“Atrévete, y dame solo un beso más…”
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El penúltimo día en México amanecí con un nudo en la garganta, y es que jamás me acostumbraré a decirle adiós a Luis Miguel. No saber con exactitud cuándo volveré a verlo me oprime el pecho, y esa angustia me cala hasta los huesos.
Esa mañana decidimos visitar el mercado de artesanías ‘La Ciudadela’ y créanme que, ante tanta belleza autóctona, la pena que estaba sintiendo desapareció por un momento ante otra preocupación: necesitaba estudiar la manera de llevar en mis maletas todo lo que mis ojos contemplaban. ¡Qué maravilla lo que se expone! Uno puede encontrar una muestra completa de artesanías de todo el país, trabajadas en diferentes materiales y con técnicas diversas. Otra vez tuve que luchar con la cordura, cuando tuve intenciones de traerme un recuerdo de cada puesto, con tal de vestir de México un poquito mi casa. Pero nuevamente me hice la promesa de volver pronto, sólo que la próxima vez con una maleta vacía para poder llenarla de artesanías. Si visitan la Ciudad de México y gozan de estas cosas, sin dudas no pueden perderse la oportunidad de encontrar todo en un mismo lugar.
Saliendo del mercado procuramos no mirar hacia atrás, porque si lo hacíamos nos regresábamos –ja ja-, y al subirnos al taxi reinó un silencio sepulcral, pues creo que mis amigas estaban sintiendo lo mismo que yo en la recta final de unos días de ensueño. Almorzamos en ese mismo estado, cabizbajas y conversando con nuestro interior, lamentando tener que partir cuando deseábamos quedarnos.
Cayendo la tarde salimos hacia nuestro último concierto en el Auditorio Nacional, y al llegar nos esperaba Lizbeth (mamá de Dieguito, ¿lo recuerdan?) cargada de regalos, los que portaban una tarjetita con palabras de despedida muy emotivas, que agradecimos en medio de las lágrimas, algo inevitable, ya que veníamos conteniéndolas desde la mañana. Liz es una persona fuera de serie por lo cálida, sensible, y la manera especial que tiene de llegarte al corazón con sus palabras y actitudes, como este gesto con el que quiso que lleváramos a México en la piel, obsequiándonos playeras pintadas a mano con motivos que hacen referencia a su tierra.
Marthita, nuestra gran anfitriona, también nos sorprendió al agasajarnos con unos cuántos souvenirs que nos compró en las afueras del Auditorio, todos recuerdos de este “Dejá Vù Tour 2015” por México.
Entre tanta emoción recordé que había quedado en reunirme, en la explanada del Auditorio, con algunos fans con los que he tenido contacto por algunos años, así fue que fui feliz al conocer a Sandra Tamaño, Letizia García, Kristian Núñez y a los Funes, una familia 100% incondicional, pues Jaime y Mony son fans de Luis Miguel desde siempre, y esa pasión han sido capaz de transmitírsela a la pequeña Mony, su hija de apenas 2 años, la que asiste a los conciertos desde que estaba en el vientre de su madre. En ese momento Mony estaba embarazada de 8 meses, casi a punto de dar a luz a su segunda hija, una nueva fan que nació el 13 de marzo. Ingresamos juntos al recinto y, como sé cuánto disfruta Luis Miguel de sus mini fans, animé a mi amiga a que intentara acercarse al escenario para que su hija pudiera saludar a ‘El Rey’.
Ya en el lugar todo sabía a despedida, pues era el último concierto de la temporada en el gigante de Reforma, y nuestros cómplices de cada noche, las personas de seguridad que se portaron estupendamente con los fans, se preparaban para cuidarnos una vez más.
Comenzó el concierto y sólo tuve ojos para él, como queriendo grabar a fuego su imagen en mis retinas. Pero hubo alguien que acaparó mi atención, e hizo que desviara la mirada de mi Sol por un momento; ella estaba en segunda fila observando a Luis Miguel, armada de la más pura inocencia y del más genuino de los amores. Si hubieran visto la dulzura con la que esta fan con síndrome de down lo admiraba, algo que nos conmovió a más de uno, razón por la cual todos contribuimos (Marthita principalmente) para que se acercara a los pies del escenario para concretar su sueño: entregarle a Miky un oso de peluche que le había llevado con tanto cariño. Fue un honor tenerla a mi lado, y desde ese momento lo único que me interesó fue colaborar para que él la descubriera entre la multitud.
Luego fui testigo de una escena que me alegró el alma, pues Alejandro Basteri se acercó a una de las personas de seguridad de Luis Miguel, para darle instrucciones precisas de ayudar a la niña a acercarse a su hermano cuando surja la oportunidad. Ese gesto me conmovió, a la vez que me tranquilizó porque sabía que ella iba a lograrlo. Alex siempre es muy atento con los fans y está pendiente de todo, algo digno de destacar porque le nace del corazón.
A los pocos minutos Miky se acercó hacia el sector donde estábamos, pero a quien vio primero fue a Marthita (Estábamos las dos escoltando a la niña, una de cada lado), y no dudó ni un instante en hacerle una reverencia besando su mano como todo un caballero. Cuando se incorporó y volvió su mirada al público pudo divisar a esta niña especial que le ofrecía su oso, y por supuesto que no pudo contener sus ansias de besarla, con la ternura que lo caracteriza, para lo cual necesitó la ayuda de este hombre de seguridad que estuvo dispuesto a cargarla en sus brazos.
Dicen que no hay dos sin tres y esa noche lo comprobé por mí misma, pues luego le tocó el turno a la pequeña Mony, que se había acercado al lugar en brazos de su mamá, y cuando quiso tomar conciencia estaba recibiendo su primer beso de ‘El Sol de México’.
Se veía a Luis Miguel muy distendido y disfrutando al máximo de aquella velada, tanto como si estuviera cantando en el living de su casa. Cuando uno se siente cómodo y a gusto como en el propio hogar responde a esas sensaciones dejándose llevar, y eso fue exactamente lo que hizo, se acercó a Francisco Loyo –su pianista- y de un solo brinco se sentó en el piano. ¡Nos tenía encantados! Parecía un niño al balancear sus pies de un lado al otro mientras interpretaba la canción, y luego, como para completar la travesura, terminó recostado sobre aquel instrumento. Luis Miguel tiene muchas cualidades y la espontaneidad es una de ellas, algo que nos enamora aún más de nuestro artista.
Con la pausa que le dio paso a la entrada triunfal de los mariachis, nos dispusimos a cantar por última vez -en México- “Te queremos Miky, te queremos”, rematándolo con el famoso “¡Luis Miguel, Luis Miguel, Luis Miguel!” y, para nuestro asombro, la mayor parte del público se sumó. Parece que hacerlo por 4 noches seguidas sirvió para motivarlos a demostrarle su cariño de otra manera.
Continuará…
Euge Cabral