Luis Miguel… “Mi ilusión de vivir”

Euge Cabral
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Una vez más nos encontramos mis queridos lectores, soy una gran afortunada de tenerlos. Gracias por el tiempo que emplean en leer y comentar, créanme que lo valoro muchísimo. La última columna tuvo récords de visitas y comentarios, es emocionante llegar tan lejos por y para Luis Miguel.

Hace muy poquitos días la cuenta oficial de Luis Miguel compartió la gran noticia de que la exitosa canción “Por debajo de la mesa” superó las 100 millones de reproducciones en las plataformas digitales. ¡Wow! Siempre haciendo historia.

Por otro lado, quisiera compartir este video más que interesante, autoría de Diario Vocal, en el que se comparan las performances de Luis Miguel de los años 2000 y 2018. Esta idea surge a partir de que muchos detractores aseveran que Luis Miguel ya no canta como antes, afirmación basada únicamente en sus ansias de desprestigio. A los hechos hay que remitirse, y he aquí la prueba de que Luis Miguel no conoce límites a la hora de interpretar:

Luego de deleitarnos con esta serie de magistrales interpretaciones, los invito a conocer la hermosa historia de Verónica González, una fan mexicana muy apasionada:

Cuando tenía 13 años era fan del grupo Menudo, lo confieso, iba a todos sus conciertos y, casualmente, estaba loquita por Migue, uno de los integrantes de la banda. Así que me iba a verlos donde se presentaran, ya sea en TV o en estaciones de radio. Pero mis aventuras por disfrutarlos en vivo se tornan irrelevantes, cuando lo verdaderamente importante es que en una gira Luis Miguel abrió sus conciertos y, en uno de ellos, tuve la dicha de verlo bien cerquita. Sí, efectivamente parecía un solecito con su cabello dorado, emanando infinitos destellos de luz, y su voz al hablar era muy peculiar. Ya se imaginarán que me enamoré desde el momento en que lo vi, instante en que se convirtió en mi ídolo.

Cabe destacar que antes de todo esto lo había visto en su presentación en el programa “Siempre en domingo”, y mi abuelo, que era un gran conocedor de música y admirador de grandes cantantes como Frank Sinatra y contemporáneos, dijo textual al oírlo: “Mira ese niño, tiene una gran voz y va a llegar muy lejos”. Esto lo confirmé aquel día al verlo en vivo, realmente su gran voz e inigualable talento son de otro mundo.

A partir de entonces amo todo de él, y así como me desvivía por ir a los conciertos de Menudo, desde ese momento lo hago para ir a dos o más presentaciones de Miky, e incluso fui hasta embarazada de 7 meses. No sé si sea coincidencia, pero cada octubre Luis Miguel tiene algo para mí, pues siempre me da mi regalo de cumpleaños, ya sea concierto o disco, y este año me tocó el estreno de la temporada final de su serie.

Transcurro mi vida admirándolo porque Luis Miguel ha sido mi gran terapia, puesto que escucharlo siempre me saca de mis depresiones. Y ¿qué creen? jamás he dedicado una de sus canciones porque son muy mías, pues siento que él me las regala.

Estoy sumamente orgullosa de él, de ser su fan, de haber coincidido en este plano y que, mágica y casualmente, me rodee gente de su entorno. Que coincidencia, ¿no?, hablo de un muy querido amigo que estudió conmigo en la secundaria, y fue músico de mi Sol bello. Él es Armando Espinosa, percusionista, y les juro que no podía creer cuando lo vi en el escenario junto a mi ídolo. Cuando terminamos la escuela jamás supe de él, después nos reunimos y no me atreví a preguntar nada sobre Luis Miguel para no incomodarlo. Armando solo me dijo, “No creas todo lo malo que se dice de él, doy Fe que es un gran ser humano”. Comentario que respondí con un “ya lo sé, y me siento muy orgullosa de haber visto a mis dos personas favoritas juntas en el escenario”.

He vivido dos experiencias que me han llenado el alma, y aunque no he tenido la dicha de llevarme una rosa, una toallita con su olor, o la pelota negra, estos momentos los llevo en mi corazón como lo más bello que me ha pasado en la vida. Tengo una anécdota muy hermosa que contar, la que nadie me creería si no hubiese ido acompañada. Esta aconteció en un concierto del año 1996, cuando minutos antes del inicio me acerqué a uno de los guardias de seguridad que custodian los pies del escenario, para pedirle que por favor le haga llegar un pequeño papelito a Luis Miguel. Lamentablemente me dijo que no, que lo tenía prohibido, y que además podrían llamarle la atención. Le rogué varias veces y solo logré que estirara su mano y lo recibiera de compromiso, para luego pedirme que regrese a mi lugar. Le agradecí y me retiré con suma tristeza porque sabía que mi deseo era imposible. Cuando empezó el show lo disfruté al máximo, había conseguido boletos en el sector del medio puesto que más abajo siempre es imposible, y mi presupuesto no daba para esos lugares. Pero lo veía más de cerca con mis binoculares, con decirles que tenía la sensación de que si estiraba mi trompita le podía dar un beso. De repente Luis Miguel se acercó a la mesita con sus pertenencias, y metió la mano al bolsillo de su saco para ver algo. Cuando regresó hacia el público, ya estaba sonando la introducción de “Todo y Nada”, se ubicó en medio del escenario, tapó con su mano la luz de los reflectores y dijo: “Vero, ¿dónde estás?”. Imagínense cuando escuché mi nombre, ¡Casi me muero! De inmediato señaló hacia nosotros, se llevó su mano al pecho y empezó a cantar la canción. Morí una y mil veces y resucité. Obviamente me dedicó esa hermosa canción y me hizo la mujer más feliz sobre la faz de la tierra. Ni yo ni mi acompañante podíamos creerlo, pues jamás supe en qué momento recibió mi mensaje, e imagino que se estarán preguntando qué decía ese diminuto papel, pues simplemente “Te amo. Vero” junto a un corazón. De haber sabido que iba a recibirlo le hubiese escrito un libro con todo lo que me hace sentir, y con todo lo que significa para mí.

En una nueva ocasión, ya en otra gira con la famosa camisa amarilla, que es igual de icónica que la de Versace, mientras Luis Miguel hablaba con nosotros en medio de un silencio sepulcral en el Auditorio Nacional, aproveché la oportunidad para gritarle “Te amoooooo”. Él puso cara de enojado, se tapó el oído y dijo “¡ouch!”, pero después respondió con un “Yo también”, mientras me regalaba su hermosa sonrisa. Les cuento que alboroté el gallinero, porque cuando él lo dijo todas gritamos como locas y fue difícil volver a guardar silencio. ¡Otra vez morí mil veces!

Luis Miguel es un hombre adorable, muero de amor cada vez que voy a sus conciertos y ahora, no sé si es la edad, lloro con sus canciones. Les juro que no lo hago porque me recuerden a viejos amores, sino porque veo muy lejana la posibilidad de tenerlo cerca, tomarlo de la mano, mirarlo a los ojos, y los años pasan… no quisiera irme de este mundo sin decirle gracias por todo y por tanto. Sé que pasará algún día y será en esta vida, porque en otra ya no seremos los mismos.

Te quiero

Verónica

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