Luis Miguel, puente de sueños (Parte II)

Euge Cabral
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Hola queridos lectores, ¿cómo están? Espero que muy bien. Por fin puedo continuar aquel relato que dejé inconcluso, de un viaje a Roma que jamás imaginé concretar este año. En la entrega anterior, quedé justamente levitando entre las nubes después del despegue, repitiéndome la frase “No lo puedo creer, ¡estoy yendo a Roma!”, para convencerme de que no lo estaba soñando.

Luego de 12 largas horas hasta Madrid, llegó el momento de esperar el siguiente vuelo, el que me iba a llevar a mi destino final. Llegué a Roma alrededor de las 9:30 am, y ahí estaban Amparo y Cristina esperándome. Me parecía un sueño verlas en vivo y en directo, pero no me paralicé, corrí a darles ese abrazo que había imaginado tantas veces. Fue un momento realmente emocionante para las tres, el que jamás olvidaremos.

Mi llegada a Roma

En el estacionamiento nos esperaba Miguel, esposo de Cristina, a quien también conocía en forma virtual. Fue un placer poder verlo personalmente y darle un fuerte abrazo. Fuimos directo a su casa, dejé mi equipaje, y nos fuimos las tres amigas a desayunar a una hermosa cafetería a la vuelta de la casa. Teníamos mucho que conversar, y organizar lo que haríamos los próximos días en Roma. Entrar en aquella pastelería fue un festín para mis ojos, ya que tenían una gran variedad de exquisiteces para acompañar un rico capuchino.

Cristina, y Amparo junto a mí

Comenzamos con la plática y las horas se esfumaron, cuando nos percatamos de ello era hora de almorzar, así que Amparo regresó con los suyos y nosotras a reencontrarnos con el resto de la familia de Cristina. Allí nos esperaba un rico almuerzo, típica comida italiana, y un postre espectacular que me había preparado especialmente Miguel, ya que es el gran repostero de la casa. Conocí a la dulce y bella hija de Cristina, Aurora, quien por suerte también habla español. Luego de una extensa charla de sobremesa, nos preparamos para salir a reencontrarnos con Amparo, e iniciar juntas una caminata que nos iba a llevar por los alrededores de la zona, donde hay mucho para conocer, y cuyo destino final sería el Coliseo Romano.

De izquiera a derecha, Cristina, Euge y Amparo

Entrada la tarde tomé el helado más rico que probé hasta el momento, y miren que soy una gran catadora y mi vara es alta. Luego nos despedimos de Amparo y continuamos camino, esta vez para asistir a misa en una iglesia a pocos metros de la casa de Cristina. En lo personal fue muy emocionante escuchar la misa en italiano, y no saben lo que me costó mantenerme despierta durante la homilía. Es que, la diferencia horaria con Argentina me había hecho perder la posibilidad de dormir la noche anterior. Luego regresamos, cenamos algo ligero, ducha, y a los brazos de Morfeo sin escalas. 

Al día siguiente desayuné sola en casa de Cristina, ya que ella y Miguel habían partido al trabajo y Aurora a la escuela, pero me habían dejado preparado el desayuno cual hotel 5 estrellas. Me sentía muy consentida en aquella casa en la que me recibieron con tanto amor y generosidad. Ese día era muy especial para mí, porque iba a visitar los restos del Papa Francisco en la Basílica Santa María la Mayor, quien yacía allí hacía tan solo 2 días. Me encontré pasado el mediodía con Amparo, y hacia allá partimos muy emocionadas por aquel suceso. Pensamos que nos llevaría mucho tiempo ingresar a la Basílica, pero gracias a Dios solo encontramos un trayecto de 100 metros con personas aguardando ingresar. Mientras hacía aquella fila se me ocurrió armar un chat con familiares y amigos creyentes de varios países, con la idea de hacerles una videollamada al estar enfrente de la tumba del Papa. Así fue como cargada de una profunda dicha y emoción, ingresé en aquel lugar sagrado, lleno de paz, y albergando en su seno a uno de los hombres de la iglesia que dejó su huella en el corazón de la humanidad. Lamentablemente no tuve la fortuna de conocer a Francisco en vida, a pesar de haberlo tenido en mi país tantísimos años como sacerdote, arzobispo y luego cardenal, y la emoción de sentirlo allí mucho más cerca fue difícil de contener. La videollamada fue todo un éxito, ya que los intengrantes estuvieron junto a mí, y tuvieron la oportunidad de pedirle a Francisco sus intenciones. Luego nos dirigimos a un pequeñísimo lugar sagrado ubicado cerca del altar, pero en un subsuelo, y allí nos encontramos con una de las reliquias de la iglesia católica dentro de un gran cofre con oro. Éste guardaba restos de la cuna de Jesús, así que me arrodillé a los pies, para rezar la oración que estaba escrita en diferentes idiomas. No podía dejar de agradecerle a Dios nuevamente la bendición de este viaje, y el que me haya permitido vivir esta experiencia que llevaré por siempre en mi corazón.

A la izquierda pueden ver donde descansan los restos del Papa Francisco
Cofre con los restos de la cuna de Jesús

Luego fuimos a Termini, la estación de tren situada a unos cuantos metros, para almorzar y continuar con la charla. Me sorprendió gratamente las diferentes opciones de menús y lo bien que se veían cada plato. Amo las ensaladas gourmet y ahí comí una de las más ricas y abundantes de mi vida. ¡Qué bien se come en Italia! Platicamos tan a gusto, que cuando quisimos darnos cuenta llevábamos 3 horas sentadas, y había que hidratarnos, no con agua sino con un exquisito Squumato, café express cubierto exclusivamente con espuma de leche. Aquello fue para mí ¡Amor al primer sorbito, adicción al segundo!

Después fuimos al centro, a encontrarnos con Cristina que ya había salido del trabajo, y nos dirigimos a la famosa Fontana Di Trevi. Esta obra de arte me dejó sin palabras, como la primera vez que la tuve frente a mis ojos, sin dudas debería ser nombrada otra maravilla del mundo. Por supuesto que lo primero que hice fue lanzar una moneda para que el destino me permita regresar una y mil veces. Caminamos un poco por los alrededores, y en cada paso iba descubriendo y amando cada detalle de su arquitectura. Sí, mi amor por Roma fue a primera vista, allá en el año 2006, y en este 2025 renové los votos.

Al día siguiente habíamos quedado en reunirnos con un grupo de fans en Piazza di Spagna, así que viví la experiencia de ir hasta allá en un medio de transporte público, para deleitarme con más vistas de la ciudad al ritmo del autobús. Ese día iba a encontrarme por fin con Gabriella, con quien tengo una bella amistad desde hace 20 años, a través de la tecnología o de una llamada por teléfono tradicional. Ella iba a asistir a la reunión con su hijo Filippo, el que también deseaba conocer a la amiga argentina de su madre, así que viajaron desde Florencia. Me encontré con ellos en Piazza Navona, un lugar lleno de historia y hermosos lugares turísticos para comer y tomar un rico cafecito. Mis ojos estaban incrédulos al verla esperándome, y mi corazón saltaba de alegría por la emoción que me embargaba. Después de 20 años pudimos fundirnos en un abrazo interminable, y expresarnos ese cariño inmenso que sentimos la una por la otra. Su hijo Filippo, todo un adulto ya, resultó ser un encanto de persona, divertido, educado, elegante -algo que heredó de su madre que trabaja en alta moda-, y muy cariñoso. Tomamos algo y luego nos dirigimos a Piazza di Spagna para encontrarnos con el resto de las chicas.

Con Filippo y Gabriella

El día estaba espléndido, sol y calor, como a mí me gusta. Cuando llegamos ahí estaban esperándonos mi querida Antonella, presidenta del club de fans Per Luis Miguel Italia, y Raffaella. No podía con tanta emoción, me sentía realmente bendecida por la oportunidad de conocerlas personalmente y poder compartir con ellas este día. Nos sacamos fotos en aquella famosa escalinata, escenario de tantos desfiles de moda de alta costura, para luego seguir rumbo a un restaurante donde teníamos reserva.

Arriba, Filippo, Antonella y Rafaella. Más abajo Gabry y yo

Allá nos encontramos con María José, una fan argentina que lleva 35 años viviendo en Roma, y luego se sumaron Amparo y Cristina. No pude creer lo que comen los italianos ¡madre mía! Que el antipasto (entrada), il primo (usualmente pasta), il secondo (carne o pescado), il contorno (el acompañamiento para el anterior), il dolce (postre), y por supuesto, como en argentina, no podía faltar el café para completar este verdadero banquete de reyes. Allí nos quedamos horas conversando muy a gusto, y el tiempo voló. En la tarde acompañamos a Gabry, a su hijo y a Antonella hasta Termini, ya que debían viajar a sus respectivas ciudades, y allí nos despedimos felices por lo vivido y con la promesa de repetir cuando Dios nos dé la oportunidad.

izq: Gabry, Euge, María José, y Cristina. Der: Filippo, Antonella, Rafaella, y Amparo
Parte del Fan club Per Luis Miguel Italia

Regresamos al hogar para prepararnos y descansar, ya que al día siguiente debíamos viajar muy temprano a un lugar muy importante, promesa que me había hecho Cristina desde que nos conocimos a la distancia. 

Aquel día me levanté más que ilusionada porque las tres amigas, Amparo, Cristina y yo, íbamos a tomar un tren con destino a Massa Carrara, aquel lugar que había visto nacer y crecer no solo a la mamá de Luis Miguel, sino a tantos Basteri. No puedo explicarles lo que sentí, cuando en el trayecto pasamos cerca de Pisa, lugar donde Marcella tomó ese avión para no regresar jamás. Pero esa sensación escaló a su máxima expresión cuando bajé de aquel tren para pisar tierra toscana… ¡Todo me seguía pareciendo un sueño!

Camino a la tierra de Marcella Basteri

Mi corazón latía muy fuerte, invadido por una profunda emoción y nostalgia, al estar en aquella ciudad tan importante para esta fan.

Continuará…

Euge Cabral

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