¿Será porque el mar lleva el verde de tus ojos?

Euge Cabral
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Llevo casi cuatro años escribiendo semanalmente esta columna sin pausa, algo de lo que me siento orgullosa porque a veces no ha sido tarea fácil mantener esta continuidad ininterrumpida. ¿Por qué? ¡Simple! porque la escribí durante viajes tras Luis Miguel, como así también en vacaciones fuera de mi ciudad y país, lejos de la urbe, en lugares donde uno goza de la paz que irradia la naturaleza pero en los que, frecuentemente, el Internet te traiciona. Otras veces el tiempo se vuelve un tirano, parece que volara a la velocidad de la luz, y para ganarle la batalla tuve que escribir desde el hospital estando aún convaleciente -el año pasado por una cirugía programada-, en trayectos largos a bordo de automóviles y aviones, y hasta en mi trabajo, a escondidas por supuesto.

No se imaginan las peripecias a las que tengo que recurrir cuando Internet me declara la guerra, como ahora, y me deja a la deriva, sola, aprovechándose de mí porque sabe que es indispensable para que este espacio se actualice cada semana. Pero no tiene idea de con quién está tratando, con la persona más tozuda del planeta, aquella que hará hasta lo imposible por cumplir con sus compromisos y no faltar jamás a la cita. Les confieso que estos contratiempos son los que le ponen la dosis de adrenalina a mi vida de columnista, y por ello me resulta doblemente gratificante ver esta sección, tributo al artista más grande de todos los tiempos, publicada cada martes en el portal principal de Sexenio.

Y hablando de vacaciones, les cuento que estoy escribiéndoles a metros de una preciosa playa, mientras la luna y la suave brisa me acompañan, y el sonido de las olas musicaliza la velada. No hay escenario mejor para hacerlo, ¿No creen?

Este lugar me inspira muchísimo para escribir y les cuento el por qué. Luis Miguel está muy presente en mi vida y a cada sitio que voy lo llevo conmigo. No crean que físicamente, ¡Quién pudiera! Sino que acompaña mi viaje con su música, e inevitablemente algo me hace recordarlo por más que esté a miles de kilómetros de los sitios que forman parte de mi historia como fan. Justamente ésta es una de esas ocasiones en las que el mar me traslada hacia él, porque como dice el fragmento de “Ahora que te vas”… “Si un día vas al mar, acuérdate de mí”. Miky, no Luis Miguel (el artista), pasa más tiempo en altamar que en tierra firme, y hasta me animo a decir que es su segundo lugar en el mundo después del escenario. Imagino que es porque allí encuentra la paz que su alma necesita, se conecta con su interior, y recarga energías para sus nuevos proyectos. Sus fans sabemos de su debilidad por el mar y siempre es una hermosa excusa para que su imagen acapare nuestro pensamiento y, sin quererlo, nos sorprendan con la mirada perdida en el horizonte cual Penélope esperando ver aparecer a su amor, aunque no a bordo del tren sino de un flamante yate. Pero quien vivió esta situación de a de veritas no se llamaba precisamente Penélope sino Regina, una prima de mi papá, la que un día disfrutaba del sol, arena y mar en la isla Saint Maarten, y le llamó mucho la atención un yate que atracó en el muelle. Si bien en esa zona aquello de ver imponentes embarcaciones es algo habitual, no lo era quien descendía, pues su guapura no lo dejaba pasar inadvertido. Mientras este apuesto muchacho -ella le calculó unos 26 años- emprendió su camino, con playera blanca y pantalón corto de color negro (suspiro al contarles que su ropa estaba semi-mojada), Regina lo siguió embelesada con la mirada.

Cuando tuvo la dicha de que se acercara a ella, pues pasó justo delante suyo, descubrió que detrás de unas gafas oscuras estaba el mismísimo Luis Miguel. ¡Casi muere del infarto! porque -acá, entre nosotros- estaba haciendo toples. Así que corrió por la parte superior de su bikini, se la abrochó en un santiamén, y tomó su cámara de fotos para alcanzarlo a toda velocidad. Así fue como logró retratarse con él e inmortalizar ese divertido momento (quien tomó la foto parece que se puso nervioso, por poco Miky sale sin cabeza).

En fin, los que sí van a tener la fortuna de verlo desembarcar en el Auditorio Siglo XXI, en horas nada más, son los poblanos, puesto que Luis Miguel inicia hoy su “Déjà Vu Tour” por México, gira que lo tendrá recorriendo tierras aztecas hasta finales del mes de marzo.

Mientras esperamos que caiga la noche y paradójicamente irrumpa ‘El Sol’ con todo su esplendor, les presento una nueva historia de amor incondicional:

Mi nombre es Elizabeth Froio y soy una apasionada fan de Buenos Aires, Argentina.

Descubrí a Luis Miguel una noche de verano, cuando siendo apenas una adolescente encendí el televisor en Canal 9 –uno de los más importantes en mi país-, y me encontré con un guapísimo chico de pelo rubio e intensos ojos verdes. Era el mismísimo ‘Sol de México’ que me dejó obnubilada. Mientras el conductor le hacía un reportaje sonaba de fondo una de sus canciones, la que tiempo después supe que no era una más de sus melodías, sino una muy especial que se convirtió en nuestro himno, “La Incondicional”.

Desde aquel momento quedé prendida de sus encantos y, poco a poco, sentí que su maravillosa voz me fue robando el corazón para siempre.

Luego de unos años tuve la oportunidad de asistir a mi primer concierto, en el famoso estadio River Plate, cuando Luis Miguel presentó su disco “Nada es igual”. Esperé mucho tiempo por ese primer encuentro, razón por la cual, los días previos, me sentí ansiosa y muy emocionada. Tener la posibilidad de estar a escasos metros de él, comprobar que era real, de carne y hueso, y no un príncipe de cuentos -aunque lo parecía- me erizó la piel.

Más adelante viví la experiencia de asistir al emblemático estadio Vélez Sarsfield, y nuevamente la euforia se adueñó de mí porque verlo y escucharlo en vivo es algo que no se puede describir con palabras, sólo se trata de sentirlo con el corazón.

Aquella noche hizo vibrar mi alma con esa misma voz que me cautivó hace 24 años atrás. Lo admiro entrañablemente y siento algo muy especial por él, con decirles que lo escribo y las lágrimas corren por mis mejillas.

Ojala Dios y la vida me permitan algún día conocerlo, tenerlo frente a frente, para decirle cuánto lo quiero y admiro, que es mi gran ídolo, que con su serie de discos de boleros me enamoró, y que con su “Entrégate” me dejó sin aliento.

Anhelo seguirlo hasta el fin del mundo si es necesario porque aquel niño, de flequillo y corte tan particular, se apoderó de mi corazón de niña en cuanto lo vi, y desde ese instante lo amo con locura.

Hoy por hoy, luego de recorrer un largo camino en esta vida, mis sentimientos hacia él siguen intactos… verlo y escucharlo en vivo me emociona como la primera vez.

¡Te amo Miky! Adoro tu voz, tu mirada, tus gestos y detalles. Gracias por existir en mi vida y haberte convertido en alguien esencial en ella.

 Ely

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