“Acapulco amor”
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La madrugada del sábado 7 de febrero, a las 6 am, partí de la ciudad de Puebla con rumbo a Acapulco. Como fan de Luis Miguel no podía perderme la oportunidad de conocer el lugar que ‘El Sol’ siempre ha sentido como propio, aquel que tantas veces lo ayudó a recargar energías, lo cobijó en su seno, fue cómplice de sus aventuras, travesuras, de los momentos de felicidad, y su refugio en las tristezas.
Les recomiendo hacer este trayecto por carretera, pues la ruta que une estas dos ciudades no hace más que dejar al descubierto la bella geografía de estas tierras. Casualidad o no, la autopista que te lleva a Acapulco se llama ‘Autopista del Sol’, y tienes la sensación de que Luis Miguel te está dando la bienvenida.
Los carteles comenzaron a anticipar nuestra llegada, y yo que no dejaba de fotografiarlos porque aún me parecía mentira estar a minutos de cumplir otro de mis sueños.
Antes de proseguir con mi relato quisiera dedicarle un párrafo aparte al clima que logró anonadarme, y como si esto fuera poco también me hizo pecar, y he aquí la confesión: “Señor, perdóname porque siento envidia de los mexicanos”. Si para redimirme necesito arrepentirme estoy en problemas porque no he cambiado de opinión, y les explico el por qué. Para alguien que vive en un país con las estaciones del año bien marcadas, es casi surrealista la posibilidad de pasar del invierno al verano en unas pocas horas y eso fue lo que experimenté, salí de Puebla con 7 grados de temperatura y llegué a Acapulco con 28. Fue como tocar el cielo con las manos porque amo el calor, y nada en el mundo me gustaría más que vivir en un sitio donde el frío no tenga cabida.
En la terminal nos estaba esperando Lizbeth -recuerden que hablo en plural porque viajé con mis dos amigas-, junto a su preciosa familia, para compartir el fin de semana en el calor de su hogar.
Como no podía ser de otra manera, Acapulco nos recibió con un sol arrasador y un calor riquísimo, el clima óptimo para comenzar a descubrirlo. Nuestros anfitriones tenían diagramado un itinerario, así que encantadas nos entregamos a sus designios y sin pérdida de tiempo, incluso antes de dejar las maletas en el departamento, visitamos ‘La quebrada’, un acantilado de 45 metros de altura donde se lanzan valientes clavadistas. Ésta es una de las mayores atracciones del lugar, ya que se realiza el Campeonato Mundial de Clavados de Altura y clavados de exhibición. El acantilado es impactante, arrollador, realmente te deja sin palabras, maravillada, y preguntándote cómo le hacen para armarse de coraje y aventarse al vacío, porque si fallan algún cálculo todo se termina.
El siguiente stop fue en el Centro de Convenciones de Acapulco, lugar donde se filmó gran parte de la película “Fiebre de Amor” en 1985. Éste precisamente fue el regalo extra de la visita, pues no imaginé poder recorrerlo y mucho menos encontrarme con su excelente estado de conservación.
Cuando atravesé el umbral de la gran puerta se desató la niña que llevo dentro, y hasta me parecía escuchar la melodía de la canción y a él interpretando -mientras caminaba por dónde yo lo hacía en ese momento- “Tú has causado en mi existir la más bella sensación sin la cual no sé vivir. Fiebre de amor, fiebre de amor…”.
Ese lugar me llevó al pasado, como si me hubieran metido en un túnel del tiempo para regresarme tres décadas atrás. Mi corazón explotaba de alegría, y mi mente no dejaba de recrear uno a uno los cuadros filmados en ese lugar, cuando descubría el sitio preciso donde se habían grabado. La realidad pasó a un segundo plano y la cordura también, porque por un momento me sentí completamente poseída por el libreto, queriendo imitar las distintas escenas que se sucedieron ahí.
Siempre dejo fluir mis impulsos y me permito ser yo, fundamentalmente cuando de Luis Miguel se trata, así que me atreví a exteriorizar mi faceta de niña y no dudé ni un instante en subir a los laterales de la inmensa fuente, para hacer la famosa coreografía del comienzo de la película junto a mis compañeras de aventuras. Nos faltaron las playeras con las letras en rojo, y por supuesto la compañía de más fans para poder armar el nombre completo de nuestro adorado, pero es algo que nos queda pendiente para un futuro regreso.
Luego de divertirnos un ratito posando para las fotos, mis amigos nos contaron que en la parte de atrás estaba el anfiteatro donde Luis Miguel grabó la escena del concierto para el film. ¡Qué sorpresa! No podía creer que también lo conocería. ¡Wow! otra vez me quedé impactada porque el lugar estaba tal cual lo vimos en la película, hasta incluso la infraestructura conservaba los colores. Todo gozaba de un muy buen estado de preservación a pesar de estar al aire libre.
Admito que lamenté no tener el LP de “Palabra de Honor” para tomarme una foto en el mismo lugar que ocupó Lucerito, y con la misma actitud de fan enamorada –algo para lo que no debo actuar porque me sale natural, cabe aclarar ja ja-, pero esta ausencia no nos detuvo a la hora de reproducir la escena para retratarnos. Pisar esa pastilla y mirar hacia la tribuna desató la música en mi interior, y muy a mis adentros no dejaban de repetirse los acordes de las canciones “Siempre me quedo, siempre me voy” y “Este amor”, junto a su dulce voz entonándolas. Al parpadear podía verlo ahí cantando, derrochando talento, seducción, ternura y guapura.
En la película vimos que cuando terminó su presentación Luis Miguel se retiró por el lado izquierdo del escenario (mirándolo de frente), lugar por el que Lucerito intentó infiltrarse y la detuvieron. ¿Lo recuerdan? ¿Se han preguntado alguna vez a dónde conducía esa salida? Pues nosotras sí, por lo que apenas la vimos corrimos a develar la incógnita. Allí detrás pudimos contemplar la zona destinada a camarines, la que se encuentra en desuso porque el anfiteatro no está siendo cede de ningún tipo de actividad.
A esas alturas mis aventuras en Acapulco recién comenzaban, apenas hacía dos horas que había llegado y ya había vivido momentos a pura emoción. Me sentía en el paraíso, cerca de Luis Miguel, descubriéndolo en cada rincón, y conociéndolo aún más a través de los recuerdos que lo unen a ese lugar.
Esto apenas empieza, aún me queda mucho por compartirles respecto a los sitios que fueron testigos del amor entre Luis Miguel y Acapulco.
Euge Cabral