Luis Miguel, un sentimiento imposible de definir con palabras

Euge Cabral
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El pasado domingo en Argentina se celebró el “Día del Amigo”, un día muy especial que lo vivimos muy intensamente, ya que los amigos son esos hermanos que la vida te regala. Estoy segura que muchos de mis lectores piensan que soy mexicana y resido en ese país que tanto amo, ya que una infinidad de cosas me unen a él, pero no, nací en Argentina y aquí vivo desde siempre, aunque gran parte de mi día esté en contacto con mi México lindo y querido.

Quiero contarles que cada 14 de febrero en el mundo se celebra el “Día del amor y la amistad”, en cambio aquí ese día sólo se lo dedicamos al amor, y el 20 de julio a nuestros amigos.

Es mágico y a la vez muy sorprendente que todo me lleve a pensar en Luis Miguel, algo más que comprensible porque él es el gran culpable de darle ese toque especial a mi vida. Ser su fan me ha dado la oportunidad de conocer gente con la que en un principio me unió la misma pasión, pero que con el tiempo fuimos forjando un lazo de cariño, lealtad, amistad e incondicionalidad inalterable. Gracias a Luis Miguel he conocido amigos irremplazables con los que comparto a diario momentos preciosos, y a quienes siento muy cerca de mi corazón a pesar de los miles de kilómetros que nos separan. Gracias a Miky comprendí el verdadero significado de la amistad en Anita y Viviana, mis hermanas del alma, mis compañeras de tour y de aventuras, y las cómplices de aquellos instantes en que somos hechizadas por la magia de Luis Miguel. Ellas me enseñaron a dar el todo por el otro sin esperar nada a cambio, que nos podemos comunicar con tan solo una mirada, y que cuando te une un amor tan grande, se siente y se vive de idéntica manera. Esta amistad es sinónimo de felicidad porque Luis Miguel nos reunió y siempre está de por medio, aunque hoy nuestra relación vaya más allá de este sentimiento.

¡Miren si no tengo motivos para agradecerle a Luis Miguel! A quien por supuesto considero mi amigo de toda la vida, porque siempre ha estado presente acompañándome con su música en todo momento, brindándome dicha, paz, y emociones que estremecen mi alma.

Del Día del Amigo quiero que nos traslademos a una historia muy particular que tengo para presentarles. ¿Recuerdan que la semana pasada hablábamos de que esta pasión se contagia? Pues a pesar de haberlo confirmado constato que no necesariamente es una regla, ya que en esta ocasión seremos testigos de que también nace por sí sola. Los dejo en buena compañía:

Me llamo Denisa, soy de Salta -Norte de Argentina- y tengo 28 años. Mi historia empieza a finales del año 1991 cuando mi papá recibió de regalo el disco “Romance”.

En esa época yo tenía 6 años, recuerdo perfectamente aquel momento en el que acomodando cassettes vi la imagen de un perfil hermoso en tonos grises, el que me enamoró a primera vista y para siempre, a pesar de que aún era una niña. Cuando me dispuse a escuchar el contenido de ese cassette les juro que nuevamente me conquistó con su voz. Nunca más viví un día sin que Luis Miguel no formara parte de mi vida, pues me transformé en toda una fanática sin ningún tipo de influencia familiar ni de otra índole.

En 1994 comenzó a circular muy fuerte el rumor de que Luismi venía a mi ciudad, y aunque intenté que mi papá se comprometiera a llevarme no me fue posible, ya que en esa época asistir a recitales tenía fama de peligroso y yo tenía tan sólo 9 años. Jamás olvidaré que me llevaron afuera del estadio y al escucharlo no podía parar de llorar pensando en que nos separaba una pared, y a pesar de que fue un día muy triste, recién después de muchos años pude entender que mi padre no lo hizo por capricho sino por protegerme.

Cuando ingresé al secundario me volví mucho más fans, como toda preadolescente. No recuerdo en qué año fue, pero empezó un programa en Argentina que se llamó ‘Sorpresa y ½’, en el que se cumplían sueños a la gente, así que les pedí a mi familia y a mis amigas que escribieran cartas para que pudiera conocer a Luis Miguel.

Una tarde, en la publicidad del adelanto del programa del domingo, supe que una chica había cumplido el sueño de mi vida y al verlo, ese fin de semana en casa de mi abuela y rodeada de mis primos, no pude evitar llorar de envidia y de celos. Me llevé una gran desilusión porque sabía, por deducción, que nunca más iban a cumplir el mismo sueño.

Cada vez que Luis Miguel venía al país rezaba para que regresara a mi ciudad, puesto que no veía otra posibilidad de conocerlo. En cada visita me compraba todas las revistas que podía, y después las recortaba para  conservarlas en una carpeta que creé a mis 10 años, especialmente para guardar sus fotos -cabe recordar que antes esto era un trabajo, no como ahora que las buscas en Internet y se imprimen al instante. Todavía tengo esa carpeta como un gran tesoro, ya que contiene más de mil fotos, y como tal, la he mostrado orgullosa a todo el mundo que visita mi casa.

Llegó el año 1999 con la gira “Amarte es un placer”, y cuando escuché que incluía a mi ciudad no lo podía creer, sentí una felicidad infinita pues al fin, con 14 años, iba a cumplir el sueño de verlo.

Como si fuera hoy recuerdo que el concierto fue un domingo y que no pude dormir la noche anterior. Como mis padres me habían comprado sector sin numerar -en el campo de juego- quería ir bien temprano para estar lo más adelante posible. Al llegar lucía una remera, vincha, sombrero y todo aquello referente a Luis Miguel. Me acompañó una de mis hermanas y dos tías, las que se sentaron a esperar que empiece el show, algo imposible que yo hiciera porque estaba excitada  e inquieta.

Todavía no había caído la noche cuando miré hacia un costado del escenario y empecé a gritar como loca, pues era él, el mismísimo Luis Miguel que paseaba con unos técnicos y sus coristas con su sonrisa habitual y saludando. Mi grito fue el que disparó el de las otras fans, y todo se transformó en pura emoción, y es que no podía creer lo que habían visto mis ojos -en estos momentos es muy difícil no llorar recordando esos instantes.

Cuando se apagaron las luces y comenzó a sonar “Quiero” no dejé de sonreír, ni de cantar y gritarle que lo amaba. Creo que no me percaté de la realidad que estaba viviendo hasta que empezó a sonar “O tú o ninguna”, pues al ver el video en la pantalla y luego mirarlo a él, exploté en llanto y me sentí la persona más feliz del mundo. Esos son momentos indescriptibles que solo nosotras sabemos cómo se siente, razón por la que nunca voy a olvidar ese día domingo 14 de noviembre de 1999.

En esa época era tan fanática, que si en alguna fiesta o discoteca ponían algún tema de los que decían ser su competencia, lo dejaba de bailar y no los nombraba directamente, algo que prevaleció mucho tiempo hasta después que terminé el colegio.

No pensé que iban a pasar tantos años para volver a verlo en vivo, pero lamentablemente pasaron nueve y se hicieron interminables.

En 2008 cuando me enteré que venía al país fui muy feliz, y no tardé ni un segundo en llamar para comprar mi entrada -conseguí fila 54 pero igual me sentí dichosa. Contaba los días para viajar a Buenos Aires a su encuentro, y cuando por fin llegó no pude comer ni dormir, obviamente. Ya en el estadio Vélez Sarsfield me ubicaron en mi sitio y estaba súper emocionada, es que habían pasado muchos años desde la última vez. Al apagarse las luces comencé a temblar como una hoja, lloraba y transpiraba, y cuando apareció casi morí.

Dicen que para hacerse un tatuaje hay que pensarlo bien, y mucho más cuando se busca el motivo, porque es algo que lo llevaremos en la piel hasta la eternidad. Siempre pensé que si me hacía uno iba a ser pensando en él, porque sé que lo voy a amar toda la vida, así que el último día del año 2009 me tatué sus famosas iniciales en mi espalda.

Prometí que no iba a dejar nunca más que pasen tantos años, así que cuando hubo gira en el 2010 me decidí a verlo, y esta vez en dos ocasiones. La primera fue en fila 11, sitio privilegiado que me permitió ver sus ojos verdes,  y por ende comprendí que no podía haber hombre más hermoso que él. Ese día fue único, pues el sentirlo tan cerca me hizo tener fe que el sueño de tocarle la mano alguna vez podría cumplirse.

Actualmente he pasado cuatro años sin verlo porque no pude ir a la última gira y él tampoco vino hacia acá, pero hace un par de días tuve la mejor noticia de este año: Luis Miguel vuelve a mi ciudad después de 15 años, al menos el rumor es bien fuerte y hasta lo hablaron los periódicos. Todavía no lo puedo creer, y los nervios por conseguir esa bendita primera fila y poder tocar su mano me tienen loca.

Nadie más que otra fan puede entender lo que se siente, porque mi familia, mis amigos y mi novio no pueden hacerlo, ya que ellos deben creer que estoy loca o que me quedé en el pasado, ya que siempre pensaron que era un capricho de niña, pero creo que ya lo deben haber asumido después de 23 años de seguir con esta hermosa locura.

Estoy orgullosa además de ser parte de las fans más incondicionales y fieles. Somos una hermandad de locas que amamos a la misma persona, y no dudo de que debemos ser las más tatuadas y fanáticas de las fans de cualquier artista de este mundo.

Por suerte esta historia tiene todavía muchos capítulos más por escribirse en el futuro, ya que ahora espero cumplir mi sueño y tocar su mano.

Luis Miguel es un sentimiento hermoso, que me resulta muy difícil explicar con palabras.

Denisa

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