“Cumpleaños, concierto, y hasta un pastel”
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El día más importante en nuestro existir, sin lugar a dudas, es aquel en el que despertamos a la vida, y no hay nada más lindo que celebrar cada año, junto a nuestros seres queridos, el tesoro más preciado que tenemos. Es por esta razón que desde siempre hemos fantaseado –me atrevo a hablar en plural porque es algo platicado infinidad de veces- con la posibilidad de festejar con Luis Miguel su cumpleaños. En lo particular es uno de los sueños que espero poder realizar algún día pero, mientras tanto, el que lo hayan podido concretar este año amigas entrañables me ha hecho inmensamente feliz, y ha sido como vivirlo un poquito a la distancia.
Cuando supimos que Luis Miguel se presentaría el 18 de abril, en el Palenque de Aguascalientes, nos sorprendió la noticia, puesto que esta fecha tan especial siempre lo encuentra gozando de su merecido descanso. Nos conmovimos ante esta decisión de comenzar el día de su cumpleaños rodeado del amor de su público incondicional, ese mismo que celebra su vida cada año con múltiples demostraciones de cariño.
Esta vez, muchos afortunados tuvieron la dicha de festejar con el agasajado y, algunos en particular, se pasaron días maquinando las distintas alternativas para celebrar tal acontecimiento durante el transcurso del show. Conocemos el profesionalismo con el que trabaja Luis Miguel, por ello sabemos que en los conciertos todo sucede conforme a lo pactado –siempre y cuando no surja algún imprevisto, por supuesto-, y es por eso que intuyo que no fue tarea fácil pensar en cómo y en qué momento irrumpir con los festejos, sin interferir en el desarrollo habitual del espectáculo.
Supe de antemano los planes de mi amiga Martha Codó, y desde ese preciso instante algo me dijo que todo saldría de maravillas. Intenté imaginarme el momento, en el que hasta pude escuchar al público entonar a una sola voz las Mañanitas, pero lejos estuve de acercarme a lo que realmente aconteció aquella noche.
Nadie mejor que mi querida Martha para que nos relate con lujo de detalles lo que sucedió la víspera del cumpleaños de ‘El Rey’, y los primeros minutos del 19 de abril:
Con el tiempo he aprendido que no se puede decir “No” como una afirmación, pues será el destino, o quizás el inconsciente, quien te demuestre lo contrario, situación que viví muchas veces cuando dije que sería imposible hacer algo, y de repente me vi haciendo aquello que estaba segura de que no se podía dar. En reiteradas ocasiones he visto lejana, por diferentes motivos, la posibilidad de asistir a una presentación de Luis Miguel, pero mejor me río porque todo se conjura para que yo esté allí, cosa que agradezco infinitamente a Dios por permitírmelo, pues es inevitable que el goce de estos encuentros sea pletórico y me llene de felicidad.
Les cuento que mi última aventura ocurrió el día 18 de abril en el Palenque de Aguascalientes. Confieso que los días previos había asistido a las fechas en las que Luis Miguel se presentó en el Palenque de Texcoco y me sentía muy realizada, casi conforme para no volver a salir de casa, pero fue justamente en el último día de esa serie cuando mis amigos Liz y Emilio me trataron de convencer de que fuéramos a La Feria de San Marcos. Mi “No” fue una respuesta rotunda, y estaba convencida de lo que decía, porque no podía escapar de mis compromisos, principalmente los que tienen que ver con mi marido.
Luego vinieron los comentarios en el programa de radio, en el que Eli Mora Arriaga no dejaba de decirme que a la mera hora me las arreglaría para estar en la Feria de San Marcos, Isabel Santa Ana me incitaba a organizar algo y asistir, ya que no podía faltar justo el día en el que, por segunda vez en su carrera, Luis Miguel celebraría su cumpleaños junto a su público en un concierto. Por supuesto que había que preparar algo, unas Mañanitas era un muy buen plan, aunque de solo pensarlo me acalambraba toda, puesto que seguía viendo imposible el concurrir.
Mi amiga Lucy, de Perú, me instaba a llevarle un pastel y a darle su abrazo, y me repetía una y otra vez que no podía dejar de hacerlo, que no sabía cómo, pero que ya me visualizaba allí. A todo esto Lyz me llamó y me dijo: -Podemos irnos en avión el mismo día y regresar en la mañana del día siguiente. Ya no lo sentí tan lejano y le dije: “Saca los boletos”. De pronto ya estaba revolucionada y con la idea fija de asistir al Palenque, por lo que comencé a emocionarme pensando en que estaría en tan maravilloso evento, reprobándome a mí misma el haber negado la posibilidad. Luego la cosa se complicó porque no había vuelos de regreso, aunque eso no me preocupó tanto porque en la camioneta podríamos ir y regresar tomando los tiempos. Así que procedí a buscar hotel y me di con que no había, algo bastante comprensible si pensamos que era fin de semana de Feria, obstáculo que tampoco influyó en los planes porque podríamos dormir un rato en la misma camioneta, y así recuperar energía para regresar. El tema verdaderamente importante eran los boletos para el concierto, pero supimos que había lugares aún, así que nos fuimos decididas a obtenerlos como fuera.
Optamos por llevar pastel, así que nos dimos a la tarea de elegir entre varios modelos que nos ofreció una conocida de Lyz, quien le ha hecho cosas lindas en algunas celebraciones, así que decidido esto había que ver la manera de entrar con él al recinto, para lo cual hicimos contacto con algunos cómplices que se ofrecieron a ayudarnos en todo.
El pastel llegó muy temprano a mi casa, con la decepción de no era el modelo que habíamos escogido –algo que suele pasar-, pero ni modo, era lo que teníamos y adelante. Llevamos una hielera y allí lo colocamos para que fuera fresquecito. Lyz decidió llevar a su hijo Diego, pues el niño es un verdadero fan y se moría por ir, y no le vimos mayor problema para incorporarlo en la aventura. Al final encontramos hotel y no muy lejos de la Feria, y lo más importante… ¡conseguimos tickets!, no muy buenos pero, dadas las circunstancias, no podían ser mejores.
Ya, con la emoción a flor de piel, nos encaminamos al lugar. La sorpresa para nosotras, que no conocíamos el sitio, fue descubrir que no hay un espacio dedicado a la Feria, que cierran el centro de la ciudad y se inunda de puestos, juegos mecánicos, etc. Como los bares y restaurantes están allí todos están de fiesta, y la gente baila en las calles, mientras muchísimas bandas tocan en diferentes lugares. Tuvimos que caminar bastante desde el estacionamiento hasta el Palenque, cruzando por el zócalo, donde se encuentra la catedral y edificios de gobierno, para encontrarnos a un lado la Plaza de toros y al otro el recinto del Palenque. Por fin entramos por la parte de atrás -Back Stage- y pudimos colocar el pastel, sitio en el que encontramos a Víctor Loyo –baterista de Luis Miguel-, y principalmente Diego gozó enormemente de este encuentro porque Víctor le estuvo enseñando a tocar la batería. Después vimos a los músicos y a los integrantes del mariachi ‘Gallos de México’ con los que platicamos un ratito, y luego nos dirigimos a nuestros lugares cargando el pastel. Nadie nos dijo nada, así que lo colocamos debajo del asiento, y decidí bajar hacia la primera fila para comentarles el plan a los que allí estaban, el que consistía en irrumpir con el pastel a la hora de “Cielito lindo” y apoyarlo allí. Para mi sorpresa todos se portaron muy accesibles y hasta se emocionaron con la idea.
Empezó el show y la gente estaba enloquecida, Miky se veía feliz y el público tan entregado lo motivaba a cada momento. Todo iba muy bien hasta que bajé a ver al señor de seguridad, que estaba parado justo en donde quería poner el pastel, y me dijo que no lo podía autorizar, que tendría que hacerlo un guardia de Luis Miguel. Cuando observé a mi alrededor no estaba ninguno de los que para mí son conocidos, y para colmo de males, el que cuidaba me mandó a decir que le habían preguntado a Luis Miguel sobre el pastel, y que había dicho que no quería nada de eso… entonces me fui a mi lugar y opté por no hacer nada. Si el festejado no quería, era lo correcto respetar su deseo.
Prosiguió el concierto y la gente, que esperaba lo del pastel, volteaba hacia mí como preguntándome con la mirada qué pasaba que no bajaba como les había prometido. Uno de ellos llegó hasta mi asiento y me dijo que era amigo de Luis Miguel, y que estaba seguro que la idea del pastel le iba a gustar, y aunque le expliqué lo del guardia me dijo que no le hiciera caso. Respecto a Lyz, les cuento que ella se había sentado más abajo con Diego, así que estábamos separadas.
Cuando llegó el mariachi la gente me seguía pidiendo que bajara con el pastel, y alguien me dijo que cuando Miky viera que era yo, quien lo llevaba, se iba a acercar sin problema. También observé el rostro de algunos músicos que sonreían esperando el momento y eso también me alentó. Verónica –su fan de Hawaii- bajó a colocarle la guirnalda de flores (lei), y en ese momento tomé la decisión de bajar también. Ella venía de regreso, y yo pasé como por arte de magia sin que nadie me detenga, apoyé el pastel en donde lo había planeado, mientras Luis Miguel se había ido a cantar entre los mariachis y no veía para mi lado. Lo bueno fue que nadie intentó quitarme, y que los guardias aceptaron ese gesto. La bengala que había prendido se consumió sin que Miky la viera, y cuando me di cuenta que el pastel no tenía su vela me desesperé, pero por más que trataba de que Lyz me escuchara -para que me la diera- no lo logré (después supe que la vela se había quedado en la camioneta). De pronto, nunca supe de dónde, alguien le puso una velita y la encendió, fue justo en el momento en que el festejado por fin miró hacia mi lado. Les cuento que para ese entonces ya tenía a Dieguito junto a mí, aunque lamentablemente no a Lyz, porque no la dejaron pasar. Lo que sobrevino después fue un momento histórico, lo habrán visto en los videos y fotos que se hicieron de ese momento. Luis Miguel vino hacia nosotros, instante en que aproveché para abrazarlo y desearle con toda el alma muchas felicidades. Luego besó a Diego, quien le dijo tiernamente “Siempre voy a ser tu fan”, y procedió a apagar la velita al terminar la canción en donde dice “Sí Señor”. Inmediatamente el público empezó a corear “Mordida, mordida, mordida”, y su felicidad se podía percibir en los gestos de su rostro, y en lo chistoso que se portó cuando jugó con la gente que no cesaba de gritar y de reír… ¡fue fabuloso! Se creó un largo paréntesis de gritos y fiesta, hasta que por fin nos sorprendió con la esperada mordida, detalle que fue aclamado por todos y se hizo amar completamente. La fiesta siguió y nuestro adorado cantante hizo de las suyas, cuando por ejemplo le quitó los lentes a Lalo Carrillo –su bajista-, para luego hacer el chiste de que no podía ver y caer graciosamente al suelo en donde siguió cantando “Eres”, y finalizar incorporándose sin poner las manos, demostrando muy buena consistencia física.
Otro bello momento fue cuando la gente empezó a cantar “Olé, olé, olé… Miky, Miky”, y él empezó a bailar desatando una locura en el palenque. Duró un buen rato dejándose engrandecer por todas las gargantas que le daban un tributo, gesto más que merecido a quién ha entregado su vida para complacernos con su canto inigualable.
Y así, cantando, bailando y festejando, se despidió dejando un ambiente que no se enfrió, pues la gente salió echando porras y cantando. Tuve la oportunidad de platicar con muchos jóvenes que me decían que Luis Miguel era el Rey del palenque, que era lo que esperaban, que ojalá no se aleje de nuestras tradiciones, y que desean escucharlo pronto cantar boleros. Quisiera destacar que eran chicos en grupos, cosa que me llamó la atención.
Por último, deseo contarles que hubo más de una hora de cola con toda la gente que se quiso retratar con el pastel que tiene la mordida más famosa del mundo.
Martha Codó
Antes de finalizar esta columna quisiera contarles que Luis Miguel regresa a los escenarios en el mes de septiembre, tiempo en el que visitará algunas ciudades de EEUU, y que retorna a México en noviembre. Pronto les tendré más información al respecto.
Euge Cabral