejarme estar una vez más en el escenario haciendo lo que tanto me gusta”… Miky, déjame decirte que los agradecidos y afortunados somos tus fans, nunca dejes de hacer esto que tanto disfrutas porque eres ese gran motor que necesitamos en nuestras vidas.                              

Hoy le toca disfrutar de ‘El Sol’ a Colombia, país que no ha visitado desde hace varios años, por lo que sus fans están más que deseosos por recibirlo y consentirlo para recuperar el tiempo perdido.

En otro orden de cosas, los invito a regresar en el tiempo y que nos situemos en el primer concierto de esta etapa de la gira por Sudamérica: Altos de Chavón, República Dominicana. Tenemos el honor de que una fan de Panamá nos relate su experiencia, quien viajó especialmente a este lugar de ensueño para reencontrarse con El Rey. Los dejo en compañía de Yeira:

Está chispeando en Panamá y un silencio que ensordece hace que mi corazón esté listo para transmitir lo que viví y sentí antes, durante y después del concierto del Señor Mejor Voz Del Mundo, Luis Miguel, en el Anfiteatro de Altos de Chavón.

Ya nuestra querida Euge, en la columna del martes pasado, escribió datos históricos y especiales de ese lugar que ojalá conozcan todos porque es hermoso. 

Mi historia con la música de Luis Miguel es una historia con el amor y la música misma, pues mi padre (que está en la gloria) alimentó ese gusto y pasión con la que nací, ya que siempre estaba escuchando todo tipo de melodías, pero en particular boleros y tangos -a Gardel más que a todos- y también recuerdo que se reunía con amigos que tocaban la guitarra. Siempre estaba tarareando una canción y yo, desde muy pequeña, ya tenía muchos discos de cantantes adultos y un enorme deseo de asistir a conciertos para ver cómo se organizaba todo para ello.

Un día sentí que mi corazón iba a estallar y que las paredes de mi casa se iban a agrietar cuando escuché: “Besar tus labios quisiera, besar tus labios quisiera, Malagueña Salerosa…” -10 años tenía al igual que Luis Miguel. En ese momento supe que algo importante estaba ocurriendo y me dije “¿Qué es esto?”. Para ese entonces una prima estaba estudiando en México y cuando regresó nos contó todos los detalles del niño prodigio de ese país. Así fue como continué escuchando todas sus canciones y percibiendo el trabajo y la dedicación de un ser humano que decidió hacer lo correcto con lo que Dios le regaló: perfeccionarlo y ponerlo al servicio de los demás. 

Mi admiración ha ido creciendo a través de los años y aunque han sido escasos los conciertos a los que he asistido porque ha visitado poco a Panamá -anteriormente no había tenido la oportunidad de ir a verlo a otro país- su música siempre ha estado conmigo, salvo una vez que me disgusté con

el amor y dejé de escucharlo por poco tiempo, pero ese es otro tema. 

Antes de esta ocasión, el último concierto al que asistí fue el 6 de marzo de 2012 aquí en Panamá, ¡Maravilloso! Luego hice varios intentos por ir a otro país pero no se concretó, ya que había otro plan para mí.

Esta vez me sorprendí al darme cuenta que mi sueño de ver a El Rey en otro país había tomado forma en lo profundo de mi alma, y se había perfeccionado en el año 2009 en un viaje familiar a “La Romana” y por supuesto, a “Altos de Chavón”. Cuando llegas a ese lugar no quieres hablar ni hacer nada, sólo mirar, respirar, amar, suspirar y seguir caminando. Es magia pura. El mar, el río Chavón, la naturaleza viviente que te habla por sí sola y a través de sus pájaros, esa que sólo quieres apreciar y escuchar. Al emprender el acogedor paseo y la larga caminata (que no sientes), esta nos llevó al Anfiteatro, lugar en que me sentí en el paraíso. Es un sitio diseñado para conciertos, y por sobre todas las cosas para que se le haga justicia a las grandes voces, ya que sin ningún instrumento musical cantas y puedes apreciar la acústica. Mi impresión ante ese lugar fue aplastante porque miras hacia arriba y ves un hermoso cielo, a su alrededor vegetación, el Río Chavón, etc. y percibes la brisa en tu rostro y en el alma. Enseguida mi imaginación, mente y corazón se unieron en un solo deseo y pensé: “Escuchar y disfrutar a Luis Miguel en éste lugar debe ser algo así como un hechizo. Dios permita pueda ocurrir” y así fue como allí se quedó ese fuerte deseo. 

En este 2013, haciendo las diligencias para ir a Colombia y Medellín -a una hora de Panamá-, aparece la noticia de  que Luis Miguel se presentaría en Altos de Chavón.  Primer pensamiento: “Sr. Mejor Voz del Mundo, ¿por qué me hace esto?”. Disculpen lectores, pero me sentí entre la razón y el corazón. Mi mano derecha e izquierda son de Dios, y Él ya había planificado mi viaje, por lo que ahora entiendo el por qué impidió que pudiera comprar boletos para Colombia, lo que me hizo sentir una tristeza momentánea pero a la vez un oculto alivio. Claro, habló el corazón y nació la inquietud de irme a República Dominicana para que mi gran sueño se hiciera realidad. Estaba contra el tiempo, por lo que hice las diligencias y aquél viernes en la noche, regresando de la agencia de viajes, llamé a la empresa promotora del espectáculo sin mayores expectativas. El teléfono sólo sonó dos veces y una amable joven me respondió que sí, que tenía el boleto que quería y que con gusto íbamos a trabajar en eso. Felicitaciones a la promotora y mil gracias Yosirys Ortega porque desde ese día no dejamos de comunicarnos para que todo saliera a la perfección.

Señores, cuando Dios permite que un deseo se anide profundamente en tu corazón te lo concede en su tiempo y mejor de lo que imaginaste, aunque tú lo hayas olvidado Él no, porque ama vernos felices. Doy Fe y las que me conocen también.

Confirmados todos los detalles llegó el gran día y el 31 de octubre en el primer vuelo me fui a “La Romana”, ¡Qué felicidad!

Ya en el hotel, al darme la bienvenida y hablarme de mis opciones en el área, enseguida me dijeron, “Este fin de semana tenemos concierto en el Anfiteatro. Si le interesa ir, podemos hacer la diligencia para conseguirle un boleto”. ¡Qué lindos! pero ya el boleto venía en mi cartera. Tomé mi carrito y me fui a “Altos de Chavón” a pasear y a disfrutar del lugar, con la sola intención de ver los autos que iban llegando con el equipo para el montaje del escenario para el show. Otro de mis sueños era ése, ver todo el trabajo de producción, escenografía y demás pormenores para un concierto de Luis Miguel. Ya en el lugar, y luego de visitar el maravilloso museo, comenté que iría al anfiteatro y me dijeron que no se podía entrar porque estaban trabajando allí. Pero eso no me detuvo, seguí caminando con mi cámara, tomando algunas fotos y les juro que cuando menos me di cuenta estaba dentro del anfiteatro. Una dulce brisa y paz invadió mi corazón porque estaba en uno de los lugares más hermosos del planeta mirando el delicado trabajo que hace todo un equipo de producción, para que en menos de 48 horas estuviera allí cantando mi voz preferida.

Pedí permiso para sentarme y alguien me dijo: “Don´t worry, no problem”, así que fui bajando las gradas para apreciar todo como es debido. Tomé algunas fotos porque me fascina hacerlo, aunque a veces siento que se pierde mucho la pulcritud de la vivencia cuando nos concentramos en captar en una fotografía un momento indescriptible. Lo hice más por ustedes, fans incomparables y únicos, que se lo merecen.

El Viernes 1 de noviembre, luego de los paseos obligados a la playa y demás, sentí la necesidad de volver a “Altos de Chavón”, de hecho planeaba cenar allá. Durante el paseo todos comentaban, incluyendo el público masculino -sorpresa para mí-, su alegría porque Luis Miguel regresaba a cantar allí. Los que viven en ese lugar me preguntaban: “¿Va usted al concierto?”. ¡Qué belleza de ambiente!, es la particularidad de los lugares pequeños, en el que todos sus habitantes están sintonizados en lo mismo y mucho más si se trata de un concierto de una leyenda musical. ¿Imaginan cómo se sentían los que viven a metros del anfiteatro y dentro del área? Deberían haberlos visto, el clima musical se percibía por todas partes.

Cuando llegué al lugar lloviznaba, pero eso no impidió que siguiera admirando la gran labor que se estaba realizando para el evento. Al salir de allí proseguí con mi paseo, con las fotos obligadas y luego con mi cena.  No sé exactamente qué hora era, pero llegando al lugar -un poco antes de mi reserva- algo dentro de mí me hizo decirle al señor que ejecutaba el acordeón, en un delicioso restaurante italiano de la zona, que iba al mercadito  a comprar algo antes de que cerraran y que luego regresaría. Estando fuera vi dos camiones que me indicaron que las luces iban a ser instaladas, por lo que me aproximé nuevamente al anfiteatro, y para mi sorpresa hacían su ingreso en ese momento la mejor banda musical del mundo. Cada uno ocupó sus lugares y yo, viví uno de los momentos más excitantes de mi vida. Al escuchar el primer sonido me acerqué más y más para apreciar, por la gracia de Dios, a la banda que he admirado por tantos años. “¿Cómo será el cielo si esto es así?”, pensé… Ya sabemos que salvo excepciones, estos grandes músicos y seres humanos tienen 20 años trabajando con Luis Miguel. Allí me quedé de pie a escuchar el ensayo que para mí fue un concierto. ¡Qué amables! Fue un placer escucharlos y confirmar que en efecto, para que exista y surja esa química indiscutible entre Luis Miguel y su público, primero tiene que existir una conexión especial entre ellos. Si alguno de los músicos o su corista lee esta columna, desde lo más profundo de mi corazón, quiero darles las gracias por haberme permitido escucharlos.

Pensando en que Luis Miguel ya estaba listo y mi corazón también, pues estaba a pocas horas de presenciar lo que sería mi concierto soñado, recordé que tenía que ingerir alimentos porque no podía darme el lujo de sufrir un desmayo pre-show, algo que casi se me olvida por tanta emoción. 

Llegó el sábado 2 de noviembre y el aire ya olía a Luis Miguel en la playa, restaurantes y en las áreas del hotel, donde las chicas, señoras y señores (sí, señores que se ponían más guapos para ir al gran evento) además de encontrarnos en los lugares diseñados para éstos consentimientos, nos dedicamos a intercambiar opiniones. Por supuesto que los horarios de salón de belleza, spa, etc. eran diferentes ese día. ¡Qué buena idea, latinos de sangre intensa! La maquinaria de transporte del hotel ya estaba organizada desde temprano para lo que sería el evento, pues los buses ya no saldrían cada hora sino cada media hora. Pero como mi naturaleza es prevenir contratiempos, fui la primera en salir del hotel para el anfiteatro a las 5:15 p.m. para estar allá en 10 o 15 minutos aproximadamente. Fui la primera en llegar, luego llegó la mamá de la señora Luz García, la responsable de llevar a El Sol de México a suelo dominicano. En el anfiteatro no hay sillas numeradas, sólo hay secciones y aunque puedes estar seguro de ella, puede variar tu primera fila si llega alguien antes que tú, así que ese tipo de riesgo no me lo iba a permitir.

Estaba en el lugar ideal y con todo listo para escuchar a Luis Miguel. Ambiente romántico, champagne, el brindis con personas con las que había conversado esos días como también con las que conocí allí, y todo gracias a la música del mejor cantante del mundo. El público estaba ansioso, y yo…  luchando con mi corazón porque palpitaba aceleradamente.  Al apagarse las luces observé cómo se colocaban cada uno de mis respetados músicos y la hermosa corista en su respectivos lugares, y en ese momento les hice señas como de “por favor, ya…” -Claro, eso sucede cuando uno se siente en familia.

Al escuchar los instrumentos mi piel se erizó automáticamente, y cuando nuestro Sol apareció en escena -elegante e impecable como siempre, y nuevamente con camisa blanca la que luce tan bien- inició la magia. Su voz se apoderó de todo el anfiteatro, el que estaba a lleno total, y el público se apoderó de Luis Miguel, quien se veía muy contento de estar en ese lugar. Recibí de pie al cantante, al hombre y al músico cuyo trabajo he admirado, y quien ha sido inspiración de superación en mi vida. El concierto fluyó y se desarrolló empapado de amor incondicional. Luis Miguel cantó como siempre, perfecto, pero mejor. Mi corazón se detuvo cuando cantó “Historia de un amor”, letra y música del panameño Carlos Eleta Almarán, por lo que imaginarán que sentí un orgullo y emoción doble… ¡Cómo se infla el corazón!

Cuántos años de desear decirle “Felicidades” y “Gracias” y, aunque no sé si me escuchó en medio de tanta euforia, pude decírselo cerca al estrechar su mano. No me esperé recibir una hermosa rosa blanca de su mano al extender la mía (la que siento es de todas las fans). ¡Qué hombre más caballeroso! Muchas gracias Luis Miguel por esos detalles extras que tienes con nosotras.

Finalmente llegó la tan linda, pero a la vez irónica, “Labios De Miel” -ya que en los últimos conciertos es la canción que nos anuncia que ya se va del escenario- y ahí es cuando los sentimientos se mezclan. 

Para cerrar con broche de oro, tanto el concierto como mi sueño, el cielo se cubrió con un gran despliegue de fuegos artificiales mientras caían los coloridos confetis, pero eso no fue todo, llegó a mí la pelota negra que dice “Luis Miguel”. No me podía mover de mi puesto y recordé el DVD “Vivo” donde hubo fuegos artificiales, momento que embruja y me embrujó. Como un plan perfecto de lo alto, la fuerte lluvia inicia luego de que todo termina y nos hace llegar muy frescos a nuestros destinos.

Altos de Chavón es un lugar por el cual puedes pasear y pasear porque siempre descubres un lugar nuevo, razón que me llevó de vuelta allí el domingo, día después del concierto. Visitantes y moradores del área hablaban del concierto en las callejuelas y desde sus balcones preguntaban: “¿Le gustó?”, Ahhh ¡Qué bello!

De los comentarios que más me impactaron fue el de una pareja de señores afuera de la Iglesia, donde esperábamos la hora de la misa. Ellos decían que no habían visto algo así antes, y el señor hizo un especial énfasis en que lo que más le llamó la atención fue la química y conexión que surgió entre Luis Miguel y su público. Eso es muy importante porque no lo dijo un fan, sino una persona a la que se le notaba su gran sensibilidad musical.

Para terminar mi The Hits Tour personal después de mediodía entré al anfiteatro donde aún estaban desmontando, y un chico colaborador de la empresa promotora compartió conmigo su

impresión: “Nos sentimos muy bien al trabajar con personas tan sencillas y que nos trataron como iguales a ellos”. ¡Como debe ser! -agrego yo.

Sola y dentro del anfiteatro inevitablemente me saltaron unas lágrimas producto de distintas emociones. Emoción de alegría por las bendiciones recibidas, por la sonrisa de mi padre y la alegría que sintió y siente desde el cielo al verme vivir y disfrutar la mejor música tanto como él lo hacía; cierta nostalgia porque aunque estaba satisfecha al 100% siempre hay un poco de esto -“cuando las luce se apagan”- al ver que todo se lo estaban llevando.

Innumerables sucesos se experimentan en un concierto de Luis Miguel y muchos objetos atesoramos, pero para mí, nada podrá reemplazar el amor que me transmite su voz. 

A Luis Miguel, cuando lea esta columna, le reitero mi enorme admiración a su profesionalismo, fidelidad y firmeza en lo que cree y en lo que es. Gracias infinitas por cantar, Dios bendiga tu vida, disposición y entrega al desarrollar los dones y carismas que Él te regaló.

Gracias Eugenia querida por tu cariño y apoyo, gracias a Sil, amiga del alma, por el rescate (ella sabe), a Clarissa por su entusiasmo y a Sexenio por éste espacio que nos permite compartir esta afinidad con personas de diversas culturas.

Esta es una columna dedicada a Luis Miguel, pero sé que cuento con su aprobación para un CC (con copia) a mi padre a quien la música, día a día, lo hizo vivir su vida terrena más feliz e intensa al igual que lo hago yo.

Yeira Guevara

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