Luis Miguel, mi ilusión de vivir lo que me quiero llevar (Parte final)
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Qué gusto volver a encontrarnos mis queridos lectores, y más en este día especial en el que celebramos el “Día de Luis Miguel”. Para quienes no saben, se festeja en Las Vegas desde el año 2013, cuando las autoridades locales decidieron reconocer el talento y la insuperable trayectoria artística de Luis Miguel. Aunque muchos estemos a miles de kilómetros de esta hermosa ciudad, no es un obstáculo para celebrarlo con demostraciones de cariño en las redes sociales y encuentros presenciales, en los que aprovechamos para compartir esta pasión que nos hace sentir tan felices y orgullosos. En Capital Federal nos reuniremos mañana sábado 14 en plena city porteña, en el patio de comidas de Galerías Pacífico. Y ustedes, ¿tienen algún plan?
Retomando con el relato de mis aventuras por Houston, les cuento que al día siguiente de mi cumpleaños fuimos de compras, ya que necesitaba una nueva computadora para escribir mis columnas y para editar videos, así que aproveché la oportunidad para conocer un poco más de esta hermosa ciudad. Cerca del mediodía pasamos por un acuario, y aquí hago un paréntesis para preguntarles si les he contado sobre mi debilidad por los delfines. Pues sí, los amo, me sensibilizan un montón, y también sufro de saberlos encerrados en un acuario. Cuando pasamos por allí de inmediato Sandra me contó que había un restaurante temático, y me dijo, “Al regresar, ¿quieres que almorcemos allí?” “¡Wow!,le dije, “si se puede me encantaría”. Cuando ingresamos quedé boquiabierta, pues el diseño del lugar logra que te sientas literalmente inmerso en el mar. Las paredes simulaban corales, y por donde mires encontrabas peceras gigantes llenas de animales y plantas marinas.
Cuando nos dirigimos a nuestra mesa me sentí abstraída por aquellas enormes peceras en las que se podía disfrutar de tan bello ecosistema, con peces realmente gigantes, coloridos, y muchas mantarrayas en las que descubrí la simpática expresión que tienen en la cara. Comimos riquísimo, y conocimos al gerente del lugar, quien estaba súper emocionado porque había ido a ver a Luis Miguel la noche anterior. Luego de almorzar, Sandra y su hija me sorprendieron porque, sin que me percatara, le pidieron a la camarera que me trajera un mini cake para seguir celebrando mi cumpleaños. Cuando ella apareció con aquella velita encendida, y mientras me cantaban por primera vez en la vida el Happy Birthday, me sentí nuevamente emocionada y bendecida por tanto cariño y atenciones.
Con las compras, el almuerzo y la sobremesa se nos pasó el tiempo volando, por lo que debíamos apresurarnos para llegar al hotel a prepararnos. En lo personal necesitaba hacer una parada previa, puesto que debía cumplir la promesa de acercarle un regalo especial a Luis Miguel que traía desde Argentina. Este obsequio me lo había hecho llegar una fan de Buenos Aires, y para entregarlo debía dirigirme a las inmediaciones del Toyota Center. Como el hotel estaba a unas pocas cuadras de allí, les dije a Sandra y a su hija que siguieran camino hacia el hotel, y que volvería caminando para no retrasarlas ya que eran las 5:30 pm y el concierto empezaba a las 8 pm. Cuando llegué al lugar me percaté de que estaba sin mi traductora oficial, así que debía arreglármelas para que el personal de seguridad entendiese mi pobre inglés. Pero no hubo caso, no logro superar esa barrera que me impide hablarlo con los conocimientos que tengo, así que agarré mi celular y acudí a una aplicación para transmitirles lo que necesitaba. Me sentí tan tonta de hablarle a una App y de incomodar al señor de seguridad pidiéndole que también lo hiciera, que me prometí regresar y estudiar inglés hasta que logre dominarlo y superar mi bloqueo. Esto hizo que el trámite llevara más tiempo del imaginado, y que el reloj se acercara cada vez más al inicio del concierto. Esa tarde hacía mucho calor, había llovido un poquito, y aunque el pronóstico anunciaba tormenta, la verdad es que el cielo estaba tan solo nublado, sin nubes alarmantes. Realmente pensé que el servicio meteorológico había exagerado, olvidando que los nuevos instrumentos de medición son sumamente precisos.
Cuando me dispuse a caminar hacia el hotel con paso acelerado por la premura, viví algo que nunca pensé experimentar. Mi celular empezó a vibrar y a sonar con una melodía que jamás había escuchado. Ésta sonaba como una alarma, pero no las que te despiertan para ir a trabajar, sino esas de película que anuncian algo catastrófico. Cuando miré la pantalla de mi móvil decía: “Alerta de emergencia: Advertencia de Tornado hasta las 7 pm, refúgiese”. ¡Imagínense el susto! No estamos acostumbrados a estas cosas en Argentina. Así que empecé a caminar con un poco más de prisa, pero no había hecho más de 5 pasos cuando otra vez sonó ese ruido espantoso, alertándonos también en inglés. En ese momento la quietud del ambiente se vio alterada por una brisa que se acrecentaba con el correr de los minutos. Esto, sumado a la alerta que no dejaba de repetirse, incentivó a mi mente a recrear posibles escenarios, muy parecidos a las escenas de la película Twister, por supuesto. Mientras caminaba pensaba, no quiero morir al otro día de cumplir 50 años, y mucho menos con Luis Miguel en la ciudad. La insistencia de la alerta me obligó a llamar a Sandra, y ella me tranquilizó cuando me dijo que aquello era bastante frecuente, que siempre se activa el protocolo cuando se avecina una tormenta fuerte. Respiré hondo y dejé de imaginar aquel tornado arrasando el edificio conmigo dentro.
Sin dudas Dios y la Virgen me cuidaron, una vez más, porque entré en el hotel y automáticamente se desató una verdadera furia de la naturaleza. Las ráfagas de viento y agua no permitían ver con claridad a través de los cristales de la habitación, y esto daba mucho miedo. Entré directo a la ducha, mientras seguía sonando la alerta, esta vez en estéreo, ya que lo hacía en cada uno de nuestros móviles. Les juro que quería dominar el pánico, pero esto solo lo acrecentaba. Salí eyectada de la ducha para vestirme y maquillarme contra un reloj en cuenta regresiva. No dejaba de pensar que el Toyota Center era un lugar seguro y techado, pero había que llegar hasta allá con estas condiciones tan adversas. Sandra decía que no íbamos a conseguir Uber para trasladarnos hasta el recinto, y yo le replicaba diciéndole: “Estamos a 5 cuadras, si es necesario me voy caminando bajo la lluvia, pero este concierto no me lo pierdo”. Ella insistía en que era una locura, incluso suicida, con esas condiciones climáticas tan severas. Yo no dejaba de pensar que había hecho miles de kilómetros para reencontrarme con Luis Miguel, y que una tormenta no podía privarme de volver a disfrutarlo, más estando a solo 5 cuadras del recinto. Por suerte, como les decía antes, actualmente el informe meteorológico es certero, así que a las 7:15 pm el viento se retiró, e incluso dejó de llover. ¡Me volvió el alma al cuerpo!
Llamamos un Uber y hacia allá fuimos, viendo anonadas la cantidad de árboles caídos a nuestro paso. Al llegar solo pudimos conseguir un ticket, así que esta vez me tocó entrar solita, ya que Sandra no quiso quedarse a esperar si se liberaba otro. Me sentí triste de no poder convencerla de que se quedara, más cuando supe que otra fan consiguió un ticket sobre el comienzo del concierto, pero respeté su decisión.
Esta vez no estaba a los pies del escenario como la noche anterior, pero igualmente estaba muy cerca. Fue muy gracioso cuando Luis Miguel irrumpió en el escenario, puesto que inmediatamente después de bajar las escalinatas sonrió, e hizo un movimiento circular con su dedo índice cual remolino, haciendo alusión al famoso tornado que nos había acechado. Confieso que en el preciso instante en que El Sol nos encandiló con su presencia, el miedo que pasamos se desvaneció. Disfruté de principio a fin, y por supuesto que aquella noche también le llevé un cartelito que decía “Te quiero”, en una hoja A4 para que no me lo quitaran, el que leyó atentamente mientras cantaba. Me gustó ser testigo de la pasión de los texanos, en especial de los hombres, los que no se privaron de expresar sus emociones.
Esa noche habíamos pensado ir hacia el lugar donde Luis Miguel sale del recinto, con mi amiga Ana María de Austin, pero ella no pudo llegar al Toyota Center por las condiciones del tiempo. Así que para esta nueva aventura también estaba sola. Quise convencer a una fan que estaba detrás de mí en el concierto, a quien conocía de las redes y me había enviado un regalo con sus hijos la noche anterior, pero no accedió a sumarse por miedo a salir del lugar y que estuviese lloviendo. A esta argentina no la frena ni la lluvia, ni el frío, ni el viento cuando de Luis Miguel se trata, solo debía evaluar si estaba dispuesta a sacrificar la última canción del concierto en pos de un posible saludo si se detenía al salir del recinto.
Esa noche, no sé si por el cansancio de aquellos días sumado al intenso calor que suele hincharme los pies, no aguantaba las sandalias, para variar, ya que no es la primera vez que me pasa. Lo que sucede es que no tengo un trabajo que requiera vestir con tacones, por lo que siempre priorizo la comodidad, sobre todo cuando paso muchas horas de pie. Esta es la razón por la que mis pies no están acostumbrados a llevar todo el peso de mi cuerpo al metatarso, y me pasan la factura cuando eso pasa.
Decidí apostar y arriesgarme, así que cuando escuché los primeros acordes de “Cuando calienta el sol” tomé mis cosas y comencé a salir del recinto. Logré subir las escaleras con mis sandalias puestas, sumida en un dolor en mis pies que se tornó inaguantable, razón por la cual llegué a la puerta principal del Toyota y decidí seguir el trayecto descalza. Para ese entonces era la única loca saliendo del lugar antes de que finalizara el concierto.
Les cuento que el portón por donde iba a salir Luis Miguel se encontraba a 300 metros de aquella puerta principal, trayecto que fue uno de los más largos de mi vida. Pero hacia allá fui corriendo, con las sandalias en mano, y pisando cuanto charco de agua se interponía en mi camino. Por suerte en ese momento no llovía, así que pude llegar al dichoso portón sin estropear mi outfit. Cuando arribé no había nadie aguardando, y me sentí extraña de estar sola, me faltaban mis amigas cómplices. Rápidamente pensé en que Luis Miguel no podía verme descalza, así que intenté limpiarme un poco las plantas de los pies para volver a calzar las sandalias. A los 5 minutos llegó un señor, se puso a mi lado, y cuando vi que tenía en sus manos el disco “20 años” me morí de amor. Le pregunté si hablaba español, y me dijo que un poquito sí, así que aproveché para preguntarle de dónde era y desde cuándo seguía a Luis Miguel. Me dio mucha emoción que se acercara al lugar para intentar saludarlo, y que haya llevado aquel tesoro que conservaba. Captamos aquel instante en una foto para el recuerdo, que deseo compartirles.
Mientras esperábamos tomé consciencia de lo que había pasado horas atrás, cuando veíamos a nuestro alrededor algunos árboles y cables caídos. Los minutos pasaban y Luis Miguel no salía, con decirles que la gente del recinto ya se estaba retirando. Llegaron 4 fans para acompañarnos en la espera, y de pronto vimos acercarse a la comitiva de camionetas. Crucé para situarme al lado del señor que había conocido, puesto que estaba en un lugar que coincidía con el lado derecho de la camioneta que estaba por salir, sitio en el que suelo ver viajar a Luis Miguel. Cuando pasó a mi lado le mostré la bandera de Argentina, aunque no hubo suerte porque no se detuvo ni lo vimos asomarse, créanme que valió le pena arriesgarse. Luego busqué al señor que ya no estaba a mi lado, y me dio mucha ternura verlo correr tras las camionetas, unos 100 metros hasta un semáforo.
Con la nostalgia de que todo había llegado a su fin intenté conseguir un Uber y fue imposible, así que… ¿Qué creen? Volví las 8 cuadras que me separaban del hotel, ya que había caminado 300 metros en sentido contrario, a pie y descalza. Ya tengo un doctorado de caminatas descalza por grandes ciudades, lo hice en Las Vegas, en Buenos Aires, y ahora en Houston. Fue toda una aventura pisando charcos de agua, lodo, y esquivando trozos de vidrio en la vereda.
Llegué al hotel y mi hermosa amiga Sandra me tenía la cena lista, como toda una madraza. Cené, me duché, y preparé mis cosas porque a las 4 am debía partir al aeropuerto con destino a Miami. Dormí un par de horas para recuperar algo de energía, y con un nudo en la garganta me despedí de ella y de su dulce hija, con eterna gratitud por propiciar unos de los días más lindos de mi vida. Jamás olvidaré sus atenciones y lo feliz que me hicieron, son las mejores anfitrionas.
Llegué al aeropuerto y me tocó padecer nuevamente con el idioma, pero siempre hay un alma caritativa dispuesta a ayudar. Me senté a esperar la orden de abordar, y no pude contener las lágrimas. Todo había sido demasiado intenso, hermoso e inolvidable, pero lamentablemente había pasado tan de prisa. Me costó mucho despedirme de Luis Miguel y de mis entrañables nuevas amigas, quienes me hicieron sentir siempre parte de su familia.
Mi hijo me esperaba con un asado bien argentino, a un par de metros de la hermosa playa de South Beach, para celebrar mi cumpleaños. Sentada allí viendo el intenso color del mar, con la brisa acariciando mis mejillas, el sol brillando con todo su esplendor en el firmamento, sintiendo en mis pies el roce de una arena tan placentera, y en compañía de mi hijo, me sentía realmente afortunada y agradecida. Esos días pude compartir con él momentos que antes no habíamos podido vivir, y les juro que fue lo más lindo que me pudo pasar.
Regresé a casa con el corazón cargado de amor, dispuesta a celebrar mis 50 con la familia y amigos que me esperaban en Argentina. ¡Gracias a Dios por consentirme tanto!
Antes de finalizar quisiera alentarlos a salir de la zona de confort, a animarse a cumplir sus sueños sin culpas, sin sentirse egoístas, porque quienes nos aman verdaderamente celebrarán nuestras decisiones, nos acompañarán y apoyarán siempre. Anímense a vivir lo que se quieren llevar, la vida es una y se pasa muy rápido.
Euge Cabral
Luis Miguel en mi vida hace 40 años, me acompañó todo el duelo desde la partida de mi madre en 1983 hasta hoy.
Euge, agradezco que mediante tus RRSS y escritos nos permitas estar más cerca de nuestro SOL. Ver sus exitos, acompañarlo en este camino y ver lo feliz que se ve no tiene precio alguno.
Gracias por estas columnas de tus experiencias, algún día me puede tocar a mi jajaj. Un abrazo para ti y para Mickey