Detrás de ti mi vida entera

Euge Cabral
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En la columna anterior disfrutamos del relato de María José, el que dejó al descubierto, una vez más, que no existen barreras para los fans cuando se trata de vivir esta pasión sin límites ni frenos, como dice la canción. Mientras avanzaba en la lectura de esta maravillosa y atrapante experiencia en México -capítulo aparte es la manera tan particular que tiene Ma. José de relatarlas-, no pude dejar de emocionarme ante las repetidas situaciones en las que vi reflejada la hermandad que existe entre los fans. Una y otra vez, en cada palabra aquí plasmada, se hizo presente la fraternidad y la amistad desinteresada, algo que podrán comprobar por ustedes mismos al finalizar con el texto.

Con orgullo puedo reafirmar que esta gran familia que formamos está  dotada de muchas cualidades y valores, atributos que se ven manifestados permanentemente en hechos concretos y palpables, como los que aquí nos comparte Ma. José.

En esta familia es frecuente que un miembro, que muchas veces poco te conoce, te ofrezca su casa y brinde su hospitalidad, con tal de allanarte el camino para que concretes el sueño de ver a Luis Miguel en un escenario diferente al de tu ciudad. Así me pasó con Anita, poco la conocía cuando me abrió las puertas de su casa, de su familia y su corazón, para hospedarme aquel fin de semana de noviembre del año 2008, casualmente en la gira “Cómplices”. Aunque ese fue un gesto invaluable de su parte no se conformó y, sin sospecharlo si quiera, se alió a mi otra amiga del alma para conspirar a mis espaldas la manera en que iban a sorprenderme, obsequiándome tickets para dos conciertos de aquella serie. Sí, ¡Así como leen!

En aquella época no tenía las posibilidades económicas de afrontar más de un concierto y, como si fuera hoy, recuerdo la frase con la que me convencieron para que aceptara ese valioso regalo: “Queremos que estés junto a nosotras porque no es lo mismo si una falta. Vamos las tres juntas o ninguna”, palabras que me emocionaron hasta las lágrimas y que aún lo hacen, porque sigue siendo el lema de las tres. Está de más decir que toda la vida les estaré agradecida por tal gesto de amor.

Así como les cuento esta anécdota podría relatarles un sinfín de situaciones de las que no he sido protagonista pero sí testigo. Jamás dejará de conmoverme la relación que existe entre nosotros, los fans, especialmente cuando nos acompañamos y apoyamos en momentos difíciles. Basta con un simple estado en Facebook para que todos cooperemos en el bienestar de quien lo necesita, o compartamos y nos alegremos con la felicidad del otro. Siempre estamos atentos ante la posibilidad de brindar ayuda, y dispuestos a hacer lo imposible con tal de colaborar en la concreción de un anhelo. Sin dudas que amar incondicionalmente a Luis Miguel, la unión y la solidaridad son nuestras mejores virtudes como familia.

Aquí les comparto el texto que fundamenta contundentemente mis aseveraciones:

Después de mi estrepitoso fracaso por mostrarle la bandera de España al nene, debía pensar en alguna estrategia para no quedarme en el intento y lograr mi objetivo, y una bandera más pequeña era justo lo que necesitaba. Durante el paseo turístico con Eva, por la mañana para ser más precisa, le pregunté dónde comprar una y sabiamente me dijo que al regresar le preguntáramos a Martha. ¡Bendita sea! Vieran como debatían… que si en una papelería o en una librería, y mientras lo hacían no podía dejar de pensar que la última opción, de no conseguirla, sería dibujarla y colorearla yo misma. De pronto Martha puso cara de “Ahá, ¡ya está!” y se desapareció de la sala, para volver al ratito con una bandera española de las dimensiones de un folio, aproximadamente. ¿Qué les puedo decir? ¡El tamaño era perfecto! -suerte que su esposo es español. Nada más cierto, según las palabras de Paulo Coelho, que “Si realmente quieres algo, el universo conspira para que lo logres”.

En el almuerzo se nos unió Angelina, la hija de Martha, a la que tuve la fortuna de conocer en la gira anterior -ella es digna hija de su madre, muy guapa, buena abogada, y con una colección de zapatos que ya quisiera para mí.

Después de comer, Eva, Martha, Lucy, y yo fuimos al mercado para comprar las rosas rojas con las que agasajaríamos a Luis Miguel. Allí vimos unos corazones muy bonitos para regalar, de varios formatos, y a Lucy, Martha y a mí, se nos ocurrió que podíamos sorprender a Luis. Nuestra idea era pasar las tres juntas con las rosas, después con los corazones, y por último con paletas (piruletas) muy coquetas que nos hicieron gracia y que también compramos. Si el plan nos salía bien, conseguiríamos que el nene se riera un poco con nosotras.    

Era el concierto número 21 de “Cómplices” en el Auditorio Nacional, y mi cuarto concierto de esta gira en México.

Llegó la hora y felices entramos al Auditorio con nuestros regalos. Me da pena decir esto pero, para que vean las filigranas que tenemos que hacer para nuestras travesuras, se los cuento: llevaba la bandera escondida bajo la blusa y agarrada con la cinturilla del pantalón, la rosa escondida en el escote, la paleta en una de mis botas, y el corazoncito en la otra bota. ¡Viva el contrabando!

Lucy tenía asiento centrado, y Martha y yo otra vez orilladas del lado derecho. Las tres conspiradoras acordamos salir a darle el primer regalo -la rosa- durante la canción “Suave“, y allí fuimos las tres como si lo hubiéramos ensayado. Todo fue bien, tomó mi rosa, luego la de Martha –le regaló una sonrisota-, pero cuando iba a tomar la de Lucy llegó la avalancha de fans y ahí quedamos todas aplastadas. En primera instancia nuestro plan no salió bien, y aunque Martha y yo pudimos salir sin problemas del barullo, nos quedamos preocupadas por Lucy, puesto que su mano alzada con la rosa sobresalía entre la multitud, e iba de un lado para otro con prisa y sin pausa. Al terminar la canción vimos que salía indemne del episodio, gracias a Dios.

Lizbeth se había sentado con Martha y conmigo aprovechando que había un asiento vacío, y ahí planeamos que cuando escucháramos “Inolvidable” emprenderíamos la segunda parte del plan, la entrega de los corazoncitos, y Liz también aprovecharía para llevarle su rosa. Llegado el momento parece que el resto de las fans se enteraron de nuestros planes, porque todas salimos a la vez y el tumulto se formó incluso antes de que pudiéramos pensarlo dos veces. Fue tanto el relajo que Luis no vio nuestros corazones, pero eso sí, aunque no recuerdo bien si fue ahí o en otro momento, Liz tuvo más suerte y sí pudo entregarle su rosa.  

En el momento de los saludos todo el mundo estuvo de pie aplaudiendo, con un Auditorio a reventar y Luis, más emocionado que nunca, dijo que en el cartel situado en la parte externa del recinto deberíamos estar cada uno de nosotros, porque si se logró ese récord fue gracias a sus fans. ¡Qué lindo, por Dios!

De repente vi que se acercó a nuestro lado, así que saqué la banderita de España, extendí los brazos, lo miré, y él miró a todos lados menos a mí. En ese instante le dije a Martha “No la verá, es demasiado pequeña”, cuando de repente Miky me miró, paró de hablar y dijo al micrófono: “¿España?… ¡Bienvenida, bienvenida!”, seguido de una reverencia a la bandera, a la que respondí igual, doblando las rodillas muy reverente para agradecerle. Ah ¡Me hubiera muerto ahí mismo! Y no me pregunten qué más dijo, ni qué canción iba después, porque estaba en las nubes y me costó mucho bajar.

Durante el resto del concierto seguimos divirtiéndonos, y les cuento que no me dio rosa (y ya iban cuatro conciertos), pero ¿tengo derecho a quejarme?, desde luego que no, no se puede tener todo y les juro por Dios que tuve mucho más de lo que esperaba.

Se me olvidó contarles que la pasada noche, mientras cenábamos, entraron al restaurante las chicas del coro y Sam -seguridad de Luis Miguel-, y al retirarnos los saludamos. ¿Pueden creer que hasta le di la mano a Sam y le dije buenas noches en inglés? Lucy y Martha se tomaron fotos con las dos coristas, una de ellas argentina -María- y la otra californiana -Kacee-,  muy guapas las dos por cierto.

Tampoco les conté que en todos los conciertos acabamos inaugurando la fila triple A que no existe, pero nosotras la creamos al formarnos delante de la doble A, para bailar bien a gusto al pie del escenario. Cuando la gente de seguridad del lugar supo que no éramos peligrosas, dejaron de pasar por delante de nosotras para proteger a Luis, según donde estuviera, y lo hicieron por detrás para no molestarnos. 

Por otro lado, Lucy logró darle su peluche y Luis Miguel le regaló dulces expresiones con su carita, y hasta lo adornó con una rosa, se portó muy amoroso… ¡Quién fuera osito! 

El 4 de marzo, en vísperas del concierto número 22 de ‘El Sol’, me levanté triste porque era mi último día en México, y por ende mi último concierto de esta gira. Sólo una fan puede entender ese vacío que se queda después de disfrutar plenamente de un concierto de Luis Miguel en México y todo lo que esa experiencia conlleva alrededor: la convivencia con las fans, los encuentros con los músicos, los guardias del Auditorio, las travesuras, etc.

Esa noche deseaba más que nunca una rosa de sus manos y era mi última oportunidad. Me lancé enseguida a darle mi rosita al nene y ¿Qué creen?, ¡me ignoró! Suerte que esta vez, al menos, evité que me aplastaran, porque cuando llegó todo el mundo vino Roberto –seguridad del AN- a rescatarnos.

Roberto (mi “duende padrino”) estuvo esa noche de lo más simpático y quiso que mi última noche fuera algo especial. Así fue como enseguida nos dejó pasar adelante y allí estuvimos las tres solitas entre los guardias, nadie entraba y nadie salía… triple A sólo para nosotras. Traté de darle mi rosa al nene una segunda vez, pero no tuve éxito.

En “Te necesito“, observé que Martha sacó de su bolso un cartelito y se lo enseñó a Luis, al tiempo que a mí me señaló con la otra mano.  No entendí qué hacía, así que toda inocente le dije: “Déjame ver qué le dices”. En eso que lo volteó casi me caigo de espaldas porque en él se podía leer la siguiente frase: Esta niña no se puede ir a España sin su rosa, please.

Ahí sí me quise morir… ¡Qué vergüenza!, traté de quitárselo y ahí entramos en la lucha, ella por enseñárselo y yo por quitárselo, mientras que Lucy no me ayudó. Menos mal que terminó la canción y él no llegó a leerlo. ¿Se imaginan lo que se hubiera reído de mí si lo ve?, Pues no más de lo que me reí yo. Lo cierto es que estuvo bien chistoso el momento. ¡Martha es un amor!

Yo también había llevado un cartelito para despedirme, que decía: “Mi Rey, te espero en España”, el que Martha me insistía que se lo enseñara. Intenté explicarle que lo estaba haciendo pero que Luis Miguel no lo veía, y ella me aconsejó que se lo enseñara hasta que lo viera, así que lo tuve toda una canción en alto. Y ¿Qué creen?… no se percató. Así que Martha decidió tomar el cartel para mostrárselo, y ¿Adivinen qué?… Luis lo miró, lo leyó y alzó las cejas, para luego señalarme y decir: “¡Eres tú!”.

A todo esto Roberto, en una de sus carreras escenario arriba y abajo, se me acercó y me dijo “Ya que no consiguió su rosa, le conseguí esto”; y extendiendo su mano dejó ver un pétalo de rosa blanca que debió recoger del suelo. Fue un gesto muy bello de su parte.

En lo que les cuento esto sí se infartarán, van a ver. Empezó a sonar la melodía de “Amarte es un placer“, estando Luis frente a nosotras sin que nada se interpusiera, y cuando iba a comenzar a interpretarla miró a Martha y le cantó solo a ella, haciéndole todo tipo de gestos con su rostro. Les juro que me dieron ganas de apartarla y ponerme en su lugar, a ver si así conseguía un poco de atención del nene, ja ja.

El tiempo pasó volando, más rápido de lo que tardan en leer esto, ¡Seguro!, y aunque me dio tristeza escuchar los acordes de la última canción, me obligué a desecharla. Lo escuché cantar, lo observé, bailé, le aplaudí con todas mis fuerzas, tratando de asimilar y de retener ese momento lo que más pudiera. Quería llevarme conmigo esa sensación incomparable que genera tanta adrenalina y tantas emociones reunidas. 

Cuando las luces se apagaron me quedé quieta en mi lugar con los ojos cerrados, grabando al máximo lo que allí había sentido y vivido. La gente armaba revuelo alrededor de las personalidades famosas, pero yo me quedé apartada mirando cómo el Auditorio se vaciaba poco a poco. El escenario vacío y a oscuras, focos, tarima e instrumentos sin vida, sin músicos, sin Luis…

Fue un sueño hecho realidad, pero había llegado el momento de despertar…

Afuera brotaron lágrimas, mezcla de alegría y tristeza, que no pude contener en la despedida con las chicas del club “Vivo”, que tan lindas se habían portado conmigo: Oli, Susi, Dani, su hermano, Dulce, Dani, Patty, Lizth, Jacky e Isa. Fue un placer compartir con ellas esos días, por lo que seguiré recordando y recordándolas, con la esperanza de volver a reunirnos en un futuro, que ojalá sea próximo.

¿Qué más les puedo decir? Espero que Luis Miguel siga siendo mi excusa para visitar México muchas veces más, y que todas ustedes las que me acompañaron allí, y las que no, sigan siendo mis “cómplices” muchas temporadas más.    

 Desde España…

 Mª José

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