A mis años ya te amo
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Siempre he sido una persona muy sentimental, arraigada a las cosas, algo que se torna un poco engorroso con el paso del tiempo y les explico el por qué. A lo largo de mi vida he tenido la costumbre de coleccionar múltiples souvenirs –algunos son verdaderamente insólitos-, porque han formado parte de instantes mágicos, y el simple hecho de poder atesorarlos significa recrear, con imágenes y todo tipo de sensaciones, aquellos momentos inolvidables de los que gracias a Dios fui parte.
Tengo todo tipo de objetos y de los tamaños más variados. ¡Imagínense! Con los años uno tendrá que pensar en arrendar un lugar para guardarlos, ampliar la casa o decidir algo trágico: dejarlos ir para siempre. Les juro que no me resulta fácil llevar a cabo semejante tarea… ¿Qué digo?, ¡Tal sacrilegio! y como sospecharán, no lo hago por propia iniciativa sino que necesito de alguien que me anime, o más bien me obligue, a descomprimir cajones y, por lo general y casi a punto de pistola, es mi señora madre.
De más está decir que los recuerdos que tienen que ver con Luis Miguel jamás estarán en tela de juicio, pues tendrán que cargar con mi cadáver antes de que me disponga a despojarme de alguno de ellos. Visto y considerando creo que muy pronto estaré en condiciones de dedicarle un cuarto de la casa en forma exclusiva.
Un admirador guarda celosamente y para toda la vida sus tickets de conciertos (déjenme contarles que mi querida amiga Marthita Codó tiene el record absoluto e indiscutido), merchandising con su imagen (tasas, llaveros, fundas para teléfonos móviles, playeras, etc.), medios gráficos con notas dedicadas a él, fotografías donde hemos inmortalizado momentos especiales de cada una de sus presentaciones, regalos de otros fans, autógrafos de sus músicos, y los más afortunados el premio mayor: una imagen donde podemos observarlos acompañados de Luis Miguel, o una dedicatoria especial de su puño y letra. Entre todas estas cosas se pueden encontrar otras peculiaridades como por ejemplo, en mi caso en particular, servilletas. Sí, leyeron bien, y se estarán preguntando ¿Por qué guarda servilletas? He aquí la respuesta. Con mis dos inseparables amigas -Anita y Vivi- solemos reunirnos a comer en un lindo lugar y, entre tanta plática, se nos da por disponernos a diagramar el futuro viaje que desde hace tiempo venimos deseando. Esos papeles de tisú –los únicos que tenemos a nuestro alcance en esa situación- pasan de ser simples servilletas a convertirse en verdaderos pasaportes a la felicidad, pues en ellas vemos plasmado un sueño que empieza a tomar forma. Allí hacemos cuentas de adelante hacia atrás y viceversa, respecto a costos de pasajes de avión, estadías, alquiler de auto, gastos de comida y tickets de conciertos. Tachamos acá, agregamos allá, y si Dios quiere con toda la ilusión del mundo nos animamos a emprender juntas aquel anhelo que por años alimentamos. En definitiva, ese papelito termina siendo un documento importante que nos empuja a volar tras el ser que unió nuestros caminos.
Todo el esfuerzo por hacer realidad un sueño vale la pena, porque regresando de esos inolvidables viajes vuelvo cargada de emociones y con mi maleta repleta de objetos que me conectarán por siempre con aquel lugar visitado, con mis hermanas del alma –mis cómplices de aventuras-, y con los momentos especiales vividos juntos a mi Rey.
A veces cuando lo extraño demasiado, o tengo la dicha de que alguna fan me visite, vuelo a buscar mi gran tesoro y me doy cuenta de lo mucho que ha crecido últimamente. Es indescriptible la sensación de revivir, a través de recuerdos materiales, mi viaje a Las Vegas, a Viña del Mar, a Brasil y a Buenos Aires.
Podría continuar contándoles acerca de mi debilidad por los souvenirs, pero tristemente debo enfocarme en la parte fatal, esa que esquivo hasta el último segundo para evitar que esa catástrofe me despoje de unos cuántos. Hace unos días no me quedó más opción que hacer lugar en uno de mis muebles, y mientras estaba muy concentrada decidiendo qué iba al bote de basura y qué no –les aseguro que de cada diez “No” intentaba dar uno o dos “Sí” porque, como Contadora que soy, de continuar con ese porcentaje las probabilidades de hacer espacio en aquel sitio iban a ser casi nulas- me encontré con una imagen que me llevó al año 1984. Aquella fotografía que me había tomado mi papá en mi cumpleaños número 10, quien tiempo después se dedicó a este tipo de arte de manera más profesional, es la prueba fehaciente de que mi admiración por Luis Miguel nació hace más de tres décadas. La tomé en mis manos y me quedé por unos minutos observándola, mientras los recuerdos de mis inicios como fan se agolpaban en mi mente como diapositivas proyectadas lentamente, solo que no eran imágenes estáticas sino todo lo contrario.
En esa época comenzaron a estar de moda los pins, y cuando descubrí en ellos la imagen del chico que me tenía extasiada no dudé en pedir que me los compraran. Así fue como los hice parte fundamental de mi vestuario, accesorio infaltable en mi atuendo cada vez que salía de paseo, pero especialmente me acompañaban en ocasiones importantes como ésta, la celebración de mi natalicio. No vayan a pensar que iba por la vida portándolos superficialmente, porque para mí esos sencillos prendedores tenían un gran significado, con ellos –situados del lado izquierdo de mi pecho, el del corazón- le demostraba al mundo entero mi admiración, fascinación y cariño por este artista, que a esas alturas ya se había apoderado de mi alma de niña. ¿Quién iba a decir que ese amor iba a trascender y a fortalecerse tanto con el tiempo? Ni yo seguramente me veía 30 años después siendo toda una mujer hecha y derecha, con historias de amor y desamor vividas en este largo camino recorrido, conservando aquel sentimiento incondicional como mi mayor tesoro. Así como yo, son millones los fans que disfrutan de la voz de Luis Miguel desde hace tantos años, y que lo aman profundamente.
Leí por ahí que los seguidores de ‘El Rey’ son los más fieles del planeta y coincido plenamente con esta afirmación, si no… miren las imágenes que le dan vida al video que les comparto al pie de la columna.
Para finalizar, quiero felicitar a ‘El Sol de México’ por batir su propio record en el ‘Coloso de Reforma’, pues es el único artista que habrá dado –contando las próximas presentaciones en el Auditorio Nacional- 223 conciertos en ese recinto. ¡Felicidades Luis Miguel! Tienes esa cualidad de hacernos sentir orgullosos siempre.
También quiero destacar que el próximo 7 de febrero se están cumpliendo 30 años de la participación de Luis Miguel en la edición N° 35 del Festival de San Remo en Italia, presentación con la que clasificó en segundo lugar con la canción “Noi ragazzi di oggi”, y con la que terminó ganándose el corazón y la admiración de todo el público italiano.
Las fans de ese país no dejan de soñar con la posibilidad de que algún día Luis Miguel las visite nuevamente porque, a pesar de su ausencia prolongada, su amor incondicional sigue intacto.
Euge Cabral